domingo, 25 de febrero de 2018

DOMINGO 2º DE CUARESMA


“Escúchenlo”

En el tiempo de Cuaresma no falta, en ninguno de los tres Ciclos litúrgicos, un domingo, el segundo en concreto, dedicado a considerar la Transfiguración del Señor. Esto además de tener esta fiesta un día dedicado a celebrar este misterio de la Transfiguración, que es el 6 de agosto. Pero, al incorporarlo como tema cuaresmal, pretende la Iglesia fijarse en él como paréntesis en el camino a la Cruz con parada y fonda. Es cuestión de reparar fuerzas y recibir aliento en el camino áspero a la Pasión del Señor. Y la fonda lo que nos ofrece  es la consideración de lo que ocurrirá al final: la resurrección de quien muere y padece por nosotros. El fin edulcora lo amargo de los acontecimientos de la Pasión.

Y la liturgia nos lo aclara por un acontecimiento lleno de contradicciones, cual es el sacrificio del hijo de Abrahán. Incomprensible y abominable y que solo se explica como prueba de Dios a lo más duro de los sentimientos de Abrahán: matar a su hijo, quien además era la única posibilidad para realizarse como padre de todos los creyentes.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Dios renueva su promesa de formar un pueblo. El escenario es aquí el monte Moria. El lugar alto que habitualmente se usaba para todo tipo de sacrificios, es también lugar de la revelación de Dios. Allí, en lo alto, Abraham e Isaac, padre e hijo, germen del pueblo que surgirá de ellos, escuchan la palabra que Dios pronuncia con juramento: él bendecirá y engrandecerá.

Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18

Dios puso a prueba a Abraham. “¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”. “Aquí estoy”, respondió él. Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único”. Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”.
Palabra de Dios.

Salmo 115, 10. 15-19

R. Caminaré en presencia del Señor.

Tenía confianza, incluso cuando dije: “¡Qué grande es mi desgracia!”. ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! R.

Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. R.

Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.

II LECTURA

 “Estas palabras se basan en la convicción de que Dios dirige el curso de la historia y de la naturaleza, según un designio salvador en el que, por amor, nos ha destinado a la resurrección con su Hijo en un mundo reconciliado. Por eso concluye en un himno al amor de Dios: en Cristo, Dios está de una manera definitiva e irrevocable en favor nuestro”.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?”. ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
Palabra de Dios.
Aclamación Mt 17, 5

Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.

EVANGELIO

El monte es lugar de revelación. Allí, en las alturas, los discípulos pueden ver anticipadamente la vida plena que se realizará en Jesucristo. Y escuchan la voz que revela quién es Jesús: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. La experiencia transformadora en el monte Tabor debe impulsar a los discípulos en su caminar con Jesús. La profundidad y el sentido de lo que vieron y oyeron en ese lugar se irá manifestando mientras sigan caminando con Jesús hacia la Pascua.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-10

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El misterio que celebramos debe generar en nosotros un profundo agradecimiento, pues es revelación de Dios y confirmación de su divina voluntad de salvación. Se trata de una intervención divina para revelarnos y confirmarnos en nuestras creencias. El evangelio de hoy no va de milagros ni de remedio de necesidades físicas. Si algo trata de curar es nuestra poca fe.

Sucede que no estamos acostumbrados en nuestro mundo a que alguien gratuitamente nos abra los secretos inaccesibles sin pedir retribución. La gratuidad ciertamente no caracteriza nuestro mundo.

Subió a una montaña alta con ellos
    
Para comunicar secretos del corazón hay que apartarse a un lugar escondido. Y, a ser posible, alto, inaccesible a los demás, pues así se resguarda la intimidad. Al igual que la oración, en lugares separados e íntimos. El bullicio de las aglomeraciones impide la serenidad de ánimo  y tener los oídos a la escucha. Siempre se han preferido lugares apartados, inaccesibles o recónditos para las grandes comunicaciones. Así se había hecho en los grandes momentos de la historia de Israel, como en el caso de Moisés o en la revelación a Abraham. Ahora es el Tabor el lugar elegido por Jesús para conducir allí a los discípulos más cercanos e íntimos.

En el monte se recuerda el sacrificio de Abraham, a quien Dios pide que sacrifique todas sus creencias y proyectos humanos, incluso las promesas del mismo Dios, como leemos en la primera lectura de hoy. De todo hay que prescindir para abandonarse totalmente en las manos de Dios. Por eso dice Heb 11,17: “Abrahán ofreció a su hijo único… pensando que Dios tiene poder para resucitar de entre los muertos”. En el monte Sinaí Dios manifiesta su voluntad de liberar al hombre estableciendo una alianza con él. A ese lugar se dirigió en condiciones precarias Elías, padre de los profetas. Es también en el Monte Carmelo donde Yahvé manifiesta su poder sobre toda clase de  ídolos de gentiles.

Por ello en la montaña se realizó la mayor teofanía en que Jesús reveló su sacrificio  agradable al Padre y El lo resucitó. Fue un sacrificio agradable a Dios como lo fue el sacrificio de Isaac en la total disponibilidad que significaba de la persona hacia su Dios. La redención se consumó por una total disponibilidad de lo humano en manos de Dios.

Este es mi Hijo amado
    
Y se narra la voz de la divinidad: Este es mi Hijo amado.  Es la primera afirmación del mismo Dios sobre Jesús; no de un ángel ni persona humana. La afirmación más rotunda de la naturaleza divina de Jesús. Tanto que pienso que los discípulos no la captaron en ese momento  y sólo lo pudieron relatar tras la resurrección. Con fe plena. La fe de toda la Iglesia no ha podido confesar mejor la naturaleza de Jesús. Es la rúbrica divina a nuestra fe. Todo seguimiento a Jesús y toda aceptación de sus muchas enseñanzas llevan esta rúbrica, están confirmadas así por Dios. Es la misma firma que da Dios en el bautismo de Jesús, donde también una voz venida de lo alto aseguró:   “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3,17).

Es la paternidad divina que no tiene parangón con ninguna humana. En esta afirmación de la filiación de Jesús está totalmente ausente San José. Se trata de una filiación distinta de la humana y en la que San José no puede ser incluido ni aludido. Por eso en el mensaje de Jesús ser hijo de Abrahán no implica ninguna descendencia en la sangre ni en el cuerpo, sino un vínculo de fe y confianza en Dios, de la que Abrahán es el primer destinatario y San José el más próximo al aceptar en su fe el misterio de la concepción milagrosa de María.

Escúchenlo

Y Dios asigna una tarea a cumplir. Todo acto de amor supone la fe en la persona que se ama. Pero ¿cómo se podrá hoy escuchar la voz de Dios? Los ruidos  ensordecedores de los medios de comunicación, el bullicio enorme de los gritos del público y los decibelios agrandados de nuestra vida social hacen imposible oír esta voz, escuchar este murmullo espiritual. No hay manera de percibir esa voz suave de Jesús en las grandes aglomeraciones que reinan en nuestro mundo. Su voz insinuante se pierde en las cascadas de ruidos en que se desenvuelve nuestra vida y la hace insoportable.

Es lo que de antiguo habían dicho los profetas: “Escuchad esta palabra que el Señor ha pronunciado contra vosotros”, grita el profeta con la autoridad de Dios (Am 3,1); “Escucha Israel”, repite cada día el piadoso israelita (Dt 6,4) y el mismo Jesús se expresa así: “Escuchad” (Mc 4,3). Escuchar no es sólo aplicar el oído sino también abrir el corazón (Hch 16,14) y poner en práctica lo que se nos dice (Mt 7,24ss).

Quien tiene el corazón depravado, aunque sea miembro del pueblo de Dios, no sintoniza con esas palabras, como los judíos a los que dice Jesús: “Vosotros no podéis escuchar mi palabra… porque no sois de Dios” (Ju 8, 43.47). Por eso en los tiempos mesiánicos hasta los sordos escucharán la palabra de Dios y la obedecerán (Mt 11,5). También la Virgen María reveló ese sentido religioso de escuchar a Dios: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28). Guardar, de eso se trata; una cosa es oír el evangelio y otra escuchar la Palabra de Dios. Todo ello depende de la docilidad y el asentimiento íntimo que se da a la palabra escuchada. La voluntad de Dios es seguramente escuchar a Jesús, secundarle, seguirle y cumplir lo que él dijo.

Bajaron de la montaña y… discutían qué quería decir resucitar de entre los muertos

Es la inteligencia humana siempre hay dudas cuando se trata de comprender la Palabra de Dios. Y esta vez es en torno al gran misterio de nuestra vida: resucitar, algo que nadie puede hacer por sí mismo, que es exclusivo del poder de Dios; que no es un fruto del empeño de la persona ni efecto de sus carismas, sino que es dádiva de Dios.

Eso significa bajar de la montaña: pasar de una experiencia momentánea de lo divino al fragor y la lucha de la inteligencia humana por tratar de comprender las cosas de la fe. Tarea ardua, pero que es la vida misma del fiel. La fe no vive en estado de montaña sino en el llano terrestre; no con vestiduras blancas y creando placenteras chozas donde pasar el tiempo, como quería el ingenuo Pedro, sino en la llanura de la vida ordinaria y en el fragor de la lucha cotidiana. Hoy hay quienes aceptarían una resurrección que no pasara por la muerte. La cosa va de hijos de Dios por adopción, que es como hay que entender la resurrección.

ESTUDIO BÍBLICO.

1 Lectura: Génesis (22): La fe como confianza en Dios

I.1. La primera lectura está recogida de un texto muy importante en el ciclo de Abrahán (Génesis 22), probablemente el momento culminante de lo que Dios pide al padre del pueblo: la fe incondicional, hasta la vida de su hijo, el heredero, por el que había soñado. No podemos menos de pensar que en este relato, complejo, desconcertante pero hermoso a la vez, se ha querido plasmar todo una mentalidad de la época. Con el hijo "heredero" Isaac, que ya ha desbancado a Ismael por mor de su madre Sara, se quiere mostrar que Dios es quien conduce y quiere conducir esta historia de promesas. En realidad Dios es así para la mentalidad religiosa antigua. Se pide lo imposible para que todo termine siendo mucho más humano, teológico y entrañable. Se pretende mostrar que Abrahán, el padre del pueblo, sabe renunciar a todo. Es un relato, heroico donde los haya, para poner de manifiesto la fuerza de la fe de un pueblo que todo se lo debe a Dios.

I.2. Cómo es posible que Dios exija todas estas cosas? Esta pregunta, hoy, está de más. Son los hombres los que sienten así las cosas y la expresan de acuerdo a una mentalidad religiosa. El sacrificio de Isaac ha sido interpretado en toda la tradición judía y cristiana como anticipo de muchos anhelos y deseos de salvación y redención. Si ahora a Abrahán se le pide que renuncie a su futuro, a su heredero, es porque se quiere poner de manifiesto que nuestro futuro está en las manos del Dios de la promesa y la Alianza. )Acaso la fe debe ser confianza ciega? Probablemente nos excedemos, o se excede la teología, cuando presentamos la fe en esa tesitura; debe ser confianza absoluta, pero no ciega. Abrahán sabe que Dios siempre tiene salidas para uno. También es verdad que este relato es contado como una especie de condena, a la inversa, de los sacrificios humanos: Dios puede parecer que pide lo máximo, pero Dios no puede pedir vidas humanas; sería un Dios sin corazón: por eso Dios siempre ofrece otro camino.

I.3. Muchos especialistas han subrayado este aspecto y consideran que la "situación" en que ha podido aparecer esta tradición explica la condena que en Israel suponía, frente a ciertas religiones y cultos, la condena de los sacrificios humanos. Sería como un relato pedagógico para mostrar que aunque Dios pida lo máximo al hombre, no puede ir en contra del hombre mismo ni de su vida. Por eso es como un relato en que se intenta mostrar que Dios le devuelve "vivo" a su hijo, que es el hijo en el que se sustentan las promesas que se le han hecho. Por eso, Dios es un Dios de vivos, no de muertos, como proclamará Jesús (Mc 12,27). La tradición cristiana, en la lectura de este pasaje de la tradición judía, presintió el sacrificio de Cristo (es la famosa "Aqedá" -"amarradura" u "ofrenda"-, porque Isaac fue "atado y sacrificado"). Los cristianos, no obstante, debemos hoy hacer una lectura mucho más teológica de esta tradición, sin caer en los aspectos fundamentalistas que todavía se alimentan en ciertas sinagogas.

2 Lectura: Romanos (8,31-34): El amor de Dios se hace presente en la vida de Cristo

II.1. La segunda lectura, de Romanos, quiere volver sobre el sentido del sacrificio como ofrenda a Dios. Pablo, en esta carta de la fe y la libertad humana, se expresa con una fuerza que desconcierta a veces. El texto de hoy se nos presenta de una forma lírica y retórica, con una serie de preguntas que termina en una doxología o alabanza (v. 39). Es un himno al amor de Dios que se nos ha revelado en Cristo, en su vida y en sus sufrimientos. Porque es en los sufrimientos donde la prueba del amor llega a su punto culminante, deja de ser romántico o estético y se hace en realidad esencia de amor: darlo y ofrecerlo todo. Dios lo ha hecho así por medio de Cristo, su Hijo. Estamos en sintonía con el texto de Gn 22. Se debería tener en cuenta la totalidad de este himno, con los vv. 35-39 que no entran en la lectura de hoy, culminando así uno de los capítulos más extraordinarios de Romanos.

II.2. En realidad este capítulo es como un himno que canta la bondad de Dios con la humanidad, precisamente para que no tengamos miedo de creer en ese Dios. Es verdad que se afirma que Dios no le ahorró el sacrificio de su vida a Cristo; pero es para subrayar con mayor vigor que Dios es capaz de darlo todo por nosotros, de renunciar a lo más querido. Podríamos ver aquí que Pablo puede haber hecho una lectura de la aqedá de Isaac, sin que Cristo haya podido ser liberado de la muerte. Desde luego es un texto en el que se ha profundizado mucho en la exégesis de Romanos y se ha visto un paralelismo, aunque otros lo discuten, con dicho "teologúmeno" de la aqedá. Dios, pues, asume esa muerte redentora para que seamos libres. Pero se ha de considerar que en esta especie de aqedá cristiana es Dios quien se ofrece, quien da, no quien pide como en el caso de Abrahán e Isaac. Debemos reconocer que esta teología del sacrificio y de la muerte es muy difícil de explicar en la catequesis y en la teología. Pero se ha de hacer un intento serio y audaz. Porque Dios no puede "querer" esa muerte. El amor de Dios está por encima de todo lo que nos puede amargar nuestra existencia humana y cristiana. Ni Dios, ni Cristo, muerto y resucitado, pueden condenar a la humanidad porque esa muerte es el camino de la resurrección para El y para nosotros.

Evangelio: Marcos (9,1-9): Caminar hacia la Resurrección

III.1. El relato de la Transfiguración de Marcos nos asoma a una experiencia intensa de Jesús con sus discípulos, camino de Jerusalén después de haber anunciado la pasión, para que esos discípulos puedan meterse de lleno en el camino y en la verdadera misión de Jesús. Los discípulos, o bien desean los primeros puestos del reino, o bien quieren quedarse en el monte de la gloria de la transfiguración, como Pedro. Jesús va al monte para orar y entrar en el misterio de lo que Dios le pide; desde esa experiencia de oración intensa puede iluminar su vida para saber que le espera lo peor, pero que Dios estará siempre con él. Es una escena importante y compleja que viene a ser decisiva en el desarrollo del evangelio y de la vida de Jesús que ahora ya mira a Jerusalén como meta de su vida. Tenemos que pensar que más que otra cosa, (aunque haya una experiencia histórica de Jesús y sus discípulos en un monte), esta escena es una construcción teológica del evangelista, con todas sus consecuencias. En Jn 12,28-30 encontramos una experiencia de este tipo. El relato, en una teofanía que abarca casi todo, tiene tres partes: a) vv.1-4 y b) vv. 5-8 y una conclusión c) vv. 9-10 sobre el "secreto mesiánico", que es muy propio de Marcos y la pregunta de los discípulos sobre la resurrección de entre los muertos.

III.2. Los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, están allí para respaldar precisamente la acción de Jesús. Y la voz misteriosa, entre las nubes, reafirma que, desde ahora, a quien hay que escuchar y seguir es a Jesús. Los elementos del relato nos muestran los símbolos especiales de las teofanías propias del AT. Pedro quiere quedarse, plantarse allí, haciendo tres tiendas, para Moisés, Elías y Jesús. El relato en sí es en el evangelio de Marcos el comienzo del viaje hacia Jerusalén. Y aunque no diga, como Lucas, que un profeta no puede "morir fuera de Jerusalén" viene a ser como el asomarse a la meta de la vida de Jesús: la resurrección. Pero a la resurrección a la nueva vida no se llega sino por la muerte. Una muerte que ya está sembrada en la vida del profeta de Galilea y casi decidida (Mc 3,6). Pedro no quiere bajar del monte porque esa vida nueva supone aceptar la muerte, y no una muerte cualquiera, sino la muerte en la cruz. La "gloria" divina que se ha experimentado en el monte está llamando a otro monte, el del Calvario, para que se viva como realidad plena. Jesús es el que tiene las ideas claras de todo ello, los discípulos no.

III.3. La decisión de Jesús de bajar del monte de la transfiguración y seguir caminando hacia Jerusalén, lugar de la Pasión, es la decisión irrevocable de transformar el mundo, la religión y la vida. Es verdad que eso le llevará a la muerte. Esa decisión tan audaz, como decisión de una misión que ahora se confirma en su experiencia con lo divino, con la voz del Padre, no le llevará directamente al triunfo, sino a la muerte. Pero el triunfo de la resurrección lo ha podido contemplar, a su manera, en ese contacto tan intenso con el misterio de Dios. Dios le ha revelado su futuro, la meta, la victoria de la vida sobre la muerte. Y ahí está su confianza para seguir su camino y hacer que le acompañen sus discípulos. Estos seguirán sin entenderlo, sin aceptarlo, preparándose o discutiendo sobre un premio que no llegará de la forma que lo esperaban. Del cielo se ha oído un mandato: "escuchadlo", pero no lo escuchan porque su mentalidad es bien otra. Jesús los ha asomado un poco a la "gloria" de una vida nueva y distinta, pero no lo han entendido todavía. El relato, desde luego, es cristológico, (no hay duda!, pero Marcos también quiere que sea pedagógico para la comunidad: la vida verdadera no se goza "plantándose" en este mundo, en esta historia, en nuestros proyectos. Está en las manos de Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




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