domingo, 28 de junio de 2015

DOMINGO 13ª DEL TIEMPO ORDINARIO


"Dios todo lo creó para que subsistiera"

En este domingo la liturgia nos habla del Dios de la vida, que todo lo hizo para comunicar a los demás seres lo que él mismo es. Todo le pareció bueno (Gén 1) y no quiso la muerte para nadie. El ser humano salió de sus manos como un reflejo de su propio ser inmortal. Si la muerte existe, es porque la envidia del demonio la provocó (Sab 2, 23) al inducir al hombre a pecar.
Sin embargo, las cosas no quedaron así. Cuando llegó el momento previsto por él, Dios envió a su Hijo para restablecer el proyecto original que tuvo sobre el mundo. Jesús manifestó su compenetración con el Dios de la vida realizando muchos signos de dominio sobre el mal y la muerte (Mc 5), y culminando con su propia resurrección la misión que el Padre le había encomendado.
Ese Dios, que se hizo humano y frágil para elevar al hombre a la participación de su propia vida divina, se despojó también de su riqueza inagotable, asumiendo la pobreza humana para enriquecer al hombre desde su propia condición de criatura indigente. Con ello nos enseñó también a compartir la pobreza de aquellos hermanos que la padecen en el mundo, ayudándoles a superarla (2 Cor 8).

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este sabio nos transmite su profunda certeza: Dios no quiere la muerte. Él nos ama porque somos sus criaturas y nos ha formado. Las curaciones de Jesús son un signo de lo que Dios quiere que experimentemos en el Reino: la vida en plenitud.

Lectura del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24

Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla.
Palabra de Dios.

Salmo 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

II LECTURA

San Pablo establece entre las comunidades cristianas el principio de reciprocidad. La intención es que ninguno se aproveche de su situación o abuse de la generosidad de otros. Esta caridad mutua debe estar siempre fundada en el amor generoso de Jesucristo, quien nos ha enriquecido con su pobreza.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9. 13-15

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: “El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez”.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. 2Tim 1, 10b
Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.

EVANGELIO

Estos dos milagros tienen varios elementos en común. Uno de ellos es la fe: la de la mujer sangrante, que sabe interiormente que Jesús es capaz de sanarla, y la de Jairo, que viene hasta el Maestro a pedir por su hijita. Ambos creen firmemente que en Jesús se manifiesta el Dios de la vida. Ambos tienen una fe activa, que los hace salir de su lugar para acercarse hasta Jesús. En este dinamismo, está el comienzo del milagro. Vayamos hasta Jesús con nuestros dolores y nuestras agonías, confiando en que en él se nos revelará la vida.
    
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-43

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré sanada”. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?”. Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
O bien, más breve:   
  
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-24. 35b-43

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Hemos sido creados para vivir

La vida es un maravilloso don de Dios, que nunca agradeceremos bastante, aunque no siempre podamos disfrutarlo de manera placentera. Sabemos que, en muchas ocasiones, esa vida se nos hace penosa, se convierte en una carga pesada, difícil de soportar. Incluso hay quien, en tales circunstancias, no desea ya vivir.
En realidad, somos el fruto de un amor de predilección. Dios nos creó por amor, y a las demás criaturas por amor nuestro. Todas ellas están asociadas a nuestro destino de inmortalidad (cf. Rom 8, 19-21). La mirada de Dios sobre todos nosotros ha sido y sigue siendo de complacencia. Las penalidades innegables de este mundo no podrán oscurecer nunca del todo este designio de amor y de vida sobre cuanto existe.
Y, no obstante, el sufrimiento y la muerte son una realidad insoslayable. Unos la "viven" con resignación, otros con rebeldía. Un cristiano la acepta como algo inherente a su frágil condición humana, herida además por el pecado. Esta situación penosa trastorna también nuestra relación con las demás cosas. Pero, por encima de todo, para el creyente la muerte nos abre definitivamente a la vida dichosa que Dios quiso para nosotros.
Cristo nos comunica la verdadera vida
En el fondo, la cuestión decisiva no es nuestra muerte física, vivir más o menos tiempo en la tierra. Si nuestro corazón está puesto en los bienes definitivos, "en las cosas de allá arriba", como dice san Pablo, nuestra aspiración más profunda es vivir para siempre, y no de cualquier manera, sino siendo plenamente felices.
El pecado nos sometía a la muerte, a la "muerte espiritual" (es decir, al alejamiento de Dios), de la cual la muerte física es su eco más tangible. Pero Cristo nos ha liberado del pecado y, en consecuencia, de la muerte, de esa muerte que consiste en vivir sin él aquí y allá, en nuestra etapa histórica y en nuestra consumación escatológica (= a la hora de nuestro fin mundanal). De esa liberación que vino a procurarnos nos dio diversas señales a lo largo de su vida: el evangelio de hoy nos habla de dos.
"Tu fe te ha curado", "basta que tengas fe"; la fe es el requisito fundamental a través del cual Jesús libera del pecado y sus consecuencias: el mal, el sufrimiento, la muerte. La curación de la mujer que padecía flujos de sangre o la resurrección de la hija de Jairo son sólo indicios -pero son ya un anticipo- de la salud definitiva, de la vida eterna, que Jesús nos promete y que él mismo inauguró con su resurrección.

La vida definitiva se prepara ayudando a vivir
"Esto no es vida", dicen aquellos que, aun pudiendo todavía respirar, moverse y relacionarse, llevan una existencia tan precaria que les impide disfrutar mínimamente de ese maravilloso don de Dios. La vida biológica no proporciona en sí misma suficiente aliciente para sentirse verdaderamente vivo. Es necesario, por ejemplo, poder disponer de unos recursos que permitan una vida digna.
Es lo que Pablo deja entrever en su discreta recomendación a los cristianos de Corinto: los hermanos de la comunidad de Jerusalén están pasando necesidad, debéis ayudarles. Y les da tres razones. La principal: Jesucristo se despojó de su riqueza eterna para enriqueceros a vosotros, con unos bienes que no podíais siquiera sospechar. Además, la situación en que ellos se encuentran puede ser la vuestra algún día. Y por último: la Escritura habla de igualdad, por encima de la escasez o la acumulación.
En consecuencia, para que la vida definitiva sea deseada por todos, es necesario que estemos dispuestos a hacer deseable a todos la vida presente. No podemos desear vivir para siempre si la vida que ahora tenemos no nos merece en absoluto la pena. ¿Por qué habríamos de apetecer una vida más allá de la muerte, si la única que conocemos no nos permite vislumbrar en modo alguno su atractivo? (Fray Emilio García Álvarez O. P. )


ESTUDIO BÍBLICO

Tema general de este domingo: el proyecto de Dios sobre la humanidad fue y sigue siendo de vida y no de muerte, porque de Él sólo puede proceder la vida.

Primera lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-25.
Marco: El Libro de la Sabiduría fue compuesto a mediados del s. I a.C. El autor de este libro, literariamente bello y teológicamente profundo, es un creyente judío alejandrino que cree en la inmortalidad y en la vida futura. El fragmento que proclamamos hoy está enmarcado en la parte primera cuyo tema general es una reflexión sobre la Sabiduría y la inmortalidad. La muerte no proviene de Dios, sino del enemigo del hombre que provocó el pecado en el mundo. Es ciertamente una declaración consoladora para todo hombre.
Reflexiones
1ª: ¡Dios ha creado al hombre para la vida!
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera.. Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza. La justicia es inmortal! Estas afirmaciones remiten y recuerdan las primeras páginas del Génesis donde se manifiesta el auténtico proyecto de Dios. El Dios verdadero es un Dios vivo y que crea para proyectar su vida y su ser feliz. Es una convicción profunda que recorre la Escritura. Esta revelación sale al encuentro de la preocupación más profunda del hombre: después de esta vida ¿qué nos espera? El autor de la Sabiduría contesta: la vida y la inmortalidad. Ésta será la respuesta de Jesús cuando le planteen la misma pregunta: los hombres serán como ángeles de Dios y están destinados a la resurrección. La firme esperanza de la humanidad, apoyada en la revelación de Dios, es saberse destinada a la vida sin fin en la inmortalidad y en la felicidad. Es una verdad segura y que necesitan los hombres de nuestro tiempo más que nunca.
Segunda lectura: Segunda Carta a los Corintios 8,7-9.13-15.
Marco: Para la más adecuada comprensión de este fragmento es necesario recordar lo que Pablo nos dice en su Carta a los Gálatas sobre las decisiones tomadas en el Concilio de Jerusalén (que tuvo lugar en el año 49 d.C.):... nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de comunión... tan sólo nos pidieron que nos acordásemos de sus pobres, cosa que he procurado cumplir con gran solicitud (Gl 2,9-10). Esta Segunda Carta a los Corintios está formada, probablemente, por varias cartas de Pablo. El capítulo 8 es una carta especialmente dedicada al tema de la colecta. Era importante esta empresa porque para Pablo puesto que significaba su profunda preocupación por mantener la unidad, también visible, de la Iglesia. Por eso, más allá del remedio y el alivio que representaba para los hermanos de Jerusalén, reflejaba la unidad real de la Iglesia. El compartir los bienes era y es un importante signo visible de la comunión más honda en la fe en Jesús y en los bienes que de ella se derivan.
Reflexiones:
1ª: ¡Pablo desea captar la benevolencia de los corintios!”
Ya que sobresalís en todo... distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro señor Jesucristo; siendo rico... se hizo pobre. Esta apelación al corazón de los corintios tiene para Pablo especial relevancia dadas las graves dificultades que se crearon entre él y su querida comunidad, por una parte y, por otra, para disipar las dudas que surgieron acerca de su persona y su misión entre los paganos proclamando la liberación de las exigencias judías para pertenecer a la Iglesia y participar en la salvación: circuncisión y prácticas mosaicas. Esta comunidad estaba enriquecida por muchos dones del Espíritu, ciertamente. Pero era necesario expresarlo a través de la generosidad en el compartir los bienes materiales. Es la razón profunda que mueve y empuja la comunión de bienes en la Iglesia. Y el modelo más profundo: Jesús. Quiso compartir con los pobres libremente, despojándose temporalmente de su rango de riqueza suma por ser Dios. Esta referencia disipa cualquier duda o dificultad en el compartir de los bienes. Por eso la comunión entre los cristianos es cristocéntrica y realista a la vez. Porque Jesús fue realmente pobre siendo realmente rico. Es un ideal, una utopía, pero posible desde la realidad humana de Jesús.
Tercera lectura: Marcos 2,21-43.
Marco: El fragmento que hoy proclamamos pertenece a la segunda sección de la primera parte del evangelio de Marcos: Jesús el Mesías que se manifiesta en las palabras y en los gestos. Y precisamente este fragmento contiene dos acontecimientos engarzados por Marcos en un solo relato. Es propio del estilo narrativo de Marcos. La meta del viaje será la casa de Jairo, donde yace moribunda la hija. El relato de la mujer que sufre flujos de sangre es introducido como para llenar narrativamente el espacio que separa a Jesús de la casa de Jairo. Con este modo típico y peculiar de redactar, Marcos consigue un clima de tensión y de expectativa sumamente significativo. Con ambos relatos, el evangelista trata de subrayar el poder de Jesús sobre la enfermedad y sobre la muerte. De camino hacia la casa de Jairo donde se encuentra su hija en extrema gravedad (que termina en la muerte) se produce otro acontecimiento sanador de Jesús. Volvemos al tema de la primera lectura: el dominio de la vida sobre la enfermedad y a muerte.
Reflexiones.

1ª: ¡El encuentro del hombre, atenazado por la muerte, con Jesús que proporciona la vida!
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Este breve relato del encuentro de Jairo con Jesús supone la convicción y seguridad en Jairo de que Jesús tiene poder para vencer la enfermedad y la muerte. Marcos pone especial cuidado en que esto sea bien entendido. Jesús se pone en camino hacia la casa de Jairo yéndose con él, acompañado de mucha gente que le apretujaba. Con el episodio de la mujer que padece flujos de sangre, Marcos introduce un nuevo elemento en su narración consistente en que las gentes saben que Jesús posee un singular poder contra la enfermedad. Y así lo cree la mujer. Jesús realiza milagros siempre a favor del bienestar humano. Pero no es su misión central hacerlo a través del milagro. Este sólo es un signo y anticipo de una liberación más global y completa que sólo se realizará a través de la Cruz. Porque en la cruz es liberado el hombre, principalmente, del miedo a la enfermedad y a la muerte puesto que éstas son manifestaciones de la limitación y caducidad actual e histórica del hombre. Pero en la Cruz aparece con todo su esplendor el amor del Dios de la vida que dura para siempre. Todo el itinerario terreno de Jesús está iluminado por la Cruz, según la visión teológica del evangelista Marcos. No es a través del triunfalismo pasajero y efímero de los milagros como el hombre conseguirá su total liberación de la muerte, sino a través de la oferta permanente del amor del Dios de la vida a través de la Cruz de Jesús. Esta nueva interpretación de la historia humana coloca al hombre en su verdadera dimensión frente a Dios y le ofrece la definitiva respuesta al sufrimiento y a la muerte que tanto le cuesta entender.
2ª: ¡Basta con tener fe!
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto... No temas; basta que tengas fe. A lo largo de la Sagrada Escritura se nos enseña que la fe consiste en un encuentro personal con el Dios salvador e invisible que se manifiesta al hombre que suscita su respuesta confiada adhiriéndose a Dios. Marcos, un excelente narrador dramático, presenta una situación límite. La niña ha muerto. Ya no es necesario molestar al Maestro. Jesús sólo le pide al padre que siga confiando, a pesar de las evidencias en contra. Pronto descubrirá que Jesús no sólo tiene poder sobre la enfermedad (curación de la mujer con flujo de sangre), sino que también lo tiene sobre la muerte. Dios es el dueño de la vida y de la muerte. Y Él es su lugarteniente en la tierra. ¿Te lo crees así? Le dice Jesús. Deja de temer, basta con que tengas fe. La oferta de Dios llega a lo más profundo del hombre: al límite entre la vida y la muerte. Y su poder vivificante se manifiesta eficaz incluso en la propia muerte. Esta es la gran novedad de Jesús y del evangelio predicado por él con gestos y palabras.
3ª: ¡Niña, levántate!
Niña, levántate. La niña se puso en pie inmediatamente. Marcos nos enseña en este acontecimiento dos verdades vitales para el hombre: la vida es posible incluso más allá de la muerte, y esto es una novedad total. Y segundo, que la vida y la liberación del hombre es integral, es decir, que alcanza a todo el ser del hombre y no solo a su parte espiritual. Esta es la respuesta que la humanidad necesita. Pero ahora se le ofrece sólo en el plano del signo. Más tarde la oferta será real y universal. Marcos ha logrado un clima altamente dramático en este relato complejo y tejido de dos acontecimientos que se suceden en el tiempo y en la intensidad teológica de la experiencia de fe: curación y resurrección. Sufrimiento y muerte. Siguiendo su modo peculiar de narrar, Marcos ha logrado transmitir su modo peculiar de comprender la fe en el Dios de la vida y dador de vida. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).








domingo, 21 de junio de 2015

DOMINGO 12ª DEL TIEMPO ORDINARIO


¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?

¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? El Evangelio de hoy (Mc 4, 35-41) nos recuerda el milagro de la tempestad calmada. No sabemos si Jesús estaba o parecía dormido; lo cierto era el miedo de los discípulos en medio de la tormenta. Con gusto se proclama este evangelio en las circunstancias actuales del mundo y de la Iglesia, pues las olas están embravecidas, y parece que Jesús está ausente o dormido, mientras nosotros estamos en medio del peligro y alguno pudiera pensar que ya no hay remedio. Con todo, no nos perdamos en medio del oleaje en el que nos debatimos, olvidando que el verdadero problema que aparece en toda la escena es la poca fe de los discípulos y la solución auténtica es poder exclamar: ¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? Es tiempo de ejercitar nuestra fe en Jesucristo, pues sabemos que Él puede, también hoy, calmar la tempestad y nosotros volver a gozar de paz.

La segunda lectura (2 Co 5, 14-17) nos da la posibilidad de ser y vivir en Cristo, algo más atrayente que el mero cumplimiento de los mandamientos; ésta es la prueba luminosa del amor de Cristo, que ha muerto por todos nosotros, de modo que muertos con Cristo al pecado, vivamos ya, no para nosotros, sino para quien ha muerto y resucitado por todos. Al ser nuevas criaturas en Cristo podemos hacer un acto de fe y de amor también en nuestro tiempo, que es el que nos corresponde vivir, y es el tiempo que Dios nos ha dado para salvarnos. No olvidemos que la fe no se vive con ideas sino con la propia vida. Un gran peligro en las últimas cinco décadas es que algunos parecen conformarse, al parecer, con palabras en la vida de la Iglesia; pero estos acostumbran siempre a tener una doble vida.

La primera lectura (Job 38, 1. 8-11) nos presenta en medio del mar, símbolo de la potencia del mal, la omnipotencia divina manifestada en la creación, que fundamenta nuestra confianza en la inmensa bondad omnipotente de Dios, no obstante lo que ven nuestros ojos y llena de preocupación a nuestros corazones. La esperanza emerge siempre en la vida del cristiano, pues el Señor es la fuerza de su pueblo y Cristo es el refugio de nuestra salvación.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Dios se manifiesta como Señor de la naturaleza. Los grandes fenómenos, que la ciencia investiga sin cesar, siguen encerrando en el fondo un misterio. Allí hay algo que los seres humanos no podemos dominar porque es un área que sólo domina Dios.

Lectura del libro de Job 38, 1. 8-11

El Señor habló a Job desde la tempestad, diciendo: ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del vientre materno, cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones? Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas, y le dije: “Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas”.
Palabra de Dios.

Salmo 106, 23-26. 28-31

R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Los que viajaron en barco por el mar, para traficar por las aguas inmensas, contemplaron las obras del Señor, sus maravillas en el océano profundo. R.

Con su palabra desató un vendaval, que encrespaba las olas del océano: ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo, se sentían desfallecer por el mareo. R.

Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones: cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar. R.

Entonces se alegraron de aquella calma, y el Señor los condujo al puerto deseado. Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres. R.

II LECTURA

Cristo nos renueva constantemente. De su plenitud de Resucitado, nosotros recibimos la energía que nos impulsa en el camino. La renovación es conversión, que nos hace dejar atrás el pecado y la maldad, y nos acerca cada vez más a la vida que el Padre quiere regalarnos.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 14-17

Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos. Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 7, 16

Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.

EVANGELIO

Si Jesús podía calmar el viento y el mar, entonces tendría atributos de Dios... Este es el descubrimiento que los discípulos de Jesús fueron haciendo poco a poco. En la persona humana y terrenal de Jesús, Dios mismo se ha ido revelando. Ese señorío sobre las fuerzas de la naturaleza es también señorío y autoridad sobre nuestra vida. Dejémonos interpelar por sus enseñanzas y caminar sobre sus huellas.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”. Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Considerando la situación en la que se encuentran hoy tantos hombres, pudiéramos pensar que Jesús está dormido, pero somos nosotros los que estamos un poco adormilados. El problema de la Iglesia es la falta de discernimiento, perder tiempo y fuerzas en hacer lo que no produce frutos de vida eterna. Hoy se hacen muchas cosas en la Iglesia, en las parroquias, en las comunidades, pero los frutos parece que no son muchos. Actuamos mucho nosotros y dejamos poco a actuar al Espíritu Santo; la secularización paraliza a la Iglesia y la hace infecunda. Es evidente que las vocaciones son muy pocas, y es un punto muy sensible de la vida de la Iglesia. Y entre los que hay algunos están cansados y otros han perdido el entusiasmo. Es necesario preguntarnos qué es lo que hemos hecho mal y no perder más el tiempo en lo que no edifica la Iglesia. Sin embargo, sin humildad no es fácil hacerse tal pregunta y sin fe no se puede volver a mirar de verdad a Cristo.

La Iglesia concreta vive en la historia, vive en el mundo y, por tanto, en medio de este combate tremendo entre el bien y el mal, entre los siervos de Dios y los siervos de Satanás. Y es preciso entrar en este combate en contra del mal; pero mirando con más atención, vemos que los siervos de Satanás son víctimas, llamadas también a la salvación. Por eso, nuestra lucha no es contra los malos, sino en contra del mal, del pecado, que es el único mal verdadero del cristiano. Con todo, hoy día es difícil para algunos individuar el mal y da la impresión que algunos piensan que todo el monte es orégano y así van las cosas, pues no es conveniente dialogar con el diablo. Necesitamos, pues, individuar con urgencia las causas del mal, de manera que podamos oponernos al mal, llamando a todos a la conversión. El discernimiento es uno de los dones más escasos en las últimas cinco décadas.

La Iglesia sigue remando en medio de la constante tempestad de este mundo y está obligada a discernir entre las tentaciones del mundo y los consuelos de Dios. Tenemos que abrir bien los ojos y darnos cuenta qué es lo que realmente estamos buscando nosotros en nuestra vida, a saber, estamos cayendo en las tentaciones del mundo o estamos realizando la voluntad de Dios donde se encuentran los consuelos de Dios. Cuando uno está en combate es necesario determinar con mucha precisión dónde está la debilidad del enemigo y también donde está su fortaleza para poder actuar con sabiduría y eficacia. Además, en la batalla o vences o eres vencido; no caben los términos medios. Con respecto al mal, no caben componendas, pues sabemos que es la fe en Cristo la que vence al mundo. Además, los hechos son tozudos; no engañan nunca, aunque las palabras sean bonitas, los hechos son siempre evidentes.

El único problema verdadero de la Iglesia, que está en el mundo sin ser del mundo, es nuestra poca fe. Poner nuestra mirada en Jesucristo y ponernos a contemplar a Cristo crucificado y resucitado. Hay que ver qué es lo que debilita nuestra fe y qué es lo que fortalece nuestra fe. La oración fortalece nuestra fe; la desacralización de nuestra vida debilita nuestra fe. En consecuencia, Dios nos está invitando a entrar en la verdadera vida espiritual cristiana, siguiendo la escuela, por ejemplo, de Santa Teresa de Jesús o de Santa Catalina de Sena. ¿Qué es rezar sino tratar a solas mucho tiempo con quien sabemos nos ama?, enseña S. Teresa. ¿Qué es la vida espiritual sino entrar en la celda del conocimiento de Dios y del conocimiento de nosotros mismos?, enseña S. Catalina de Sena. Vivimos en comunidades que nos enseñan de verdad quién es Dios y quiénes somos nosotros o vivimos en comunidades que llevan ya tiempo muertas a Dios y acomodadas al mundo y, por tanto, no sirven para nada.

En el cristianismo hay siempre una palabra de esperanza y en nuestra historia concreta actual la realidad que nos llena de esperanza es poder exclamar ¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? Es decir, nuestra esperanza es el encuentro personal con Cristo, que nos da la capacidad de comunicar la fe a los demás. Estamos hablando de la fe en Jesucristo: Jesucristo va con nosotros en la misma barca y hay que encontrarlo, pues a veces parece que se esconde. Y para encontrarlo hay que necesitarlo, pues no es un adorno. Y para necesitarlo hay que entrar en el combate espiritual y darnos cuenta que sin mí no podéis hacer nada; pero también: todo lo puedo en aquel que me conforta. ¿Será tiempo de ir al desierto? No lo sé. Pero sí es tiempo de que entremos en la vida de oración, porque ha llegado el tiempo de la verdad y cada uno mostrará lo que lleva dentro, si lleva a Cristo o lleva el pecado. Cambiará nuestra vida y seremos capaces de evangelizar con entusiasmo y eficacia el día que podamos abandonarnos en la Providencia divina; entonces nuestra vida real será distinta. “Aunque se acaban las ovejas del redil y no queden vacas en el establo, yo exultaré con el Señor” (Hab 3, 17. 18). (Fr. Pedro Fernández Rodríguez O. P.)


ESTUDIO BÍBLICO.

La fe en medio de la lucha por el Reino

Iª Lectura: Job (38,1-11): En las manos de Dios

La primera lectura de hoy nos habla de la tempestad, del poder del mal, de las fuerzas de la naturaleza que, a veces,  parecen desatarse y no hay nadie que las pueda contener. Sabemos que el libro de Job pone al prueba al creyente que se fía de Dios y no puede explicar por qué ocurren una serie de desgracias en el mundo. Job es ese tipo de persona que el autor del libro ha escogido  para que se asombre; porque, a pesar de que no podemos explicar muchas cosas de las que pasan en el mundo, sin embargo, nuestro Dios pone sus propios límites a la naturaleza de las cosas y a la misma naturaleza humana. Ello implica que debemos asombrados de dónde estamos y de cómo somos. Nuestra vida, en definitiva, está en las manos de Dios, aunque algunos quieran pedirle explicaciones de por qué ha debido ocurrir así. Pero ¿acaso alguien se ha dado la vida a sí mismo? Job no encontrará otra respuesta que aceptar el poder de Dios frente a todo lo que existe. Y ello no es para abrumarnos, sino para saber que, por encima de toda desgracia, nuestro Dios nos espera con las manos abiertas.

IIª Lectura: 2ª Corintios (5,14-15): La muerte por amor

II.1. Este capítulo quinto de la carta (este texto sería la continuación del domingo 11) es uno de los más bellos y persuasivos  porque en él Pablo nos habla del amor de Cristo que ha sido derramado sobre nosotros. Efectivamente, los vv. 14-17 son una reflexión cristológica centrada en la “theologia crucis”. Pablo habla (v. 14) del amor de Cristo que llega hasta la muerte en la cruz por todos. Se usa la fórmula tradicional del “uno por todos”, que es una metáfora de calado sustitutorio, vicario, que tanto ha de influir en la teología de la redención. Quizás lo más sorprendente es la afirmación de que, como uno murió, “todos murieron”, cuando lo que podíamos esperar es algo así como “por eso todos viven”. Es esto último lo que se ha de entender, sin duda, tal como se expone en el v. 15. El sentido es que la muerte de Jesús “por nosotros” nos hace morir al pecado, a la enemistad y a la sinrazón de la vida. Para ello debemos recurrir a la teología de la muerte y resurrección que encontramos en Rom 6,1ss. La cristología soteriológica que nos propone Pablo, apoyado en fórmulas de fe tradicionales, es una cristología de solidaridad con la humanidad.

II.2. El Apóstol, pues, presenta la muerte de Cristo desde la eficacia del amor como comunión en su vida y en su resurrección. Con ello se quiere significar que lo negativo que pueda tener la muerte para nosotros ya ha sido asumido por Cristo, y que, desde entonces, no debemos tenerle miedo a la muerte, porque para nosotros queda la victoria de su resurrección. Hablar de la muerte siempre ha sido un reto humano y teológico. En esta carta, pues, Pablo se atiene a las consecuencias de lo que es inevitable. Cristo nos ha asegurado un triunfo por su amor. Por ello debemos ser hombres nuevos que, aunque pasemos por la muerte, nunca seremos destruidos o aniquilados.

Evangelio: Marcos (4,35-41): La fuerza del Reino nos libera

III.1. El evangelio de Marcos narra el episodio de la travesía del lago de Galilea  después que Jesús ha hablado a las gentes en parábolas acerca del Reino de Dios. Es como si Jesús quisiera poner a prueba la fe de sus discípulos, a ellos que les explicaba el sentido profundo de sus parábolas. El lago, el bello lago de Galilea, en torno al cual se anuncia el evangelio, se convierte aquí en el misterioso y tremendo símbolo de una tormenta, que como en el caso del profeta Jonás 1, de donde se toman algunos rasgos del episodio, viene a aquilatar cosas importantes. Otras barcas le seguían, pero parece como si solamente quisiera centrarse todo en la barca donde estaban Jesús y los discípulos que había elegido. El mar de Galilea, a veces, es como una caldera hirviendo, por el viento. En la barca se muestran dos actitudes: la de Jesús que duerme tranquilo y la de los discípulos que están aterrados.

III.2. ¿Por qué esto? Porque Jesús sabe que su causa por el Reino de Dios debe levantar tormentas, como ésta del viento, que va a hacer temblar a los discípulos; Jesús está tranquilo porque confía en su causa, la causa de Dios. Es, pues, esta una escena pedagógica que pone de manifiesto una actitud y otra. Los discípulos son como Job, y no se explican muchas cosas que ocurren en la vida, llenándose de miedo. Jesús, que conoce la voluntad y el proyecto de Dios, se entrega a él con una gran serenidad  porque sabe que ha de vencer, como de hecho sucede con su "conminación" a la tormenta. Los Santos Padres siempre interpretaron esta escena de la barca como una imagen de la Iglesia que debía pasar por estos trances, pero que siempre encontraría a su Señor a su lado para otorgarle la serenidad de la fe. (Fray Miguel de Burgos Núñez).


domingo, 14 de junio de 2015

DOMINGO 11º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece”

Reiniciamos hoy los domingos del Tiempo Ordinario. Las tres lecturas se centran en el compromiso de Dios con los hombres. La primera nos recuerda la antigua alianza de Dios con el pueblo de Israel. Ezequiel, en una etapa de desorientación y pesimismo del pueblo elegido, después del cautiverio de Babilonia, anuncia un renacer espectacular con la promesa de la restauración de Jerusalén y del Templo. El Evangelio, se centra en la presentación de Jesús como el Mesías anunciado por los profetas, garantía de una nueva Alianza de Dios con la humanidad. No es casual que Marcos, al principio de su evangelio, anuncie “la buena noticia de Jesús”, el Hijo de Dios, destacando su función mesiánica. Esta es la Novedad de la Alianza, el anuncio del Reino de los Cielos o Reinado de Dios.

En este pasaje evangélico, Jesús resalta la acción de Dios en el mundo comparándola con una semilla que aun siendo algo, insignificante lleva en sí, como un embrión, una potencia misteriosa capaz de trasformar la relación de Dios con el hombre. El interrogante para los que escuchan su Palabra va a ser preguntarse cuál es el papel del hombre, como acoger el mensaje del Reino. Así se inicia en la humanidad un tiempo de gracia a través de la confianza y la fidelidad al mensaje recibido a través de Jesús hecho hombre.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

1ª LECTURA

Dios se presenta como un jardinero, capaz de cortar, trasplantar y cuidar un brote. Su confianza en este brote y su trabajo por él hacen que ese retoño crezca y se transforme en un gran árbol. Este árbol es signo de su pueblo, que, aunque es maltratado y humillado, logrará ponerse de pie y mostrar lo que Dios ha hecho por él.

Lectura de la profecía de Ezequiel 17, 22-24

Así habla el Señor: Yo tomaré la copa de un gran cedro, cortaré un brote de la más alta de sus ramas, y lo plantaré en una montaña muy elevada: Lo plantaré en la montaña más alta de Israel. Él echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. Y todos los árboles del campo sabrán que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.
Palabra de Dios.

Salmo 91, 2-3. 13-16

R. Es bueno darte gracias, Señor.

Es bueno dar gracias al Señor, y cantar, Dios Altísimo, a tu Nombre; proclamar tu amor de madrugada, y tu fidelidad en las vigilias de la noche. R.

El justo florecerá como la palmera, crecerá como los cedros del Líbano: Trasplantado en la Casa del Señor, florecerá en los atrios de nuestro Dios. R.

En la vejez seguirá dando frutos, se mantendrá fresco y frondoso, para proclamar qué justo es el Señor, mi Roca, en quien no existe la maldad. R.

II LECTURA

El texto de san Pablo nos orienta. Lo definitivo de nuestra vida no está en este presente, sino en “lo que viene”, lo cual no vemos pero creemos. Pero este caminar en la fe no hace que dejemos de atender nuestra realidad. Vivimos un presente, entonces, pero poniendo nuestro mirada en el futuro.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 6-10

Hermanos: Nosotros nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor; porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente. Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor; en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarle. Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal.
Palabra de Dios.

ALELUYA       
Aleluya. La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluya.
  
EVANGELIO

No hay caso: Es Dios quien hace crecer las cosas. Por lo tanto, no nos elogiemos a nosotros mismos cuando veamos frutos del trabajo de Dios en nosotros. Sin dudas, nosotros ponemos nuestra semilla, pero debemos convencernos de que es Dios quien hace crecer lo que sembramos.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 26-34

Jesús decía a sus discípulos: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: Sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”. También decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”. Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Palabra del Señor. 

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Jesús aparece en un momento histórico de máxima expectativa en el pueblo judío que espera un Mesías triunfante que lo libere del dominio romano y se establezca, definitivamente, en Israel el Reino prometido por Dios. Esta idea mesiánica era defendida por la clase social más elevada, más culta e influyente, pero estaba también presente en la mente del pueblo sencillo y pobre que soportaba la presión social de la clase dominante y además tenía que pagar a los romanos unos impuestos muy superiores a sus posibilidades. En este ambiente Jesús inicia su vida pública presentándose como el Mesías enviado por Dios y empieza hablando del Reino de los cielos o Reinado de Dios. Pero al explicar lo que es el Reinado de Dios lo expresa de una manera desacostumbrada para la mentalidad del momento ya que el reino no vendrá de una forma espectacular, tampoco a través de un triunfo político que acabe con el dominio de Roma, en una palabra rompe los esquemas de sus paisanos que lo escuchan.

Empieza diciéndoles que el Reino ya está ahí, que ya ha comenzado, y que además está dentro de ellos mismos… No niega que él sea el Mesías prometido, pero es ante todo un servidor que viene a liberar a los oprimidos. Les habla de un Dios cercano, que es padre. Es el Dios de Israel, pero de otra forma, no es el Dios del Sinaí sino un padre es cercano, ama y se preocupa por sus hijos. Es tan cercano que podemos dirigirnos a él, como hacen los niños, llamándole Abba. Por eso lo compara con un padre bueno que abraza a un hijo perdido, que ha vivido al margen de toda norma moral y le perdona sus pecados. Pero sigue la novedad, Jesús con su actuar les hace ver que el Reino ya está presente en medio del pueblo, porque se compadece de las carencias y necesidades de aquellos que son sus hijos y viene a liberar de la culpa pero también de sus agobios y carencias, de ahí que junto al anuncio del reino surjan los milagros, que son una señal de la llegada de los tiempos mesiánicos que está indicando la novedad del Reino de Dios.

En esta línea están las dos parábolas que hoy comentamos. La semilla y el grano de mostaza aparentemente son insignificantes pero llevan en sí unas posibilidades de crecimiento y de trasformación insospechadas. También en ellas hay una novedad, el Reinado de Dios tiene en sí una virtud, una fuerza misteriosa, este es el mensaje más importante de la parábola. La semilla parece que ha desaparecido en el seno de la tierra, se “pudre”, pero sigue viva; primero echa raíces, después vendrá el tallo y finalmente la espiga. Es la fuerza de Dios, que actúa por sí misma, sin que nosotros sepamos cómo, es una vida nueva que se nos da gratuitamente, sin merito alguno por nuestra parte. Como se ve Jesús en su predicación da un vuelco a las cosas y a las ideas preestablecidas, incluyendo nuestros prejuicios, que tienden a sobrevalorar nuestras posibilidades y las circunstancias humanas, olvidando la intervención de un Dios siempre cercano, que está ahí, que no es ajeno a nuestros problemas...

La Parábola de la semilla, tiene unas claves que vamos a subrayar:

•        “El hombre duerme de noche y se levanta por la mañana y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo”. Parece que esta explicación es contraria al trabajo y al compromiso personal por el reinado de Dios en el mundo, pero la intención de la parábola es otra, quiere señalar la fuerza de Dios que actúa por sí misma. El reino nos es dado, está presenta en la semilla, es como el embrión que debe llegar a término. El labrador también habrá de esforzarse en cultivar la tierra, no puede estar al margen sentado en la espera. Ese dormir del hombre hemos de interpretarlo como una espera que para el creyente es algo más que una espera, es lo que llamamos la virtud de la Esperanza cristiana, que genera un estado interior de paz y confianza en un Dios providente que nos dice que no estamos solos, que se compromete con la humanidad, por eso la parábola habla del dormir del hombre que descansa y se libera de la inquietud y ansiedad ante los retos presentes y futuros que no puede controlar.

•        “Cuando la cosecha está a punto el labrador, mete enseguida la hoz, porque ha llegado la siega”. Jesús habla del tiempo de la siega, es un momento gozoso para el labrador que recoge sus frutos. Jesús en su predicación sobre el Reinado de Dios habla de un tiempo histórico, que hay que aprovechar, pero también habla del final del tiempo de nuestra vida presente y del encuentro con el padre. En este primer momento conviene darse cuenta que se nos pide trabajar en la implantación del Reino, en un crecimiento diario en humanidad y en solidaridad con nuestro entorno, trabajando por crear un clima fraterno que hace visibles los signos del Reino, como son el amor, la verdad, la justicia y la paz.

Pero al hablar de la siega, hay una referencia clara sobre el final de los tiempos. Es un tiempo de hacer balance y de enfrentarnos a nuestra realidad humana, que se deteriora y termina. Los creyentes en Cristo también hemos de vivir estas etapas finales de la vida con gozo y alegría, como el labrador de la parábola, es el momento de la siega, es el final de etapa, pero también es el encuentro definitivo con Dios.

La parábola que hoy nos propone la Iglesia es un buen momento para reflexionar desde la fe sobre esta realidad postrera de la existencia, porque en nuestra sociedad se pasa muy ligeramente sobre estos temas, se evita hablar de todo lo que se relaciona con la muerte, parece que no es de buen gusto, y pocos lo viven con el gozo del encuentro definitivo con Dios que da plenitud a toda una vida. Por eso es importante recordar temas trascendentales de nuestra fe, como son la Resurrección de Jesús y nuestra esperanza de vida eterna ya que si no, se corre el riesgo de que estas verdades se miren con cierto escepticismo o indiferencia ambiental y, en definitiva, no jueguen un papel relevante en la propia vida, aunque se afirme tener fe, pero no se es consecuente con ella, no hay una adhesión existencial o vivencial, todo queda entre la duda y interpretación personalista.

•        “La semilla brota y se hace la más alta de las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Es la plenitud del Reino que trasciende y se hace evidente, se habla de un crecimiento esplendido fruto de la pequeña semilla. Pero esto no significa una vuelta al triunfalismo soñado por los profetas antiguos. No es el cedro en la cumbre del monte, del que nos habla hoy la primera lectura, es más bien la acción callada de Dios en el mundo, que se encamina de una forma misteriosa hacia la plenitud del Reino, hasta tal punto que las aves más variopintas acuden a protegerse en sus ramas. Es la acción de Dios a lo largo del caminar de la humanidad. Pero, a su vez, es también el fruto de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia están trabajando por un mundo mejor. Nadie tiene el monopolio de esos valores del Reino, a todos se les ofrece una tarea para crear una sociedad más humana y más justa, aunque no se llamen cristianos ni conozcan a Dios.

ESTUDIO BÍBLICO

•        Iª Lectura (Ezequiel 17,22-24): Algo nuevo surge de lo viejo, por obra de Dios.

El texto de Ezequiel debemos situarlo como una promesa de restauración después de la catástrofe. Todo el c. 17 tiene esa dimensión y se explica ante la calamidad del destierro de Babilonia que tiene sus etapas. Ezequiel, con este enigma del "águila y el cedro" va a plantar cara a ciertas expectativas de algunos que pensaban que la salvación podría venir de Egipto al que algunos miraban, bien en el destierro, bien en la misma tierra de Judá que todavía no habían sido desterrados hasta la caída de Sedecías. Estamos en el año 588 a. C. y la parábola del "cogollo del cedro" viene a responder, a su manera, a los que no han entendido la verdadera historia de lo que ha pasado.

Y esa historia de ruina solamente la puede arreglar Dios, contando con un pueblo que se fíe de su palabra manifestada por los profetas verdaderos. Dios es capar de lo viejo, de lo antiguo, sacar algo nuevo y entonces lo viejo dejará su arrogancia, como el cedro altísimo. De un cogollo insignificante nacerá un cedro nuevo, en lo más alto de la montaña que no puede ser más Sión, Jerusalén. Esta teología de lo viejo y lo nuevo tiene sus resonancias, ya que de esa manera siempre se mantiene la promesa y la fidelidad de Dios.

•        II.ª Lectura (II. Corintios 5,6-10): Lo mortal será revestido de vida.

Las reflexiones escatológicas de Pablo frente a su ministerio siguen siendo las claves de este texto de 2Cor. Se habla del encuentro con el Señor "post mortem", en el mismo momento de la muerte. Es verdad que la antropología subyacente a este conjunto de 2Cor 4,7-5,10 se nos escapa un poco entre las manos. Expresiones como el "hombre interior" sugieren un lenguaje propio de la filosofía griega, pero también hay diferencias notables, en cuanto no se está hablando en este caso con un leguaje dualista de alma y cuerpo. Por eso mismo debemos interpretar el misterio de la "interioridad" en una relación de interconexión con los conceptos soma y ánthrópos, que son claves en toda esta perícopa. El sóma es la persona en su integridad. En toda esta trama de conceptos antropológicos y apocalípticos, lo más decisivo es la expresión de 2Cor 5,4: "para que así esto mortal sea consumido (katapothe) por la vida". El sentido del verbo katapínó, en aoristo pasivo, debe tener la fuerza de la acción de Dios. Como muchas veces ocurre en el NT por el aoristo pasivo, y más cuando se trata de los temas escatológicos, no debemos olvidar que es Dios el sujeto de esa acción. De hecho, no nos seduce la traducción que escoge el sentido de "tramar" o "devorar", porque no es la vida lo que engulle lo mortal; es la vida en cuanto acción de Dios sobre toda muerte y sobre todo los hombres que pasan por la muerte. Esto se confirma muy bien por el v. 5, que pone a Dios como garante de ello, dándonos las "arras" del Espíritu. La vida está sembrada en nuestro cuerpo mortal, en nuestra mismidad. No vamos a la nada, porque Dios nos garantiza, pues, que hemos sido creados, hemos nacido, para la vida y no para la muerte.

La garantía para el cristiano es, sin duda, el Espíritu, que es un adelanto de todo lo que nos espera en la nueva vida, en la vida escatológica. Es verdad que aquí no se habla de resurrección, que es un concepto mas apocalíptico y que está mucho más presente en 1 Cor 15. Digamos, mejor, que se contempla el paso de la muerte a la vida como una "transformación" personal, no al final de los tiempos, ni en el momento de la Parusía como se da a entender en I Tes 4,15 1 Cor 15,51. ¿Por qué? Porque eso va desapareciendo poco a poco del horizonte de los textos paulinos. Ello significa que en Pablo se produce una evolución personal en este tema escatológico. No obstante, mientras todo eso llega, vivimos de la fe, exiliados del Señor. Quiere decir de la vida total y especial que tiene ahora el Señor, Cristo. Se usa la expresión de ir a "habitar junto al Señor (v. 8), es decir, nos revestiremos, poseeremos la vida que ahora tiene el Señor, porque la identificación entre Cristo y la vida lo podemos ver en 2Cor 4,1 1. Pablo se está expresando, sin duda, en una mística cristológica de tonos proféticos. ¡No hay miedo a la muerte! Después de las expresiones que había inventado sobre el particular, en 1 Cor 15,55, sobre la victoria de la muerte, esta mística cristológica es un cántico a la victoria de la vida en Cristo.

•        Evangelio (Marcos 4,26-34): El Reino como un grano que crece en esperanza

Las parábolas de Jesús son toda una excusa para hablar del misterioso crecimiento del reino que anuncia. Es verdad que había anunciado con una seguridad inquebrantable que "ya está aquí" o que "en medio de vosotros". Mc 1, 14-15 lo pone como frontispicio de todo y como programa, a la vez que exige conversión y confianza en ese anuncio. Pero podían preguntarle, como de hecho sucedió ¿dónde está ese Reino? De allí que las dos parábolas del crecimiento, mediante los símbolos de un grano (aunque un grano es pequeño, no se resalta este punto) y una semilla de mostaza (que es como una cabeza de alfiler) vengan a decirnos algo significativo de sus comienzos, de sus logros y de su consumación. Se da una cierta disimilitud y contraste en el final de las dos comparaciones: la del grano en lo que se refiere a lo que, a causa del crecimiento y la consumación final, no tendrá sentido (se desechará) y la de la mostaza nos habla del Final en términos más positivos, porque se hará grande y vendrá a ser "hogar" y protección de multitudes de pájaros.

El reino está ya aquí, pero solo como una semilla que es confiadamente un final grandioso o apropiado. No son parábolas o comparaciones deslumbrantes, pero están llenas de sentido. Debemos aceptar la misma naturalidad de este mensaje en cuando es algo que ya está sembrando, que está creciendo y por eso tiene misterio. Como tiene misterio la comparación de la levadura (cf Mt 13,33; Lc 13,29-21) que poco a poco impregna la masa. Eso quiere decir que está "germinando" y por eso se alumbrará un mundo nuevo, tanto en el caso de acabar algo que no tiene sentido en la historia (y por eso de meterá la hoz) o en el caso de que se construya un "hábitat" donde vengan todas las aves a protegerse. Incluso deberíamos entender que se trata de toda clase de aves y por lo mismo que se estaría apuntando a los paganos. Son los dos aspectos del Reino y de su transformación de la historia: algo quedará caduco, pero lo más importante es la imagen de los pájaros que anidan.

Es ese final bueno y liberador el que debemos proponer como mensaje de las parábolas de hoy. Es verdad que se nos habla de "meter la hoz”, pero es lógico que esta historia humana debe dejar aquí todo aquello que no tiene sentido, que es opuesto al proyecto y a la plenitud del Reino de Dios. Pero en la parábola de la mostaza, que comienza con el sentido de la "nimiedad" de lo insignificante y de lo mínimo, todo se transforma hasta ofrecernos la imagen de un árbol cósmico donde todos puedan encontrar no solamente el hábitat humano, sino la verdadera felicidad del Reino. Así, pues, quiere decirnos Jesús, son las cosas de Dios. Esta es la propuesta de esperanza que forma parte de la entraña del Reino, por insignificante que parezca. En estas metáforas, pues, proponía Jesús un mensaje que llenaba los corazones de los sencillos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).