domingo, 26 de noviembre de 2017

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


“Jesucristo, Rey del Universo”

Con la solemnidad de Cristo Rey ponemos fin al año litúrgico. Un año en el que hemos celebrado, compartido y vivido nuestra fe cristiana. Quizá, este domingo, y a la luz de la Palabra, debamos echar la vista un año atrás y preguntarnos por cómo lo hemos vivido. ¿Cómo he cuidado de los que están a mi cargo? ¿He confiado plenamente en que Jesucristo nos traerá la Vida? ¿Cómo he actuado con los que viven sufriendo junto a mí?

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Dios ve que su pueblo, su rebaño, ha sufrido mucho. Ya no puede confiar en una autoridad humana que se haga cargo de pastorear a este pueblo, por lo que proclama que él mismo se hará cargo de cuidarlo. Al hacerlo, lo hará con justicia y amor hacia las ovejas más castigadas.

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-12. 15-17

Así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar –oráculo del Señor–. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y sanaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia. En cuanto a ustedes, ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: “Yo Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y chivos”.
Palabra de Dios.

Salmo 22, 1-3. 5-6

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas. Me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

II LECTURA

Para Pablo, la comparación entre Adán y Cristo sirve para demostrar que el pecado nunca puede vencer a la Gracia, que la vida es mucho más fuerte que la muerte. Por consiguiente, debemos poner la vida en Cristo, que nos lleva a vivir en la verdadera comunión con Dios.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 20-26. 28


Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte. Y cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a Aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mc 11, 9. 10

Aleluya. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluya.

EVANGELIO

“Este texto tiene que ser comprendido a la luz de una doble dimensión. La universalidad de la esperanza que nos abre la cruz de Jesús de Nazaret, como el signo de una comunión incondicional y escandalosa y a la luz del espíritu de las bienaventuranzas. ‘Vengan, benditos y benditas de mi Padre, y reciban en herencia el Reino’. [...] La cruz nos compele a compartir esa certeza con todas y todos aquellos que tienen hambre y sed de justicia, que pacientemente van construyendo una nueva comunidad, que lloran por los sistemas que siempre desesperanzan pero que saben que ahora son consolados y que todos y todas estamos convocados a heredar esta tierra resucitada donde reina Dios”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 31-46

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a éstos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fluimos a verte?”. Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron”. Éstos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?”. Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Un verdadero pastor nunca abandona el rebaño

El profeta Ezequiel, en la primera lectura de este domingo, nos muestra cómo Dios mismo se pone al frente de su rebaño y cómo lo cuida de una forma especial. La reacción de Dios viene por la infidelidad y la mala gestión de los que dirigen al pueblo.

La lectura del profeta nos trasmite que siempre han existido malos dirigentes; jefes infieles a su compromiso de velar, guardar, proteger, defender, mimar y amar a su pueblo. Por ello, la palabra pastor el profeta la reserva para Dios. Porque Dios es el único pastor verdadero, el único pastor cuya fidelidad es radical ya que no evita los problemas y, ni mucho menos, huye. Se podría decir que este Pastor se identifica de tal manera con el rebaño, que huele a eso: a oveja.

Las palabras del profeta Ezequiel nos anuncian un porvenir diferente, algo que ha de venir y que será capaz de desenmascarar a todos aquellos que no cuiden del rebaño. Y es que las palabras del profeta nos apuntan al Buen Pastor, a Jesucristo, que se desvivirá por las ovejas hasta tal punto de dar la vida por todas y cada una de ellas.

En Jesucristo todos viviremos

San Pablo, en la segunda lectura de este domingo, nos muestra una exposición de la fe cristiana en la resurrección. Con Jesucristo, nos dice el Apóstol, todo ha cambiado y, por ello, la humanidad entera está llamada a un destino que ha comenzado con su resurrección. Nos encontramos aquí con algo esencial de Pablo: algo ha ocurrido, pero todavía está a la espera de su culminación total.

Ser conscientes de esta esperanza nos sitúa en que, sabiendo que ha ocurrido lo esencial, hay que esperar algo para más adelante. Es toda una perspectiva realista la que nos muestra la lectura, ya que nos está dando razón de las imperfecciones que están teniendo lugar en el presente: en lo individual, en lo colectivo, en lo civil y en lo eclesial. Cuando llegue el momento, la Parusía, la humanidad estará bajo la gracia y la vida porque Jesucristo, el Señor de todo, derrotará todo aquello que sea enemigo del ser humano.

Un reino lleno de amor misericordioso con el prójimo

El evangelio del último domingo del año litúrgico, nos sitúa en que no debemos olvidar nuestro compromiso práctico con los más necesitados. Porque el amor a Dios, demostrado en el amor hacia los demás, es el mayor signo que permite reconocer la irrupción de la soberanía de Dios en este mundo y en nuestra historia. Y es que Jesús, en el evangelio de hoy, nos muestra que ningún sufrimiento nos puede ser ajeno.

Lo contrario al amor no es tanto el odio; más bien es el rechazo. Nos estamos acostumbrando a rechazar y, por ello, utilizando la terminología del evangelio de hoy, no damos de comer ni de beber; no hospedamos ni vestimos; no visitamos en situaciones de encarcelamiento… Todas estas actitudes de rechazo impiden que respondamos, de una forma evangélica, a las exigencias de la justicia. Como consecuencia de este rechazo, los más desfavorecidos siempre quedan relegados y, Jesús, en el evangelio de hoy, es radical en este asunto: lo importante es ayudar a quien lo necesite.

El amor al prójimo es verdadero cuando conmueve el corazón e impulsa nuestras piernas; cuando nos despierta del letargo de la indiferencia y nos sacude para actuar de forma favorable hacia el otro, buscando mejorar la calidad de su vida. Pero este planteamiento no nos puede situar en niveles o grados, sino en una común unión íntima en el sufrimiento en plano de igualdad. Se trata, en definitiva, de una profunda empatía que implica el compromiso con el dolor y sufrimiento del prójimo y, no en menor medida, de una actitud compasiva que ennoblece al ser humano haciéndolo capaz de realizar una especie de milagro.

Jesús, en el evangelio de hoy, nos ha presentado un juicio, pero no pensemos mal ni en términos de miedo y condena inquisitoria. Solo nos está indicando que quienes se acercan y socorren a los hambrientos y sedientos, a los desnudos, inmigrantes y encarcelados, se están acercando y socorriendo al Dios que se nos manifiesta en Jesucristo. Por ello, solo nos queda responder una pregunta: ¿Qué será de nosotros o, dicho de otra forma, qué nos ocurrirá si nos olvidamos de los pobres?

ESTUDIO BÍBLICO.

Este domingo último del año litúrgico, desde la instauración de la fiesta de Cristo Rey del universo (en 1925, por Pío XI), en un contexto social y religioso muy distinto al de hoy, nos introduce muy de lleno a una dimensión salvífica de la historia de la humanidad. Esta historia no es simplemente una producción, aunque sea de los mejores valores culturales, sino que los cristianos estamos llamados a dimensionar el mundo para que un día, Cristo, quien ha dado su vida por todos, pueda presentarlo redimido y liberado de todo lo que hoy es oprobio e ignominia. Los cristianos confesamos que nosotros, la humanidad sola, no puede hacer una historia hermosa y liberadora. Cristo es nuestra esperanza.

I Lectura: Ez (34,11-12;15-17): Dios, nuestro pastor

La primera lectura es uno de los discursos proféticos más valorados del AT, que se pronuncia en el momento del desastre del pueblo en el destierro de Babilonia. Es un oráculo de esperanza, porque el Dios de Israel ama entrañablemente a su pueblo. Pero las cosas han de cambiar. El profeta Ezequiel presenta la alternativa a los dirigentes de su pueblo, a los reyes, sacerdotes y clase dominante: el Señor será un pastor de verdad; un pastor que buscará una a una a sus ovejas, las cuidará, las curará si es necesario. El Señor de Israel no es un rey sin corazón, como los que hasta ahora condujeron al pueblo, sino quien sabe entregar su vida como verdadero pastor. Es verdad que hay pastores sin corazón; pero para ser buen pastor hay que dar la vida por las ovejas.
II Lectura: I Corintios (15,20-26.28): En Cristo, la humanidad está llamada a la vida eterna

II.1. La segunda lectura nos habla de la clave de la vida escatológica: la resurrección de los muertos. Sabemos que Pablo afronta este problema en la comunidad de Corinto ante un grupo ideológico de iluminados que negaban la necesidad de la resurrección, quizás por influencias helenistas del desprecio del “cuerpo”. Pero el apóstol distinguirá en este capítulo, de una manera nítida, entre el “cuerpo” y la “carne” (“la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios” v. 40). Pablo, con toda el alma y todo el corazón, piensa que si no fuera así, ni Cristo habría podido resucitar, porque El era un hombre, y nuestra fe no tendría sentido. ¿Es coherente este planteamiento teológico? Desde luego que sí. La resurrección, en el fundamento de la fe cristiana, no es un añadido estético, sino lo que explica la razón de nuestra fe y de nuestra esperanza.

II.2. En la lectura de hoy, Pablo hace algunas precisiones comparativas entre Adán y Cristo, para poner de manifiesto que si ser descendientes de Adán implica necesariamente la muerte, y especialmente la muerte como negatividad, el creer en Cristo nos introduce en la dinámica de la vida verdadera, que la podríamos expresar así: no hemos nacido para la muerte, sino para la vida. Dios, en Cristo como primicia, nos ha revelado que su creación es tan positiva, que no caeremos nunca en la nada, aunque tengamos que pasar por la muerte; la hermana muerte nos lleva, necesariamente, a la vida que el Creador nos regala.

III. Evangelio: Mateo (25,31-46): Un “reino” de vida, por la justicia y la paz

III.1. El evangelio de hoy, de Mateo, el que se conoce como el “juicio de las naciones”, está en conexión con la primera lectura en razón del papel de las ovejas y del futuro que les espera. Ahora, aquél pastor pasa a ser rey de las naciones, del universo entero. El Hijo del hombre juzga como los reyes (“en su trono de gloria”)… pero en realidad es un elemento no decisivo, ya que el “reinado de Dios”, clave del mensaje de Jesús, no expresa monarquía, ni sistema político determinado aún en lo parlamentario, sino un planteamiento ético universal. Y todo lo que muchas mentes fundamentalistas alimentan en un texto tan complejo como este (v.g. el juicio del valle de Josafat), debería dejarse de lado para ir a lo fundamental. La teología del evangelista trata de presentar una dimensión cósmica, universal, de la acción del Señor. Todo el mundo, toda la historia, pues, están bajo la acción salvadora y redentora del Señor. No es solamente Israel, el pueblo judío o en nuestro caso los cristianos, como ya lo ha manifestado antes (Mt 19,16-19).

III.2. El relato tiene una serie de acciones y símbolos que hacen pensar: derecha-izquierda, ovejas-cabras, hermanos pequeños, benditos de mi padre, dar de beber, conmigo lo hicisteis. Así ha nacido una interpretación de carácter “filantrópico” y de solidaridad que no presume o abusa de elementos “religiosos” en muchos casos. Algunos se indignan porque ésta sería la lectura que plantea o justifica un seguimiento de Jesús casi “sin religión” o que cualquier hombre o mujer sin fe, están llamados a la salvación simplemente por solidaridad con sus hermanos. En realidad el texto dice lo que dice y enseña lo que algunos “temen”. Y además, está en Mateo cuyo texto respira judaísmo por todos los poros. Es un texto, sin duda que viene de Jesús, aunque la elaboración mateano no deja lugar a dudas. Pero Mateo no ha podido ocultar la radicalidad contracultural con la que Jesús pudo expresarse en su momento.

III.3. No negamos que es un texto difícil, pero nada alambicado. Es verdad que los “hermanos míos pequeños” son los seguidores de Jesús que sufren y son perseguidos… pero los hermanos de Jesús “pequeños” son todos los hombres y mujeres que sufren. Y eso no significa que la religión salta por los aires, sino que la religión del “reinado de Dios” es universal, y en la que caben aquellos que sin pertenecer a una estructura religiosa confesional pueden hacer posible lo que el Reino de Dios pretende, hacer de este mundo un “reinado de vida” por la justicia y la paz. Pensar que eso es un reduccionismo de la religión verdadera es no haber entendido el mensaje evangélico de Jesús. El mensaje de Jesús seguirá siendo escandaloso siempre. Y si nunca pudo ser encerrado de lleno en el judaísmo de la época es porque en Jesús comienza algo radicalmente nuevo, desde su continuidad-discontinuidad con la religión de su pueblo y con el Dios de Israel.

III.4. Por lo mismo, tendríamos que ver aquí una afirmación rotunda, atrevida en cierta manera: todos los hombres, sean creyentes o no, tienen que enfrentarse críticamente con el proyecto salvífico de Cristo. Y la pregunta podría ser, ¿qué criterios pueden servir para los que no creen en Dios ni en Cristo? Pues el mismo criterio que para los cristianos y creyentes: el amor y la misericordia con los hermanos. Ese es el único criterio divino y evangélico de salvación y de felicidad futura: la caridad y la ayuda a los pobres, a los hambrientos y a los desheredados. El juicio divino no tiene unas leyes que beneficien a unos y perjudiquen a otros, como a veces se da a escala mundial. Cristo, es el rey de la historia y del universo, porque su justicia es la aspiración de todos los corazones. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 19 de noviembre de 2017

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Eres un empleado fiel y cumplidor”

A propósito de la parábola de hoy de los talentos, nos podemos preguntar qué estamos haciendo con todo lo que Dios nos ha regalado. ¿Qué estamos haciendo con nuestros dones naturales? ¿Qué estamos haciendo con Jesús y todo lo que él nos ha regalado? ¿Cómo y dónde estamos invirtiendo todos estos bienes?

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

 “El libro que nos ha presentado a la mujer modelo es una reflexión de la sabiduría del pueblo de Israel que vivía esta filosofía como pueblo, era su sabiduría popular, era su creencia, en que no es la vanidad de la mujer lo que cuenta, sino su temor de Dios, su interioridad”.

Lectura del libro de los Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31

Una buena ama de casa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. El corazón de su marido confía en ella y no le faltará compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal, todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso. Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser alabada. Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente.
Palabra de Dios.

Salmo 127, 1-5

R. ¡Feliz quien ama al Señor!

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.

Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.

¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén! R.

II LECTURA

San Pablo nos ayuda a considerar que debemos asumir la vida presente con atención, vigilando nuestros actos y elecciones. No simplemente porque pueda llegar pronto “el Día del Señor”, sino porque somos hijos de la luz y, por lo tanto, responsables de iluminar un mundo en el que parece dominar la oscuridad.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 5, 1-6


Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 15, 4-5

Aleluya. “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. El que permanece en mí da mucho fruto”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Con un extraño ejemplo económico, Jesús nos enfrenta a una realidad: Dios nos ha dado “algo” que debemos multiplicar. Ahora bien, será necesario hacer un camino de búsqueda muy sincero para descubrir qué nos ha dado el Señor, luego agradecerlo (¡es un don!) y, por fin, ponerlo a disposición del Reino con absoluta sinceridad y coraje. Debemos saber que tenemos “algo” que solo nosotros podemos dar a los demás. Y Dios espera que así lo hagamos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 14-30

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”. Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”. Llegó luego el que había recibido un solo talento. “Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!”. Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes”.
Palabra del Señor.
O bien, más breve:

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 14-15. 19-21

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Desterrar el miedo

En un primer momento, nos vamos a centrar en el tercer empleado de la parábola de este domingo. Cuando su señor le pidió cuentas del talento recibido, se defendió con la disculpa del miedo. Tenía miedo de su señor porque era exigente, severo y, al parecer, un tanto injusto porque quiere “segar y recoger donde no ha sembrado”.

Desde luego, el señor de esta parábola no se parece en nada a Cristo Jesús, nuestro Maestro y Señor. Vemos que son muy distintos. Nunca podemos tener miedo a Jesús sus seguidores.

Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos que ha sido capaz hasta de lavarnos los pies.

Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos que sigue siendo capaz en cada eucaristía de entregarnos su persona, hecha alimento, para caminar con fuerza e ilusión por las, a veces, empinadas cuestas de nuestra vida. “Tomad y comed esto es mi cuerpo. Tomad y bebed esta es mi sangre”.

Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos que cada día nos sigue ofreciendo eso que tanto nos gusta a los hombres que es la amistad. “A vosotros os llamo amigos”.

Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos que nunca nos dejará huérfanos, que, si le dejamos, se adentra en nuestro corazón, y allí mora, y desde allí nos anima, nos fortalece, nos guía, nos consuela. Por eso, nos exhorta san Pablo: “¿No lográis descubrir a Cristo en vosotros”? “Ya no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí”.
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos que cuando le damos la espalda y le negamos como Pedro, vuelve a salir a nuestro encuentro para perdonarnos y preguntarnos “Pedro, ¿me amas?

Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos que cuando nos llegue “el día y la hora” nos ha prometido que saldrá a nuestro encuentro, para recibirnos con los brazos abiertos e invitarnos al banquete de su Reino: “Venid, benditos de mi Padre, a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

Por  todo lo dicho, hemos de desterrar para siempre el miedo ante Cristo Jesús y ante Dios nuestro Padre. La confianza y el amor es lo que debe reinar ante ellos.   

Desterrar la vagancia

Jesús, en esta parábola, también nos pide que no seamos holgazanes. “Negociad mientras vuelvo”. Nos pide que trabajemos con los talentos recibidos. Todos y cada uno de nosotros, además de los talentos naturales que nos han sido dados, hemos recibido una inmensa fortuna, un gran talento, llamado Jesús de Nazaret. Es el gran regalo que Dios Padre ha hecho a toda la humanidad y a cada uno de nosotros. Desde luego, lo que no podemos hacer es enterrar a Jesús, como hizo el tercer empleado con su talento.

Porque con Él nos han llovido más talentos y más regalos. Cristo nos ha regalado su palabra, su luz, nos ha indicado dónde tenemos que poner el acento en la vida y en dónde no, qué cosas son las que llenan nuestro corazón para que las vivamos y qué cosas le dejan vacío y helado para que las rechacemos.

Jesús también nos habla de cómo debemos invertir nuestra vida, nuestra persona para hacerla rentable, pero no para hacerla rentable en dinero, sino para hacerla rentable en alegría, en satisfacción, en esperanza, en ilusión, en felicidad…

Y nos los dice principalmente a través del testimonio de su vida. Por eso, nos debemos preguntar en qué invirtió Jesús su vida. La invirtió en el amor, el talento de más valor que tenemos los humanos. Invirtió su vida en amarnos a nosotros, para asegurarnos que es la única manera de hacer rentable nuestra vida. Por eso, rompiendo todos los esquemas económicos de los bancos de cualquier época, nos certificó que la mejor manera de ganar la vida es perdiéndola. En la lógica de Jesús, en la lógica del amor, el que gana pierde y el que pierde gana. Eso es el amor y eso fue lo que hizo Jesús: entregó su vida en favor nuestro. Nos amó hasta el extremo.

La lección de la parábola es bien sencilla: No tengamos nunca miedo a los que nos aman, a Jesús y a nuestro Padre Dios; y no seamos holgazanes, invirtamos nuestra vida en el amor, amando a Dios y a nuestros hermanos y hermanas, la única manera de sacar rendimiento a nuestra existencia.

ESTUDIO BÍBLICO.

Este “penúltimo” domingo del año litúrgico nos mete de lleno en la esfera religiosa escatológica; nos instruye y nos motiva a pensar en las últimas cosas de la vida, esas sobre las que no queremos hablar casi nunca, porque nos parece que no forman parte de nosotros mismos; como si fueran de otro mundo. Sin embargo, la liturgia nos recuerda que son del nuestro, de nuestra intimidad más profunda a la que debemos asomarnos con fe y esperanza. Existen las últimas cosas, que llegan cuando nuestra vida, aquí, ya se ha agotado. Por ello, nos permitimos una reflexión de más alcance sobre el concepto bíblico de “parusía” que impregna el sentido de las lecturas de este día:

1) La palabra griega que sustenta este concepto no es directamente bíblica, sino que está tomada del helenismo donde significaba la «visita» o la «presencia» del rey en una ciudad. Si un rey o un gran mandatario visitaba una ciudad, se hacían grandes obras para el momento, se preparaban fiestas con alabanzas y sacrificios en los templos; a esto se le llamaba «parusía». E incluso viene a simbolizar una nueva era para la ciudad o para la provincia o territorio. De ahí la tomaron los cristianos, sin duda, ya que aparece muy poco en el AT (cuatro veces en la Biblia griega de los LXX). Su sentido técnico es manifiesto, pero mucho más su sentido religioso. De esa manera se aplicó a la venida de Cristo, a su vuelta al final de los tiempos, para llevar a cabo el triunfo sobre este mundo y manifestar la grandeza y el poderío del reinado de Dios. Esta vuelta, tal como creían los primeros cristianos, no estaba lejos (así en 1Tes 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; 2Tes 2,9; 1Cor 15,23). Sin embargo, un cambio de actitud se va imponiendo poco a poco hasta ir desapareciendo paulatinamente de la visión escatológica y de las ideas del cristianismo. En los evangelios, ni el mismo Hijo del hombre conoce la fecha (Mc 13,32; Mt 24,36); y en la 2Tes se intenta justificar el retraso de la parusía por algo que escapa a los cristianos. En realidad era una forma de curar cierta fiebre apocalíptica ante dificultades y persecuciones. Ello fue beneficioso para valorar mucho más la transformación que el Reino de Dios debía tener en la historia actual, según el mensaje del mismo Jesús.

2) Sin embargo, hay que decir que el cristianismo no bebe exclusivamente en el helenismo su visión de lo que conocemos técnicamente como «parusía», sino que en el fondo es más fuerte un concepto bíblico de carácter profético que se conoce como el «día de Yahvé», el «día del Señor» y así lo usa también San Pablo (1Tes 4,18). Eso supone que los cristianos han reinterpretado un antiguo concepto bíblico de carácter escatológico y apocalíptico.

3) ¿Qué es el día del Señor? Como en casi todas las culturas religiosas, el día del Señor tiene dos aspectos: uno positivo, de salvación, de liberación, de triunfo de Dios sobre el mal y sobre los enemigos; por otra, desde la perspectiva de la predicación profética monoteísta, es el día del juicio, por ejemplo, contra todo orgullo humano (Is 2,6-22). Numerosos textos proféticos y apocalípticos apoyarían este doble sentido (cf Am 5,18-20; Jl 4,12ss; Sof 1,7-14 de donde se toman la expresión «dies irae, dies illa»; Ez 7,7-27).

4) ¿Qué sentido, pues, tiene la parusía? Reinterpretando todo lo que el AT y el NT nos sugieren, debemos tratar de entender que el día del Señor, el día de la parusía, no es un tiempo cronológico de un momento, o una fecha del calendario. Es una nueva situación que hay que aceptar por la fe y la esperanza en Dios. Es un concepto de excelencia en el que la salvación de Dios anunciada por los profetas y manifestada en la vida de Jesucristo es una realidad sin vuelta atrás. Por eso no es cuestión de ajustar el día de la parusía, o el día del Señor, o el día de la salvación, a un momento, a una hora, a un día, a un año. Se trata de reconocer la acción de Dios por los hombres. E incluso podemos afirmar que, desde la fe cristiana, supone reconocer la acción por la que Dios transformará la historia. De ahí que debamos entender y aceptar que la parusía ha comenzado en la Resurrección de Jesús y no terminará hasta que todos los hombres que existen y existirán serán resucitados como Jesús (así lo ve ya Pablo en 1Tes 4,13 y en 1Cor 15). Y eso será el signo definitivo, el día por excelencia, en el que la historia, es decir, la creación de Dios habrá llegado a su plenitud.

I Lectura: Proverbios (31,10…31): La sabiduría de las grandes decisiones

I.1. El ejemplo del libro de los Proverbios (31, 10...31) nos presenta precisamente a una mujer, la “mujer fuerte”, hija, hermana o madre en la que se puede confiar. Como la Biblia no es antifeminista, aunque su cultura esté impregnada por una mentalidad patriarcal, sí acierta en ver a la mujer como más abierta a lo escatológico, a lo espiritual, al amor por los pobres. Por eso, esta lectura, justamente, propone desde dónde se deben afrontar las últimas cosas de la vida. No conviene, de ninguna manera, hacer una lectura “contracultural”. La mujer no está reducida al hogar, a la casa, a los hijos… Lo importante en esta lectura es la gran capacidad de “decisión”.

I.2. La mujer judía, encargada de mantener el fuego en el hogar, y de encender las luces del shabat, experimentó desde muy pronto lo que significó su llamado al Reino. Ella encarnaba en Israel la sofía de Dios y, por lo tanto, debe enseñarla, iniciar a sus hijos en su camino. En el hebreo bíblico espíritu (ruah) y sabiduría, (hokma), son términos femeninos. Sofía, como una niña que danza ante Dios, (Prov 8,22ss), es el rostro humano del pensamiento divino y por lo tanto es a la madre a quien corresponde la iniciación de sus hijos en la prudencia. Israel valoró a la mujer como a una perla, desde su escondimiento e invisibilidad, pero también la apreció como profetisa, guerrera y reina. A pesar del patriarcalismo de la Biblia, sus autores no callaron totalmente nombres como el de Myriam, Débora, Judith, Ester, Ana... Ellas y muchas otras mujeres encarnaron el ideal de Israel, quien llegó a identificarse como nación con la "amada" del Cantar. La amada de Yahvé a quien profetas y sabios dieron nombres y destinos femeninos, al reprender en sus desvíos la respuesta del pueblo a un amor de Alianza. Israel fue la elegida, la virgen, la esposa, la ramera... Oseas, Jeremías y Ezequiel vituperaron las infidelidades de Israel con nombres femeninos.

I.3. La mujer es más religiosa que el hombre; siempre lo ha sido. Y el elogio de la mujer en el capítulo último de los Proverbios es toda una analogía (y subrayo “analogía) para que demos importancia a lo que no queremos darle, como si eso fuera cosa de mujeres. Las cosas que merecen la pena, y especialmente las cosas de Dios, deben tener en nosotros la gran oportunidad que “la mujer”, la madre, la hija, la hermana, da a los suyos. Y todos, varones o mujeres, tenemos que tomar grandes decisiones. En realidad aquí se habla de la mujer como si se tratara de la “sabiduría”. Esa sabiduría bíblica, que es una sabiduría práctica, es la que se propone aquí en la imagen de la mujer.

II Lectura: Tesalonicenses (5,1-6): Esperar en la luz, sin miedo

II.1. La segunda lectura, en continuación con la del domingo pasado, nos muestra al Pablo primitivo al que la comunidad de Tesalónica le plantea grandes cuestiones y, concretamente, en lo que se refiere a la venida del Señor. Los primeros cristianos estuvieron obsesionados con ello. Esta es la segunda instrucción del apóstol sobre dicho acontecimiento. Para su enseñanza se vale del lenguaje profético veterotestamentario, de la literatura apocalíptica (mucho de ello lo encontramos en los textos de Qumrán): vendrá como cuando una mujer da a luz, que casi siempre es un momento inoportuno, entre la luz y las tinieblas, entre el velar y el dormir.

II.2. Pero el objetivo de Pablo es liberar la tensión que pesa sobre el momento y la hora de la venida e incidir en la actitud que hay que tener, como lo más importante: ese debe ser un instante de luz porque es evento de salvación, para lo cual se debe estar preparado. Por eso, el falso problema de cuándo, con su angustia e incerteza, se cambia por el cómo: desde la luz, desde la praxis del amor, la justicia, la solidaridad y el perdón. Así viviremos con Cristo.

Evangelio: Mateo (25,14-30): No «enterrar» el futuro

III.1. El evangelio de Mateo (25,14-30) nos muestra, tal como lo ha entendido el evangelista, una parábola de "parusía" sobre la venida del Señor. Es la continuación inmediata del evangelio que se leía el domingo pasado y debemos entenderlo en el mismo contexto sobre las cosas que forman parte de la escatología cristiana. La parábola es un tanto conflictiva en los personajes y en la reacciones. Los dos primeros están contentos porque “han ganado”; el último, que es el que debe interesar (por eso de las narraciones de tres), ¿qué ha hecho? :“enterrar”.

III.2. Los hombres que han recibido los talentos deben prepararse para esa venida. Dos los han invertido y han recibido recompensa, pero el tercero los ha cegado y la reacción del señor es casi sanguinaria. El siervo último había recibido menos que los otros y obró así por miedo, según su propia justificación. ¿Cómo entendieron estas palabras los oyentes de Jesús? ¿Pensaron en los dirigentes judíos, en los saduceos, en los fariseos que no respondieron al proyecto que Dios les había confiado? ¿Qué sentido tiene esta parábola hoy para nosotros? Es claro que el señor de esta parábola no quiere que lo entierren, ni a él, ni lo que ha dado a los siervos. El siervo que “entierra” los talentos, pues, es el que interesa.

III.3. Parece que la recompensa divina, tal como la Iglesia primitiva pudo entender esta parábola, es injusta: al que tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará. Pero se le quitará si no ha dado de sí lo que tiene. Y es que no vale pensar que en el planteamiento de la salvación, que es el fondo de la cuestión, se tiene más o menos; se es rico o pobre; sino que la respuesta a la gracia es algo personal que no permite excusas. La diferencia de talentos no es una diferencia de oportunidades. Cada uno, desde lo que es, debe esperar la salvación como la mujer fuerte de los Proverbios que se ha leído en primer lugar. Tampoco el señor de la parábola es una imagen de Dios, ni de Cristo, porque Dios no es así con sus hijos y Cristo es el salvador de todos. Es una parábola, pues, sobre la espera y la esperanza de nuestra propia salvación. No basta asegurarse que Dios nos va a salvar; o aunque fuera suficiente: ¿es que no tiene sentido estar comprometido con ese proyecto? La salvación llega de verdad si la esperamos y si estamos abiertos a ella. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).   


domingo, 12 de noviembre de 2017

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO



“¡Ahí viene el novio, salgan a recibirlo!”

Revisaremos algunas claves del acercamiento a la humanidad sufriente apoyándonos en las particulares claves de la Sabiduría contenidas en las lecturas bíblicas de este domingo.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este pasaje bíblico presenta la conducta activa de quien va en busca de la sabiduría. Esta postura es contraria a la conformista, que provoca estancamiento en la vida espiritual. Con diversas acciones, el autor de este texto ilustra la actitud que tiende hacia la sabiduría: anhelar, madrugar, buscar y pensar. Quien vive en ese dinamismo, encuentra la sabiduría y se alegra en ella.

Lectura del libro de la Sabiduría 6, 12-16

La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
Palabra de Dios.

Salmo 62, 2-8

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Mientras me acuerdo de ti en mi lecho y en las horas de la noche medito en ti, veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. R.

II LECTURA

San Pablo usa diversas imágenes para expresar lo que es la Resurrección como paso de esta vida terrenal a la comunión en la vida divina: ángeles, trompeta, fuertes voces, nubes y elevación. Con estos signos, busca señalar hacia dónde apunta nuestra esperanza: la Vida Eterna con Dios.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4, 13-18

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4, 13-14

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 24, 42. 44

Aleluya. Estén prevenidos y preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.

EVANGELIO

Estas jóvenes fueron invitadas a ser parte del cortejo en un casamiento. Seguramente, si una persona amiga nos hiciera semejante honor, no nos quedaríamos dormidos el día de la fiesta. Esto, que sería improbable para una reunión social, nos puede ocurrir para la gran fiesta del Reino de los Cielos. Puede ocurrir que nuestra alma se apoltrone y se duerma, estancados en la vida espiritual y perdiendo el entusiasmo y la atención. La parábola nos exhorta a vivir despabilados y atentos para encontrarnos con Dios.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 1-13

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’. Pero éstas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Salgan al encuentro con aceite en las lámparas…

Hermanas y hermanos, la cosa tiene tela… El mundo a nuestros ojos tiene mucha zona de vacío, mucha cuneta, mucha muerte… Constatar esto, no nos engañemos, no es pesimismo, es realismo. La gente sufre, se la traga una espiral de violencia establecida y una suerte de abuso normalizado, aceptado como única alternativa. Mirar para otro lado, retraerse, hacer análisis sesgados o tibios, no denunciarlo o justificarlo ideológicamente supone hacer nuestra una de las traiciones más gruesas que podemos hacer a ese buen Jesús al que decimos amar, tal que fieles esposos y esposas.

Ante este panorama, afirmar que queremos salir al encuentro del esposo, verbalizar que sus desvelos son los nuestros, asegurar que nos estamos movilizando, que estamos tomando nuestras lámparas y andamos, merece análisis. No para cuestionar si es cierto o no, seguro que es verdad que ese es nuestro impulso, faltaría más; sino para repensar una vez más, desde dónde lo hacemos y cómo.

Salir al encuentro del esposo, que en limpio significa interesarte decididamente por un tú, por un otro u otra, por un tú sufriente y roto, y hacerlo a la ligera, de forma improvisada, somera, voluntarista o ampulosa, pero sin hacer pie y sin tener claro desde dónde, es, ya lo dice el Evangelio, una actitud insensata y necia. Bien podría ser un movimiento bienintencionado, que aun así, en algún momento deviene virtualmente estéril. Salías pretendiendo ser lámpara y luz, pero tarde o temprano descubres que no llevabas aceite… Da la impresión, de que ser capaz de identificar un cuándo (…porque no sabéis el día ni la hora…), un dónde y un cómo (…y se pusieron a preparar sus lámparas…) supone funcionar con unas herramientas que permiten el reconocimiento mutuo y conjuran la necedad de vivir a base de encuentros estériles. Recordemos que Jesús dedica duras palabras a quienes que no fueron capaces de cuidar y preparar sus lámparas para el momento “…no os conozco…”.

Quizá las claves de este otro modo de vivir el encuentro con el esposo -con la humanidad de forma más auténtica y verdadera- vengan de la Sabiduría. Y aquí la primera lectura no es nada ambigua. La sabiduría es radiante e inmarcesible, no caduca, no se acaba. Estupendo ¡qué gran noticia!..., pero para verla “fácilmente” es necesario amarla, buscarla y desearla. Salir al encuentro del tú, y hacerlo desde la sabiduría que anticipa la riqueza de encontrar, quizá supone que en mi mente y corazón tiene que existir la necesidad y el amor por ese tú. Requiere optar, estar dispuesta a que ese tipo de presencia, muchas veces sufriente, rota y dolorosa, entre en mi vida, tenga hueco en mí y sea mirada por mis ojos. Es algo mucho más recio que un “buenismo” políticamente correcto, que una piedad diligente, es “madrugar” por y para el encuentro con lo humano, es no cansarse de buscarlo. Es no huir de las situaciones desesperadas. Es pronunciar palabras necesarias y hacerlo sin cobardía. Es situarse dónde toca, es pensar siempre dónde se detendría el esposo, dónde mora la Sabiduría, dónde se está más cerca de lo verdadero, de lo que vale la pena. Es alojarse en lo que no es estéril. Cancelar reserva en el espacio que nos traiciona…Es estar preparadas, lúcidos, presentes.

Hermanos y hermanas: Pongámonos a tiro de la Sabiduría que va de un lado a otro buscando. Consideremos nuestro cuándo, nuestro cómo, nuestro desde dónde. Seamos en Verdad. Aprendamos a SER y hacerlo en plenitud.

ESTUDIO BÍBLICO.

La Lectura (Sabiduría 6,12-16): Abrirse a la sabiduría

La liturgia de este domingo, intenta marcar la pauta de lo que es la apertura al último destino del hombre y de la vida. Efectivamente, sin la sabiduría, que es la esencia de lo bueno, de la felicidad, de lo ético y estético, la vida perdería su hermosura y su dimensión escatológica (lo que la lleva más allá de la experiencia de la finitud y de la muerte). Por ello, ser sabio, en la Biblia, no es estudiar una carrera para aprender muchas cosas; no es cuestión de cantidad, sino de calidad; es descubrir constantemente la dimensión más profunda de nosotros mismo y de Dios. Para los hebreos, los enemigos de la fe en Dios no eran el escepticismo ni la incredulidad sino la adoración a los dioses paganos, meros productos de la imaginación humana descarriada.

Los hebreos no buscaban el conocimiento teórico sino la sabiduría (hokma), es decir; el pensar correctamente para tomar decisiones acertadas y vivir una vida justa ante Dios. En el origen de su semántica hebrea la sabiduría no era un saber cualquiera ni puramente teórico —a la manera griega— sino el conocimiento necesario para la acción. El que tenían, por ejemplo, los arquitectos cananeos para construir el templo de Salomón. Pero también y especialmente el conocimiento que tuvo Salomón para conducir a su pueblo. Era, sobre todo, la sabiduría que transmitía Dios a Israel para llevarlo a su plenitud, a la verdadera Felicidad, y expresada de un modo sintético y sublime en los mandamientos.

¿Dónde está esa sabiduría? El autor de este libro lo tiene claro: en Dios, el autor de la vida y de lo que somos. El poema es un alarde, porque en el fondo, con la sabiduría, casi personalizada, se está hablando de la acción de Dios que sale siempre al encuentro del hombre. Sin Dios (en el poema es la sabiduría), pues, el ser humano no encontrará su verdadero destino. Si no mimamos la sabiduría, no aprenderemos a vivir con esperanza, ni a ser felices en aquello que merece la pena, ni a superar los traumas que nos rodean, ni a esperar siempre un minuto, una hora, un día, una eternidd mejor para todos. Pero como dice el texto de hoy, debemos ser dignos de la sabiduría para que ella reos sonría. Tener sabiduría, en definitiva, es buscar o descubrir constantemente lo que nunca muere; aspirar a ello como lo más normal de la vida. Ahí se revela verdadera sabiduría divina.

II Lectura (I Tesalonicenses 4,13-18):Nuestro destino es la vida eterna

San Pablo en uno de los textos más conocidos de su carta I a a los Tesalonicenses establece unas analogías, aproximaciones que se imaginaba, sobre la suerte de los que habían muerto y qué sería de ellos cuando llegara el fin del mundo. Cuando Timoteo llega a Corinto, donde está Pablo, con algunos acompañantes de la comunidad de Tesalónica, le plantean la dificultad que tienen de que algunos de los suyos, que han muerto, puedan quedan "desposeídos" de la gloria y la felicidad de Dios en la llegada de la "parusía". Es decir, si los muertos resucitarán para gozar de esta felicidad. Pablo lo apoya como "palabra de Dios". Esta es la afirmación más decisiva, independientemente del momento de la parusía o de la resurrección de los muertos para gozar de Dios. Es lógico pensar que en el texto esta " trasformación-resurrección" se contempla desde la perspectiva del "final de los tiempos" o de este mundo.

Porque Pablo, al comienzo de su misión apostólica, pensaba que él mismo vería ese momento de la "parusía" o la segunda venida del Señor, que era una actitud e incluso un convencimiento bastante común entre los primeros cristianos, heredada de una corriente de corte apocalíptico del judaísmo. Después evolucionaría en su pensamiento y en su teología (cf Flp 1,20-24; 2Cor 4,10-5,8), porque el fin del mundo y la venida del Señor no debernos entenderla como una irrupción apocalíptica, sino como un proceso que se va consumando misteriosamente en esta historia; que por una parte va muriendo y por otra se evoluciona hacia un mundo mejor y más hermoso en medio de acontecimientos críticos, de ciclos desconcertantes, para volver a resurgir la esperanza y la luz. Ya Jesús había hablado de que los muertos, para Dios, están vivos, en una discusión que los saduceos le habían planteado sobre el destino de los que han muerto (cf Mc 12, 18-27; Lc 20,27-38). Jesús, pues, había afrontado la cuestión desde esa clave de la sabiduría que descubre en nosotros lo que nunca muere.

Evangelio (Mateo 25,1-13): La actitud frente a la felicidad eterna

El evangelio, texto exclusivo de Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes . No siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está recargada de significados específicos diversos. Se habla de "diez', quizás porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la sinagoga o fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del evangelio de Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los efectos. Incluso la boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil para enmarcar el punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay boda ni nada lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir simplemente "no casadas" y que también un día serán desposadas. Entre tanto, acompañan a su amiga a lo más importante de su vida pero, sin el esposo, nada tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las "hijas de Jerusalén" el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la "Thora" y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8; 89,21).

Jesús, en ella, se vale del marco de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran manera con este acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas, tanto como la novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo; pero para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la venida del esposo.

La iglesia primitiva ha alegorizado, sin duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la "parusía" que no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento. Este es un problema muy discutido. La frustración en la primera o segunda generación cristiana, sobre la llegada de la "parusía" o el fin del mundo, es decir, la plenitud del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente (solamente en Lucas tenemos una enseñanza más acorde con el retraso de la parusía). Por ello, la diez vírgenes son representación de una comunidad, de la comunidad cristiana. ¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En definitiva ¿habría sabiduría) Así es como se enlaza con el sentido de la primera lectura, que como dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy. Sabernos que esta es una parábola de "crisis", no para atemorizar; sino para mantener abierta la esperanza a esa dimensión tan importante de la vida.

Entonces, ¿qué es la parusía? ¿qué significa el fin del mundo) (lo veremos mejor cl próximo domingo). Lo importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se hace esperar. Se habla de una "presencia" (que eso significa "parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el terna en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser "casi" eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una "presencia de Dios" (parusía) y eso es como unas bodas: debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).