domingo, 31 de diciembre de 2017

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ


“Jesús iba creciendo y se llenaba de sabiduría”

Hoy celebramos a la Familia de Nazaret como modelo de la familia creyente. Fiesta reciente, establecida por León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida. No se trata de reproducir  el modelo de familia patriarcal que fue el suyo ni de consagrar los “códigos  domésticos” vigentes en el Imperio Romano, que recogen algunos textos del NT (Col 3,18-21 que se lee en esta fiesta; I Ped 2,11-3,12; Ef. 5,21-6,9; I Cor 11,2-10; II Cor 11,2-3; I Tim 2,11-12). Se trata de contemplar y descubrir en ella la configuración y actitudes que deben animar una existencia familiar desde el evangelio de Jesús.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Con Abraham y Sara, Dios comienza a formarse una familia aquí en la tierra. Esta familia es la figura de algo mucho mayor: todo un pueblo que lo conozca y lo ame. Porque el llamado de Dios, que es personal, siempre se concreta de manera comunitaria.

Lectura del libro del Génesis 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3

En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Abrám en una visión, en estos términos: “No temas, Abrám. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande”. “Señor, respondió Abrám, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?”. Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”. Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Y le dijo: “Ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido Padre de la multitud de naciones”. El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa. En el momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano. Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac.
Palabra de Dios.
O bien:      

En la fe de Abraham y Sara, vemos la condición que nos une a quienes ponemos la confianza en la Palabra de Dios, mientras avanzamos en medio de dificultades y oscuridades sin decaer. La promesa de Dios sostiene nuestro andar.

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19

Hermanos: Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. También la estéril Sara, por la fe, recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Palabra de Dios.

Salmo 104, 1-6. 8-9

R. El Señor, se acuerda eternamente de su Alianza.

¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, hagan conocer entre los pueblos sus proezas; canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas! R.

¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! ¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro! R.

¡Recuerden las maravillas que él obró, sus portentos y los juicios de su boca! Las promesas del Señor a los Patriarcas Descendientes de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido. R.

Él se acuerda eternamente de su alianza, de la palabra que dio por mil generaciones, del pacto que selló con Abraham, del juramento que hizo a Isaac. R.

ALELUYA        Heb 1, 1-2

Aleluya. Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo. Aleluya.


EVANGELIO

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”. Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.

O bien, más breve:

Como una familia más, la familia de Jesús, lo lleva a Jerusalén para cumplir con el ritual. Y en esos actos, que tantas personas hicieron y hacen en los templos de todo el mundo, Dios está revelando todo su plan de salvación. Presentémonos a nosotros mismos y a nuestros grupos, nuestras familias, delante del buen Dios para ofrecerle nuestra vida, de modo que él nos conduzca con su amor sabio.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22. 39-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La familia está experimentando profundas transformaciones, en su estructura, formas  y dinámica familiar. Los cambios (demográficos, sociales, económicos, jurídicos y  axiológicos) han afectado profundamente al papel de la mujer (con su incorporación a la vida pública, al mundo del logos y al ámbito científico), a la valoración y estatus de las personas mayores, a la percepción y lugar de los jóvenes (rasgos de las sociedades pre y pos figurativas de M. Mead). Y se ha producido un proceso de “despotenciación de la familia”: ha perdido muchas de las funciones que desempeñaba en la sociedad tradicional y ha reforzado alguna como la afectiva.

El amor es lo que define a la familia moderna. En la sociedad  posmoderna la familia y el matrimonio se  ve sobre todo como un contrato, mientras dure el amor, un amor con frecuencia  romántico y  egocéntrico: “tú me harás feliz”. Paradójicamente “la puerta de la felicidad se abre hacia afuera” por lo que la pareja se convierte en una búsqueda siempre insatisfecha.

Pero la familia sigue siendo hogar en un mundo inhóspito, donde el niño encuentra el afecto, acogida,  protección y seguridad que necesita para crecer y madurar como persona;  en esta “sociedad líquida” es  el ámbito de socialización donde se aprende la entrega y el amor gratuito, el respeto, la tolerancia en la diversidad, el sentido de pertenencia, solidaridad y compromiso. La familia nos proporciona raíces para crecer y alas para volar.

Y sigue siendo también una célula básica de la sociedad. Como algunos gustan decir, es el “mejor ministerio de asuntos sociales”, donde encuentran segura protección y asistencia los niños y ancianos, los enfermos y deficientes, los parados y divorciados, las personas frágiles y marginadas a las que ningún sistema social puede cubrir en todas sus necesidades. Quizás por eso es la institución más valorada en la sociedad actual.

La fiesta nos invita a revalorizar la familia como clave de la salud,  el equilibrio y la paz, y por tanto de felicidad. Nikoshi Nakajima, Presidente del Consejo Mundial de la salud, en la inauguración del Congreso Mundial de Psiquiatría, en agosto  de 1996 afirmó: “Solo la vuelta a la familia, reducirá la enfermedad mental”. Y no era un congreso sobre la familia sino sobre psiquiatría. Como alguien dijo “Felicidad se escribe con “F” de familia”. (A. Aláiz)

Hoy celebramos a la Familia de Nazaret como modelo de la familia creyente. Fiesta reciente, establecida por León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida. No se trata de reproducir  el modelo de familia patriarcal que fue el suyo ni de consagrar los “códigos  domésticos” vigentes en el Imperio Romano, que recogen algunos textos del NT (Col 3,18-21 que se lee en esta fiesta; I Ped 2,11-3,12; Ef. 5,21-6,9; I Cor 11,2-10; II Cor 11,2-3; I Tim 2,11-12). Se trata de contemplar y descubrir en ella la configuración y actitudes que deben animar una existencia familiar desde el evangelio de Jesús.

 La Palabra de Dios  no da soluciones técnicas para la vida familiar o social pero nos ofrece las claves (más) profundas, humanas y cristianas, de esa convivencia. La 1ª lectura, Eclco. 3,2-6, habla de las relaciones entre hijos y padres cuando envejecen. Es como una glosa del 4º mandamiento: honra a tu padre y a tu madre. Escrito en un momento de crisis social y cultural que amenaza los fundamentos de la Tradición de la Ley de Moisés, alerta a los jóvenes contra las modas griegas y les recuerda que respetar a los padres es tarea sagrada que reporta grandes beneficios;  resalta la piedad, el respeto y la honra a los padres, el temor de Dios, valores centrales aquella familia patriarcal y de toda familia.  Resulta profundamente actual,  en una sociedad que margina con frecuencia a los mayores y en la que la vejez es un desvalor y una carga. “¡Qué grande es ser joven!”, era el eslogan del Corte Inglés hace unos años.

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando este pasaje, recuerda a los hijos sus responsabilidades con los padres: la obediencia a los padres  cesa con la emancipación, pero no el respeto que les es debido que permanece para  siempre… En la medida que puedan, deben prestarles ayuda  material y moral en la vejez y en la enfermedad y en momentos de soledad o de abatimiento (CCE 2217-18).

San Pablo, en la 2ª lectura, Col 3,12-21,  presenta un programa de vida comunitaria y familiar: Su uniforme, que la identifica y diferencia de las demás, es la misericordia entrañable,  la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el perdón, la gratitud y alabanza, la unidad, la paz.

Pablo suele presentar, la relación de Cristo con la Iglesia, como paradigma del matrimonio cristiano y este como signo de la relación Cristo-Iglesia. Pero la relación asimétrica y de dependencia de la Iglesia respecto a Cristo no puede ser utilizada como modelo social de la relación hombre-mujer.

 Este programa de vida familiar y comunitaria no es nada fácil y solo puede realizarse con la ayuda de Dios, apoyados en la fe, la oración y la certeza de saberse amados por Dios. Los tres miembros de la Sagrada Familia aparecen, a lo largo del evangelio, como personas que se distinguen por su escucha de la Palabra.

El Evangelio de hoy pone  de  relieve que Jesús se  integra en la  tradición y en la cultura de Israel,  cumpliendo con los  requisitos de  la  Ley:  purificación  de  la  madre  y presentación del primogénito. (Simeón,  que significa “Dios ha escuchado”, simboliza la esperanza de todos los pueblos. Y anuncia a María su doloroso destino).  Presenta la infancia de Jesús, profundamente arraigado en su familia y en su pueblo. Será llamado “nazareno”  y en aquella aldea anónima de Galilea trascurrirá la mayor parte de su vida. En ella crece en edad y en gracia, en humanidad y en piedad. Me gusta pensar que su revelación del Abbá tiene mucho que ver con su experiencia de hijo de José y su evangelio del amor  lo vivió  primero- antes con sus padres en Nazaret.

La fiesta trata  también de recordar, junto al reconocimiento y apoyo a la familia, el anuncio evangélico de la primacía del Reino y de la subordinación de la familia al Reino:  “El que no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26); “Sígueme y deja que los muertos entierren a los muertos” (Mt. 8,22); ”mi madre y mis hermanos son los que escuchan y cumplen la Palabra de Dios” (Lc. 8,19-21; 11,27-28). También Mc. 1,20; Mt 8,20;  Mc 1,16.

 Y nos recuerda,  finalmente, la llamada a hacer de toda la humanidad una sola familia de hijos de Dios.   Dios tiene un gran proyecto: construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la salvación del género humano.

El Magisterio reciente de la Iglesia católica ha  explicitado y profundizado  la “buena noticia de Jesús para el matrimonio y la familia”. Pone de relieve la  verdad y belleza de la familia, como “íntima comunidad de vida y amor, sobre la alianza de los cónyuges” (Vat. II, LG 48), fundada en un amor único y exclusivo, fiel y fecundo.  Ve en ella una especie de “iglesia doméstica” (Vat. II,  LG 11),  la primera y más pequeña comunidad cristiana. Por otra parte, la familia, igual que la Iglesia, debe ser un  espacio donde el evangelio es trasmitido  y desde donde este se irradia” (Pablo VI, EN 71).

El Papa Francisco resalta en AL la misericordia para con las familias heridas y frágiles. Desde ella, analiza  algunas situaciones dolorosas: la falta de trabajo para muchos, las rupturas de la convivencia entre las parejas, las distancias entre padres e hijos, los hijos rechazados y no amados suficientemente y situaciones especiales, a las que hoy se enfrenta mucha familias.

Hoy podemos decir al Señor: Bendícenos, Señor, bendice nuestras familias, bendice el amor de todas las familias del mundo, bendice a la gran familia humana.


ESTUDIO BÍBLICO

La tradición litúrgica reserva este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, oculto, que deja en lo recóndito de esa ciudad de Galilea, desconocida hasta que ese nombre aparece por primera vez en el relato de la Anunciación de Lucas y en el evangelio de hoy, una carga muy peculiar de intimidades profundas. Es ahí donde Jesús se hace hombre también, donde su personalidad psicológica se cincela en las tradiciones de su pueblo, y donde madura un proyecto que un día debe llevar a cabo. Sabemos que históricamente quedan muchas cosas por explicar; es un secreto que guarda Nazaret como los vigilantes (Nazaret viene del verbo nasar, que significa vigilar o florecer; el nombre de Nazaret sería flor o vigilante). En todo caso, Nazaret, hoy y siempre, es una sorpresa, porque es una llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a responder como lo hizo María.

I Lectura: Eclesiástico (3,3-7;14-17): El misterio creador de ser padres

La primera lectura de este domingo está tomada del Ben Sirá  o Eclesiástico. Tener un padre y una madre es como un tesoro, decía la sabiduría antigua, porque sin padre y sin madre no se puede ser persona. Por eso Dios, a pesar de que lo confesamos como Omnipotente y Poderoso, no se encarnó, no se acercó a nosotros  sin ser hijo de una madre. Y también aprendió a tener un padre. La familia está formada por unos padres y unos hijos y nadie está en el mundo sin ese proceso que no puede reducirse a lo biológico. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar y ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de ser padres no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Eso es lo más fácil, y a veces irracional, del mundo. Ser padres, porque se tienen hijos, es un misterio de vida que los creyentes sabemos que está en las manos de Dios.

Como el relato de Lucas estará centrado en la respuesta de Jesús a “las cosas de mi Padre”, se ha tenido en cuenta el elogio del padre humano de Jesús, que no es otro que José, tal como se le conocía perfectamente en Nazaret. Aunque Jesús, o Lucas más bien, ha querido decir que el “Padre” de Jesús es otro, no se quiere pasar por alto el papel del “padre humano” que tuvo Jesús en Nazaret. Incluso la arqueología nos muestra esa casa de José dónde se llevó a María; donde Jesús vivió con ellos hasta que, contando como con unos treinta años, abandonó su hogar para dedicarse a la predicación del Reino de Dios; donde posteriormente se reúne una comunidad judeo-cristiana para vivir sus experiencia religiosas.

II Lectura: Colosenses (3,12-21): Los valores de una familia cristiana

II.1. La lectura de este domingo es de Colosenses y está identificada en gran parte como un “código ético y doméstico”, porque nos habla del comportamiento de los cristianos entre sí, en la comunidad. Lo que se pide para la comunidad cristiana -misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia-, para los que forman el “Cuerpo de Cristo”, son valores que, sin mayor trascendencia, deben ser la constante de los que han sido llamados a ser cristianos. Son valores de una ética que tampoco se pueda decir que se quede en lo humano. No es eso lo que se puede pedir a nivel social. Aquí hay algo más que los cristianos deben saber aportar desde esa vocación radical de su vida. La misericordia no es propio de la ética humana, sino religiosa. Es posible que en algunas escuelas filosóficas se hayan pedido cosas como estas, pero el autor de Colosenses está hablando a cristianos y trata de modificar o radicalizar lo que los cristianos deben vivir entre sí; de ello se deben “revestir”.

II.2. El segundo momento es, propiamente hablando, el “código doméstico” que hoy nos resulta estrecho de miras, ya que las mujeres no pueden estar “sometidas” a sus maridos. Sus imágenes son propias de una época que actualmente se quedan muy cortas y no siempre son significativas. Todos somos iguales ante el Señor y ante todo el mundo, de esto no puede caber la menor duda. El código familiar cristiano no puede estar contra la liberación o emancipación de la mujer o de los hijos. Por ser cristianos,  no podemos construir una ética familiar que esté en contra de la dignidad humana. Pero es verdad que el código familiar cristiano debe tener un perfil que asuma los valores que se han pedido para “revestirse” y construir el  “cuerpo de Cristo”, la Iglesia. Por tanto, la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia, que son necesarias para toda familia, lo deben ser más para una familia que se sienta cristiana. Si los hijos deben obedecer a sus padres, tampoco es por razones irracionales, sino porque sin unos padres que amen y protejan, la vida sería muy dura para ellos.

Evangelio: Lucas (2,41-52): "Las cosas de mi Padre"

III.1. Esta escena del evangelio, “el niño perdido”, ha dado mucho que hablar en la interpretación exegética. Para los que hacen una lectura piadosa, como se puede hacer hoy, sería solamente el ejemplo de cómo Jesús es “obediente”. Pero la verdad es que sería una lectura poco audaz y significativa. El relato tiene mucho que enseñar, muchas miga, como diría algún castizo. Es la última escena de evangelio de la Infancia de Lucas y no puede ser simplemente un añadido “piadoso” como alguno se imagina. Desde el punto de vista narrativo, la escena de mucho que pensar. Lo primero que debemos decir que es hasta ahora Jesús no ha podido hablar en estos capítulos (Lc 1-2). Siempre han hablado por él o de él. Es la primera palabra que Jesús va a pronunciar en el evangelio de Lucas.

III.2. El marco de referencia: la Pascua, en Jerusalén, como la escena anterior del texto lucano, la purificación (Lc 2,22-40), dan mucho que pensar. Por eso no podemos aceptar la tesis de algunos autores de prestigio que se han aventurado a considerar la escena como un añadido posterior. Reducirla simplemente a una escena anecdótica para mostrar la “obediencia” de Jesús a sus padres, sería desvalorizar su contenido dinámico. Es verdad que estamos ante una escena familiar, y en ese sentido viene bien en la liturgia de hoy. El que se apunte a la edad de los doce años, en realidad según el texto podríamos interpretarlo “después de los doce”, es decir, los treces años, que es el momento en que los niños reciben su Bar Mitzvá (que significa=hijo del mandamiento) y se les considera ya capaces de cumplirlos. A partir de su Bar Mitzvá es ya adulto y responsable de sus actos y de cumplir con los preceptos (las mitzvot). No todos consideran que este simbolismo esté en el trasfondo de la narración, pero sí considero que se debe tener en cuenta. De ahí que se nos muestre discutiendo con los “los maestros” en el Templo, al “tercer día”. Sus padres –habla su madre-, estaban buscándolo angustiados (odynômenoi). En todo caso, las referencias a los acontecimientos de la resurrección no deben dejar ninguna duda. Este relato, en principio, debe más a su simbología de la pascua que a la anécdota histórica de la infancia de Jesús. Por eso mismo, la narración es toda una prefiguración de la vida de Jesús que termina, tras pasar por la muerte, en la resurrección. Esa sería una exégesis ajustada del pasaje, sin que por ello se cierren las posibilidades de otras lecturas originales. Si toda la infancia, mejor, Lc 1-2, viene a ser una introducción teológica a su evangelio, esta escena es el culmen de todo ello.

III.3. Las palabras de Jesús a su madre se han convertido en la clave del relato: “¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Yo no estaría por la traducción “¿no sabíais que debo estar en la casa de mi padre?”, como han hecho muchos. El sentido cristológico del relato apoya la primera traducción. Jesús está entre los doctores porque debe discutir con ellos las cosas que se refieren a los preceptos que ellos interpretan y que sin duda son los que, al final, le llevarán a la muerte y de la muerte a la resurrección. Es verdad que con ello el texto quiere decir que es el Hijo de Dios,  de una forma sesgada y enigmática, pero así es. Como hemos insinuado antes, es la primera vez que Lucas hace hablar al “niño” y lo hace para revelar qué hace y quién es.  Por eso debemos concluir que ni se ha perdido, ni se ha escapado de casa, sino que se ha entregado a una causa que ni siquiera “sus padres” pueden comprender totalmente. Y no se diga que María lo sabía todo (por el relato de la anunciación), ya que el mismo relato nos dirá al final que María: “guardaba todas estas cosas en su corazón” (2,51). Porque María en Lc 1-2, no es solamente María de Nazaret la muchacha de fe incondicional en Dios, sino que también representa a una comunidad que confía en Dios y debe seguir los pasos de Jesús.

III.4. Y como la narración de Lc 2,41-52 da mucho de sí, no podemos menos de sacar otras enseñanzas posibles. Si hoy se ha escogido para la fiesta de la Sagrada Familia, deberíamos tener muy en cuenta que la alta cristología que aquí se respira invita, sin embargo, a considerar que el Hijo de Dios se ha revelado y se ha hecho “persona” humana en el seno de una familia,  viviendo las relaciones afectivas de unos padres, causando angustia, no solamente alegría, por su manera de ser y de vivir en momentos determinados. Es la humanización de lo divino lo que se respira en este relato, como en el del nacimiento. El Hijo de Dios no hubiera sido nada para la humanidad si no hubiera nacido y crecido en familia, por muy Hijo de Dios que sea confesado (cosa que solamente sucede a partir de la resurrección). Aunque se deja claro todo con “las cosas de mi Padre”, esto no sucedió sin que haya pasado por nacer, vivir en una casa, respetar y venerar a sus padres y decidir un día romper con ellos para dedicarse a lo que Dios, el Padre, le pedía: anunciar y hacer presente el reinado de Dios. Es esto lo que se preanuncia en esta narración, antes de comenzar su vida pública, en que fue necesario salir de Nazaret, dejar su casa y su trabajo… Así es como se ocupaba de las cosas del Padre. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).





lunes, 25 de diciembre de 2017

NAVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

ENCUENTRO A MEDIANOCHE



“Les anuncio una buena noticia; una gran alegría”

Culmina el tiempo de Adviento. Atrás quedan las expresiones de preparad, allanad, velad… En este día ha resonado con fuerza el cántico de Zacarías (Lc 1,67-79), fruto de una experiencia de silencio y contemplación. Podríamos poner nuestros cánticos de creyentes junto a este, y mostrar nuestro conocimiento de la obra de Dios en este mundo en el que vivimos, entre las gentes con las que hacemos vida, y nos llevarían directamente al misterio de ternura que encierra esta noche. Una noche que está llena de luz, y por eso le añadimos “buena”. La noche la concebimos como algo oscuro y lleno de inseguridades. Esta noche, por el contrario, nace para todos la Luz y se expande como paz y armonía, justicia y bien común por todo el universo mostrándonos que la noche es tiempo de salvación. El lenguaje y el sentimiento de esta noche divino-humana no puede ser otro que ternura, porque en Navidad descubrimos la infinita grandeza del amor.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

¿Cómo camina nuestro pueblo? ¿Qué oscuridades lo cubren, qué opresiones pesan sobre él? Renovemos hoy el compromiso de caminar con nuestro pueblo, anunciando en nuestro contexto histórico y geográfico concreto, la Buena Noticia del Salvador.

Lectura del libro de Isaías 9, 1-6

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, príncipe de la paz”. Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.

Salmo 95, 1-3. 11-13

R. Hoy nos ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor.

Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su nombre. R.

Día tras día, proclamen su victoria, anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. R.

Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. R.

Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra: él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad. R.

II LECTURA

Jesucristo ha venido para formar un pueblo “lleno de celo” en la práctica del bien. Es decir un pueblo fervoroso, que se apasiona por el Evangelio, que siente que su corazón se enciende ante la presencia de Dios, y quiere contagiar ese fuego a todos.


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14

La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 2, 10-11

Aleluya. Les traigo una buena noticia, una gran alegría: hoy les ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

“Viniendo a Belén, el pueblito de Cristo, ¿Con qué palabras, con qué expresiones podremos describir el pesebre del Salvador? Mejor será venerarlo en silencio que ensalzarlo con un pobre discurso. Aquí, en este pequeño agujero de la tierra, nació el Creador de los Cielos. Aquí fue envuelto en pañales, aquí fue contemplado por los pastores, aquí lo señaló la estrella, aquí fue adorado por los magos. ¿Dónde están los artesonados de oro? Todo es aquí rusticidad. Volvamos al pesebre; aquí cantaremos continuamente, aquí oraremos y diremos: He hallado al que buscaba mi alma” (Santa Paula, carta 46).

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 1-14

Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y junto con el ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Una paz sin límites

El profeta Isaías, en esta noche, nos trae las palabras que los galileos conocían mejor que nadie ya que hablan de su despreciada comarca. Pero son unas palabras proféticas que nos indican que el Mesías sería descendiente de la dinastía de David y, por tanto, además de tener las virtudes de sus antecesores, traería la paz. La paz que anuncia el profeta es una paz activa y sin límites de amor entre los hombres, en la que pueda asentarse un nuevo orden. Ese era el gran sueño de todos los profetas que anunciaban un príncipe de la paz. Pero no se nos habla de una paz aburrida y cobarde, no. Se trata de una paz luchadora que tiene como objetivo la justicia y el derecho. Porque para el profeta justicia y derecho son necesarios como disciplina para una situación donde prima la injusta, en la que los pobres y oprimidos no son tenidos en cuenta. Esta es la misión de ese príncipe de la paz: derrochar esa fuente de alegría que convierte todo lo oscuro en luz, cuyo efecto es una paz que no conoce fronteras.

La gracia de la salvación

San Pablo, en la segunda lectura de esta noche, nos muestra cómo hemos sido salvados por la gracia de Dios que se ha manifestado en la encarnación de Jesucristo. Él -Jesucristo- nos conforma consigo mismo y nos hace partícipes de la grandeza que encierra su misterio. Plasma nuestra imagen de Dios y la sitúa hacia su original sentido, es decir, el amor. Con la Encarnación todos y cada uno de nosotros hemos sido liberados de la ley para el amor auténtico, y hemos sido liberados del sufrimiento y de la muerte para adquirir una vida nueva de gracia y salvación, en Dios.

Apareció la ternura

El Evangelio de esta noche nos muestra con claridad lo que celebramos, es decir, que el amor de Dios se vuelve tan abrumador, tan evidente, tan claro… que haría falta estar ciego para no darse cuenta. La humildad, así como las circunstancias materiales de donde ocurren los hechos, nos muestran que es Dios mismo el que ha querido que se desarrollen así. Pero todo ello queda impregnado de un ambiente de luminosidad, que brota desde la alegría que todos manifiestan. Una alegría que es el motivo que hace cantar al coro celestial glorificando y alabando a Dios, y que los pastores adoren al Salvador, Mesías y Señor.

Y es que esta noche celebramos que Dios deja la grandeza de su gloria para hacerse niño. La Palabra, sí, esa que existía desde el principio, se acurruca en el pesebre para estar cerca de nosotros y para decirnos que la humanidad tiene futuro, y que ese futuro es la felicidad. Este sí que es un motivo de alegría y para nada es superfluo: un Dios hermano, comprensible, alcanzable; un hermoso tipo de Dios que la humanidad jamás hubiera podido percibir, si Él mismo no nos lo hubiera mostrado. El misterio que encierra esta noche es que descubrimos que Dios nos ama y que es algo recíproco; pero también descubrimos la grandeza de cómo podemos amarnos unos a otros. Vivir desde la alegría sincera el misterio de la Nochebuena, nos quita nuestras ficticias categorías y, por lo mismo, nos junta a los demás redescubriendo la mayor alegría que puede haber: la fraternidad. Si esta noche contemplamos y celebramos que Dios se ha hecho hombre, ser hombre-mujer es la cosa más grande que se puede ser.

Por tanto, esta noche, que es muy propensa a ello, no nos refugiemos en la nostalgia, ni miremos hacia atrás. Contemplemos el presente y descubriremos que a nuestro lado hay gente que nos ama y que necesita de nuestro amor. Si lo hacemos así el amor de Dios, que se manifiesta en el pesebre, no será inútil porque habremos gritado al universo entero que, en nuestros corazones, anida la ternura de la Navidad.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (9,1-3.5-6): Siempre brillará una gran luz

I.1. El poema de Isaías sobrecoge por su hermosura, por su descaro para proponer lo que no se toca con las manos, pero que siempre se sueña. Lo profetas siempre son utópicos, pero realistas cuando es necesario. Como canto de esperanza y de gozo, es una exhortación a la alegría. Atrás quedan muchas cosas de la historia de un pueblo: guerras y opresiones, deslealtad y búsqueda de “dioses” que no tienen ojos, ni corazón. Hay, pues, un horizonte de luz para el pueblo. La luz, por tanto, se convierte en el signo de este poema. La luz trae la vida, la salvación, y por eso, hasta la noche es hermosa, cuando en ella “hay luz”.

I.2. La luz es, por otra parte, el signo de la gran liberación que el profeta propone al pueblo en nombre de Dios. Liberación que habla de la utopía de la justicia; y con la justicia la paz, shalom, esa palabra clave de la Biblia y de todo corazón humano. La paz nunca se puede dar sin justicia. Bien es verdad que es algo más que el “orden”: es un bien “mesiánico” con todas las de la ley. La tiranía del opresor, su vara, las botas del soldado y el manto manchado de sangre han sido destruidos. La luz siempre evoca la acción creadora y salvadora de Dios. No olvidemos que a muchos esclavos del pueblo les habían sacados los ojos… para no ver; así habían caminado a un destierro.

I.3. ¿Quién trae todo esto? “un niño”. El profeta, desde luego, no piensa en el niño de Belén. Nosotros, sin embargo, solamente podemos leer este poema desde Belén. Es uno de los privilegios de la hermenéutica cristiana. Tenemos todo el derecho a ello, porque podemos ir más allá del poema y de las circunstancias históricas (probablemente se refería al niño que sería después el rey Ezequías). La utopía se realiza en la historia concreta, humana, entrañable: un niño, un hijo, uno de nosotros es quien puede traer todo esto. Probablemente se ha podido inspirar el profeta en poemas de “entronización”... pero es un canto a la justicia y a la paz. Y esto en la tierra no se hace presente si Dios no interviene y nosotros le dejamos intervenir: eso es Navidad.

IIª Lectura: Tito (2,11-14): Se ha hecho presente la gracia de Dios

II.1. En la noche de Navidad, esta especie de confesión de fe primitiva, recogida en el texto de la carta a Tito, evoca la grandeza del misterio de esta noche santa. El texto, que viene después de una exhortación a los esclavos, habla de una epifanía (epiphanía), así comienza; y a continuación se desgranan una serie de expresiones llenas de sentido: la gracia (charis) de la salvación (sôtería) de Dios “para todos” (pasin) los hombres. El pensar que la salvación de Dios es para todos los hombres, para la humanidad, es muy importante. Porque Dios se ha hecho hombre por todos. Esto conviene resaltarlo a todos los efectos, porque en el corazón humano es donde debe reinar esa gracia de la salvación de Dios. Por tanto, todos los hombres, esclavos o libres, estamos llamados a ser nosotros mismos en Cristo nuestro salvador.

II.2. Todo esto recuerda el hecho de una liberación que el pueblo de Israel ha sentido en sus carnes (cf Dt 14,2). Ahora acontece algo semejante, o mejor, mucho más grandioso: ¿por nada? (Desde luego que no!, Nadie puede ver a Dios, ni a su salvador Jesucristo, viviendo en la impiedad y en la injusticia (asebeia - adikía). No es es simplemente por el pago de una vida ética y moral, como en cierta forma se puede leer el texto. Es algo que va mucho más allá de la vida del mundo, de los criterios del mundo y de la impiedad del mundo. Se trata de tener una experiencia nueva del Dios que tiene un proyecto absoluto: la salvación de todos los hombres. Y esto comenzó a ser realidad en la “encarnación”. Todo esto se escribe con la mano de Dios. Y la historia “nueva” de la humanidad no puede escribirse sin el Dios salvador.

Evangelio: Lucas (2,1-14): Cur Deus homo? ¿Por qué Dios está entre nosotros?

III.1. Henos aquí ante el gran texto de la noche de Navidad. La Navidad de Occidente se ha expresado siempre en la “noche” por este relato primoroso; hemos de reconocerlo. El mundo no celebraría la Navidad sin esta narración, aunque sea en esa noche que antes del cristianismo era divino-pagana (era la celebración del solsticio de invierno y la fiesta del “sol invicto”) y ahora es divino-humana. Lucas, su creador, se ha cubierto de gloria como escritor y como teólogo, quizá no tanto como historiador. Hay muchas maneras de leer e interpretar el conjunto, que en realidad debería contemplar los vv. 1-21, pero la última parte se reserva para otro día del tiempo de Navidad, o para la misa de la aurora, donde se celebre. El conjunto narra e “interpreta” lo que significa el nacimiento de Jesús, el Salvador, el Mesías y el Señor en la “ciudad de David”. Los tres títulos que llenan de contenido el anuncio del cielo. Habría que decir muchas cosas desde el punto de vista exégetico y narrativo. Pero nos vamos a reducir a lo más esencial.

III.2. El evangelio de esta noche está planteado en dos momentos. En el primero (vv.1-5) se muestra la autoridad del “César”, dueño del imperio, del mundo de entonces. Un “dogma”, un decreto suyo, moviliza a los oprimidos y esclavos de su autoridad y de su poder. Si analizamos lo que de histórico hay en todo esto, quizás no podamos aceptar cada uno de los pormenores de este relato. Pero entre esos “sometidos” estaban los padres de Jesús que tienen que “ponerse en camino”, que es una constante del evangelio de Lucas. Jesús antes de nacer ya está caminando, como cuando su madre va a visitar a Isabel. La elección de todo esto por parte de Lucas puede responder a la historia, pero sería lo menos importante el probarlo. Lo que verdaderamente nos debe llamar la atención es cómo el “dios” del mundo (Augusto era considerado divino, un dios) quiere “censar”, controlar, someter, hacer pagar tributo a todos los habitantes del mundo (oikumene). Y es eso lo que pretende Lucas que se considere como causa de un acontecimiento de gracia y salvación: la visita de Dios a los que no tienen derecho y libertad y, por lo mismo, al mundo entero, en contrarréplica al decreto y a la autoridad del “dios” de Roma (Augusto) que ha construido un imperio sobre la esclavitud y la injusticia.

III.3. El segundo momento (vv. 6-14) quiere presentarnos al Dios de verdad, según Lucas. Las cosas van a ser bien distintas a todos los efectos: un grupo de pastores se van a convertir en “los emisarios” de la voz y el proyecto de Dios, lo que es verdaderamente extraño. Estos no tienen la autoridad de Quirino para llevar a cabo su cometido. Tampoco hay un “decreto”, un “dogma”, como en la primera parte, sino una “voz” celeste, la del ángel del Señor y la gloria (kabod) que los envuelve. Todo es demasiado irreal por el contraste que se representa. Se podía haber elegido unos emisarios más dignos del testimonio que habían de dar. La intencionalidad, pues, es kerygmática, se dice; proclama que Dios, cuando parece que todo está perdido para los sin ley, sin derecho y sin nombre, tiene una palabra que decir y visita a los suyos. Cuando María no encuentra “acogida” para dar a luz, el cielo muestra que nada hay imposible para Dios. El Salvador, el Mesías y el Señor ni siquiera tiene sitio en la “ciudad de David”. Cualquier letrado hubiera interpretado que la ciudad de David era Jerusalén, pero los ignorantes pastores aciertan con la otra ciudad de David, la verdadera, la primitiva, la que había perdido su rango y su historia. En el caso de la tradición primitiva recogida por Lucas es Belén, pero nosotros tenemos derecho a interpretar que Belén es más una ciudad teológica que histórica.

III.4. Desde el cielo se les da un “signo” (sêmeion): “un niño envuelto en pañales y acunado en un pesebre (phatnê)” ¡Vaya signo! ¿Existe relación entre los títulos de quien ha nacido: Salvador (sôter), Mesías (christos) y Señor (kyrios) con este signo? ¡Desde luego que sí! Pero solo para quien tiene el alma y la conciencia de los pastores y los marginados, de los “sin poder”. Pues he aquí lo extraordinario y la grandeza de la noche de Navidad: se trata de signos muy humanos que hacen posible hablar de una noche divino-humana, como ya hemos apuntado. Nadie reconocería a un personaje de tales títulos en un niño empañado, que es lo primero que hace una madre cuando da a luz a su hijo. Para unos ignorantes y pendencieros pastores era muy poco para reconocer al Salvador y Señor. Y sin embargo no se equivocaron; lo humano es verdaderamente reconocible. La historia que comenzó desde la tiranía de un decreto, la convierte Dios, por obra y gracia de su decisión salvífica, en una historia de liberación y de amor. Dios, pues, está entre nosotros porque quiere divinizarnos a todos, humanizándonos. ¿Cómo? El himno de los ángeles, como colofón, lo deja claro: con el don de la paz que Dios entrega a los que ama; los que son objeto de su benevolencia. Efectivamente, navidad se escribe con la mano del Dios vivo y verdadero que sale a nuestro encuentro. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 24 de diciembre de 2017

DOMINGO 4º DE ADVIENTO


Este cuarto domingo de Adviento de 2017 es muy especial, porque cae en 24 de diciembre, día en el que celebramos la Noche Buena, con su Misa del Gallo. Por ello, en sólo unas horas pasaremos de esperar al Niño Jesús a recibirlo.

Aprovechemos pues estas pocas horas que faltan para Noche Buena para hacer nuestra la actitud de los pastores de Belén. Seamos humildes y abiertos como ellos, y viviremos realmente la Navidad.


DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La profecía hace un juego de palabras con el término “casa”. David quiere edificar una casa-templo para Dios, y Dios quiere construir una casa-dinastía para David. En definitiva, se trata de dos modos de hacer notar que Dios vive en medio de su pueblo: dentro del templo o viviente y actuante en esa comunidad. “Dios con nosotros”, o sea el “Viviente”, no quiere quedar estático en el templo, sino que quiere caminar con nosotros.

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 1-5. 8-12. 14. 16

Cuando David se estableció en su casa y el Señor le dio paz, librándolo de todos sus enemigos de alrededor, el rey dijo al profeta Natán: “Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios está en una tienda de campaña”. Natán respondió al rey: “Ve a hacer todo lo que tienes pensado, porque el Señor está contigo”. Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: “Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite? Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será perturbado, ni los malhechores seguirán oprimiéndolo como lo hacían antes, desde el día en que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te he dado paz, librándote de todos tus enemigos. Y el Señor te ha anunciado que él mismo te hará una casa. Sí, cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre”.

Palabra de Dios.
Salmo 88, 2-5. 27. 29

R. Cantaré eternamente el amor del Señor.
Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque tú has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. R.

Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor: “Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones”. R.

Él me dirá: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza será estable para él. R.

II LECTURA

Estas palabras de san Pablo enlazan lo viejo y lo nuevo: el misterio de Jesucristo fue predicho en las Escrituras del Antiguo Testamento, que fueron reveladas al pueblo de Israel. Y en Cristo, ese misterio se abre también a los paganos, a toda la humanidad. Allí donde haya un corazón abierto a este reinado de justicia y derecho, allí el Mesías se manifestará.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 16, 25-27

Hermanos: ¡Gloria a Dios, que tiene el poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio, proclamando a Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad y que ahora se ha manifestado! Éste es el misterio que, por medio de los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único sabio, por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén.

Palabra de Dios.
ALELUYA        Lc 1, 38

Aleluya. Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra. Aleluya.

EVANGELIO

Una de las advocaciones con que la Iglesia honra a María es el “Arca de la Alianza”. Esa arca que estaba en el templo era lo más sagrado que había para evocar la presencia de Dios en medio del pueblo. Esa figura se abre paso al modo humano, histórico, encarnado, de la presencia de Dios, pues él se hace uno de nosotros. No quiere estar en la piedra, sino en carne y sangre, y trae un reinado que sobrepasa lo que pudo soñar o anhelar David. Ya llega el Rey del Universo.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?”. El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”. Y el Ángel se alejó.

Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

En la lectura del Evangelio que la Iglesia nos invita a meditar en esta Eucaristía, encontramos al menos dos elementos en común entre la escena del nacimiento de Jesús y la del anuncio a los pastores, a saber: los protagonistas, en ambos casos, son humildes y están fuera de casa.

De la humildad de Jesús poco necesitamos decir porque la conocemos bien. San Pablo, en su cántico de la carta a los Filipenses nos dice que Jesús «se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos» (Fil 2,7). Y tanto fue así, que quiso nacer en un establo de Belén, a varios días de camino de Nazaret, de donde eran María y su esposo José. Es decir, Jesús, siendo Dios, nace como un humilde indigente.

Ciertamente, la humildad y la indigencia son dos elementos fundamentales para que nosotros vivamos espiritualmente la Navidad. Y un buen ejemplo son los pastores. ¿No es significativo que el ángel anuncie el nacimiento del Señor a unas personas que duermen al raso fuera del pueblo, en lugar de a los vecinos que están en sus casas? Algo importante nos está diciendo el Espíritu Santo con esto.

Efectivamente, los pastores de Belén sintonizaban muy bien con la humildad y la indigencia de Jesús. Pensemos en esto: los que estaban cómodamente en sus casas, ¿iban a dejar su confort para ir a un establo a alabar a un bebé? Y los que se creían sabios e importantes, ¿iban a aceptar que ese bebé era el Hijo de Dios? Recordemos, cómo, años más tarde, los propios paisanos de Jesús le van ningunear por ser el humilde «hijo del carpintero» (Mt 13,55). 

El propio Jesús se consideraba a sí mismo indigente. En una ocasión le dijo a un escriba que deseaba seguirle: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8,20). Sabemos que su pobreza le ayudaba a predicar el Evangelio. Le daba libertad para «anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para liberar a los oprimidos» (Lc 4,18). En efecto, Jesús estaba disponible para todos gracias a su indigencia. Por eso no es casualidad que fuera ejecutado fuera de los muros de Jerusalén, subrayando así su condición de desamparo, desde la cual abrió su corazón a toda la humanidad.

Esto, en cierta medida, lo vemos también en los pastores. Ellos tenían que dormir a la intemperie en medio del monte y rodeados de ovejas y otros animales. Pero esa indigencia la vivían sobre todo interiormente, porque eran muy conscientes de no ser apreciados por la sociedad. Los humildes pastores de ovejas eran considerados personas rudas y poco de fiar, pues estaban en contacto con la gente más marginal de la sociedad, la que vivía fuera de los pueblos: los locos, los leprosos, los ladrones, las prostitutas… Ello hacía que fueran rechazados y excluidos de muchos actos sociales. Por eso estaban abiertos a todas las invitaciones, aunque se tratara de ir a alabar a un bebé que había nacido en un establo. Los pastores agradecían enormemente los gestos de cariño, y correspondían a ellos.

Y esto es clave para celebrar la Navidad. Pues sólo la experimentaremos interiormente si la sabemos compartir abiertamente con los demás. Es cierto, sólo los que tienen un corazón acogedor y receptivo escucharán el anuncio del ángel en lo profundo de su corazón y aceptarán su invitación. En cambio, los que se sienten superiores o especiales, los que se muestran simpáticos sólo con un grupo selecto de personas, los que rechazan charlar con gente que consideran inferior o diferente, les costará mucho más vivir la Navidad. Estas personas pasarán esta fiesta de un modo superficial y puramente comercial. Quizás se diviertan recibiendo regalos, comiendo y bebiendo, pero no experimentarán el nacimiento del Salvador.

Los pastores de Belén son animan a ser humildes y abiertos, sencillos y simpáticos, dóciles y tiernos con todos. Pero mucha gente no sigue su ejemplo. Por ello el Tiempo de Navidad es, desgraciadamente, la época en la que más antidepresivos se venden en las farmacias. Todos conocemos a personas que lo pasan francamente mal en estas fechas. Quizás alguno de nosotros seamos uno de ellos. Pues bien, salgamos de nuestra coraza interior y arriesguémonos a «estar en descampado». Seamos como los humildes pastores del Evangelio, que no tienen reparos en escuchar la voz de un extraño que les invita a pasarlo bien alabando al Niño Jesús.

Nos costará hacerlo, porque quizás nos resulte extraño o embarazoso, pero el premio merece la pena, pues compartiremos la experiencia de la Navidad con otras personas, y así, sentiremos que nuestra vida se ilumina, como profetiza Isaías en el texto que hemos leído. Y seremos testigos de que no se trata de una ilusión o un mero sueño, sino de algo muy real, pues, como le dice san Pablo a su amigo Tito: veremos «la bondad de Dios, que trae la salvación a toda la humanidad» (Tit 2,11).


ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: II Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16 ): Dios no quiere ser "encerrado"
I.1. Se toma hoy la primera lectura del IIº Samuel, que está centrada en la profecía de Natán, el profeta que aconsejó al rey David durante gran parte de su vida; el que le prometió una casa, una dinastía, pero el que también se opone a él cuando sus acciones no eran justas y no las consideraba en el plan de Dios. David había trasladado el Arca de la Alianza hasta Jerusalén, pero quería rematar esta acción religioso-política con la construcción de una «casa» (bayit) para Yahvé. Pero Dios no se lo habría de permitir, según el profeta, quizás porque su proceder no fue digno, como en el caso de Betsabé y de censo del pueblo. No obstante, Dios le promete una dinastía (bayit), que habría de servir, con el tiempo, como resorte ideológico para la teología mesiánica que los profetas elevarían a la categoría más alta, en cuanto el Mesías que habría de venir traería la justicia, la paz y la concordia. Lo que David quería, pero sus caminos eran distintos de lo que Dios quería.

I.2. Sabemos, pues, que este texto de hoy es uno de los hitos de esa teología mesiánica que recorre todo el AT. Una teología que no tiene que ver nada con los planteamientos socio-políticos de la monarquía sagrada y su descendencia, ya que Dios no elige, ni se compromete, con un sistema de gobierno, sino que los profetas se valieron de ello como símbolo del «Reino de Dios», acontecimiento de justicia y de paz. En el texto, a pesar de todo, hay una crítica de Dios a estar “encerrado” en una “casa” construida por intereses político-religiosos. Dios quiere y desea algo más humano y más digno. La respuesta, para nosotros los cristianos, la tenemos en el texto del evangelio: Dios se construye una morada en el seno materno de María.

II Lectura: Romanos (16,25-27): El evangelio, misterio de salvación de Dios

II.1. La segunda lectura es de Romanos, concretamente la “doxología” final, un himno en definitiva, que presenta varias dificultades textuales: algunos manuscritos la sitúan en otro momento (v.g. Rom 14, 23; o Rom 15,33). Incluso, hay autores que piensan que es un remate extraño a la carta a los Romanos, propio de la tradición paulina. Se recurre al «evangelio que proclama», que es el punto focal de toda la carta. Pero el evangelio no es de Pablo, no se lo ha inventado él, sino que se le ha manifestado para darlo a conocer. El evangelio es Jesucristo que revela el misterio de Dios para que todos los pueblos, no solamente el pueblo judío o la Iglesia, sean beneficiarios de los dones divinos. El evangelio debe ser la buena noticia que impregne todos los corazones de los hombres.

II.2. En realidad, para entender la densidad de lo que se quiere decir aquí, habría que considerar toda la carta a los Romanos, que es el escrito paulino más consistente de su pensamiento teológico y de su predicación de la gracia salvadora de Dios. En Cristo se revela el misterio de Dios ¿Qué misterio? el de la salvación de todos los hombres, judíos o paganos. Este es el tema fundamental de la carta a los Romanos, y por eso esta doxología o himno final tiene en cuenta toda la teología de la carta a los Romanos, expresada ya desde 1,16-17. En este sentido, pues, el evangelio, que es Jesucristo, nos revela el misterio de la salvación de Dios. Y este evangelio comienza desde que es “hijo de David” (Rom 1,3), es decir, desde la Encarnación y nacimiento de Jesús para lo que nos preparamos en Adviento.

Evangelio: Lucas (1,26-38): María, en manos de Dios

III.1. El evangelio de la “anunciación” viene a llenar una laguna, algo que muchos echan de menos en el evangelio de Marcos. Por eso, en el último domingo de Adviento se recurre al tercer evangelio, que es el único que nos habla de María como la auténtica mujer profética que va perfilando, con sus gestos y palabras, lo que posteriormente llevará a cabo su hijo, el Hijo del Altísimo con que se le presenta en la anunciación. Esto ocurre así, en la liturgia de hoy, previa a la Navidad, porque si Juan el Bautista es una figura iniciadora de este tiempo litúrgico, es María la figura que lleva a plenitud el misterio y la actitud del Adviento. El relato de la anunciación de Lucas no se agota en una sola lectura, sino que siempre implica una novedad inagotable. Esta mujer de Nazaret (aldea desconocida hasta entonces en la historia) será llamada por Dios, precisamente para que ese Dios sea el Enmanuel, el Dios con nosotros, el Dios humano. (cf también el comentario a este texto en la Fiesta de la Inmaculada).

III.2. No obstante, Dios no ha querido avasallar desde su grandeza; y, para ser uno de nosotros, ha querido ser aceptado por esta mujer que, en nombre de toda la humanidad, expresa la necesidad de que Dios sea nuestra ayuda desde nuestra propia sensibilidad. El papel de María en esta acción salvadora de Dios no solamente es discreto, sino misterioso. Ella debe entregar todo su ser, toda su feminidad, toda su fama, toda su maternidad al Dios de los hombres. No se le pide un imposible, porque todo es posible para Dios, sino una actitud confiada para que Dios pueda actuar por nosotros, para nosotros. No ha elegido Dios lo grande de este mundo, sino lo pequeño, para estar con nosotros. María es la que hace sensible y humano el Adviento y la Navidad.

III.3. En este texto de la “anunciación” vemos que a diferencia de David, piadosillo, pero interesado, es Dios quien lleva la iniciativa de construirse una “morada”, una casa (bayit), una dinastía, en la casa de María de Nazaret, una mujer del pueblo, de los sin nombre, de los sin historia. El ángel Gabriel que antes había sido “rechazado” de alguna manera en la liturgia solemne del templo por el padre de Juan el Bautista, que era sacerdote, es ahora acogido sencilla y humildemente por una mujer sin título y sin nada. Aquí sí hay respuesta y acogida y aquí Dios se siente como en su casa, porque esta mujer le ha entregado no solamente su fama y su honra, no solamente su seno materno, sino todo su vida y todo su futuro. Es ahora cuando se cumple la profecía de Natán (“Dios le dará el trono de David, su padre”), pero sabemos que será sin dinastía ni títulos reales. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).