domingo, 25 de septiembre de 2016

DOMINGO 26º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida”

El rico epulón y el pobre Lázaro es una historia ejemplar, y, al igual que las parábolas, invita a la conversión y a obrar bien. El obrar bien al que se refiere este relato es la justicia: tanto das, tanto recibes. Ni más ni menos. Como la justicia no suele cumplirse en este mundo, porque los poderosos imponen su propia ley y su poder, ha surgido un sentimiento en casi todos los pueblos de que tiene que haber un más allá donde un juez supremo dé a cada uno su justo merecido. Se desea y se espera que este juez sabio, poderoso y ecuánime del otro mundo invierta los destinos o las suertes de las personas, precisamente para restablecer la justicia: el que ha sido pobre en este mundo, será rico en el otro; mientras que el que ha abundado en la riqueza aquí, padecerá en el más allá una vida de tormentos y de privaciones. La parábola es un ataque a las injusticias perpetradas en el mundo por la distribución desigual de la riqueza, y, al mismo tiempo, una llamada a que los ricos se decidan a repartir con todas las víctimas de la indigencia; por la cuenta que les tiene.

Hasta aquí, en esta narración sobre la justicia no hay nada específicamente cristiano. Historias similares a la del rico epulón y el pobre Lázaro existen en otras culturas y en otras religiones. Pero un cristiano ha oído, además de esas historias, la parábola del buen samaritano y, sobre todo, la del hijo pródigo, en las que hay una superación de la justicia: la gratuidad, la misericordia. Esto sí es específicamente cristiano. En efecto, vemos que el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo se mueve en su diálogo con el padre únicamente en el plano de la justicia: el que la hace, la paga; o lo que es lo mismo, a cada uno, según sus méritos. Nada más. El Padre –y Jesús– dan un salto cualitativo y se sitúan en el plano superior de la gratuidad. Ésta supera a la justicia, porque da infinitamente más que recibe; es más, da sin esperar nada a cambio, cosa que no sucede en la justicia. Nos preguntamos entonces: ¿es el Padre de Jesús y Padre nuestro un Dios de la justicia o de la misericordia? Diríamos que de las dos, porque la justicia no es algo opuesto a la gratuidad; es simplemente un escalón inferior a la misericordia, de tal modo que el que practica la gratuidad no puede de ninguna manera obrar injustamente. La gratuidad o misericordia incluye a la justicia, aunque la supere. La gratuidad o misericordia es el máximo escalón al que debe tender cualquier seguidor de Jesús. Pero, para ello, ha de subir a ese peldaño desde la justicia. No puede saltárselo.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta describe la vida de lujo sofisticado que se vivía en las capitales. Estos placeres de unos pocos hacían un fuerte contraste con “la ruina de José”, es decir, la calamitosa situación de la mayor parte del pueblo. El pecado no consiste en tocar música, comer o beber. El pecado es regodearse egoístamente sin compartir, en un momento en que el pueblo estaba pasando gran necesidad.

Lectura de la profecía de Amós 6, 1a. 4-7

¡Ay de los que se sienten seguros en Sión! Acostados en lechos de marfil y apoltronados en sus divanes, comen los corderos del rebaño y los terneros sacados del establo. Improvisan al son del arpa, y como David, inventan instrumentos musicales; beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina de José. Por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de los libertinos
Palabra de Dios.

Salmo 145, 7-10

R. ¡Alaba al Señor, alma mía!

El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos. R.

El Señor protege a los extranjeros, sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece el camino de los malvados. R.

El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

II LECTURA

Conservar la fe no significa quietismo ni fosilización. Conservar la fe es vivirla alegre y dinámicamente, sabiendo que todo en nuestra vida se orienta hacia el encuentro definitivo con Jesucristo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6, 11-16

Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos. Yo te ordeno delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que dio buen testimonio ante Poncio Pilato: observa lo que está prescrito, manteniéndote sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que hará aparecer a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. ¡A él sea el honor y el poder para siempre! Amén.
Palabra de Dios.

ALELUYA        2Cor 8, 9

Aleluya. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. Aleluya.

EVANGELIO

La parábola nos lleva a una mirada introspectiva y a considerar cuántas riquezas tenemos. Estas pueden ser bienes materiales o el tesoro que significa “tener por padre a Abraham”, es decir, ser creyente. No es indispensable que optemos por la pobreza extrema o nos embarquemos como misioneros a tierras lejanas. Miremos con atención y, a la puerta de nuestra casa, hay algún hermano o hermana esperando el pan cotidiano y la buena noticia del Evangelio.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 19-31

Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”. “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”. El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”. “No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”. Pero Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

En la catequesis que hemos recibido desde niños, se ha identificado "lo que dice" y narra esta historia del rico epulón y el pobre Lázaro con "lo que realmente quiere decir". Y se nos han enseñado como reales los que no son más que meros elementos inventados para la construcción de la historia: la existencia y el escenario del juicio después de la muerte, el cielo como premio y el infierno de fuego como castigo, el diálogo de los muertos con los vivos, la imposibilidad de arrepentimiento una vez que nos llega la muerte, etc. ¿Qué podemos sacar nosotros hoy de "lo que quiere decir" esta historia ejemplar?

Para un creyente cristiano, la persona que hemos sido en nuestra historia engarza con la que seremos más allá de la muerte

Ciertamente no será como nos lo narra la parábola, donde se nos muestra a los personajes después de la muerte tal como estuvieron en este mundo. Pero en la resurrección cristiana, el ser humano que vivió cada uno en la propia historia no pierde su identidad, sino que la realiza en plenitud. Es un salto prodigioso de la identidad histórica a la identidad resucitada, sin el corte de la aniquilación de lo que hemos sido en la vida.

Para un creyente cristiano, la resurrección no minimiza en absoluto la vida que hemos ido construyendo en nuestra historia, sino que le da suma importancia. La identidad resucitada no se opone a la identidad histórica como el verdadero ser humano al aparente. La humanidad resucitada se halla ya presente en la humanidad histórica como el árbol se halla presente en la semilla. ¿Quién puede despreciar la semilla para poner todo el acento en el árbol?

De ahí se deriva que para llegar a la vida resucitada no vale construir en la historia cualquier tipo de persona. El fruto que seremos depende de la semilla que ahora vamos siendo. ¿Da lo mismo ser asesino que asesinado, ordenar masacres por intereses mezquinos que morir inocentemente, acaparar injustamente riquezas que morirse de hambre, amar que odiar, cultivar exquisitas relaciones de fidelidad que practicar el engaño, la mentira y el fraude? Evidentemente, no. La razón de ello está en que el ser humano tiene libertad para actuar, pero también responsabilidad de lo que se ha hecho.

¿Cómo será el ser humano resucitado?

Todas las culturas han diseñado cómo va a ser nuestra vida después de la muerte. La parábola de hoy nos lo cuenta con pelos y señales. Es una imaginación. Porque de la vida del más allá no tenemos ni el más mínimo atisbo de experiencia, ni la ha tenido nadie. Lo que digamos no son más que elaboraciones nuestras que las hacemos a la medida de cómo vivimos aquí en la historia. La única actitud que cabe ante la vida resucitada en la esperanza o expectativa radical.

La esperanza o la expectativa es una mezcla de confianza, ilusión, deseo y temor. Ante la vida del más allá no cabe otra esperanza o expectativa que no sea la radical, pues no se apoya en ningún tipo de experiencia vivida por nadie. Aunque tengamos la tentación de hablar de la vida del más allá y de describirla, lo única opción razonable es el silencio y esa expectativa radical, que, aunque tiene bases racionales firmes para creer en ella, no está exenta de serias y profundas dudas.

La expectativa exige un compromiso activo con aquello que se espera. El futuro no llega si uno no se compromete en su consecución. Y ya sabemos cómo Jesús esperó la resurrección: comprometiéndose con los pobres, los despreciados, las mujeres, los abandonados, hasta sufrir la muerte por ello.

Y del infierno, ¿qué? ¿Es un escenario inventado en éste y en otros pasajes evangélicos?

Los predicadores modernos ya casi no hablan del infierno, del juicio y de la condenación eterna. Después de una enorme inflación de siglos de predicaciones amenazantes sobre la condenación inminente, constatamos ahora un silencio, pero que no deja de ser un silencio incómodo y hasta perturbador. Porque, aunque ya no se habla de ello, nos seguimos preguntando: ¿quedarán impunes todas las injusticias, asesinatos, exterminios, robos, violaciones, etc., sin que los autores reciban un castigo reparador para sus víctimas? Acerca de la condenación eterna ofrecemos brevemente una explicación (E. Schillebeeckx, O.P.) entre las muchas que puedan existir. Es la siguiente. El Dios vivo se hace presente en nuestro mundo en la fraternidad tal como la vivió y predicó Jesús. Es decir, de la vida de Dios participa el que ama a los demás. Este vínculo vital con la vida de Dios en la fraternidad cristiana no puede romperse ni ser aniquilado por la muerte, como no lo fue con Jesús crucificado. En Jesús, Dios vence a la muerte para aquéllos que como él viven en este mundo el reino del amor fraterno. Existe cielo porque la vida de Dios, presente entre los hombres misericordiosos, se continúa después de la muerte. ¿Y las personas malas, injustas, asesinas, ladrones, etc.? Pues simple y llanamente están diciendo un no a vivir en nuestro mundo la vida de Dios, que no tiene otra manifestación que la fraternidad como la practicó Jesús. Esas personas malas han decidido libremente no tener en este mundo vida de comunión con Dios en el amor a los demás. Lógicamente, también están renunciando a una vida con Dios más allá de la muerte. Ésa es su decisión. Para ellos, la muerte es el final de su camino. No habrá ninguna vida (con Dios) más allá, porque tampoco la hubo en su historia terrenal. Han negado el vínculo con la vida de Dios aquí, con lo cual también lo están negando para después de su muerte. Los malos no tienen vida eterna. Su muerte es realmente el final de todo, porque se han autoexcluido de esa vida con Dios.

A Dios no se le acepta por la fuerza de pruebas prodigiosas

"No creerán ni aunque un muerto resucite". ¿El muerto resucitado es Jesús? Podría ser, porque la resurrección de Jesús no convence por la fuerza de la evidencia o por ser un prodigio portentoso. Dios sólo es accesible por la fe, que no es otra cosa que la seducción que siente quien se abre a que Dios invada su vida. Y esta vida de Dios se manifiesta en este mundo en la fraternidad al modo de Jesús.

¿Fue castigado el rico por sus riquezas o por su falta de caridad?

El evangelista Lucas, como judío, se acuerda de que la Ley y los profetas invitan a la misericordia y prohíben la ostentación orgullosa; como griego, recuerda asimismo las estimulaciones de esa cultura a la moderación. Así pues, ¿el error del rico no consistió solamente en haberse olvidado del pobre Lázaro, sino también en haber vivido con un lujo excesivo? Desde la óptica cristiana no hay duda: los ricos son condenados por no tener misericordia con los pobres. Mejor dicho, porque su enriquecimiento se construye a costa del empobrecimiento de los más débiles. La riqueza puede ser condenada por filosofías que hacen de la moderación un ideal de virtud. Pero para los cristianos, no es la riqueza lo que se condena, sino el empobrecimiento del que son víctimas muchas personas. Y lo son, a causa del enriquecimiento de unos pocos.

Hoy el empobrecimiento tiene un mayor alcance que en tiempos de Jesús, porque esta cultura ha convertido el dinero en su valor supremo que invade, condiciona y caracteriza toda nuestra vida. La vida nos sabe fundamentalmente a dinero, a mercancía. Por tanto al pobre se le condena, además de al hambre, a la enfermedad y al analfabetismo, a ser el mayor proscrito de una sociedad en la que el único sabor de la vida lo da el dinero, la riqueza.

ESTUDIO BÍBLICO.

La justicia, ahora, tiene que ver con nuestra felicidad futura

Iª Lectura: Amós (6,1-7):

I.1. Una de las “invectivas” más fuertes y acres del profeta Amós es ésta que se lee en este domingo y que nos recuerda las situaciones más escandalosas de la sociedad de consumo. El profeta de la justicia social sabe advertir contra aquellos que se refugian en un “boom económico” como está viviendo en esos instantes el reino del Norte, Israel, cuya capital, Samaría, era muy lujosa. Una sociedad de consumo es bien injusta desde todos los puntos de vista: los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres en la medida en que el lujo, el dinero, el poder, es sólo de unos pocos. El profeta no callará.

I.2. Pero vemos que el profeta no pretende pedir apretarse el cinturón ante una crisis que se avecina; el problema es más de raíz: el pueblo elegido tiene que vivir según los criterios de Dios que pide la justicia y la igualdad para todos. Su ideología no es la de un hombre desfasado, sino la de aquél que siente que Dios no puede soportar la irresponsabilidad humana. Llegará, como llegó, la crisis, la destrucción por medio de la gran potencia Asiria. La injusticia trae destrucción; siempre ha sido así. La conciencia crítica de los profetas es una alerta siempre necesaria. Molestan nuestra comodidad, pero son imprescindibles para nuestra conciencia adormecida.

IIª Lectura: Iª Timoteo (6,11-16): Perseverancia en la fe, como confianza

El texto de la carta a Timoteo es una llamada a la lucha por la fe. El hombre piadoso, religioso, sabe que en este mundo, mantener la fe, no es fácil, porque las cosas de Dios y del evangelio no se imponen por sí mismas. Otros dioses, otros poderes, roban el corazón de los hombres y es necesario mantener la perseverancia. Pero esta virtud no es la cerrazón en una ideología, sino la dinámica que nos abre al proyecto futuro de Dios. Este mundo tiene que ir consumándose en la justicia, en la solidaridad, en el amor...hasta que llegue la manifestación de la plenitud de Dios, que nos ha revelado Jesucristo.

Evangelio: Lucas (16,19-31): ¡Construyamos el cielo como Dios quiere, no el infierno!

III.1. El evangelio de Lucas cierra el famoso capítulo social que el domingo pasado planteaba cuestiones concretas para los cristianos, como el amor al dinero o a las riquezas y la actitud que se debe mantener (Lc 16). Se cierra con la famosa parábola del pobre Lázaro y el rico epulón, que es lo opuesto a la parábola con la que se abría el mismo. El rico epulón es el motivo para poner de manifiesto, en la mentalidad de Lucas, lo que espera a los que no son capaces de compartir sus riquezas con los pobres. Y no ya solamente dando limosnas, sino que la parábola es mucho más concluyente: la situación de Lázaro se produce por la actitud del que se viste de púrpura y lino y celebra grandes fiestas. Esta narración parabólica da mucho de sí para hablar, hoy más que nunca, de las diferencias sociales; del empobrecimiento mundial, de la deuda que muchos pueblos del Tercer y Cuarto mundo no pueden soportar. Y se hablará, incluso, del “infierno” que muchos se merecen… Veamos algunos aspectos.

III.2. La culpabilidad del rico siempre está en oposición a alguien que vive miserablemente y a quien él debería haber sacado de ese mal. De ahí que la figura de Lázaro, el pobre, aparezca en toda la narración como punto de referencia del rico, no solamente mientras están los dos en este mundo, sino muy especialmente en el más allá. Cuando el rico vive su situación de desgracia, ya irreversible según la ideología del texto, pide y ruega que Lázaro le refresque su lengua con la punta de sus dedos (v. 24); o que se le mande para que advierta a sus hermanos (v. 27). ¿Es un adorno literario, pasivo, para confirmar lo que se ha definido en el v.25? Es mucho más que eso. No intentemos definir el “infierno” al pie de la letra de la narración, con llamas o algo así: ¡sería una equivocación teológicamente imperdonable! Consideramos que se quiere poner el dedo en la llaga como conciencia crítica expresada de una forma semiótica por la figura del pobre, que tiene un nombre propio, a quien él debería haber liberado. Y es que la riqueza en sí no es neutra, ni se recibe nunca como bien discriminatorio, como muchos defendían en la mentalidad del judaísmo del tiempo de Jesús y del cristianismo primitivo.

III.3. La acumulación de riquezas es injusta; pero es más injusta todavía cuando al lado (y hoy, al lado, por los medios de comunicación, son miles de kilómetros) hay personas que ni siquiera tienen las migajas necesarias para comer. A nosotros nos parece que la culpabilidad de los ricos (o de los pueblos ricos) que se comportan frente a los miserables como el de nuestro ejemplo está absolutamente presente desde el principio al final de la narración, y esto sin recurrir a una alegorización excesiva de la misma. Pero no deja de ser curioso que el rico ni siquiera tiene nombre. Es un rico sin nombre… ¡qué curioso!. En la parábola, por el contrario, quien tiene nombre propio es Lázaro. No es eso lo que sucede precisamente en nuestro mundo de relaciones sociales injustas. Los ricos salen en todos los periódicos y hablan de ellos todas las revistas financieras y del corazón. Y además, el rico sin nombre bien que sabe el nombre que tiene el pobre: ¡Lázaro!, signifique lo que signifique (Eleazar, en hebreo significa “Dios es mi ayuda”). ¡Todo esto da que pensar en la parábola que Jesús ha inventado, no solamente de una historia, sino de muchas historias reales!


III.4. El rico es culpable frente a Lázaro, no frente a los pobres en general, que siempre puede ser una excusa; frente a una persona con nombre propio que se ha encontrado en su vida. Eso, desde luego, no quita que también se pueda hablar de la esperanza de los pobres frente al Dios justo, aquí representado por Abrahán. El abismo, pues, entre los ricos y los pobres, según Lucas quiere poner de manifiesto, puede y debe cambiarse en el presente. El futuro se hace en el presente y quien sabe cambiar su presente, cambia también el futuro. Este es el objetivo final también de la narración sobre el rico epulón y el pobre Lázaro, como lo era del administrador de la injusticia que supo repartir el dinero acumulado de su señor para hacerse amigos; no se lo guardó para él. Pero los que usan las riquezas sólo para sí... se están cerrando el futuro. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

domingo, 18 de septiembre de 2016

DOMINGO 25º DEL TIEMPO ORDINARIO


“No pueden servir a Dios y al dinero”

En las lecturas que nos propone la liturgia de este domingo encontraremos varios aspectos sobre la función de la riqueza y el dinero que pueden ayudarnos en el desarrollo de nuestra vida cristiana. La predicación de Jesús sobre el Reino Dios, tal como la recogen los cuatro evangelistas, está llena de alusiones a la riqueza, expresando claramente cuál debe ser la actitud que como creyentes hemos de tener cuando nos planteamos seriamente el seguimiento de Cristo. Hoy, el profeta Amós y el evangelio de Lucas iluminan este tema tocando un matiz muy especial que hace referencia a la codicia y el amor desmedido al dinero olvidando la función social; un tema que por desgracia está de actualidad en nuestros días. De ahí el resumen de estas lecturas, en una frase lapidaria de todos conocida: No se puede servir a Dios y al dinero.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La denuncia profética se dirige contra aquellos que sólo piensan en obtener ganancias económicas, aunque para esto tengan que cometer injusticias o pisotear a los débiles. Dios no queda indiferente ante estos atropellos. Dios escucha el clamor de los pobres.

Lectura de la profecía de Amós 8, 4-7

Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes dicen: “¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo”. El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones.
Palabra de Dios.

Salmo 112, 1-2. 4-8

R. ¡Alaben al Señor, que alza al pobre!

Alaben, servidores del Señor, alaben el Nombre del Señor. Bendito sea el Nombre del Señor, desde ahora y para siempre. R.

El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. ¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas, y se inclina para contemplar el cielo y la tierra? R.

Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria, para hacerlo sentar entre los nobles, entre los nobles de su pueblo. R.

II LECTURA

Este llamado a orar en diversas formas - plegaria, oración, súplica o acción de gracias - llega también hasta nosotros hoy, para que seamos personas y comunidades de oración. Esa oración nos fortalecerá y enriquecerá no sólo a nosotros, sino a toda la sociedad.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1-8

Querido hijo: Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Éste es el testimonio que él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento. Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.
Palabra de Dios.

ALELUYA        2Cor 8, 9

Aleluya. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. Aleluya.

EVANGELIO

No parece un ejemplo moralmente bueno el de este administrador que primero roba y después miente. ¿Por qué toma Jesús un caso así para enseñar con su parábola? Todos conocemos este modo de obrar de los hijos de las tinieblas. Y sabemos cómo agudizan el ingenio para lograr sus objetivos. ¿Qué haremos nosotros, entonces, por el Reino de Dios? La parábola nos invita a ser creativos, tener iniciativa y no escatimar recursos al ocuparnos de las cosas de Dios.


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 1-13

Jesús decía a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto”. El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!”. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”. “Veinte barriles de aceite”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez”. Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Cuatrocientos quintales de trigo”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos”. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les con fiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Palabra del Señor.

O bien más breve:

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 10-13

Jesús decía a sus discípulos: El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

En la primera lectura, el profeta Amós recrimina a sus contemporáneos su afán posesivo ante el dinero, y la búsqueda de una seguridad, mal entendida, que no duda en utilizar medios fraudulentos para aumentar los ingresos personales. Son las viejas caras de la corrupción tan actual en nuestro tiempo. El peligro está en ver normal lo que acaba siendo para muchos un centramiento obsesivo en el dinero, que a su vez genera injusticia social; injusticia que padecerán principalmente los que tienen menos defensas, como son los marginados de nuestra sociedad, los pobres, los débiles, los no adaptados... De estos es de quien habla el profeta Amós, que termina su “diatriba” recordándonos a todos la presencia de un Dios justo que no olvidará las acciones de aquellos que explotan al necesitado.

Merece la pena detenerse en él Salmo interleccional de hoy, porque sigue con esta misma temática. También para hacer notar que el mensaje de Jesús hunde sus raíces en la tradición bíblica más pura del Antiguo Testamento, en la que aparece ya la predilección de Dios por los más necesitados. Así cuando dice: “El Señor levanta del polvo al desvalido, del estiércol, y hace subir al pobre para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo”. Está haciendo una clara referencia a la acción liberadora del Mesías, pero también a nosotros invitados a continuar esa misma acción levantando del polvo a los pobres que están todavía aquí, con nosotros. No olvidemos que los Salmos son himnos escogidos motivo de reflexión para nuestra oración que nos llevarán a tener los mismos sentimientos del Padre común.

El evangelio de Lucas que hoy leemos trata de un administrador, de un hombre que en su gestión se beneficia del dinero que administra. El amo al enterarse de su forma de actuar, decide despedirlo. El administrador sin embargo al reflexionar sobre su futuro no encuentra más salida que llegar a un acuerdo con los deudores del amo para no verse en la calle y empieza a maniobrar con ellos rebajando la deuda.

La parábola no se detiene a juzgar las maniobras de este empleado, a todas luces inmorales. Sin embargo comenta algo muy curioso que nos cuesta entender; me refiero al comentario del amo que, al enterarse del engaño del administrador, le felicita por la astucia con que había procedido en un momento tan difícil para su futuro. La razón es que los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz. Así termina la parábola.

Y yo les digo: “Ganen amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte los reciban en las moradas eternas”.

A continuación el evangelista pone en boca de Jesús una reflexión que ciertamente era novedosa entonces y aún algunos la encontrarán subversiva, sin embargo, solo quiere poner de manifiesto la injusticia que subyace en la riqueza que no cumple una función social, por eso al decir “dinero injusto”, da por supuesto que la riqueza es injusta si no tiene otras miras más altas que las del propio beneficio, es decir, en la complacencia egoísta del dinero que da seguridad e ignora las necesidades ajenas. Así podemos entender la frase evangélica que parece exagerada: “Gánense amigos con el dinero injusto”. Es decir, ahora que están todavía en un tiempo propicio compartan sus bienes con los más necesitados pensando que somos todos más que amigos, hermanos. Esta es la “astucia” del administrador que ha descubierto otra función del dinero, ganar amigos y ayudar a los pobres que dependen como él de un amo rico que no carece de nada.

Después de esta parte de la parábola que salva la acción deshonesta del administrador, porque ha sabido, podemos decir, “blanquear” sus fraudes, y como si quisiera el autor reprender a este empleado “astuto”, continúa la parábola defendiendo la honradez en lo pequeño y en lo grande. El Evangelista Lucas con esta frase quiere subrayar la ética en las relaciones inter-personales y en concreto, en las relaciones económicas.

La parábola continúa presentándonos una justicia superior que llegará al cumplirse el destino definitivo del hombre, cuando dice: “Así, los recibirán en las moradas eternas”. Una vez más Jesús hace referencia al encuentro definitivo con el Padre que juzga las acciones de sus hijos.

Al finalizar esta parábola nos encontramos con una con esta reflexión o mandato, que el Evangelista pone en boca del mismo Jesús:

“Ningún siervo puede servir a dos amos. Porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro o bien se dedicará a uno y no hará caso del otro…”

Es un principio que recuerda el compromiso fundamental que el creyente debe tener ante el seguimiento de Cristo. Es un compromiso que no se resuelve solamente en el área intelectual y espiritual del ser humano sino que compromete además aspectos afectivos y sensitivos de la persona. Por eso la elección no es meramente especulativa sino que al comprometer áreas más profundas de la personalidad genera una lucha interior en la elección de un amo u otro con sus dudas y altibajos, pero hay que subrayar que caben términos medios ya que no se puede servir a dos amos…

Lucas que escribe este evangelio y se mueve en un ambiente cultural donde la esclavitud era normal y emplea palabras que tienen relación con la falta de libertad y la anulación de la persona que se genera en esa situación, por eso emplea términos que entendían sus oyentes, como amo, señor, siervo, esclavo. Alguien dirá que es un lenguaje desfasado no actual, pero ahora en nuestro mundo podemos encontrar el mismo significado substituyéndolos por otras palabras que serán más técnicas que denotan una falta a veces mayor de libertad interior. Pensemos en el poder del dinero que propicia situaciones personales de “adicción”, “dependencia”, “servidumbre “o “esclavitud , difíciles de superar que acaban muchas veces anulando a la persona.

Por eso una vez más hay que subrayar que Jesús no condena el dinero ni la riqueza, solo hace una llamada de atención ante el mal uso del dinero planteando unos principios necesarios para que el creyente forme su conciencia y el dinero no sea algo que le esclavice al absolutizarlo, como un dios o el becerro de oro de los israelitas, es algo que nos empequeñece, hasta el punto de que la adicción nos impide ver otros valores como pueden ser los espirituales y mucho menos ver en Dios al Padre común de todos los hombres cuyo rostro, de alguna manera, está en los hermanos.

Sería muy interesante que al reflexionar en nuestros ambientes pastorales sobre estas lecturas, hiciéramos leyéramos juna vez más la primera exhortación del Papa Francisco: La Alegría del Evangelio.,(Ns 55-58).

En este documento, analiza los retos nuevos de nuestra sociedad, ya que la fe al no ser algo abstracto o intemporal debe actualizarse en los creyentes de hoy que viven y se enfrentan a nuevos contextos sociales. Es una exhortación pastoral que nos advierte diciendo” No a la idolatría del dinero”, lo copara con una especie de “fetichismo” fruto de un consumismo exagerado, que de una forma cada vez más apremiante y sutil nos centra en el dinero y en las necesidades creadas por el mismo; el Papa Francisco habla de la “dictadura de la economía”, que deshumaniza al hombre de hoy, olvidando el papel de la riqueza al servicio de los más necesitados.

Es un “reto” que tenemos todos para no incurrir en el comentario que después de esta parábola hace Lucas, al decir: “Oyeron todo esto, los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlan de él”. Refiriéndose a Jesús de Nazaret.


ESTUDIO BÍBLICO.

No se puede servir a dos señores

Iª Lectura: Amós (8,4-7): Contra el dinero como religión

I.1. Hoy nos enfrentan los textos de la liturgia con esa realidad que se valora tanto en la vida de los hombres: el poder, el dinero y la vanagloria. Sabemos que la religión debe estar inmersa en la vida de cada día como planteamiento ético y no podemos soslayar los criterios más determinantes que deben identificar a una comunidad cristiana en el mundo. En este sentido, la primera lectura, tomada del profeta Amós, es una buena muestra de lo que decimos. Sabemos que el profeta de Tekoa de Israel es el representante más cualificado del profetismo social. Es una invectiva contra los mercaderes y negociantes que se percatan que la religión les estorba a sus planes; quieren que pasen las fiestas sagradas, el sábado, día del Señor, para poder emprender su tarea financiera, y con ello, las injusticias que conlleva la avaricia de los que son amantes del dinero.

I.2. No quiere decir que todos los empresarios sean avariciosos, pero el profeta sabe el terreno que pisa. El tema que el profeta vislumbre es que su religión y su dios es el dinero, pero no obstante no quieren saltarse ciertas reglas de comportamiento religioso en los días festivos religiosos; incluso algunos pueden aparentar ser muy religiosos, pero su corazón está donde está su tesoro. El profeta Amós pone el dedo en la llaga y sigue siendo bien actual.

IIª Lectura: Iª Timoteo (2,1-8): ¡Para que vivamos en paz!

II.1. Seguimos la lectura de la 1Tim del domingo pasado con un trozo que es bien actual a causa de las responsabilidades de los que dirigen las naciones. Se piden oraciones por ellos para que acierten en sus decisiones. Hoy, en estos momentos, en que el mundo vive la confrontación armada en distintos territorios; en que las decisiones de los jefes de Estado ya no es solamente una responsabilidad política, sino ética; o es ética en cuento es política, no podemos ignorar el sentido de esta lectura de hoy. El mundo vive en guerra; la guerra se hacen con armas poderosas: se venden, se compran, mueren muchos inocentes; se hacen promesas de tregua y siguen hablando los cañones. Hay intereses internacionales en esos conflictos. Es necesario elevar las manos al cielo para pedir la paz y la concordia, sin cólera, sin odios ni rencores.

II.2. Dios, el Señor del mundo, tiene otra estrategia para la humanidad: la salvación y la paz. La afirmación de que “Dios quiere que todos los hombres se salven” no debería perderse nunca de vista en el planteamiento de la vida ética y social de la humanidad. El proyecto de Dios es un proyecto de vida, de felicidad y de solidaridad. El autor de la carta lo plantea –como si fuera Pablo-, como un verdadero proyecto ético cristiano. Debemos aceptar a los dirigentes, especialmente los que han sido elegidos democráticamente (aunque en el texto se hable con la mentalidad de reyes y gobernantes). Pero no tenemos por qué callar ante sus injusticias y estrategias de poder. El cristiano vive en el mundo y debe saber vivir en libertad. Pero esa libertad está inserta en su corazón, porque el cristiano se siente verdaderamente hijo de Dios.

Evangelio: Lucas (16,1-13) ¡Con el dinero no se juega!: Otra lectura del dicho

III.1. El evangelio de hoy es uno de los momentos más sociales de la obra de Lucas, en consonancia con el mensaje del profeta Amós. Corresponde este texto a la primera parte de Lc 16, y quiere mostrar el planteamiento nuevo de cómo los discípulos tienen que comportarse en este mundo, en el que uno de los valores más deseados por todos es la riqueza (lo que es lo más estimable para los hombres). El ejemplo del administrador sagaz, listo, inteligente, que no injusto propiamente hablando, es el punto de partida de toda la enseñanza de los vv. 9-13 (que es lo que se propone propiamente para el evangelio de hoy, en que se puede omitir la lectura de la parábola, aunque es ésta la que debía explicarse en profundidad); aquí se desestabiliza prácticamente la tradición representada por los fariseos, justificada desde hacía tiempo por la tesis de que la riqueza era considerada como una bendición de Dios (Cf Prov 3,16; 8,18; 10,22; 11,16; 21, 17; 22,4), olvidando la crítica profética contra los que amontonan poder y riquezas.

III.2. Al final de la parábola del administrador sagaz, el v.8 plantea el interrogante de cómo ha podido ser alabado un hombre que ha actuado de forma y manera que la fortuna del "hombre rico" va a quedar reducida, ya que los dos casos que se nos presentan solamente sirven de modelo paradigmático de todos los deudores - "y llamando a cada uno de los deudores de su señor" v.5, es decir a “todos”. La parábola, muy probablemente, ha sido transformada desde una historia singular de un administrador de un hombre rico, a una narración en la que indirectamente está presente Dios como "señor", quien ha puesto las riquezas de la creación al servicio de los hombres, y nosotros solamente somos administradores que un día debemos dar cuentas de nuestra actuación. Todo lo que sea acumular riquezas es una injusticia, una falsedad. Esa es la razón por la cual es alabado el ad¬ministrador tras haber sido informado "el señor" de su proceder. Porque este Señor de la parábola no es un vulgar terrateniente, que acumula riquezas injustamente, sino el dueño del mundo. La acusación o difamación que se había hecho de este ecónomo, se va a volver en contra de los mismos difamadores. Este hombre es el que ha entendido de verdad la forma en que deben tratarse y usarse las riquezas en este mundo: con equidad. Por eso, el hombre rico de esta parábola ha pasado a ser el Señor, el juez de todos los hombres ricos de este mundo, que en vez de ser administradores "que actúan sagazmente", se han quedado en ser ricos, acumulando riquezas, endeudando a los pobres cada vez más y exigiéndoles más de lo que pueden dar.

III.3. El administrador, por el contrario, es un ejemplo. Él ha podido enriquecerse sin medida y, sin embargo, a la hora de entregar las cuentas de su administración, se encuentra con las manos vacías. En lo único en que puede confiar es en haber actuado con prudencia, con sagacidad, con sabiduría y equidad con los deudores. La aplicación del v.9 : "y yo os digo: haceos amigos con el Mammona (dinero) de la injusticia, para que cuando venga a faltar os reciban en las moradas eternas", es lo mismo que ha hecho el administrador de la parábola, según la reflexión que él mismo se hace en el v. 4. El v. 9, siempre ha planteado problemas de traducción: pero lo que llanamente se quiere decir es que en vez de hacerse con las riquezas, que son engañosas, lo que debemos es preocuparnos de hacer amigos, es decir, hacer el bien con ellas, cuando se poseen o se administran. Con las riquezas, lo que uno debe pretender es hacerse amigos, haciendo el bien, en vez de acumular poder. Esto es, en verdad lo más práctico (phrónimos), lo más justo y lo más positivo que los cristianos deben hacer con los bienes que Dios nos ha encomendado en este mundo. No se puede hacer amigos, si no es compartiendo con ellos los bienes; es la mejor manera de usar las riquezas. Lo contrario, además de ser un escándalo en la perspectiva del Reino, nos cierra el futuro que está en las manos de Dios.

III.4. Podemos entender ahora que “el señor” –que claramente en la parábola no puede ser más que Dios-, haya felicitado al gerente, porque ha sabido actuar de manera que las riquezas no vengan a ser injustas o engañosas. Casi todos consideran las riquezas en este mundo como el futuro más seguro, y debe ser verdad, si no fuera porque un día debemos enfrentarnos con la realidad de que tenemos que desprendernos de todo y dar cuentas al Señor. Se hace mención de Mammona, que es un juego de palabras; en su raíz aramea expresa esa seguridad, y de ahí su injusticia, porque ellas roban toda la armonía, la equidad y la sabiduría humana. Un día hay que dejarlo todo; por eso, lo verdaderamente inteligente es hacer lo que hizo el administrador, quien, al contrario de los criterios de los que sirven a dos señores, a Dios y a la seguridad del dinero, ha preferido servir a su señor, usando las riquezas que se le han encomendado para hacerse amigo de los hombres, en vez de contribuir a acumular riquezas engañosas para él o para el señor.

III.5. Se dice que la imagen de la comunidad lucana es un reflejo del objetivo social concreto que afecta a toda su obra: el equilibrio económico intracomunitario. Ello no significa, sin embargo, que tuviera "in mente" un programa de tipo socio-político para toda la sociedad. Los intereses profundos que mueven a Lucas se reducen a planteamientos de una ética que se implica en el seguimiento, en el discipulado cristiano; tratando, por otra parte, de dar respuesta a problemas concretos de las relaciones entre ricos y pobres, y de las opciones que debía tomar su comunidad respecto de las riquezas para vivir de acuerdo con los criterios del Reino de Dios. Lucas lo tiene claro: no se puede servir a Dios y al dinero. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 11 de septiembre de 2016

DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDINARIO


Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo

Las hemos escuchado tantas veces que no es sencillo acercarse con los oídos y, sobre todo, con el corazón nuevo a estas "Parábolas de la Misericordia". Tampoco es fácil para esta comunidad ni lo será para el/la predicador/a transmitir la novedad del evangelio una vez más. Pero este año tenemos una razón poderosa para atender a los relatos de la oveja y la moneda perdidas y el Padre misericordioso, y es que nos encontramos en el Año que la Iglesia, por deseo expreso de Francisco, ha dedicado precisamente a eso, a reflexionar sobre la Misericordia. Si siempre hemos de ser "misericordiosos/as" este año, hemos de intentarlo con más intensidad.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En un relato cargado de emotividad y sentimientos cruzados, Dios, dolido por el abandono del pueblo, no desoye la oración de Moisés. Porque la oración, nacida del corazón de cada hombre y mujer, “toca” también el corazón de Dios.

Lectura del libro del Éxodo 32, 7-11. 13-14

El Señor dijo a Moisés: “Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: ‘Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto’”. Luego le siguió diciendo: “Ya veo que éste es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación”. Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: “¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: ‘Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia’”. Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.
Palabra del Señor.

Salmo 50, 3-4. 12-13. 17. 19

R. Iré a la casa de mi Padre.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.

Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.

II LECTURA

La confesión de fe que se presenta en el texto, sincera y profunda, se transforma en un canto de alabanza elevado al Señor. Termina con un fuerte “amén”, dando gloria a Dios, quien ha perdonado su pecado.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 12-17

Querido hijo: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna. ¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.

ALELUYA        2Cor 5, 19

Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO

Las tres parábolas tienen el mismo esquema: plantear que lo perdido por fin ha sido encontrado. En los tres casos “lo perdido” es el pecador, o el que no pertenece al pueblo de Dios, que ha sido “encontrado” y es motivo de alegría tanto del pastor, como de la mujer, y del padre, simbolizando así la alegría de Dios por este encuentro.

É Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-32

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”. Jesús dijo también: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado’”.
Palabra del Señor.
O bien más breve:

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-10

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

"Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo".

El Testamento judío suele mostrarnos a este Dios poco paciente y juez que pierde los estribos ante la inmadurez e infidelidades de su pueblo. No le quitamos la razón para mostrar esa impaciencia ya que el pueblo de Israel, como el nuestro, como nuestra Iglesia y las comunidades de las que formamos parte y como nosotras y nosotros mismos, perdemos la perspectiva de la justicia y la misericordia y obramos con criterios que son más nuestros que de Dios. No nos extraña que este, en un arrebato más propio de seres humanos que del Creador bondadoso, quiera acabar, de un plumazo con esta historia, y empezar de nuevo contando solo con Moisés que parece más dispuesto a escucharle.

En este caso será la intercesión del propio Moisés la que recuerde a Yahvé como Él mismo sacó y liberó de Egipto a su pueblo, y la promesa de vida que hizo a sus antecesores. Y el Señor, "se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo"... hasta la siguiente...

Sin embargo, nosotros tenemos también la perspectiva del Testamento cristiano y hemos conocido, gracias a la predicación de Jesús de Nazaret y de la propia Iglesia, el nuevo rostro del Dios, Padre-Madre que nos ama como hijos e hijas y que hará lo posible por sacar adelante a cualquier grupo humano aunque muestre una “dura cerviz". ¡Qué suerte contar con esta novedad del evangelio!, ¿no? A partir de ahora no necesitamos recordarle todo el tiempo a nuestro Dios sus promesas. Ya las tiene en cuenta en su trato diario con nosotros. Quienes nos hacemos llamar creyentes, somos quienes debemos recordar esas promesas, su liberación y actuar de modo coherente. ¿No es eso ser cristiano/a?

Es exactamente de ese Dios del que Pablo habla a Timoteo. El Dios paciente y compasivo que lo escogió, lo perdonó y "derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús". Nos facilita mucho las cosas tener de "ejemplo" cercano y humano a un hombre como Pablo. No tuvo unos inicios que podamos decir "brillantes" en esto de la fe y, sin embargo, nos deja un testimonio de vida. Pero, sobre todo, nos ha transmitido esta Palabra que libera, perdona y que nos da la vuelta como a un calcetín, haciendo de nosotras y nosotros seres humanos nuevos, con todas nuestras capacidades y potencialidades listas para servir en el Reino.

"¿No enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra?"

La Palabra hoy se nos presenta cargada, efectivamente, de paciencia, misericordia y alegría. Porque, ¿de qué si no nos habla el evangelio de Lucas cuando se refiere al pastor que una vez que ha encontrado a la oveja que ha perdido, reúne a los amigos y les pide que lo feliciten por ello? O la mujer, que no encuentra la moneda, pero que se pone manos a la obra, "enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado" y cuando la encuentra, hace lo mismo: junta a las vecinas y les dice: "Felicitadme, que he encontrado la moneda que había perdido".

No queremos que se nos escape tampoco un detalle. En las tres parábolas, quien actúa es siempre el mismo. Quien ha perdido la oveja, la moneda o el hijo es quien deja a las 99 y "va tras la descarriada"; quien "enciende la lámpara y barre la casa y busca con cuidado"; quien "lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo". Los tres personajes buscan "hasta que encuentran", porque en ello les va la vida y la alegría.

Sería un buen ejercicio hoy imaginarnos a nuestro Padre-Madre Dios haciendo esto mismo. Buscándonos, llamándonos, hasta encontrarnos. Y después, reuniendo a todos sus conocidos, montando una fiesta y pidiendo que lo feliciten, porque su pueblo, su Iglesia, cada uno y cada una de nosotras "estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado".

ESTUDIO BÍBLICO.

La generosidad de Dios con los pecadores

Iª Lectura: Éxodo (32,7-14): No nos hagamos un dios inferior a nosotros

I.1. En esta lectura podemos percibir resonancias especiales. Moisés está en la montaña del Sinaí dialogando con Dios y recibiendo instrucciones para desarrollar el código de la Alianza, y esas resonancias son valoradas de forma variada en una lectura crítica del texto. En realidad desde el c. 24 del Éxodo hasta este capítulo 32 que leemos hoy, se nos ofrece un ciclo sobre el culto que deja al pueblo sin el apoyo del profeta Moisés. Entonces el pueblo, alentado por Aarón, se hace un becerro de oro. Ya es significativa esa separación, ese momento de Moisés lejos del pueblo; sin la voz profética que le señale el camino, el pueblo se pierde.

I.2. Dios le reprocha a Moisés la actitud del pueblo, y Moisés, sin bajar a conocer la realidad, intercede ante Dios y éste perdona al pueblo de la Alianza. ¿Qué significa todo esto? Son muchas las corrientes y actitudes que se quiere representar en esta lectura. ¿Quién es el Dios de Israel? ¡Un ser libre, absolutamente libre! El pueblo se hace un dios a su antojo, recurre a un dios tangible, manipulable, como una estatua, para poderlo manejar. Cuando no se escucha la voz de Dios cercana, el hombre se pierde. Se hace un dios, pero un dios que ni siente ni padece. Sin duda que todo esto está presente en esa escena famosa del becerro de oro. Este fue el primer pecado del pueblo de la Alianza, después de ese gran acontecimiento liberador del Éxodo. Pero el Dios de Israel sabe perdonar, aunque exija fidelidad.

IIª Lectura: Iª Timoteo (1,12-17): Apóstol, para predicar la gracia

La segunda lectura es una densa presentación de la vocación apostólica de Pablo, el que persiguió a la Iglesia, por ignorancia de que en Cristo Jesús estaba la salvación del hombre y la suya propia. El autor de esta carta, identificándose con Pablo hasta los tuétanos, resalta una cosa muy particular y que no debemos olvidar nunca en la proclamación del mensaje cristiano: que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Es lo que se ha llamado siempre, y muy especialmente en la Orden de Predicadores y de su fundador Santo Domingo, la “predicación de la gracia”. Eso es lo que siempre debe proclamar la Iglesia y tenemos que tener presente continuamente los evangelizadores.

Evangelio: Lucas (15): Jesús habla de Dios

III.1. El evangelio del día nos lleva a lo que se ha llamado, con razón, el corazón del evangelio de Lucas (c. 15). Tres parábolas componen este capítulo. Hoy, a elección, se puede o no leer la última también, sin duda la más famosa y admirada, la parábola conocida como la del “hijo pródigo”. Pero en realidad esa parábola se lee mejor en el tiempo de Cuaresma como preparación a la Pascua. En todo caso queda de manifiesto que Lucas 15 es un capítulo clave en la narración de este evangelista. Como corazón, es el que impulsa la vida, el ardor, la fuerza del evangelio o de la predicación de Jesús. Es un capítulo que se confecciona para responder a las acusaciones críticas de los que escuchan y ven a Jesús actuar de una forma que pone en evidencia su concepción de Dios y de la religión.

III.2. Las dos parábolas “gemelas” (de la oveja y la dracma perdidas, respectivamente), que preceden a la del hijo pródigo (que debería llamarse del padre misericordioso), vienen a introducir el tema de la generosidad y misericordia de Dios con los pecadores y abandonados. En los dos narraciones, la del pastor que busca a su oveja perdida (una frente a noventa y nueva) y la de la mujer que por una moneda perdida (que no vale casi nada), pone patas arriba toda la casa hasta encontrarla, se pone de manifiesto una cosa: la alegría por el encuentro. Estas parábolas, junto a la gran parábola del padre y sus dos hijos, intentan contradecir muchos comportamientos que parecen legales o religiosos, e incluso lógicos, pero que ni siquiera son humanos. El Reino de Dios llega por Jesús a todos, pero muy especialmente a los que no tienen oportunidad de ser algo. Jesús, con su comportamiento, y con este tipo de predicación profética en parábolas, trasmite los criterios de Dios. Los que se escandalizan, pues, no entienden de generosidad y misericordia.

III.3. Comienza todo con esa afirmación: “se acercaba a él todos los publicanos y pecadores”. Es muy propio de Lucas subrayar el “todos”, como en 14,33 cuando decía que quien no se distancia (apotássomai) de todos los bienes… Y también merece la pena tener en cuenta para qué: “para escucharle”. Escuchar a Jesús, para aquellos que todo lo tienen perdido, debe ser una delicia. También se acercaban, como es lógico, los escribas de los fariseos, pero para “espiar”. Serían éstos, según las palabras de Is 6,9-10, los que escuchaban pero no podían entender, porque su corazón estaba cerrado al nuevo acontecimiento del Reino que Jesús anunciaba en nombre de su Dios, el Dios de Israel. Con esas palabras se despide Pablo del judaísmo oficial romano de la sinagoga en Hch 28. No debemos olvidar que en las tres parábolas de Lc 15 se quiere hablar expresamente del Dios de Jesús. Por tanto, no solamente en la parábola del padre de los dos hijos (entre ellos el pródigo), sino también en la del pastor y en la de la pobre mujer que pierde su dracma.

III.4. Así, pues, se acercaban a él, para escucharlo, los publicanos y pecadores, porque Jesús les presentaba a un Dios del que no les hablaban los escribas y doctores de la ley. Un Dios que siente una inmensa alegría cuando recupera a los perdidos es un Dios del que pueden fiarse todos los hombres. Un Dios que se preocupa personalmente de cada uno (como es una oveja o una dracma) es un Dios que merece confianza. El Dios de la religión oficial siempre ha sido un Dios sin corazón, sin entrañas, sin misericordia, sin poder entender las razones por las cuales alguien se ha perdido o se ha desviado. Es curioso que eso lo tengan que hacer ahora las terapias psicológicas y no esté presente en la experiencia religiosa oficial. No se trata de decir que Dios ama más a los malos que a los buenos. Eso sería una infamia del un fundamentalismo religioso irracional. Lo que Dios hace, según Jesús, según el evangelista Lucas, es comprender por qué. La terapia del reino debería ser la clave del cristianismo. Y la mejor manera para abandonar la vida sin sentido no es hablar de un Dios inmisericorde, sino del Dios real de Jesús que espera siempre sentir alegría por la vuelta, por la recomposición de la existencia y de la dignidad personal. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).