lunes, 28 de noviembre de 2016

DOMINGO 2º DE ADVIENTO


¿Y si Dios no fuera fiel?

En la actualidad, los que se sienten alejados de Dios, lo son más por una inercia e indiferencia, que por un cuestionamiento profundo, o una experiencia terriblemente negativa. Simplemente, con la ausencia de la pregunta por el sentido de la vida, se ha marchado el sentir social y religioso, y con él, el compromiso por lo humano. Hoy Dios es un desconocido para muchos jóvenes. Su agnosticismo o su ateísmo sólo son una ausencia de interés, y un silencio de espiritualidad. Por eso, ha de ser sagaz nuestro hablar de Dios, y nuestro contemplar el mundo. No vale sólo con criticarlo. Si los jóvenes hablan hoy de Dios no lo hacen con el coraje de la fe, lo hacen de oídas, siempre en sentido negativo; hablar de Dios no será por una experiencia del camino, sus juicios serán desde la apariencia. Para ello, debemos de apelar, hoy más que nunca, a la experiencia de Dios, para provocarla. Allí se mostrará que Dios siempre es fiel a su promesa. No depende de nuestras infidelidades.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Las esperanzas de los hombres son también la esperanza de Dios. Ver a sus hijos unidos ha sido y es su deseo, y hacerlo realidad sin dudas es nuestra tarea, remediando las divisiones que nosotros mismos generamos.

Lectura del libro de Isaías 11, 1-10

Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor –y lo inspirará el temor del Señor–. Él no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas. El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá; la vaca y la osa vivirán en compañía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja lo mismo que el buey. El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora meterá la mano el niño apenas destetado. No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como estandarte para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria será su morada.
Palabra de Dios.

Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17

R. Que en sus días florezca la justicia.

Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud. R.

Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.

Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. R.

Que perdure su nombre para siempre y su linaje permanezca como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos y todas las naciones lo proclamen feliz. R.

II LECTURA

 “Al anunciar la Buena Noticia a Israel, Cristo probó la fidelidad de Dios, mientras que la conversión de los paganos proclama su misericordia”.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 15, 4-9

Hermanos: Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que él había hecho a nuestros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo enseña la Escritura cuando dice: “Yo te alabaré en medio de las naciones, Señor, y cantaré en honor de tu nombre”.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 3, 4. 6

Aleluya. Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Todos los hombres verán la Salvación de Dios. Aleluya.

EVANGELIO

Juan se presenta con una predicación profética que no busca quedar bien con nadie. Es capaz de arriesgarse porque el Reino ya está cerca. Todos pueden entrar en el Reino, todos están llamados.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 3, 1-12

Se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: “Una voz grita en el desierto: ‘Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos’”. Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: ‘Tenemos por padre a Abraham’. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto, será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí, es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Equidad para el pobre

Brotará un renuevo del tronco de Jesé. Con Isaías contemplamos la esperanza de que nacerá algo distinto y nuevo, que no sea destrucción y guerras. Nuestro Dios no va a crear bajo la destrucción, al contrario, construirá un equilibrio diferente de las cosas, donde la armonía sea la nota dominante.

Por eso, no será un Dios lejano sino encarnado, conocedor directo de la situación del pobre, pues defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre. Lo hará a través de su siervo al que ceñirán la justicia y la fidelidad por medio del Espíritu. Será un tiempo en el que se habitará con armonía (el lobo con el cordero). La esperanza del pueblo de Israel parece añorar un estado de gracia paradisíaco. Donde todo se ganó y donde todo se perdió.

Cristo es servidor de judíos y paganos

A veces, casi sin darnos cuenta, partimos del convencimiento interior de que Dios no puede estar con nuestro enemigo, con el que nos despierta animadversión u odio. Creemos que la maldad que vemos en el otro no la puede sustentar o acompañar Dios. Pero Dios no participa de nuestros odios y guerras. San Pablo nos muestra dos magnitudes irreconciliables: judíos y paganos, de mentalidades opuestas. Y presenta a Cristo como servidor de ambos pueblos. Esa guerra no es de Dios, ni de Cristo, de ella debemos salir para comprender qué tipo de servicio no ha hecho Cristo con su redención.

De las antiguas Escrituras podemos mantener la esperanza, para aprender la paciencia y el consuelo. La paciencia porque Dios mantiene su promesa y no es la desesperación el lenguaje de Dios ni la forma de la espera de un cristiano. Nos ofrece el consuelo porque no cabe desesperación en la actitud cristiana.

Del servicio de Cristo se desprende el vivir unánimes y a una sola voz alabar a Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. La acogida mutua es el lenguaje nuevo que aleja toda animadversión.

¿Quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?

Juan el Bautista, nos anuncia la llegada del Reino de Dios, de quien viene a bautizar con Espíritu y fuego. Es curiosa la actitud de algunos saduceos allí presente, que no estaban allí para bautizarse por convencimiento sino por pura prevención, no fuera cierto lo que predicara el bautista. Por eso, se le exige los frutos de la conversión. La fe no es un vestido que me ponga, no es para oportunistas, ha de haber una experiencia real de la necesidad de Dios. Una vuelta atrás de los pasos vividos para ver qué nuevo rumbo tomar, y la razón por la cual tomo dicho rumbo: Cristo.

Juan predica en el desierto, lejos del ruido, pero también lejos de los lugares establecidos aparentemente religiosos. Lejos de los que entienden que Dios no puede ser de otra manera que la imagen propia y personal que yo tenga. Lejos de lo oficial. Va al desierto donde todo ha de ser nuevo para el camino. La imagen de Dios en Cristo ha de ser algo limpio, no puede confundirse con lo de siempre.


ESTUDIO BÍBLICO.

1ª Lectura: Isaías (11,1-10): Recuperar el paraíso perdido

I.1. Otro maravilloso oráculo de salvación de Isaías abre las lecturas de este Segundo Domingo de Adviento. Es uno de esos tres oráculos mesiánicos (cf Is 7,1-17; 9,1-6) que caracterizan el libro del profeta de Judá y Jerusalén. Oráculos de muchos quilates que son tan propicios para levantar el alma de un pueblo en nombre de Dios y no de promesas falsas de los hombre prepotentes del este mundo. Nuestro texto es un poema que tiene dos partes, probablemente de origen distinto. Pero estas son cosas literarias que no van en perjuicio de la hermosura del poema y de su lectura unificada e incluso de que sea un poema posterior al exilio, cuando la monarquía está talada, desaparecida. El contexto anterior del mismo nos habla de un bosque destruido en el que han caído los árboles, el bosque de Judá; subsiste todavía un tocón, el de Jesé, el padre de David. De ahí, Dios hará retoñar la vida nueva para el pueblo, para Jerusalén. Hace falta verdadera iluminación profética para saber ver y prever lo que los hombres normales no sabemos contemplar o esperar. Los profetas sí, por ello los necesitamos siempre, y eso que para nuestra instalación en la cosas de siempre no pueden resultar complacientes.

I.2. Pero esa vida nueva, precisamente por ser nueva, estará fundamentada en los valores que los reyes de Israel y de Judá no habían sabido trasmitir hasta ahora. La situación que se detalla es, en cierta manera, paradisíaca y bucólica, porque se recurre a la naturaleza y a los animales. Y todo, porque se describe un país que está lejos de una cosa muy importante: "el conocimiento de Dios". Efectivamente, el " daat Elohim " es un término decisivo en la teología profética. No olvidemos que conocer, aquí, no tiene el sentido de "gnosis" o conocimiento intelectual, sino el sentido bíblico de yd' y el daat Elohim de los profetas (Os 4,1.6; 5,4; 8,2 ; Jr 2,8; 4,22; 9,2.5 en oráculos de amenaza o bien de salvación: Os 2,22; Jr 31,34 o Is 28,8) experiencia de Dios, de lo santo; o la misma experiencia del amor entre hombre y mujer). Por eso "conocer a Dios" es reconocerlo, reconocerlo, intimar con él de verdad, buscarlo y anhelarlo.

I.3. Porque lo que el profeta quiere refrendar es que no hay justicia, ni paz, ni felicidad para los pobres y parias, porque al mundo le falta la "experiencia de Dios". Desde luego la experiencia de ese Dios del que Isaías fue portavoz radical. Incluso se va más allá de la imagen mítica del paraíso, aunque es eso lo que se quiere recuperar también de una forma real y espiritual en el oráculo; allí faltó a la humanidad el conocimiento de Dios, la sabiduría para saber depender de Dios sin necesidad de entenderlo como esclavitud y esa es la situación que desde entonces arrastra la humanidad: Dios es el futuro del hombre, de los reyes, de los pueblos, de la pareja, de la familia, del hombre y de la mujer. Con el conocimiento de Dios (un conocimiento de amor), se nos quiere decir, buscamos sabiduría, fortaleza, valor; y trae la justicia para los más pobres. Se habla, pues, de un rey, que no necesita poder para destruir y valor para restaurar la armonía y la paz. Esa paz mesiánica que se convierte en santo y seña de los profetas y de este tiempo de Adviento.

IIª Lectura: Romanos (15,4-9): Perseverancia y consuelo

II.1. Nuevamente en este domingo, en la carta a los Romanos, Pablo hace referencia a las Escrituras, en este caso al Antiguo Testamento, para que de ellas podamos sacar unas consecuencias inmediatas: perseverancia y consuelo. Son dones que proceden de Dios. Perseverancia, porque hay que tener en cuenta que Dios no falta a su alianza y a sus promesas; ha prometido un mundo mejor, nuevo, justo, (sería en este caso la promesa de la primera lectura de Isaías) y si perseveramos en fiarnos de esa promesa, la verán nuestro ojos.

II.2. Consuelo, porque cuando verificamos lo lejos que estamos de ese estado ideal y casi olímpico; la actitud cristiana no puede ser la desesperación; debemos consolarnos porque algo absolutamente nuevo nos viene de parte de Dios. Y el Adviento es un tiempo propicio para ello. El ejemplo que propone es Cristo, servidor de judíos y paganos, de magnitudes irreconciliables, de mentalidades opuestas. Cristo es el futuro de todos los hombres. Este ideal no puede perderse para los seguidores del evangelio, para las comunidades cristianas que viven en cualquier parte del mundo. El Adviento es un tiempo ideal, es su idiosincrasia, porque es un tiempo de promesas que adelantan un futuro de lo que un día debe ser lo que Dios ha querido para toda la humanidad.

Evangelio: Mateo (3,1-12): El Reinado de Dios nos pide un cambio de mentalidad

III.1. El evangelio del día nos presenta a una de las figuras más características del Adviento: Juan el Bautista, el precursor del Señor. La presentación del profeta de Galilea, Jesús, se hace en la tradición cristiana de la mano de Juan el Bautista (cf Mc 1,1ss); de aquí de otras informaciones (Fuente Q) lo han tomado Mateo y Lucas, cada uno a su manera. La presentación de Mt 3,1-12 va encaminada al bautismo de Jesús. La discusión sobre la historicidad del mismo debería plantearnos algunas cuestiones que han sido debatidas en torno al Jesús histórico. ¿Fue Jesús discípulos de Juan el Bautista? Hoy no nos podemos negar a aceptar una relación de Jesús con el movimiento de Juan el Bautista (cf Jn 1,30). Pero tampoco podemos cerrarnos a aceptar que no hubo "fascinación" por su magisterio, por su bautismo o por sus ideas apocalípticas. Jesús tenía "in mente" otras ideas y otros proyectos. El desierto, el bautismo son elementos de la vida y la ideología del Bautista. Jesús iría a las aldeas y los pueblos "para anunciar el reinado de Dios". Pero es verdad que algo ocurrió en la vida de Jesús que se acercó a Juan.

III.2. El texto de Mateo propone los elementos en el que podían coincidir: "convertíos porque ha llegado el reinado de Dios". Esta expresión es cristiana por los cuatro costados, aunque el redactor ha querido incardinar estrechamente a Juan el Bautista con el proyecto y mensaje de Jesús de Nazaret. La "conversión" ( metánoia ) sí es coincidente. Pero debemos estar atentos a no entender esta expresión simplemente como "hacer penitencia". Es algo más radical y profético: es un cambio de mentalidad de mucho alcance, que sin duda Juan proponía a sus seguidores frente al judaísmo oficial. El que no predicara en Jerusalén, ni en el templo (como tampoco hizo Jesús normalmente) muestra esa radicalidad apocalíptica que algunos han comparado con los sectarios judíos de Qumrán. No está claro que Juan perteneciera a esa secta. pero. podía haberse dado algunos contactos. Elegir el desierto y el Jordán para el bautismo era como querer vivir la experiencia de un nuevo éxodo, de una nueva entrada en la tierra prometida, de recomenzar las relaciones con Dios con una nueva vivencia de alianza. Estos símbolos no son despreciables significativamente. y por eso Jesús se acercó a Juan que tenía fama de profeta entre el pueblo sencillo.

III.3. El caso de Juan es típico del hombre que está en desierto, que anhela una historia nueva y renovada, pero que usa para ello las armas propias de los apocalípticos: el hacha que corta la raíz, que destruye para renovar ¡Eso asusta! En todo caso, sus discurso es absolutamente teológico -desde la teología de un evangelio tan característico como el de Mateo -; de nada vale ser un hijo de Abrahán, tener el privilegio de pertenecer al pueblo escogido como los fariseos y saduceos que venían a bautizarse, porque Dios puede hacer hijos de Abrahán de las piedras. Efectivamente, el que debe venir, traerá el Espíritu, y con el Espíritu, todos pueden tener el privilegio del que se habían adueñado unos pocos. Y eso vuelve a repetirse siempre en los ámbitos institucionales religiosos. Es necesaria una conversión radical para que lo santo tenga sentido. Juan no tenía, así lo confiesa, las soluciones a mano; pero él sabe que Dios sí las tiene, y así las propone por medio de Jesús. La conversión, en este caso, es lo mismo que Isaías manifestaba en torno al "conocimiento de Dios". Con Juan se cierra el Antiguo Testamento, desde la visión cristiana; con Juan acaba la historia de privilegios que el judaísmo oficial había montado en torno a lo santo y lo profano. El solamente diseña la última posibilidad de subsistir: un cambio, una nueva mentalidad, un nuevo rumbo, porque a partir de ahora Dios no va a dejarse manejar de cualquier manera. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 20 de noviembre de 2016

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


“Éste es el rey de los judíos”

Con la Festividad de Jesucristo Rey del Universo, terminamos el Tiempo Ordinario de este año Litúrgico, el tiempo en el que hemos ido recorriendo la vida y el ministerio público de Jesús. Así pues, concluir este recorrido –el próximo domingo comienza el Adviento, el comienzo del nuevo año litúrgico- reconociendo a Jesucristo como Señor de toda la creación, es como el colofón y el culmen de toda nuestra experiencia creyente, formada, regada y crecida en el año que concluye.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Dios ha mostrado al pueblo que David sería su rey, y el pueblo lo aclama y unge como tal. David es, entonces, el rey que deberá responder ante Dios ejerciendo su compromiso con este pueblo que lo ha aceptado.

Lectura del segundo libro de Samuel5, 1-3

Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: “¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: ‘Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel’”. Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón delante del Señor y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra de Dios.

Salmo 121, 1-2. 4-5

R. ¡Vamos con alegría a la casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor!”. Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.

II LECTURA

El canto reconoce la grandeza y majestuosidad de Jesús, el cual no recibe el honor por esos atributos, sino porque ha servido a la reconciliación y la paz de los pueblos.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 1, 12-20

Hermanos: Demos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en él residiera toda la plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mc 11, 9-10

Aleluya. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluya.

EVANGELIO

Jesús es mostrado como un rey vencido. Ha perdido, y por lo tanto es ajusticiado. Sin embargo, detrás de esta violencia e injusticia, un hombre que no merece tener crédito de nadie, reconoce la realeza del vencido. No necesitó haber sido librado de su dolor para creer. Misteriosamente, en su dolor, vio al Rey que moría junto a él.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 23, 35-43

Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes burlándose decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”. También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza había una inscripción: “Éste es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

1. Reconocer a Jesús, el Cristo, el Señor, como Rey, tiene un profundo sentido de identificarle como autor y señor de cuanto existe, con autoridad y poder sobre todo, pero así mismo, como servidor de todo. Y es que aunque la figura y la imagen del Rey no goza en nuestra cultura actual de buena prensa, de un reconocimiento popular, aunque demasiadas veces se ha identificado con el abuso, la ostentación y un señorío nominal y político, pero vacío, el título de Rey que la tradición y la cultura cristiana le ha dado a Jesús, no es, obviamente, como los reinos ni los reyes de la tierra.

2. Primeramente, que en la cultura cristiana se haya dado ese título a Jesús, ha sido fruto de un reconocimiento y una mediación cultural clara. Los reyes eran quienes más honor, reconocimiento y servidumbre recibían, quienes más altos estaban y quienes más aprecio y vasallaje debían tener. Nombrar a Cristo como Rey, era pues señalar que era Jesús el Cristo, quien merecía ese honor, ese reconocimiento, esa servidumbre y ese vasallaje... por encima de los reyes de la tierra.

3. Así mismo, no faltaron momentos en la historia, en los que la figura del Rey era tenida como la del abogado de los más débiles, el apoyo y la única instancia de justicia frente a abusos y crímenes, el juez justo y compasivo que protegía a quienes más lo necesitaban. Que esa figura regia y justa se diera en la historia o no, no es al caso, lo que sí es importante, es que en el imaginario cultural más tradicional, el rey era la más alta dignidad merecedora de reconocimiento por ser el padre de los pobres, juez justo y compasivo frente a los abusos, instancia última de apelación ante las humillaciones, imagen de todas las virtudes humanas. De ahí bebe pues este título que damos hoy a Jesucristo como Rey, de esa cultura en la que el Rey era una figura idealizada de honor, virtud y justicia.

4. Aunque es igualmente evidente, que Jesucristo Rey, no lo es en lo más mundano y político de la comprensión de esa denominación. Es un rey cuyo trono es una cruz, cuya púrpura es la sangre y cuya corona es una tortura de espinos y heridas. El evangelio de hoy lo muestra claramente. No es Cristo un rey que ejerce su autoridad con poder, abuso y dominio, con fuerza y violencia, sino que muestra su máxima fortaleza y autoridad, en la humillación del entregado y vencido. La cruz como necedad incomprensible. Y aun así con una inmensa grandeza fruto del amor y la bondad de quien se entrega, del sentido profundo de esos abrazos abiertos que acogen a todos, que son un signo de perdón y reconciliación, de justicia y libertad para todos los que se acogen a su amor.

5. La fiesta de hoy tiene también algo de Cósmico, de reconocimiento de que, en esa figura torturada y moribunda, en esa cruz tortura de sangre y dolor, sucede mucho más de lo que aparentemente se ve. Conclusión de todo el recorrido vital de Jesús, de su mensaje de construcción del Reino, de conversión, justicia, fraternidad y libertad, de su mensaje de amor, bondad y espiritualidad, de su denuncia de injusticias, abusos y manipulación del nombre de Dios por las autoridades religiosas y políticas de su tiempo, la cruz de Cristo que no puede disociarse de su mensaje, es también el lugar en el que todas las cosas se reconcilian, se unen y se renuevan.

6. Así nos lo recuerda el Apóstol Pablo en este himno oración de su carta a los Colosenses. En el drama de la vida, muerte y resurrección de Jesús, Dios quiso acabar con un mundo y con un modelo de persona, para renovar y reconciliar todo, para hacer nuevas todas las cosas. Cristo es el principio de todo, el primero, el primogénito, lo es de la Iglesia y de la nueva creación, es quien sostiene lo creado, es quien da sentido a cuanto existe. Es ese reconocimiento de su Señorío la otra dimensión del Reinado de Cristo. La comprensión cósmica de que Jesucristo es alfa y omega, principio y fin, señor de todo porque fue autor de todo y a la vez, reconstructor de todo. En Cristo, Dios ha reunido toda la creación, en esos brazos clavados ha recogido a toda la humanidad, a todo el tiempo, a todo cuanto existe, dándole una nueva dimensión y un nuevo sentido. Por eso Cristo es Señor y Rey. Y por eso esta fiesta tiene nuestro reconocimiento de esa dimensión de Señorío de Jesucristo.

7. Un reconocimiento, como el de los ancianos y autoridades de Israel a David cuando fue ungido éste como rey -que narra la primera lectura tomada del segundo libro de Samuel- que es fruto de la Fe. En el pueblo de Israel fe mostrada al acatar esa elección de Dios a David a través del profeta Samuel, para nosotros una fe que no se reduce al conocimiento racional o a la profesión de verdades, sino una fe futo de la experiencia de amor y relación con Jesús, el Señor. Esa experiencia y esa relación que a lo largo de todo este año litúrgico hemos recorrido y ahondado, en la que hemos profundizado y hemos celebrado, hemos orado y hemos experimentado.

8. Y, aun así, a nosotros, hoy, en pleno siglo XXI, ¿nos puede decir algo más esta fiesta? Reconocemos su señorío cósmico como Rey de todo cuanto existe, y sabemos que no es un rey como los reyes de la tierra, que su autoridad, esa que reconocemos tras la experiencia de tratarle y acompañarle en este año litúrgico que termina, es la de la entrega por amor total y absoluta. Pero... para nuestro día a día, ¿puede decirnos algo más esa Monarquía Real de Cristo?

9. Pues quizás algo mucho más sencillo de lo que a veces un título como el de hoy, que no deja de sonar grandilocuente, pudiera parecer. Y es que reconocer a Cristo como Rey, debiera hacernos a nosotros mismos vivir en ese “vasallaje”, en esa “servidumbre” de hacerle el centro de nuestra ocupación y preocupación. A un rey se le reconoce, reconocerle es acatarle, y acatarle en el fondo es vivir como él “manda”. Así pues, en el fondo, llamar Rey a Cristo, nos implica a vivir ahondando en la experiencia que nos permita reconocerle como tal, y a su vez a vivir en su ejemplo de entrega, tras sus pasos de amor, a vivir construyendo su Reino, implicados en que su monarquía de amor, justicia, libertad y fraternidad, se haga plena en nuestro mundo.


ESTUDIO BÍBLICO.

Jesucristo Rey del Universo

Termina el año litúrgico, el ciclo del evangelio de Lucas, y la Iglesia lo dedica a Jesucristo, ya que en El convergen todas las causas justas del mundo. Es una fiesta en sí reciente, pero que poco a poco ha ido perfilándose como lo más adecuado para cerrar el tiempo litúrgico de la Iglesia. Por encima de las catástrofes y de la destrucción, aparece en el horizonte nuestro Señor Jesucristo, un rey sin poder, sin reino, entendido éste como espacio o nación donde reinar. Jesús, en este momento nuevo de nacionalismos, pretende que todos los hombres sean hermanos, que los pueblos no tengan fronteras. Su reinado solamente se puede celebrar y entender desde la solidaridad más universal.

Iª Lectura: 2º Samuel (5,1-3): Dios busca un rey para la paz

I.1. La lectura se ambienta en Hebrón, donde según la tradición, se conservan las tumbas de los Patriarcas del pueblo de la Alianza. Los del sur, a cuya tribu de Judá pertenecía David, ya lo había proclamado rey. Ahora vienen las tribus del norte, las de Israel, para pedirle que lo quieren también como rey. Es muy compleja la “historia” de David, su subida al trono, las razones por las cuales fue primeramente elegido por Judá y después vinieron a ofrecerle el reino del norte, Israel, que había tenido una historia distinta. Hay cosas seguras o bien aceptadas, desde luego, pero no podemos negar que la “leyenda” de cómo David fue “ungido” rey se convierte en una leyenda religiosa a medida de la concepción del soberano en Oriente, como representante de los dioses. El Dios de Israel, Yahvé, no tiene preferencias por un tipo de gobierno… pero la historia antigua no puede prescindir de lo religioso y de suponer una intervención de Dios en casi todo.

I.2. La historia en este caso es bien explícita: David tenía fama de buen defensor y sobre él se tejerá la leyenda sagrada de rey justo y capaz de alcanzar la unidad. Él conquista la paz; aunque, lógicamente, la paz de David es una paz efímera, lo mismo que la solidaridad entre las tribus, entre el norte y el sur, se resiente de muchos defectos. Pero es el primer apunte de una teología de pacificación y solidaridad que solamente se encontrará con Jesús de Nazaret. Aquí, a continuación de nuestro texto, se habla de los treinta años que tenía cuando comenzó a reinar sobre Hebrón y de los treinta y tres sobre Israel. Quizá Lucas haya podido tener esto en cuenta cuando en Lc 3,23 nos habla de la edad de Jesús para enlazar con la genealogía que justificaría que Jesús era, por José, descendiente de la línea de David.

IIª Lectura: Colosenses (1,12-20): Cristo, como hombre, es el relato de Dios

II.1. La carta a los Colosenses nos ofrece hoy un himno cristológico de resonancias inigualables: Cristo es la imagen de Dios, pero es criatura como nosotros también. Lo más profundo de Dios, lo más misterioso, se nos hace accesible por medio de Cristo. Y así, Él es el “primogénito de entre los muerto”, lo que significa que nos espera a nosotros lo que a Él. Si a él, criatura, Dios lo ha resucitado de entre los muertos, también a nosotros se nos dará la vida que él tiene.

II.2. Entre las afirmaciones o títulos sobre Cristo que podrían parecernos alejadas de nuestra cultura y de nuestra mentalidad, podemos escuchar y cantar este “himno” como una alabanza al “primado” de Cristo en todo: en su creaturalidad, en su papel salvífico, en su resurrección de entre los muertos. Para los cristianos ello no debe ser extraño, porque nuestra religión, nuestro acceso a Dios, está fundamentada en Cristo. Puede que en el trasfondo se sugiera alguna polémica para afirmar la “plenitud” de todas las cosas en Cristo. Pero es como un grito necesario este canto, porque hoy, más que nunca, podemos seguir afirmando que Cristo es el “salvador” del cosmos.

II.3. Cristo ha traído la salvación y la liberación, no solamente para un pueblo, sino para todos los pueblos, para todas las naciones. ¿Por qué? Porque Él es la imagen del Dios invisible. Este concepto, siempre discutido, se carga de contenido para mostrar la diferencia entre los reyes del pueblo del Antiguo Testamento y Cristo. Naturalmente que nos encontramos ante una confesión de fe, cantada y vivida por las comunidades primitivas y recogida en esta carta paulina. El primado de Jesús le viene de la creación y de su papel en el proyecto redentor y liberador de Dios. De la creación, porque ha vivido en profundidad la dignidad que Dios siempre ha querido para todo ser humano. De todas las afirmaciones que sobre el particular se nos presentan, lo más definitivo es que todo se sustenta en Él. En la redención porque se ha sometido siempre a la voluntad de Dios y así, además de ser el primero en la Iglesia, es el primogénito de entre los muertos: su resurrección, pues, es el prototipo de lo que nos espera a todos nosotros.

Evangelio: Lucas (23,35-43): El Salvador crucificado, ese es nuestro rey

III.1. El evangelio de Lucas forma parte del relato de la crucifixión, diríamos que es el momento culminante de un relato que encierra todo la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy especialmente de aquellos más desvalidos. Lucas, con este relato nos quiere presentar algo más profundo y extraordinario que la simple crucifixión de un profeta. Por ello se llama la atención de cómo el pueblo “estaba mirando” y escuchando. Y comienza todo un diálogo y una polémica sobre la “salvación” y el “salvarse” que es uno de los conceptos claves de la obra de Lucas. Los adversarios se obstinan en que Jesús, el Mesías según el texto, no puede salvarse y no puede salvar a otros. Además está crucificado y ya ello es inconveniente excesivo para que el letrero de la cruz (“rey de los judíos”=Mesías) pierda todo su sentido jurídico y se convierta en sarcasmo. Está claro por qué ha sido condenado: por una razón política, acusado de ir contra Roma, en nombre de un mesianismo que ni pretendió, ni aceptó de sus seguidores.

III.2. Todo, en el relato, convoca a contemplar; emplaza al “pueblo” (testigo privilegiado de la pasión en Lucas) para que sea espectador del fracaso de este profeta que ha dedicado su vida al reinado de Dios, sin derecho alguno, y rompiendo las normas elementales de las tradiciones religiosas de su pueblo. Los profetas verdaderos no pueden acabar de otra manera para las religiones oficiales. Por lo mismo está en juego, según la teología de Lucas, toda la vida de Jesús que es una vida para la salvación de los hombres. La psicología del evangelista se percibe a grandes rasgos. El pueblo será “secretario” cualificado del fracaso de éste que se ha atrevido a hablar de Dios como nadie lo ha hecho; porque se ha osado recibir a los publicanos y pecadores, compartir su vida con hombres y mujeres que le seguían hasta Jerusalén. Este era el momento esperado… y, de pronto, un “diálogo” asombroso rompe, antes de la hora “tercia”, el “nudo gordiano” de la salvación. No va a ser como Alejandro Magno con su espada a tajo, en Godion de Frigia, para dominar el mundo por esa decisión drástica. Será con la oferta audaz y valiente de la salvación en nombre del Dios de su vida.

III.3. El diálogo con los malhechores (vv. 39-43), y especialmente con aquél que le pide el “paraíso”, es un episodio propio de Lucas que ha dado al relato de la crucifixión una fisonomía inigualable. La comparación que hemos mencionado con Alejandro Magno y el “nudo gordiano” sigue estando en pie a todos los efectos. Quien crucificado, la muerte más ignominiosa del imperio romano, pueda ofrecer la salvación al mundo, podrá dominar el mundo con el amor y la paz, no con un imperio grandioso fundamentado en la guerra, la conquista, la muerte y la injusticia. Lucas es consciente de esta tradición que ha recogido y que ha reinventado para este momento y en este “climax”. Cuando ya está dictada la sentencia de impotencia y de infamia… la petición de uno de los malhechores ofrece a Jesús la posibilidad de dar vida y salvación a quien irá a la muerte innoble como él. No es un libertador militar… está muriendo crucificado, porque ha sido condenado a muerte. Los valientes militares morían a espada; los esclavos y los parias, en la “mors turpissima crucis”.

III.4. El malhechor lo invoca con su nombre propio ¡Jesús!, no como el de Mesías o el de Rey o incluso el de Hijo de Dios. Esto es algo que ha llamado poderosamente la atención de los intérpretes. Es verdad que en la Biblia, en el nombre hay toda una significación que debe ser santo y seña de quien lo lleva. “Jesús” significa: “Dios salva” o “Dios es mi salvador”. Es una plegaria, pues, al crucificado, pero Lucas entiende que en todo aquello está Dios por medio. Es decir, que Dios no está al margen de lo que está aconteciendo en la cruz, en el sufrimiento de Jesús y de los mismos malhechores. La interpelación del buen ladrón como plegaria es para Lucas toda una enseñanza de que el crucificado es el verdadero salvador y de que por medio de su vida y de su muerte, Dios salva. Por tanto encontraremos salvación y salvación inmediata: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Esta es una fórmula bíblica cerrada para expresar la vida después de la muerte. No sabemos cómo ha llegado a Lucas este diálogo de la cruz, pero la verdad es que es lo más original de todos los evangelistas sobre esta escena de la pasión. Jesús es verdaderamente rey, aunque al margen de todas las expectativas políticas. El “nudo gordiano” se rompe, si queremos a tajo, por la palabra de vida que Jesús ofrece en nombre de Dios.

III.5. Este relato majestuoso tiene muy poco de deshonor. Lucas no entiende la muerte de Jesús como un fracaso. Y no lo es en verdad. Es el momento supremo de la entrega a una causa por la que merece dar la vida. Cuando todos los que están al lado de la cruz le han retado a que salve tal como ellos entienden la salvación, Jesús se niega a aceptarlo. Cuando alguien, destrozado, aunque haya sido un bandido o malhechor, le ruega, le pide, le suplica, ofrece todo lo que es y todo lo que tiene. Desde su impotencia de crucificado, pero de Señor verdadero, ofrece perdón, misericordia y salvación. Esta teología de la cruz es la clave para entender adecuadamente a Jesucristo como Rey del universo. Es un rey sin poder, es decir, el “sin-poder” del amor, de la verdad y del evangelio como buena nueva para todos los que necesitan su ayuda. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” es la afirmación más rotunda de lo que este rey crucificado ofrece de verdad. No es la conquista del mundo, sino de nuestra propia vida más allá de este mundo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 13 de noviembre de 2016

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Gracias a la constancia salvarán sus vidas”

Este domingo trigésimo tercero es el penúltimo del Tiempo Ordinario del presente año litúrgico, y como tal, las lecturas hablan sobre el final de los tiempos, tema que suele, con mucha frecuencia, sobrecoger a quienes lo escuchan.

Es de suma importancia poder diferenciar entre el discurso apocalíptico y el discurso escatológico, entremezclados principalmente en la primera lectura y el Evangelio tomado del capítulo veintiuno del texto de san Lucas. Y finalmente, poder dilucidar el comportamiento adecuado que todo cristiano ha de llevar ante la inminencia de este final.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El “Día del Señor” es el día definitivo en que todas las acciones quedarán a la luz. No habrá entonces lugar para el mal. Para indicar esto el profeta usa el símbolo del fuego, poderoso y purificador. Dios vendrá como luz y alumbrará una nueva realidad.

Lectura de la profecía de Malaquías

Llega el día abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el día que llega los consumirá –dice el Señor de los ejércitos–, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen mi nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos.
Palabra de Dios.

Salmo 97, 5-9

R. El Señor viene a gobernar a los pueblos.

Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor que es Rey. R.

Resuene el mar y todo lo que hay en él, el mundo y todos sus habitantes; aplaudan las corrientes del océano, griten de gozo las montañas al unísono. R.

Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra; él gobernará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. R.

2ª Lectura

La carta deja ver que en la comunidad había algunos miembros que buscaban aprovecharse de la generosidad y la buena voluntad de los demás para vivir sin trabajar y metiéndose en todo. La caridad cristiana no puede ser un pretexto para ser holgazanes y entrometidos. En esto la amonestación es clarísima: el que no quiere trabajar que no coma.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 3, 6-12

Hermanos: Les ordenamos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella ocasión, les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos los mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen en paz para ganarse su pan.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 21, 28

Aleluya. Tengan ánimo y levanten la cabeza porque está por llegarles la liberación. Aleluya.

EVANGELIO

Las señales que Jesús describe han sucedido siempre y siguen sucediendo: guerras, catástrofes naturales y persecución contra los cristianos. Si estas cosas siempre han sucedido, ¿por qué Jesús dice que les prestemos atención como señales precursoras? Porque Jesús quiere que tengamos siempre una actitud atenta y vigilante. Y quiere prevenirnos sobre los falsos profetas que ante tal o cual signo ya plantean catastróficamente que llega el fin del mundo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 5-19

Como algunos, hablando del templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Discurso apocalíptico

El género apocalíptico es patente en los textos bíblicos. Incluso en los evangelios queda plasmado. Si bien es cierto que apocalipsis significa revelación, se trata de un desvelar los sucesos que en un futuro acontecerán, futuro que tiene que ver con el final de los tiempos. La fundamentación de este género literario se basa tanto en la realidad conocida como en la noción de la finitud de lo que existe. Es decir, se proyectan las realidades que hacen daño al ser humano y ponen en peligro su existencia, y la del mundo, potenciándolas hacia el futuro. Por esta razón, la cuestión sobre cuándo sucederá y cuál señal anunciará la destrucción del Templo de Jerusalén es respondida con el anuncio de guerras, terremotos, epidemias y hambre. Sin embargo, el texto evangélico en cuestión no es utilizado como medio para atemorizar o aterrar a los que lo leen o escuchan, como ninguna apocalíptica bíblica, debido a que ante el anuncio del fin siempre sobresale en Las Escrituras el tema de las promesas de Dios.

Discurso escatológico

Ante la apocalíptica bíblica descuella el anuncio del plan salvífico de Dios. Inevitablemente lo finito tendrá un final, no obstante, Dios propone al ser humano su plan. Por lo cual, Jesús dirige a sus discípulos unas palabras sobre el desenlace final de la vida de los que han decido seguirle. Sean cuales fuere las situaciones adversas, tanto las propias de la inmanencia del mundo como las que vienen anejas al seguimiento de Jesucristo, todas son ocasión para dar testimonio. Vivir la vida acogiendo su causa conllevará también acoger su destino. Por esto, si bien habrá persecuciones, cárcel, traiciones y muerte, la promesa de la salvación es más real. Esta promesa despierta la confianza de los discípulos, incluso ante la posibilidad de desastres naturales o la probabilidad de sufrimientos por la causa del Reino. Jesús promete que “con nuestra perseverancia salvaremos nuestras almas”.

¿Cómo “esperar” el fin?

Si actuamos confiados en la promesa de Dios, que ante la inminencia de un fin terrenal existe un futuro salvífico, tanto la paz como la tranquilidad han de embargar nuestro interior. También el profeta Malaquías en la primera lectura habla de este final: “pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”. Pero, cuidado con confundir tranquilidad con no hacer nada, denuncia que expresa la segunda lectura, debido a que, en la comunidad de Tesalónica, ante la inminencia del fin su decisión fue la de “sentarse a esperar”. La espera confiada en las promesas de Dios no excluye el compromiso cristiano, todo lo contrario, lo potencia. Es la seguridad que tenemos no sólo en el final prometido sino en el camino propuesto: el seguimiento del Señor. Que todo sea ocasión para dar testimonio de nuestra opción acogiendo la causa del Señor.

ESTUDIO BÍBLICO.

Esta Historia hay que vivirla con dignidad

Iª Lectura: Malaquías (3,19-20):

I.1. En la línea litúrgica de presentar los temas sobre las últimas cosas de la vida y de la historia, al final del año litúrgico, la lecturas de este domingo pecan un poco de apocalípticas. Este es un género literario religioso que tiene sus contradicciones, acertado en algunas cosas por su inspiración profética y desenfocado en otras. Es una literatura para tiempos de crisis, en que se ambiciona una identidad frente a culturas nuevas que pretenden arrasar con todo el pasado; refugio, en otros momentos, de mentalidades fundamentalistas. En la Biblia existe de todo eso un poco y a lo largo de la historia siempre ha habido grupos y personas que se encuentran demasiado a gusto en esos perfiles.

I.2. La lectura de Malaquías es un buen ejemplo de ese tipo de presentación. Es un texto que se centra en un término consagrado de la teología profética del Antiguo Testamento: el día de Yahvé, el día de la actuación de Dios. Para aquella mentalidad se trataba de presentar el final de la historia. Y son obvias sus afirmaciones: para los que han vivido arrogantemente, en la injusticia, en la ceguera del poder y la corrupción, será su final. Pero los que han vivido según el proyecto de Dios no tienen por qué temer. Es lógico pensar que alguien tiene que denunciar a los arrogantes y soberbios que un día todo eso se acabará; en ese sentido los mensajes apocalípticos tienen mucho de profético. Es, a veces, el grito reivindicativo de los que han soportado la injusticia y el oprobio.

IIª Lectura: 2ª Tesalonicenses (3,7-12): ¡No tengamos miedo al futuro! ¡Vigilemos!

II.1. La segunda lectura es un texto continuación del domingo anterior. Supone una lección muy concreta, precisamente para corregir ciertos abusos que se dieron en algunas comunidades donde, personas con mentalidad apocalíptica que esperaban el fin del mundo, se cruzaban de brazos o se aprovechaban de los que eran más sensatos y conscientes de que, mientras el mundo sea mundo y la historia sea historia real, se debe vivir en ella con dignidad y responsabilidad. Bajo la mentalidad religiosa desenfocada se pueden producir abusos que no deben ser tolerados en la comunidad.

II.2. El autor -se pretende que sea Pablo- da su testimonio personal de que él, aún siendo apóstol y teniendo derecho a vivir de ese trabajo (Cf 1Cor 9,6ss; Gal 6,6), sin embargo trabajó lo necesario para subsistir (Hch 18,3; 1Cor 4,12). Este texto, pues, viene bien para no preocuparse demasiado por el final del mundo y para no vivir en la fiebre de una mentalidad apocalíptica. Esto sigue interesando mucho a ciertos grupos sectarios, que más allá de lo religioso, embaucan a muchos por nada.

Evangelio. Lucas (21,5-19): No toda la felicidad está en esta historia

III.1. El texto del evangelio de Lucas corresponde a lo que se ha llamado el discurso escatológico de Jesús que aparece en los tres evangelios sinópticos, aunque con visiones diferentes entre uno y otro. El de Lucas es el más explícito en cuanto a corregir los abusos de algunos que se presentaban en Jerusalén o en cualquier comunidad para decir que llegaba el día del Señor, el fin del mundo, para que les siguieran a ellos. Lucas tuvo mucho cuidado de catequizar a su comunidad al respecto, en el sentido de que no fue un evangelista que se dejó impresionar demasiado por el lenguaje y los símbolos apocalípticos. Conserva, eso sí, el talante profético de este discurso que se pone en boca de Jesús como en Mc 13. El discurso base de Mc 13 pudo ser redactado, tal como lo tenemos ahora, en un momento de la crisis que Calígula provoca en la comunidad judía, y por lo mismo en la comunidad cristiana: mandó que se le levantara una estatua en la explanada del templo. Pero Lucas, por su parte y mucho más tarde de estos acontecimientos, trata de serenar y tranquilizar, máxime teniendo en cuenta que él conoció o tuvo noticia de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era. Esta es una tesis no aceptada por todo el mundo, pero que parece lógica. De hecho, Lucas es el autor del NT que mejor ha sabido asumir el mensaje profético-apocalíptico de Jesús mirando a la historia como lo más positivo, sin estar obsesionados por el final catastrófico de movimientos sectarios.

III.2. Con la destrucción de Jerusalén no llegó el fin del mundo, ni del judaísmo siquiera. Los judíos pensaban que el día que el templo fuera destruido desaparecería el pueblo de Israel. ¡No fue así! Porque sin templo, una religión puede tener mucho sentido. Luego, había que reinterpretar todos esos acontecimientos. Lucas prepara a su comunidad para las persecuciones, ya que los cristianos serán perseguidos; pero eso no es el final. Las urgencias apocalípticas no son la mejor manera para catequizar o hablar de Dios y de su salvación, pero tampoco debemos vivir con la pretensión de instalarnos aquí para siempre. El anhelo de un mundo mejor es lo radicalmente cristiano. Y ese mundo mejor se ampara en una vida nueva, en una experiencia nueva de vida que no podemos programar… como casi todo se programa hoy. No podemos avergonzarnos, los cristianos, de decir y proclamar que eso está en las manos del Dios “amigo de la vida”, que para eso nos ha creado.

III.3. No podemos menos de tener cuidado cuando nos adentramos en el sentido de un texto como este. De hecho, el fin del mundo y de la historia, que en algunos círculos cristianos surgía de vez en cuando, no se ha llevado a cabo. Es seguro que Jesús nunca se definió por un fin del mundo y de la historia con la llegada del reinado de Dios. No era un iluso, aunque fuera un “profeta” escatológico. Pero con ello hay que entender que algo nuevo y “definitivo” estaba surgiendo con su llamada a la conversión y a buscar a Dios con toda el alma y todo el corazón. Porque los reinos de este mundo solamente provocan guerras y catástrofes, pero el Reino de Dios al que él le dedica su vida, nos trae la justicia y la paz. Si no es así es porque los poderosos de este mundo quieren ocupar el lugar de Dios en la historia. Y es eso lo que se condena con este discurso. Los cristianos deben saber que estarán en conflicto con los que dominan en el mundo. En el caso de Lucas, el discurso prepara a los cristianos, no para el fin del mundo, sino para estar dispuestos a la persecución y a la lucha si en verdad son fieles al mensaje de profeta de Galilea. Por ello hay que mantenerse “vigilantes”, pero no por catástrofes apocalípticas, sino porque el reinado de Dios es una instancia crítica que no puede aceptar en muchas ambientes de este mundo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 6 de noviembre de 2016

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Para Dios todos están vivos”

Avanza el mes de noviembre, que comenzó con la fiesta de todos los santos, y continuó con la memoria agradecida de nuestros fieles difuntos. En muchos lugares y comunidades cristianas a este mes le da sentido el recuerdo de aquellos que ya se fueron de este mundo, así como la oración por ellos. Algunas imágenes de nuestra cultura actual son caricaturas tenebrosas de esta experiencia humana que nos desconcierta. En el horizonte se nos impone una reflexión mayor, más profunda: ¿Cuál es el final que nos espera? ¿Qué hay al cruzar el umbral de esta tierra? ¿Por qué, qué sentido tienen la muerte y la vida?

Después de tantos siglos de pensamiento filosófico o teológico, estas grandes cuestiones, y otras muchas, siguen en el aire. La muerte nos sitúa ante una realidad mayor, un más allá que nos desborda, y que nos pide una palabra a lo que vivimos –y cómo lo vivimos- en el presente.

La tradición cristiana tiene una respuesta desde la fe: “creemos en la resurrección de los muertos”. La liturgia de este domingo nos recuerda cómo el antiguo Israel fue dando pasos en su comprensión de esta realidad, y cómo Jesús la supera desde la madurez de su fe. Será su Palabra, pero sobre todo su propia Resurrección, la que nos ayude a nosotros a disfrutar de esta respuesta para seguir ofreciéndola al mundo.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Estos jóvenes hermanos soportaron el martirio por su fe. En medio de los tormentos, los sostiene una convicción: Dios es el único Señor de la Vida, y él los hará resucitar. Esta fe en la resurrección y la templanza con que llevaron su martirio es parte del testimonio que ellos entregaron.

Lectura del segundo libro de los Macabeos 6, 1; 7, 1-2. 9-14

El rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios. Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: “¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres”. Una vez que el primero murió, llevaron al suplicio al segundo. Y cuando estaba por dar su último suspiro dijo: “Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes”. Después de éste fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: “Yo he recibido estos miembros como un don del cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él”. El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos. Una vez que murió éste, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: “Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida”.
Palabra de Dios.

Salmo 16, 1. 5-6. 8b. 15

R. ¡Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia!

Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad. R.

Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡Mis pasos nunca se apartaron de tus huellas! Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. R.

Escóndeme a la sombra de tus alas. Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar me saciaré de tu presencia. R.

II LECTURA

La carta nos exhorta a orar para que la Palabra del Señor siga propagándose. También hoy hay gran necesidad de dar a conocer la Palabra de Dios y llevar esa Buena Noticia a muchas personas que la necesitan. Acompañemos y apoyemos todos los esfuerzos e iniciativas que se realizan para que la Palabra de Dios sea difundida cada vez más.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 2, 16—3, 5

Hermanos: Que nuestro Señor Jesucristo y Dios nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena. Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe. Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones. Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Apoc 1, 5-6

Aleluya. Jesucristo es el primero que resucitó de entre los muertos. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Aleluya.

EVANGELIO

Nuestro Dios es el Viviente y nos ha creado para la vida. Todo lo bueno que vivimos aquí, con toda su belleza y amor, no es más que un pálido anticipo de la plenitud que Dios nos regalará. Cada momento de amor, de lucidez y de belleza en este mundo es un pedacito de cielo que acercamos a la tierra. Todo se encamina hacia la comunión definitiva de amor que es la Vida Eterna.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 20, 27-38

Se acercaron a Jesús algunos saduceos que niegan la resurrección y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y luego, el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa ya que los siete la tuvieron por mujer?”. Jesús les respondió: “En este mundo, los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, ‘el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará

Sucedió en el s. II a.C. El episodio del martirio de toda una familia judía piadosa nos lleva a tomar conciencia de cómo se sigue repitiendo este hecho. A pesar de los siglos trascurridos ha sido una constante en la Historia. El testimonio de los mártires nos invita a superar la instintiva fijación en los medios, en el dolor, en la situación injusta. Lo que verdaderamente es una provocación es el sentido que ellos le dan a su muerte, aceptada en todos los casos. Se puede morir por accidente, por enfermedad o de forma trágica. Pero también se puede morir entregando la vida por un bien mayor. Y esto, siempre, cuestiona.

Quizás la vida tenga más valor que “pasarla”. Quizás valga más el sentido que le damos a la existencia, que el cuerpo que nos contiene, las relaciones o influencias sociales que nos mueven, o la Historia y sus vaivenes. Esto es lo que realmente merece ser pensado: ¿Qué vale más que la vida? ¿Por qué o por quien soy capaz de ponerla en juego?

Estamos dispuestos a morir

Muerte y vida están estrechamente ligadas. Dicen que se muere como se vive, no puede ser de otra forma. Y el final no se improvisa: podemos vivir con sentido, de acuerdo a un proyecto que elegimos y que nos marca. Cuando todo está ordenado así, cuando los golpes no desencajan ese horizonte vital deseado, entonces la muerte es más que un trágico final, impredecible y cruel. Puede convertirse en la guinda que corona una vida, el silencio final que hace comprender toda la partitura que ha estado sonando. No es la frustración de un proyecto, sino su culminación final. Eso no significa que deje de ser una experiencia de dolor, y que en ocasiones nos “rompe” interiormente… Es una realidad que forma parte de nuestra antropología, de la condición humana. Porque hemos dado sentido a la vida, nuestra muerte tiene también una palabra que decir cuando llega el silencio final… ¿Cómo elijo vivir el presente para darle sentido al futuro?

Al despertar me saciaré de tu semblante

No se habla hoy de eternidad. Todo es contingente, limitado, de “usar y tirar”. Vivimos un mundo de estímulos y respuestas inmediatas, donde todo se convierte en frágil y las palabras pierden su sentido más eterno. Hablar de algo “para siempre” es casi impensable. Lo eterno aburre, cansa, aprisiona. Y sin embargo, humanamente, nos centra lo que no pasa, lo que queda para siempre. ¿No será que en el fondo tenemos hambre de eternidad? Más que una utopía irrealizable o falsamente consoladora, es la promesa que Dios da a sus hijos: tú puedes vivir conmigo sin límites. Porque los límites nos rompen nuestros planes: el tiempo que se agota, los espacios que se acaban, los amores que se frustran, la salud que se pierde… Necesitamos anclar nuestra vida en una realidad que permanezca. ¿Cómo ofrecer a nuestro mundo respuesta a ese anhelo? La experiencia de Dios, eterno y fiel, sigue siendo un ofrecimiento para este deseo. Por la resurrección de Cristo somos llamados, invitados, atraídos a “lo que no se pasa”.

Dios nuestro Padre, que nos ha amado tanto

Lo que en el fondo la muerte pone en juego, lo que realmente nos cuestiona es lo que pasa con el amor. Las realidades contingentes sabemos que caducan, pero, ¿y lo que hay en nosotros de inmortal? Sí, la muerte toca a nuestra capacidad de amor, eso que intuimos que no se puede terminar. Ofrece una respuesta a nuestro amor (lo que hayas amado, en Cristo, no se termina sino que se plenifica) desde el amor. Porque al final, después de la última puerta, cuando todo parece oscuro, la fe nos dice que nos recibe el que es Amor, Dios mismo.

No tenemos muchas más certezas, pero Jesús nos ha iluminado sobre ello. El último tramo de la vida es el camino que lleva al Amor verdadero y pleno, es el gozo de experimentarlo sin límites ni contradicciones, sin velos ni heridas. Al final es sólo Dios, su misericordia y su ternura de Padre lo que se nos da como premio y como respuesta. Por eso, frente al amor, sólo se nos pide confianza…

Seguid cumpliendo todo lo que os hemos enseñado

Nos llegan continuamente imágenes distorsionadas de esta realidad que es profundamente humana. Algunas, de moda en el mundo juvenil; otras, por el cine o los medios de comunicación, nos presentan el pánico de la muerte o el hastío de la vida. Tan fea es la muerte que hay que alejarla de la realidad cotidiana. Nos distancian de esa experiencia vital humana, la disfrazan de tragedia y barbarie, con espíritu de burla y afán de comercio, y nos meten en una cultura del terror y lo oscuro. Y no es así. “Morir solo es morir”, “es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba” “tener la paz, la luz, la casa juntas”, como escribió Martín Descalzo afrontando su final. ¿Y si volviésemos a una comprensión más humana, más sencilla, más natural y de confianza?

Cuando llegue la resurrección…

Jesús, en el pasaje del evangelio de hoy, no responde. Buscan, buscamos, respuestas casuísticas o fantasías para acercarnos a esta realidad. Pero la muerte nos enfrenta a una experiencia real, que requiere madurez humana y evangélica para ser abordada, y también para interpretarla. A la luz de la Palabra, de la confianza en el Dios que nos ama, la respuesta que se nos pide es de confianza. La doctrina de la Iglesia en este aspecto no entra en detalles de ningún tipo: es madura, vuelve a lo esencial y básico. Al final, más allá de imágenes, se pide una respuesta de fe.

No es Dios de muertos sino de vivos

El problema que el ser humano tiene quizás no sea su muerte, sino su vida, el modo de afrontarla. La propia y la ajena. El reto está en vivir, en hacerlo cada día con esperanza e ilusión, desde la entrega y el amor, gozando de este regalo único que se nos ha dado. Compartiéndola con otros, cuidando vidas que también nos pertenecen, haciéndonos responsables, maduros, solidarios. En Jesús de Nazaret tenemos no sólo el modelo del hombre que experimentó la resurrección final, sino de aquel que hizo de su existencia una vida con sentido y plenitud.

ESTUDIO BÍBLICO.

Hemos sido creados para la vida no para la muerte

Iª Lectura: 2º Macabeos (7,1-14): El martirio como experiencia de vida

I.1. Desde la fiesta de Todos los Santos, la liturgia del año comienza a introducirnos en los temas llamados escatológicos, los que se preocupan de las últimas cosas de la vida y de la fe, del futuro personal y de esta historia. Y hay que poner de manifiesto que sobre esas ultimidades es necesario preguntarse, y debemos relacionarnos con ellas como planteamiento base de la existencia cristiana: ¿Qué nos espera? ¿En quién está nuestro futuro? ¿Será posible la felicidad que aquí ha sido imposible? La liturgia de hoy quiere ofrecernos respuesta, más bien aproximaciones, de lo que fue uno de los descubrimientos más grandes de la fe de Israel y de los mismos planteamientos personales de Jesús, el Señor.

I.2. Esta lectura de los Macabeos nos cuenta la historia del martirio de una familia piadosa judía del s. II a. Cristo que no consintió en renunciar a sus tradiciones religiosas de comer algo impuro y someterse a la mentalidad pagana de los griegos. Es una de las epopeyas religiosas en que se descubre que, cuando se da la vida por algo, siempre se hace porque se considera que la vida aquí en la tierra no lo es todo, que debe haber otra vida. Esta creencia le costó mucho descubrirla al pueblo de Dios. Durante mucho tiempo se creía en Dios, pero no fue fácil dar un paso hacia la afirmación de que ese Dios nos ha creado para la vida y no para la muerte.

IIª Lectura: 2ª Tesalonicenses (2,15 -3,5): Dios, nuestro consuelo y esperanza

La segunda lectura nos ofrece un texto de consolación. El autor, en este caso puede ser un discípulo de Pablo, más que Pablo mismo, habla de un consuelo eterno y una esperanza espléndida. Sin duda que se refiere a lo que se trata en la carta: el final de los tiempos y la suerte de los que han muerto. La Palabra del Señor trae a los hombres esa esperanza, esa posibilidad, esa opción que hay que hacer frente a ella. Porque en este mundo, en lo más radical de nosotros mismos, debemos elegir entre la nada o esa esperanza que Dios nos ofrece. El autor se apoya precisamente en que Dios es fiel y nunca falta a sus promesas; si Él ha prometido la vida, debemos vivir con esa esperanza espléndida.

Evangelio: Lucas (20,27-38): Nadie, desde su muerte, vive en la "nada"

III.1. En el evangelio de este día es donde encontramos una de las páginas magistrales de lo que Jesús pensaba sobre esas ultimidades de la vida. El profeta Jesús, como persona, como ser humano, se pregunta, y le preguntaban, enseñaba y respondía a las trampas que le proponían. La ley de la halizah (Dt 25,9-19) es a todas luces inhumana, no solamente antifeminista. La ridiculez de la trampa saducea para ver de quién será esposa la mujer de los siete hermanos no hará dudar a Jesús. En este caso son los saduceos, el partido de la clase dirigente de Israel, que se caracterizaba, entre otras cosas, por una negación de la vida después de la muerte, los que pretenden ponerle en ridículo. En ese sentido, los fariseos eran mucho más coherentes con la fe en el Dios de la Alianza. Es verdad que la concepción de los fariseos era demasiado prosaica y pensaban que la vida después de la muerte sería como la de ahora; de ello se burlaban los saduceos que solamente creían en esta vida. En todo caso, su pensamiento escatológico podría ceñirse a la supervivencia del pueblo de Dios en este mundo, en definitiva… un mundo sin fin, sin consumación. Y, por lo mismo, donde el sufrimiento, la muerte y la infelicidad, nunca serían vencidas. Sabemos que Lucas ha seguido aquí el texto de Marcos, como lo hizo también Mateo.

III.2. Jesús es más personal y comprometido que los fariseos y se enfrenta con los materialistas saduceos; lo que tiene que decir lo afirma rotundamente, recurre a las tradiciones de su pueblo, a los padres: Abrahán, Isaac y Jacob. Pero es justamente su concepción de Dios como Padre, como bondad, como misericordia, lo que le llevaba a enseñar que nuestra vida no termina con la muerte. Un Dios que simplemente nos dejara morir, o que nos dejara en la insatisfacción de esta vida y de sus males, no sería un Dios verdadero. Y es que la cuestión de la otra vida, en el mensaje de Jesús, tiene que ver mucho con la concepción de quién es Dios y quiénes somos nosotros. Jesús tiene un argumento que es inteligente y respetuoso a la vez: no tendría sentido que los padres hubieran puesto se fe en un Dios que no da vida para siempre. El Dios que se reveló en la zarza ardiendo de Sinaí a Moisés es un Dios de una vez, porque es liberador; es liberador del pueblo de la esclavitud y es liberador de la esclavitud que produce la muerte. De ahí que Jesús proclame con fuerza que Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Para Él “todos están vivos”, dice Jesús afirmando algo (según Lucas lo entiende) que debe ser el testimonio más profundo de su pensamiento escatológico, de lo que le ha preocupado al ser humano desde que tiene uso de razón: hemos sido creados para la vida y no para la muerte.


III.3. Es verdad que sobre la otra vida, sobre la resurrección, debemos aprender muchas cosas y, sobre todo, debemos “repensar” con radicalidad este gran misterio de la vida cristiana. No podemos hacer afirmaciones y proclamar tópicos como si nada hubiera cambiado en la teología y en la cultura actual. Jesús, en su enfrentamiento con los saduceos, no solamente se permite desmontarles su ideología cerrada y tradicional, materialista y “atea” en cierta forma. También corrige la mentalidad de los fariseos que pensaban que en la otra vida todo debía ser como en ésta o algo parecido. Debemos estar abiertos a no especular con que la resurrección tiene que ocurrir al final de los tiempos y a que se junten las cenizas de millones y millones de seres. Debemos estar abiertos que creer en la resurrección como un don de Dios, como un regalo, como el final de su obra creadora en nosotros, no después de toda una eternidad, de años sin sentido, sino en el mismo momento de la muerte. Y debemos estar abiertos a “repensar”, como Jesús nos enseña en este episodio, que nuestra vida debe ser muy distinta a ésta que tanto nos seduce, aunque seamos las mismas personas, nosotros mismos, los que hemos de ser resucitados y no otros. Debemos, a su vez, “repensar” cómo debemos relacionarnos con nuestros seres queridos que ya no están con nosotros y hacer del cristianismo una religión coherente con la posibilidad de una vida después de la muerte. Y esto, desde luego, no habrá teoría científica que lo pueda explicar. Será la fe, precisamente la fe, lo que le faltaba a los saduceos, el gran reto a nuestra cultura y a nuestra mentalidad deshumanizada. No seremos, de verdad, lo que debemos de ser hasta que no sepamos pasar por la muerte como el verdadero nacimiento. Si negamos la resurrección, negamos a nuestro Dios, al Dios de Jesús que es un Dios de vivos y que da la vida verdadera en la verdadera muerte. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).