domingo, 29 de mayo de 2016

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI


Unir nuestra vida a la vida de Jesús

Celebramos en este domingo la Solemnidad del Corpus Domini. Tradicionalmente la Iglesia ha exaltado y venerado la Eucaristía con sus mejores galas y cantos, poemas y oraciones. Prueba de ello son los himnos de Santo Tomás de Aquino. Pero la Iglesia se vuelve verdaderamente esplendente ante Dios cuando come y bebe el cuerpo y la sangre de nuestro Señor, es decir, cuando se hace cuerpo y sangre del Señor, cuando se hace Eucaristía.

Parece que hay un hilo conductor en las lecturas que toma las imágenes de ‘pan y de vino’, y los acciones del ‘bendecir y partir’. En el libro del Génesis, el sacerdote y rey de Salem, Melquisedec, hizo traer pan y vino para luego bendecir a Abraham. San Pablo, en la segunda lectura, nos transmite la tradición que él mismo, a su vez, ha recibido: Jesús tomó pan, lo bendijo y lo partió. Y San Lucas nos narra el episodio de la multiplicación de los panes, en donde tomó 5 panes, los bendijo y los mando repartir a sus discípulos. Por tanto, el pan parece que está ligado de una manera especial con la bendición que viene de Dios y con el partir ese pan.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA

I LECTURA

En el antiguo pueblo judío, pan y vino formaban parte de toda comida de fiesta. En todas las culturas encontramos el acto tan humano de celebrar el hecho de estar juntos en una comida festiva. Al presentar esta comida ante el Dios Altísimo, el pan y el vino se convierten en ofrenda sagrada. Ya no es sólo una comida que comparten Melquisedec y Abrám, sino que Dios está en medio del pueblo.

Lectura del libro del Génesis 14, 18-20

En aquellos días: Melquisedec, rey de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abrám, diciendo: “¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!”. Y Abrám le dio el diezmo de todo.
Palabra de Dios.
Salmo 109, 1-4

R. Tú eres Sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec.

Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies”. R.

El Señor extenderá el poder de tu cetro: “¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!” R.

“Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora”. R.

El Señor lo ha jurado y no se retractará: “Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec”. R.

II LECTURA

San Pablo escribe a las comunidades cristianas que se habían formado recientemente. Todavía tenían mucho que aprender sobre el sentido de la comida sagrada. Estas comunidades, que se reunían a cenar en la noche del domingo, corrían el riesgo de convertir el banquete eucarístico en una mera reunión social. Comer juntos es profesar juntos nuestra fe, mientras esperamos la vuelta definitiva de Jesucristo.
   
Lectura de la Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 11, 23-26

Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.
Palabra de Dios.

SECUENCIA
Esta secuencia es optativa. Si se la canta o recita, puede decirse íntegra o en forma breve desde: * “Este es el pan de los ángeles”.

Glorifica, Sión, a tu Salvador, aclama con himnos y cantos a tu Jefe y tu Pastor.
Glorifícalo cuanto puedas, porque él está sobre todo elogio y nunca lo glorificarás bastante.
El motivo de alabanza que hoy se nos propone es el pan que da la vida.
El mismo pan que en la Cena Cristo entregó a los Doce, congregados como hermanos.
Alabemos ese pan con entusiasmo, alabémoslo con alegría, que resuene nuestro júbilo ferviente.
Porque hoy celebramos el día en que se renueva la institución de este sagrado banquete.
En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua de la nueva alianza pone fin a la Pascua antigua.
El nuevo rito sustituye al viejo, las sombras se disipan ante la verdad, la luz ahuyenta las tinieblas.
Lo que Cristo hizo en la Cena, mandó que se repitiera en memoria de su amor.
Instruidos con su enseñanza, consagramos el pan y el vino para el sacrificio de la salvación.
Es verdad de fe para los cristianos que el pan se convierte en la carne, y el vino, en la sangre de Cristo.
Lo que no comprendes y no ves es atestiguado por la fe, por encima del orden natural.
Bajo la forma del pan y del vino, que son signos solamente, se ocultan preciosas realidades.
Su carne es comida, y su sangre, bebida, pero bajo cada uno de estos signos, está Cristo todo entero.
Se lo recibe íntegramente, sin que nadie pueda dividirlo ni quebrarlo ni partirlo.
Lo recibe uno, lo reciben mil, tanto éstos como aquél, sin que nadie pueda consumirlo.
Es vida para unos y muerte para otros. Buenos y malos, todos lo reciben, pero con diverso resultado.
Es muerte para los pecadores y vida para los justos; mira cómo un mismo alimento tiene efectos tan contrarios.
Cuando se parte la hostia, no vaciles: recuerda que en cada fragmento está Cristo todo entero.
La realidad permanece intacta, sólo se parten los signos, y Cristo no queda disminuido, ni en su ser ni en su medida.

* Este es el pan de los ángeles, convertido en alimento de los hombres peregrinos: es el verdadero pan de los hijos, que no debe tirarse a los perros.
Varios signos lo anunciaron: el sacrificio de Isaac, la inmolación del Cordero pascual y el maná que comieron nuestros padres.
Jesús, buen Pastor, pan verdadero, ten piedad de nosotros: apaciéntanos y cuídanos; permítenos contemplar los bienes eternos en la tierra de los vivientes.
Tú, que lo sabes y lo puedes todo, Tú, que nos alimentas en este mundo, conviértenos en tus comensales del cielo, en tus coherederos y amigos, junto con todos los santos.

ALELUYA        Jn 6, 51

Aleluya. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

La propuesta de los Doce no era la de comer juntos. Su idea era que cada cual fuera a buscarse casa y comida por su lado, y que cada uno se arreglara como pudiera. Pero Jesús quiere que comamos juntos. Él está hoy en medio de nosotros con su presencia sacramental y eucarística, y está también presente cada vez que nos disponemos a poner en común nuestros panes y peces, cada vez que formamos grupos para organizarnos, cada vez que hacemos que el hambriento quede satisfecho.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 11b-17

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

La multiplicación de los panes

La multiplicación de los panes es el episodio de la vida de Jesús que en más ocasiones y con más detalle se nos cuenta en los Evangelios. En esta solemnidad del Corpus encontramos la versión de Lucas, el cual nos quiere hacer conscientes de la relación entre la Eucaristía y la vida cotidiana. Un detalle del texto nos abre a la comprensión de esta relación: el hambre de la multitud: “Despide a la gente para que se vayan a las aldeas y caseríos de alrededor a buscar albergue y comida porque aquí estamos en despoblado” (Lc 9,12).

Un problema parece entreverse en esta petición de los discípulos a Jesús: el hambre de la gente; hambre de pan, hambre de todo aquello que alimenta la vida, de todo aquello necesario para tener una vida plena que es la necesidad de amor, de justicia, necesidad de un salario que nos permita vivir, necesidad de vivienda… éste hambre que tiene que ser saciada.

Al mismo tiempo que percibimos el problema del hambre, surge en nosotros una pregunta: ¿cómo saciar el hambre? Los discípulos hacen su propuesta: despide a la multitud; o dicho con otras palabras lógicas de nuestra mentalidad: que cada uno se apañe, que cada uno se vaya a comprar… Esta es la lógica del mercado. La lógica del mercado tiene un distintivo claro: percibe los bienes materiales como propiedad que se puede comprar, y no como dones. Y es a raíz de esto como surge el mercadeo con los bienes materiales, espirituales. La lógica del apañarse, del creerse propietarios, es la lógica del paganismo y no del cristianismo.

Sin embargo, la propuesta de Jesús: “Denles ustedes de comer.” Esta respuesta de Jesús pone subraya un hecho: los hijos de Dios no somos dueños sino administradores de los bienes que pertenecen a Dios. Por tanto, una pregunta legítima y adecuada del cristiano es: ¿cómo debemos gestionar estos bienes para que todos tengan?

Más aún, Jesús da un paso al frente en su propuesta: pongan en común todo lo que tienen. Frente a la lógica de la comunión aparece de nuevo la lógica de los discípulos, de nosotros, del mercado: “Eso no es nada, no es suficiente porque no tenemos más que 5 panes y 2 peces” (Lc 9,13) Pensar que los bienes no son suficientes para el mundo es una blasfemia contra Dios porque la creación es suficiente para el hombre.

Ante esta blasfemia de los discípulos, Jesús toma la totalidad de los bienes (5 panes y 2 peces) que hay disponibles, alza los ojos al cielo y dice la bendición. Con este gesto, Jesús reconoce la fuente de todos los bienes: Dios. Por eso, si el pan pertenece a Dios, nosotros somos los administradores del pan. Los bienes de la tierra no son posesión del hombre, sino regalos del creador. Nosotros somos comensales de una mesa que pertenece a Dios, huéspedes de un banquete de comunión. Y así, los bienes de Dios solamente pueden ser repartidos y aceptados por aquellos que entran en la lógica de Dios y no del mercado.

Relación con la Última Cena

Este episodio de la multiplicación de los panes está relacionada con la Última Cena y, en definitiva, con la Eucaristía. En la última cena, Jesús sabe que está a punto de morir y, en consecuencia, deja su testamento: Toma el pan y dice: Este es mi cuerpo. Toma el vino y dice: Ésta es mi sangre. O dicho con otras palabras: “Éste soy yo, ésta es mi vida, ésta es mi historia” En la Eucaristía, no están presente los músculos ni los huesos de Jesús, sino que Todo Él está concentrado en éste pan y en éste vino. Porque toda su vida ha sido un hacerse pan, y por eso encontramos una invitación: tomen y coman. El deseo de Jesús es que el discípulo una su vida a la vida de Jesús.

Comer y Beber la vida de Dios. Comer el pan y beber el vino es aceptar la vida de Jesús, unir nuestra vida a la vida de Jesús. Y esté acciones de Comer y Beber es aceptar a Dios como Jesús lo ha presentado y no a nuestra imagen y semejanza. Por eso, cuando se come y se bebe la vida de Jesús, se hace el compromiso, la promesa, de unir nuestra vida a Dios y transformarla en don de vida para los hermanos. Este es el misterio de la Eucaristía.

ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Génesis (14,18-20): Un culto sencillo y original

I.1. Todos los textos ancestrales de AT tienen algo especial en la tradiciones de Israel, hasta el punto de poder considerar que un texto como el de Melquisedec podría ser una campaña militar, antigua, en la que se ha querido ver que los grandes, en este caso el rey de Salem, también ha querido ponerse a los pies del padre del pueblo, de Abrahán. Con los gestos del pan y el vino que se ofrecen, las cosas más naturales de la tierra, el rey misterioso le otorga a Abrahán un rango sagrado, casi de rey-sacerdote. Será en este sentido cómo la carta a los Hebreos c. 7,1-10 se permitirá hacer una lectura nueva de Jesucristo, de su sacerdocio no-dinástico, absolutamente distinto y original, que no tiene parangón como el sacerdocio ministerial. En el mismo sentido lo había ya intuido el Sal 110,4. Se ha discutido mucho sobre quién es este personaje, incluso tenemos un texto en Qumrán (11Q) que lo ve como un ser celeste.

I.2. El valor, pues, de nuestro texto es que sirve como plataforma teológica para un sentido nuevo y una actualización de la religión inaugurada por la vida de Cristo. El hecho de que en esa ofrenda de Melquisedec no se usen animales, sino las cosas sencillas de la tierra, apunta a una dimensión ecológica y personalista. Jesús, antes de morir, ofrecerá su vida ¡tal como suena! en un poco de pan y en un poco de vino. No hacía falta más que la intención misma de entregarse, de donarse, de “pro-existir” para los demás. Con ello se alza una protesta radical contra un culto de sacrificios de animales que no lleva a ninguna parte. Es la vida de Dios y de los hombres la que tiene que estar en comunión. El ser humano se fascina ante lo divino y deja de ser humano muchas veces, pero la “comunión vital” entre Dios y la humanidad no tiene por qué esclavizarnos a un culto externo y a veces inhumano. Porque lo que es inhumano, es antidivino.

I.3. En realidad es todo el texto de Heb 7 el que puede generar una lectura interesante en una fiesta como hoy. Quizás muchos hubieran preferido otro texto para esta fiesta. Pero debemos reconocer que la intención de la elección litúrgica del mismo se explica porque el gesto de Melquisedec es como un signo anticipado de los gestos del pan y el vino de Jesús en la última cena con sus discípulos. Se ha hablado que la intención del autor de la carta a los Hebreos era mostrar que el sacerdocio de Cristo, a imagen de Melquisedec, logra una verdadera “téléiôsis”, que se puede traducir de muchas formas, como “perfección” o incluso como “transformación”. Preferimos esto último, porque Jesús, con su vida, con sus palabra, con sus gestos, transforma una religión de culto sacrificial de animales, en una verdadera donación de vida, para introducirnos en la vida misma de Dios. 

IIª Lectura: Primera Corintios (11,23-26): La tradición del Señor es vida

II.1. El cristianismo primitivo tuvo que hacerse “recibiendo” tradiciones del Señor. Pablo, que no lo conoció personalmente, le da mucha importancia a unas pocas que ha recibido. Y una de esas tradiciones son las palabras y los gestos de la última cena. Porque el apóstol sabía lo que el Vaticano II decía, que “la Iglesia se realiza en la Eucaristía”. Todos debemos reconocer que aquella noche marcaría para siempre a los suyos. Cuando la Iglesia intentaba un camino de identidad distinto del judaísmo, serán esos gestos y esas palabras las que le ofrecerá la oportunidad de cristalizar en el misterio de comunión con su Señor y su Dios. Esta tradición “recibida”, según la mayoría de los especialistas, pertenece a Antioquía (como en Lc 22,19-20), donde los seguidores de Jesús “recibieron” por primera vez el nombre de “cristianos”. Un poco distinta es la de Jerusalén (Mc y Mt).

II.2. Los gestos del Señor Jesús eran los que se hacían en cualquier comida judía; incluso si fue un cena pascual, lo que se hacía en aquella fiesta de recuerdo impresionante. Pero lo importante son las “palabras” y el sentido que Jesús pone en los gestos. Jesús, en la noche “en que iba a ser entregado”, se “entregó” él a los suyos. El término es elocuente. En los relatos de la pasión aparece frecuentemente este “entregar”. No obstante lo verdaderamente interesante es que antes de que lo entregaran a la muerte y le quitaran la vida, él la ofreció, la entregó, la donó a los suyos en el pan y en el vino, de la forma más sencilla y asombrosa que se podía alguien imaginar.

II.3. ¿Por qué se ha proclamar la muerte del Señor hasta su vuelta? ¿Para recordar la ignominia y la violencia de su muerte? ¿Para resaltar la dimensión sacrificial de nuestra redención? ¿Para que no se olvide lo que le ha costado a Jesús la liberación de la humanidad? Muchas cosas, con los matices pertinentes, se deben considerar al respecto. Tienen el valor de la memoria “zikarón” que es un elemento antropológico imprescindible de nuestra propia historia. No hacer memoria, significa no tener historia. Y la Iglesia sabe que “nace” de la muerte de Jesús y de su resurrección. No es simplemente memoria de un muerto o de una muerte ignominiosa, o de un sacrificio terrible. Es “memoria” (zikarón) de vida, de entrega, de amor consumado, de acción profética que se adelanta al juicio y a la condena a muerte de las autoridades; es memoria de su vida entera que entrega en aquella noche con aquellos signos proféticos sin media. Precisamente para que no se busque la vida allí donde solamente hay muerte y condena. Es, por otra parte y sobre todo, memoria de resurrección, porque quien se dona en la Eucaristía de la Iglesia, no es un muerto, ni repite su muerte gestualmente, sino el Resucitado.

Evangelio: Lucas (9, 11-17): La Eucaristía, experiencia del Reino de Dios

III.1. Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía. En este sentido podemos hablar que este gesto milagroso de Jesús ya no se explica, ni se entiende, desde ciertos parámetros de lo mágico o de lo extraordinario. Los cinco verbos del v. 16: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir y dar”, denotan el tipo de lectura que ha ofrecido a su comunidad el redactor del evangelio de Lucas. Quiere decir algo así: no se queden solamente con que Jesús hizo un milagro, algo extraordinario que rompía las leyes de la naturaleza (solamente tenían cinco panes y dos peces y eran cinco mil personas). Por tanto, ya tenemos una primera aproximación. Por otra parte, es muy elocuente cómo se introduce nuestro relato: los acogía, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus males (v.11). E inmediatamente se desencadena nuestra narración. Por tanto la “eucaristía” debe tener esta dimensión: acogida, experiencia del Reino de Dios y curación de nuestra vida.

III.2. Sabemos que el relato de la multiplicación de los panes tiene variantes muy señaladas en la tradición evangélica: (dos veces en Mateo: 14,13-21;15,32-39); (dos en Marcos: 6,30-44; 8,1-10); (una en Juan, 6,1-13) y nuestro relato. Se ha escogido, sin duda, para la fiesta del Corpus en este ciclo por ese carácter eucarístico que Lucas nos ofrece. Incluso se apunta a que todo ocurre cuando el día declinaba, como en el caso de los discípulos de Emaús (24,29) que terminó con aquella cena prodigiosa en la que Jesús resucitado realiza los gestos de la última Cena y desaparece. Pero apuntemos otras cosas. Jesús exige a los discípulos que “ellos les den de comer”; son palabras para provocar, sin duda, y para enseñar también. El relato, pues, tiene de pedagógico tanto como de maravilloso.

III.3. La Eucaristía: acogida, experiencia del Reino y curación de nuestra vida. Deberíamos centrar la explicación de nuestro texto en ese sumario introductorio (v. 11), que Lucas se ha permitido anteponer a la descripción de la tradición que ha recibido sobre una multiplicación de los panes. Si la Eucaristía de la comunidad cristiana no es un misterio de “acogida”, entonces no haremos lo que hacía Jesús. Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales. No debe ser, pues, la “eucaristía” la experiencia de una élite de perfectos o de santos. Si fuera así muchas se quedarían fuera para siempre. También debe ser “experiencia del Reino”; el Reino anunciado por Jesús es el Reino del Padre de la misericordia y, por tanto, debe ser experiencia de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios. Y, finalmente, “curación” de nuestra vida, es decir, experiencia de gracia, de encuentro de fraternidad y de armonía. Muchos vienen a la eucaristía buscando su “curación” y la Iglesia debe ofrecérsela, según el mandato mismo de Jesús a los suyos, en el relato: “dadles vosotros de comer”.

III.4. Son posible, desde luego, otras lecturas de nuestro texto de hoy. No olvidemos que en el sustrato del mismo se han visto vínculos con la experiencia del desierto y el maná (Ex 16) o del profeta Eliseo y sus discípulos (2Re 4,42-44). Y además se ha visto como un signo de los tiempos mesiánicos en que Dios ha de dar a su pueblo la saciedad de los dones verdaderos (cf Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; 132, 15; Jr 31,14). De ahí que nos sea permitido no esclavizarse únicamente a un tipo de lectura exclusivamente cultual envejecida. El Oficio de la liturgia del Corpus que, en gran parte, es obra de Sto. Tomás de Aquino, nos ofrece la posibilidad de tener presente estos aspectos y otros más relevantes si cabe. La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, debe ser experiencia donde lo viejo es superado. Por eso, la Iglesia debe renovarse verdaderamente en el misterio de la Eucaristía, donde la primitiva comunidad cristiana encontró fuerzas para ir rompiendo con el judaísmo y encontrar su identidad futura. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O.P. ).


domingo, 22 de mayo de 2016

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Todo lo que tiene el Padre es mío

En este domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, el libro de los Proverbios nos instruye a ti y a mí, acerca de la sabiduría eterna de Dios. Así nos hace reflexionar acerca de la grandeza de Dios, inabarcable para la mente humana: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? ¿El ser humano para darle poder...?". Antes de crear el mundo Dios pensó en el hombre. Diseñó un camino para que surgiera la revelación plena de Jesús como sabiduría del Padre, Dios mira y contempla esta sabiduría para crear el mundo como imagen en que se reflejan todas las criaturas creadas.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La sabiduría de Dios aparece aquí personificada. El poema describe el rol que esta ha tenido en la creación y su cercanía con los seres humanos. Los evangelios ven en esta “persona” de la sabiduría una imagen de la persona de Jesucristo, la sabiduría de Dios creadora y redentora.

Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31

Dice la Sabiduría de Dios: El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre. Yo fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra. Yo nací cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas caudalosas. Antes que fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací, cuando él no había hecho aún la tierra ni los espacios ni los primeros elementos del mundo. Cuando él afianzaba el cielo, yo estaba allí; cuando trazaba el horizonte sobre el océano, cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando infundía poder a las fuentes del océano, cuando fijaba su límite al mar para que sus aguas no desbordaran, cuando afirmaba los cimientos de la tierra, yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él en todo tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres.
Palabra de Dios.

Salmo 8, 4-9

R. ¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!

Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies. R.

Todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes; las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las aguas. R.

II LECTURA

San Pablo describe la obra que la Santísima Trinidad ha hecho en nosotros y por nosotros: Jesucristo nos ha alcanzado la salvación, el Espíritu Santo derrama su amor en nuestros corazones y estamos en paz con Dios Padre. Todo esto es gracia, don gratuito de Dios, quien quiere que vivamos.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 5, 1-5

Hermanos: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Apoc 1, 8

Aleluya. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús nos habla acerca del Espíritu Santo como el Espíritu “de la verdad”. El Espíritu Santo nos enseña y nos guía; sin él, somos incapaces de comprender las cosas de Dios. El Espíritu nos da esa sabiduría que se funda en el contacto, la experiencia cercana, la vivencia profunda. Así, guiados por el Espíritu Santo, aunque no podamos explicar con palabras ni con el raciocinio toda la obra de Dios, tenemos la convicción de vivir en su amor de comunión.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 12-15

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

"El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad plena"

Lo que celebramos: Dios relación- comunión

Al celebrar la Fiesta de la Trinidad, muchos aspectos se podrían señalar, nos fijamos en alguno de ellos.

Nuestro Dios es relación-comunión. Creemos, no en un Dios no solitario, sino en Un solo Dios Amor-Trinidad.

“El padre y Yo somos uno”, sobre esta verdad revelada se apoya nuestra fe en un Dios que siendo Uno es la vez relación plena y comunión absoluta.

En esta relación que genera Dios en sí mismo, hemos de fijarnos los cristianos para fortalecer nuestras relaciones fraternas, ellas deben ser un reflejo del Dios en quien creemos.

Un Misterio de intimidad

Pero este Dios en el que creemos y cuya fiesta hoy celebramos, se nos revela de igual modo, como el Dios cercano “vendremos a él y en él haremos nuestra morada”. Frente al Dios totalmente Otro e inaccesible, nosotros decimos creer en un Dios totalmente cercano, tanto que el Dios Trinidad está dentro de cada uno de nosotros.

Dios Trinidad, Misterio profundo que nos revela el ser íntimo de Dios. Misterio de amor, misterio de relación. Dios al hacerse uno de nosotros en Cristo, se nos revela como Amor; y de este modo se nos manifiesta como Trino.

Y lo mejor es que este misterio no es lejano e insondable, como ya hemos dicho, sino que está en el fondo del ser. Hay que aprender a sumergirse en el interior para que poco a poco se vaya desvelando el misterio y conozcamos lo mejor que hay dentro de nosotros.

Un Misterio que nos acompaña siempre

La vida cristiana se desarrolla totalmente en el signo y en presencia de la Trinidad. Al inicio de nuestro ser cristianos, fuimos bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y al final, de nuestra vida también se invocará a la Trinidad, “en el Nombre de Dios, el Padre omnipotente que te ha creado, en el nombre de Jesucristo que te ha redimido, y en el nombre del Espíritu Santo que te santifica».

Entre estos dos momentos extremos, se enmarcan todos los otros que vamos viviendo a lo largo de nuestras jornadas y que siempre realizamos en su nombre. En la liturgia de la Iglesia toda oración se realiza en este nombre. No es éste un misterio remoto e irrelevante, sino más bien fundante de nuestra fe y existir como cristianos.

Hoy es la fiesta de la Trinidad. No sé exactamente lo que se encierra detrás de esas palabras. Pero, quiero vivir y morir "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
La Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor Dios nuestro.
Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.
Oh, Palabra del Padre, te escuchamos;
oh, Padre, mira el rostro de tu Verbo;
oh, Espíritu de amor, ven a nosotros;
Señor, Dios nuestro.
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
haced de nuestros almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
Fuente de gozo pleno y verdadero,
al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.


(Vísperas de la Solemnidad de la Santísima Trinidad.) 


ESTUDIO BÍBLICO.

I.ª Lectura Proverbios 8, 22-31: ¡Mi alegría es estar con los hombres!

Dios es sabiduría creadora, ya que sin ella no podemos ni admirar a Dios, ni admirarnos de nosotros mismos. Este texto de la sabiduría personificada antes de la creación del mundo, juntamente con otros textos veterotestamentarios (Eclo 24; Sab 7-9) se ha visto como una especie de puente en AT de la gran revelación de Jesucristo como palabra creadora y eterna (Jn 1,24-30) y como sabiduría de Dios (Mt 11,29-20; Lc 11,49; 1 Cor 1,24-30). Pero podemos decir que es un poema de amor divino en lo humano. Dios no se complace en su mismidad sino en estar con nosotros.

La sabiduría es vida; es decir, el misterio de Dios es vida para el hombre, no muerte. No es Dios, sabiduría de vida, una esencia encerrada, sino que se complace en derramarse y en que todos los hombres la posean. En ese sentido, la sabiduría se ha acercado a los hombres en Jesucristo. Toda la creación, toda la inteligencia humana, todos los descubrimientos del mundo, son la manifestación de esta sabiduría. Pero si la "ofendemos" creyendo que podemos construir un mundo al margen de la sabiduría de Dios, y desde nuestras propias posibilidades humanas, vamos camino de la destrucción, de la muerte.

El Salmo 8, que es el salmo responsorial, una de las piezas maestras de la literatura religiosa, canta todo esto con grandeza y humildad. Merecería la pena una alusión teológica y catequética en la homilía.

II.ª Lectura (Rom 5, 1-5): Porque al darnos al Espíritu, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones

Aquí Pablo comienza en su carta a los Romanos a poner de manifiesto lo que ha significado el acontecimiento de gracia revelado en Jesucristo, y al cual accedemos por la fe. Esta es la experiencia de la gloria de Dios, de su sabiduría de Dios y de su amor. Esto es real solamente porque el misterio de Dios es un darse sin medida por nosotros. Se ha dado en Jesucristo y se da continuamente por su Espíritu.

La puerta de acceso a ese misterio es solamente la fe, no hay nada previo que impida el acceso a la paz y a la gloria de Dios, ni siquiera el pecado que existe y tiene su poder. Dios, pues, no hace el misterio de su vida inaccesible para nosotros. Dios no es avaro de su mismidad, de su misterio, de su sabiduría o de su gracia, sino que se complace en entregarse. Esto es vivir la realidad de Dios que es salvación y redención, como Pablo se encarga de proclamar en este momento.

Evangelio (Juan 16, 12-15): El Espíritu de la verdad, nos ilumina

Este último anuncio del Paráclito en el discurso de despedida del evangelio de Juan responde a la alta teología del cuarto evangelio. ¿Qué hará el Espíritu? Iluminará. Sabemos que no podemos tender hacia Dios, buscar a Dios, sin una luz dentro de nosotros, porque los hombres tendemos a apagar las luces de nuestra existencia y de nuestro corazón. El será como esa "lámpara de fuego" de que hablaba San Juan de la Cruz en su "Llama de amor viva".


Es el Espíritu el que transformará por el fuego, por el amor, lo que nosotros apagamos con el desamor. Aquí aparece el concepto "verdad", que en la Biblia no es un concepto abstracto o intelectual; en la Biblia, la verdad "se hace", es operativa a todos los niveles existenciales, se siente con el corazón. Se trata de la verdad de Dios, y esta no se experimenta sino amando sin medida. Lo que el Padre y el Hijo tienen, la verdad de su vida, es el mismo Padre y el Hijo, porque se relacionan en el amor, y la entregan por el Espíritu. Nosotros, sin el amor, estamos ciegos, aunque queramos ser como dioses. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

domingo, 15 de mayo de 2016

PENTECOSTÉS


Reciban el Espíritu Santo

La fiesta de Pentecostés es la interpretación cristiana de la fiesta hebrea de Shuvaot o de las Tiendas. Hoy es el domingo de la Cincuentena, han pasado siete semanas desde Pascua. Los judíos celebran las primicias, en Israel es tiempo de cosecha y de entregar al Templo las ofrendas de trigo. Pero también es la fiesta que conmemora la entrega de la Torá, de las “diez palabras o mandamientos” de Dios a Israel en el Sinaí, cincuenta días después de la Pascua, fiesta de la liberación de Egipto. Shuvaot es por tanto la fiesta que celebra la Alianza entre Dios y su pueblo; una alianza por la que ambos se comprometieron a no abandonarse jamás. Jesús trae y encarna la nueva alianza en su cuerpo y su sangre. La novedad de la Pascua actualizada cada domingo en la eucaristía.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Solo gracias a la acción del Espíritu estos hombres se levantaron para hablar y decidieron predicar. Han perdido el miedo y ya no se sienten discriminados ni despreciados por ser galileos. Han encontrado su lugar en el mundo y recuperado su dignidad. Eso es obra del Espíritu.

Lectura de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra de Dios.
Sal 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! R.

Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.

II LECTURA

Gracias al Espíritu que hemos recibido, nadie puede imponerse más sobre los otros. Hemos recibido una Buena Noticia: somos hijos de Dios, y ya no podemos temer ni dejar que otro nos obligue a hacer lo que no queramos.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 3b-7. 12-13

Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo, judíos y griegos, esclavos y hombres libres, y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
O bien:

No es un dualismo, ni se trata de despreciar “la carne”. San Pablo nos llama a vivir la coherencia de nuestra fe, en espíritu y en la vida cotidiana. Se trata de vivir la fe en el compromiso con el hermano. Esta fe transforma, entonces, la vida. Y así también transforma el mundo entero.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Romanos 8, 8-17

Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne, no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne, sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará la vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán. Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y si ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “Abba”, es decir: “Padre”. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Palabra de Dios.

SECUENCIA

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados.
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.

ALELUYA      

Aleluya. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aleluya.

EVANGELIO

“Estamos llamados por el Espíritu a formar ya una nueva creación. Ese soplo nos transforma a todos y todas en la fe, en nuevas criaturas y en una nueva familia. El soplo del Espíritu nos hace una familia alternativa a todos los otros proyectos de familias. Ya no es la sangre ni la etnia la que nos da unidad, sino el Espíritu de la nueva creación que nos permite proclamar la paz a todas las personas y a todos los grupos del mundo entero, sin condiciones, sin exclusiones, sin temores y sin miedos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra del Señor.
O bien:

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 15-16. 23b-26

Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes. Quien me ama, será fiel a mi palabra y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. Quien no me ama, no es fiel a mis palabras: La palabra que ustedes oyen no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Durante el tiempo de Pascua en la liturgia dejamos de leer el Antiguo Testamento, porque todas las profecías de Israel encontraron cumplimiento en Jesucristo. Nosotros hoy celebramos un acontecimiento. El narrado por el libro de los Hechos de los Apóstoles. Un día como hoy, cincuenta después de la Resurrección de Jesús, mientras se celebraba la fiesta judía de Shuvaot, los apóstoles se llenaron de Espíritu Santo. La ley se había cumplido en Jesús; desde entonces ya no era el recibimiento de la Ley lo que se celebraba sino el advenimiento de Dios mismo. En adelante, la alianza entre Dios y su pueblo no se basará en un pacto y unos mandamientos, las diez palabras; sino en el Espíritu. La ley del Espíritu Santo inscrita en nuestros corazones, el mismo amor de Dios, la gracia de Dios manifestada en cada bautizado.

¿Y qué trae de nuevo el Espíritu Santo? Consuma la revelación de la Trinidad; inicia el tiempo del testimonio, el tiempo de la Iglesia; realiza la comunión, una unidad en la diversidad; nos capacita para la alegría, el perdón y la paz. El Espíritu Santo enciende en nosotros la llama del amor. Es el amor entre el Padre y el Hijo que amándonos nos hace amables y nos asocia a la relación amorosa de la Trinidad. Es la fortaleza de Dios que nos envía en medio del mundo para vivir el Evangelio de la misericordia construyendo el Reino.

“y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua”

Dios quiere comunicarse con nosotros, hablar nuestra lengua propia. Hablarnos desde la vida a nuestro alrededor tanto como desde nuestra interioridad y nuestro deseo. Desde las inquietudes profundas o incluso desde nuestras heridas. Dios quiere comunicarse sin interferencias, quiere entregarnos su Espíritu con derroche.

Pentecostés puede ser un buen momento para sintonizar con la voz de Dios que habla el idioma de cada corazón. Dentro de nosotros resuenan muchas voces, lo sabemos y las reconocemos. Incluso hablamos con ellas. Son ecos del pasado, del presente incierto o de un futuro soñado. Pero lo que importa es el aquí y ahora. El silencio, la desnudez del alma donde poder descubrir a solas una Presencia adorable que nos estaba esperando. Para hacernos bien y a través de nosotros hacer bien al mundo.

¿Qué o quién distorsiona y entorpece tal encuentro? Nombrémoslo sin miedo y aparquémoslo. Tenemos derecho a experimentar la gracia, el Espíritu Santo. Que nadie te lo robe. No prestemos oídos a influencias o testimonios negativos. Al menos por un rato, al menos por hoy, hay un tiempo para cada cosa. Apaguemos un rato la música, dejemos de correr y de entretener la mente. Descansemos. Es Pentecostés. El Padre y el Hijo Jesús derraman su Espíritu de Amor sobre nosotros El Dios de Jesús responde a los anhelos más profundos de cada corazón. Se hace diálogo para cada uno y para todos. Pero ¿cómo podremos comprobarlo si no conocemos esos anhelos? Escuchémonos con nuestras luces y sombras, el idioma universal de Jesús lo entienden todos. Cualquier personaje del evangelio forma parta de cada uno de nosotros. A través de cualquiera de ellos, ocupando mentalmente su lugar podemos dejarnos tocar por Cristo. Su amor es un fuego y su Vida espera colmar nuestra propia vida, desde ahora hasta la eternidad.

La solemnidad de Pentecostés tiene una fuerte dimensión eclesial. El Espíritu Santo abre las puertas de la Iglesia actuando dentro y fuera de ella, nada lo retiene. Dentro y fuera de la Iglesia…por eso hay que afinar el oído, para no precipitarse en condenar y priorizar la “lectura de los signos de los tiempos”. Basta ya de ver enemigos de la Iglesia por todas partes. El mayor enemigo de la Iglesia es el orgullo, la ambición de poder y la falta de misericordia. Al final de nuestras vidas seremos examinados en el amor que hayamos sido capaces de encarnar, en las vidas que hayamos defendido y en la bondad con la que tratemos al prójimo y a los más necesitados.

Para los amigos de Jesús, el anochecer de cualquier día se convierte en el alba de un amanecer nuevo; de un renacer en el Espíritu. Nuestra época precisa cambios y nuestra humanidad precisa firmeza frente a la corrupción que amenaza cada vez más a los habitantes del mundo. Seamos cristianos valientes para hacer del mundo la “tierra sin males”. “Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo”. Amén.

ESTUDIO BÍBLICO

El Domingo de Pentecostés (cincuenta días después de la Pascua) nos muestra, con la proverbial primera lectura (Hechos 2,1-11), que las experiencias de Pascua, de la Resurrección, nos han puesto en el camino de la vida verdadera. Pero esa vida es para llevarla al mundo, para transformar la historia, para fecundar a la humanidad en una nueva experiencia de unidad (no uniformidad) de razas, lenguas, naciones y culturas. Lucas ha querido recoger aquí lo que sintieron los primeros cristianos cuando perdieron el miedo y se atrevieron a salir del «cenáculo» para anunciar el Reino de Dios que se les había encomendado.

Todo el capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles es una preparación interna de la comunidad para poner de manifiesto lo importante que fueron estas experiencias del Espíritu para cambiar sus vidas, para profundizar en su fe, para tomar conciencia de lo que había pasado en la Pascua, no solamente con Jesús, sino con ellos mismos y para reconstruir el grupo de los Doce, al que se unieron todos los seguidores de Jesús. Por eso, el día de Pentecostés ha sido elegido por Lucas para concretar una experiencia extraordinaria, rompedora, decidida, porque era una fiesta judía que recordaba en algunos círculos judíos el don de la Ley del Sinaí, seña de identidad del pueblo de Israel y del judaísmo. Las pretensiones para que la identidad de la comunidad de Jesús resucitado se mostrara bajo la fuerza y la libertad del Espíritu es algo muy sintomático. El evangelista sabe lo que quiere decir y nosotros también, porque el Espíritu es lo propio de los profetas, de los que no están por una iglesia estática y por una religión sin vida. Por eso es el Espíritu quien marca el itinerario de la comunidad apostólica y quien la configura como comunidad profética y libre. Veamos algunos aspectos de los textos bíblicos:

Iª Lectura: (Hch 2,1-11): El Espíritu lo renueva todo

I.1. Este es un relato germinal, decisivo y programático; propio de Lucas, como en el de la presencia de Jesús en Nazaret (Lc 4,1ss). Lucas nos quiere da a entender que no se puede ser es pec tadores neutrales o marginales a la experiencia del Espíritu. Porque ésta es como un fenómeno absurdo o irracional hasta que no se entra dentro de la lógica de la acción gratuita y poderosa de Dios que transforma al hombre desde dentro y lo hace capaz de relaciones nuevas con los otros hombres. Y así, para expresar es ta realidad de la acción libre y renovadora de Dios, la tradición cristiana tenía a disposición el lenguaje y los símbolos religiosos de los relatos bíblicos donde Dios interviene en la historia hu mana. La manifestación clásica de Dios en la historia de fe de Israel, es la liberación del Éxodo, que culmina en el Sinaí con la constitución del pueblo de Dios sobre el fundamento del don de la Alianza.

I.2. Pentecostés era una fiesta judía, en realidad la “Fiesta de las Semanas” o “Hag Shabu’ot” o de las primicias de la recolección. El nombre de Pentecostés se traduce por “quincuagésimo,” (cf Hch 2,1; 20,16; 1Cor 16,8). La fiesta se describe en Ex 23,16 como “la fiesta de la cosecha,” y en Ex 34,22 como “el día de las primicias o los primeros frutos” (Num 28,26). Son siete semanas completas desde la pascua; es decir, cuarenta y nueve días y en el quincuagésimo, el día es la fiesta (Hag Shabu´ot). La manera en que ésta se guarda se describe en Lev 23,15-19; Num 28,27-29. Además de los sacrificios prescritos para la ocasión, en cada uno está el traerle al Señor el “tributo de su libre ofrenda” (Dt 16,9-11). Es verdad que no existe unanimidad entre los investigadores sobre el sentido propio de la fiesta, al menos en el tiempo en que se redacta este capítulo. Las antiguas versiones litúrgicas, los «targumin» y los comentarios rabínicos señalaban estos aspectos teológicos en el sentido de poner de manifiesto la acogida del don de la Ley en el Sinaí, como condición de vida para la comunidad renovada y santa. Y después del año 70 d. C., prevaleció en la liturgia el cómputo farisaico que fijaba la celebración de Pentecostés 50 días después de la Pascua. En ese caso, una tradición anterior a Lucas, muy probablemente, habría cristianizado el calendario litúrgico judío.

I.3. Pero ese es el trasfondo solamente, de la misma manera que lo es, también sin duda, el episodio de la Torre de Babel, en el relato de Gn 11,1-9. Y sin duda, tiene una im por tan cia sustancial, ya que Lucas no se queda solamente en los episodios exclusivamente israelitas. Algo muy parecido podemos ver en la Genealogía de Lc 3,1ss en que se remonta hasta Adán, más allá de Abrahán y Moisés, para mostrar que si bien la Iglesia es el nuevo Israel, es mucho más que eso; es el comienzo escatológico a partir del cuál la humanidad entera encontrará finalmente toda posibilidad de salvación. De hecho, tiene muchas posibilidades teológicas el reclamo y el trasfondo a Gn 11,1-9 sobre la torre de babel. Porque Babel, Babilonia, ha sido para el pueblo bíblico el prototipo de la idolatría, del poder contaminante y tirano, opuesto a Dios. Podemos ver una contraposición entre la “globalización” de Babel y cómo ahora viene el Espíritu a la comunidad en Jerusalén. Ahora, ya no para conquistar a los pueblos, sino para mostrar como Dios se incultura en todas las razas y lenguas por medio de su Espíritu. Cada uno lo “entiende” en su propia cultura, en su propio ser, incluso en su propia religión, podíamos decir.

I.4. Por eso mismo, no es una Ley nueva lo que se recibe en el día de Pentecostés, sino el don del Espíritu de Dios o del Espíritu del Señor. Es un cambio sustancial y decisivo y un don incomparable. El nuevo Israel y la nueva humanidad, pues, serán conducidos, no por una Ley que ya ha mostrado todas sus limitaciones en el viejo Israel, sino por el mismo Espíritu de Dios. Es el Espíritu el único que hace posible que todos los hombres, no sólo los israelitas, entren a formar parte del nuevo pueblo. Por eso, en el caso de la familia de Cornelio (Hch 10) -que se ha considerado como un segundo Pentecostés entre los paganos-, veremos al Espíritu adelantarse a la misma decisión de Pedro y de los que le acompañan, quien todavía no habían podido liberarse de sus concepciones judías y nacionalistas

I.5. Lo que Lucas quiere subrayar, pues, es la universalidad que caracteriza el tiempo del Espíritu y la habilitación profética del nuevo pueblo de Dios. Así se explica la intencionalidad -sin duda del redactor-, de transformar el relato primitivo de un milagro de «glosolalia» (hablar lenguas casi celestiales, ¡para entendernos!), en un milagro de profecía, en cuanto todos los oyentes, de toda la humanidad representada en Jerusalén, entienden hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El don del Espíritu, en Pentecostés, es un fenómeno profético por el que todos es cu chan cómo se interpreta al alcance de todos la “acción salvífica de Dios”; no es un fenómeno de idiomas, sino que esto acontece en el corazón de los hombres.

I.6. El relato de Pentecostés que hoy leemos en la primera lectura es un conjunto que abarca muchas experiencias a la vez, no solamente de un día. Esta fiesta de la Iglesia, que nace en las Pascua de su Señor, es como su bautismo de fuego. Porque ¿de qué vale ser bautizado si no se confiesa ante el mundo en nombre de quién hemos sido bautizados y el sentido de nuestra vida? Por eso, el día de la fiesta del Pentecostés, en que se conmemora el don de la ley en el Sinaí como garantía de la Alianza de Dios con su pueblo, se nos describe que en el seno de la comunidad de los discípulos del Señor se operó un cambio definitivo por medio del Espíritu.

I.7. De esa manera se quiere significar que desde ahora Dios conducirá a su pueblo, un pueblo nuevo, la Iglesia, por medio del Espíritu y ya no por la ley. Desde esa perspectiva se le quiere dar una nueva iden tidad profética a ese pueblo, que dejará de ser nacionalista, cerrado, exclusivista. La Iglesia debe estar abierta a todos los hombres, a todas las razas y culturas, porque nadie puede estar excluido de la salvación de Dios. De ahí que se quiera significar todo ello con el don de lenguas, o mejor, con que todos los hombres entiendan ese proyecto salvífico de Dios en su propia lengua y en su propia cultura. Esto es lo que pone fin al episodio desconcertante de la torre de Babel en que cada hombre y cada grupo se fue por su camino para “independizarse de Dios”. Eso es lo que lleva a cabo el Espíritu Santo: la unificación armoniosa de la humanidad en un mismo proyecto salvífico divino.

IIª Lectura: Iª Corintios (12,3-7.12-13): La comunión en el Espíritu

II.1. Pablo presenta a la comunidad de Corinto la unidad de la misma por medio del Espíritu. En realidad esta sección responde a un problema surgido en las comunidades de Corinto, en las que algunos que recibían dones o carismas extraordinarios, competían entre ellos sobre cuáles era los más importantes. Pablo va a dedicarle una reflexión prolongada (cc. 12-14), pero poniendo todo bajo el criterio de la caridad (c. 13). Con toda probabilidad, la misma comunidad le ha pedido un pronunciamiento ante ciertos excesos de cosas extraordinarias que rompían la armonía espiritual

II.2. La diversidad (diairesis, en griego) de gracias y dones comunitarios no deben romper la unidad de la comunidad, porque todos necesitamos tener algo fundamental, sin la cual no se es nada: el Espíritu del Señor Jesús para confesar nuestra fe; sin el Espíritu no somos cristianos, aunque creamos tener gracias extraordinarias y hablemos lenguas que nadie entiende. La diversidad, pues, recibe su identidad propia en el Espíritu primeramente. Así es como se construye la primera parte del texto hablando sobre la diairesis, de dones extraordinarios, de ministerios y funciones, pero un mismo Espíritu, un mismo Señor y un mismo Dios. No se trata de una construcción estética de Pablo, aunque, con razón, algunos han hablado de la “catedral” comunitaria; es la polifonía teológica de todo lo que hace que la comunidad cristiana tenga vida e identidad.

II.3. Los dones espirituales, los carismas, no son algo solamente estético, pero bien es verdad que si no se viven con la fuerza y el calor del Espíritu no llevarán a la comunión. Y una comunidad sin unidad de comunión, es una comunidad sin el Espíritu del Señor. Así se hace el “cuerpo” del Señor, desde la unidad en la pluralidad. Eso es lo que sucede en nuestro propio cuerpo: pluralidad en la unidad ¿Quién garantiza esa unidad? ¡Desde luego, el Espíritu!

Evangelio Juan (20,19-23): La paz y el gozo, frutos del Espíritu

III.1. El evangelio de hoy, Juan (20,19-23), nos viene a decir que desde el mismo día en que Jesús resucitó de entre los muertos su comunicación con los discípulos se realizó por medio del Espíritu. El Espíritu que «insufló» en ellos les otorgaba discernimiento, alegría y poder para perdonar los pecados a todos los hombres.

III.2. Pentecostés es como la representación decisiva y programática de cómo la Iglesia, nacida de la Pascua, tiene que abrirse a todos los hombres. Esta es una afirmación que debemos sopesarla con el mismo cuidado con el que San Juan nos presenta la vida de Jesús de una forma original y distinta. Pero las afirmaciones teológicas no están desprovistas de realidad y no son menos radicales. La verdad es que el Espíritu del Señor estuvo presente en toda la Pascua y fue el auténtico artífice de la iglesia primitiva desde el primer día en que Jesús ya no estaba históricamente con ellos. Pero si estaba con ellos, por medio del Espíritu que como Resucitado les había dado. (Fr. Miguel de Burgos Núñez, O. P.).