domingo, 30 de noviembre de 2014

DOMINGO 1° DE ADVIENTO


“No tengan miedo”

¡El Señor viene! En realidad, desde la vivencia de la fe y de la confianza en Él, bien podemos afirmar que el Señor está siempre viniendo, está en medio de nosotros, caminando a nuestro lado por las sendas de la historia que nos toca transitar, y en estos tiempos tan complicadas y azarosas.

El Adviento nos ayuda a caer en la cuenta de esta verdad. Y nos predispone para intensificar nuestros encuentros personales con el Señor Jesucristo en la oración más intensa y en la más atenta escucha de su Palabra y de su paso entre nosotros. Siempre nos acecha el peligro de la distracción, sea por las razonables preocupaciones de la vida, sea por los reclamos seductores del consumo, sea por circunstancias personales de difícil manejo… Este tiempo particularmente santo, ante sala de la gran celebración de la Natividad del Señor, es una fuerte llamada a estar alerta. Porque el Señor viene, quiere venir a mi vida, a ofrecerme un plan, a encender mi esperanza, a despertar todas mis capacidades para el bien y el amor.

Él viene a sacarme de la plácida rutina, de la inconsciencia del compromiso débil, del melancólico paso del tiempo que me hace ser espectador indiferente de las grandes luchas y sueños de la humanidad.

Él viene sobre todo a recordarme la más importante de las citas: el encuentro definitivo con Él, ese que fijará mi destino eterno a su lado, y que ahora me exige vivir en vela y sin distracciones estériles, construyendo con su fuerza, y por su mismo Espíritu, ese futuro que desembocará en la Vida-sin-fin.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA    

El profeta clama a Dios pidiendo misericordia, y perdón. Reconoce que el pueblo ha pecado, y de esa situación solo se puede salir si Dios los purifica.

Lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7

¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro Redentor” es tu Nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos. Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. Pero Tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19

R. Restáuranos, Señor del universo.

Escucha, Pastor de Israel, tú que tienes el trono sobre los querubines, reafirma tu poder y ven a salvarnos. R.

Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.

Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.

II LECTURA    

Pablo se dirige a quienes “aguardan la manifestación de Dios”. En una actitud de esperanza, pueden aceptar la palabra del apóstol, para que sus vidas encuentren la paz.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo los cristianos de Corinto 1, 3-9

Hermanos: Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Sal 84, 8

Aleluya. ¡Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! Aleluya.

EVANGELIO     

 “Aquí con todo respeto nos inclinamos ante el libro nuevo del año con una página que es como el inicio y la síntesis de lo que nos va a decir, a lo largo de todo el año, san Marcos, el Evangelio más breve porque breve es la Palabra única y necesaria: “Miren, vigilen; pues no saben cuándo es el momento”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 33-37

Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

El mensaje evangélico de este primer domingo de Adviento es insistente y rotundo: “Estad preparados”. “No os dejéis engañar”. “No tengáis miedo”. Es una magnífica llamada la que nos hace la Palabra del Señor al inicio de este nuevo año litúrgico. Suena a vigilancia, a conversión, a compromiso, a esperanza; a no dejar lugar al abatimiento, a adentrarse con coraje en la historia, que aunque compleja, puede ser reconducida en conformidad con los designios del Padre.
Sobre estos tres indicativos podríamos fijar la reflexión y las pautas para nuestra vida de creyentes en el Señor Jesucristo justo en estos momentos de la historia que nos toca vivir y en los que somos llamados a continuar construyendo esa nueva vida, o ese nuevo estilo de vida, que Él inauguró.

“Estén preparados”

¡Preparados! ¡Firmes en la fe! Los tiempos actuales son recios y oscuros para muchos de nosotros. La vida se desprecia y abarata, la violencia se desata de mil formas destructoras, la justicia y la dignificación de los débiles tardan en consolidarse, los sueños más nobles parecen desvanecerse y afloran vientos fétidos de corrupciones y desintegraciones, de enfermedades virulentas y contagiosas, de fundamentalismos intransigentes, que generan desazón y sufrimiento, desconfianza y tensión. Y sin embargo no estamos solos en este mar de aguas revueltas. El Señor es uno de los nuestros, ha compartido historia y destino con la humanidad, sigue misteriosamente en medio de nosotros y lo estará hasta el fin de los tiempos. Él es fuerza para confiar y luchar, para seguir soñando y esforzándonos por un mundo mejor, por una humanidad más fraterna, por horizontes de verdadera y consolidada paz.

¡Preparados! ¡Alegres en la esperanza! Porque sabemos que Él está, que Él viene, que Él es nuestra fortaleza, por todo ello nos resistimos a claudicar. La esperanza de su promesa se hace fuerza y coraje. Sabemos de quién nos hemos fiado. Y por eso comenzamos cada día, y cada día sabemos que con Él hay razones para la esperanza; que la bondad y la honradez y la justicia también están aquí, en medio de nosotros, sencillas y discretas, pero tenaces y forjadoras de un mañana mejor, siempre atisbando la luz de un nuevo amanecer.

¡Preparados! ¡Diligentes en el amor! Seguros de que es él, el amor, el amor que se hizo fragilidad y plenitud de vida entregada, la fuerza que vence al mal. Hoy es Adviento, una llamada a apostar a cada instante por el amor. Quisiéramos hacerle presente en los gritos de la desesperación, en la tristeza sin contornos, en la congoja de la soledad, en el llanto ahogado. En los organismos nacionales e internacionales de decisión. Donde se preparan y manejan las armas destructoras, en los nidos del odio, en los rencores enconados, en lo intereses individuales y partidistas, allí donde la vida se desprecia. En todos los ámbitos donde se resuelve lo humano.

“¡No se dejen engañar!”

Por el olvido de Dios, por el secularismo galopante, por el materialismo seductor. Por los discursos oportunistas, por la ambición disfrazada, por la felicidad hueca, por el efímero placer. Por la extorsión despiadada, por la imposición manipuladora de los más fuertes, por el corazón de hielo de los que solo buscan su beneficio.

Hoy es Adviento. Más bien, estemos atentos a la voluntad del Padre, a construir su Reino. A empeñarnos en la justicia y en el servicio amoroso a la vida. Atentos al fortalecimiento de los débiles, a la dignificación de los pisados y olvidados, a la lucha fuerte y sin bajar la guardia contra el mal en cualquiera de sus manifestaciones. Porque el Dios que viene, Aquel en quien creemos, es el que sale al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista sus mandamientos.

“No tengan miedo”

¡El que viene y está en medio de nosotros es el Vencedor! ¡Y volverá como tal! Con Él y en Él sabemos que la victoria es segura. Él, y solo Él, nos capacita para mirar de frente al mal y desafiarlo. Lo último no es la fuerza destructora del mal, que es fuerte y destructor. Lo último, a lo que nos sentimos llamados y esperados, es al encuentro con Él, Vida-plena, Amor-sin-fin.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: (Isaías 63,16b-17; 64,1.3b-8)

Marco: El contexto es Is 56-66 que fue redactado en la etapa del post-exilio de Babilonia. La comunidad israelita es asaltada por graves dificultades. Tras un breve fulgor a la vuelta del exilio, la vida diaria se hace dificultosa. Por todas partes es atacada la pequeña comunidad que no acaba de reconstruirse. En esta situación hay que leer el siguiente fragmento.

Reflexiones

1 ¡Ternura de un Padre para con sus hijos!

Tú, Señor eres nuestro padre, tu nombre de siempre es nuestro redentor. Se invoca a Dios con el afectuoso nombre de Padre y nos recuerda Is 64,7; Jr 3,4; Ml 1,6. Dios desea ser tratado con el amor y la generosidad que un hijo puede esperar de su padre. Sólo Dios puede salvar; porque sólo Él es el redentor (41,14), aquel que tantas veces ha socorrido y salvado a Israel. Para acentuar esta unidad de la salvación, el orante contempla cómo los antepasados más grandes y más amados, eran incapaces de aportar la salvación; por tanto, la salvación sólo puede venir del omnipotente Padre adoptivo, Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te terna? El interrogante que formula el profeta, profundamente humano, que parece inculpar a Dios del extravío del pueblo, hay que entenderlo no que Dios sea causa del error o del endurecimiento del corazón, sino más bien que su paciencia, que desea nuestra salvación, cuando no corrige al que yerra, parece ser causa del error y del endurecimiento. En la comprensión veterotestamentaria de las relaciones de Dios con los hombres no se subraya todavía con trazos claros la responsabilidad de las causas segundas. Por eso se atribuye fácilmente todo a la causa primera, es decir, a Dios.

Segunda lectura: (1Cor 1,3-9)

Marco: La comunidad de Corinto, entrañable para Pablo, ha recibido toda clase de dones y carismas. La componen principal-mente los braceros del puerto, sometidos a duro trabajo y maltratados en su tarea. Pero Dios tuvo a bien enriquecerlos con abundancia de dones del Espíritu. En el juego entre dones y flaquezas humanas, se han producido desviaciones muy serias: divisiones, incestos, acepción grave de personas, envidias y rivalidades. Pablo sale al paso de las desviaciones y trata de contestar a sus preguntas. Se vanaglorian e poseer ya con el Espíritu la resurrección y la vida, pero sin compromiso ético.

Reflexiones

¡Dios os ha enriquecido en todo!

No carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Dios se prodigó con aquella comunidad. Entre sus miembros no hay muchos ricos, ni nobles ni sabios. Pero han sido llamados a la fe mediante el Evangelio predicado por Pablo y sus colaboradores. Con la adhesión a la fe han recibido toda clase de dones del Espíritu. Esta comunidad es un paradigma en que se reflejan los dos polos: la debilidad humana manifestada en graves y desconcertantes actitudes y la riqueza y abundancia de los carismas recibidos. La esperanza en la manifestación del señor es el pensamiento central en este primer domingo de Adviento. En la primera etapa de su vida y misión, Pablo cree, piensa y predica que el Señor Jesús vendrá pronto gloriosamente. Vivir siempre en la esperanza y en la tensión que engendra esta virtud es propio de quienes han sido sellados en el Señor resucitado y glorioso. Esta esperanza ha de mantenerlos siempre alertados. Y en las circunstancias por las que pasa la comunidad de modo especial. Precisamente influidos por las nuevas ideas de carácter gnóstico que se han introducido, ponen en duda la validez y necesidad de la resurrección corporal, porque ya se ha producido la resurrección espiritual que es la importante. En este domingo es necesario insistir en la necesidad de la esperanza de la resurrección y en la vuelta gloriosa o manifestación (epifanía) del Señor. Sabemos que una parte importante de los creyentes que nos rodean cada día tienen serias dudas sobre la resurrección final.

Evangelio: (Marcos 13,33-37)

Marco: Este fragmento pertenece al discurso escatológico. En la apocalíptica eran corrientes los adoctrinamientos secretos. Puesto que Jesús camina hacia el encuentro de la muerte, se puede comparar el discurso con el testamento que el patriarca transmite a sus hijos antes de su muerte. La esperanza escatológica sugiere hablar de un discurso de exhortación en cuyo horizonte, que lo domina todo, aparece la revelación del Hijo del hombre en su parusía. La frecuencia de verbos en futuro (hasta 27) pone de manifiesto el interés parenético para alentar la esperanza. El discurso tiene tres partes: 5-23; 24-27; 28-37.

Reflexiones

1) ¡No sabéis cuándo es el momento!

El momento lo ha fijado el Padre con su autoridad... El clima de intensa espera domina la experiencia de las primeras comunidades. Tenía la convicción de que el Señor volvería pronto y con El, el final glorioso prometido para la comunidad y para la humanidad. La vida del creyente en el mundo es una constante y tensa peregrinación. Jesús, en su cuidada pedagogía, insiste en la ignorancia sobre el día y la hora exacta de su vuelta (Hch 1,6-8). Los discípulos de Jesús deben huir de todo tipo de cábalas sobre el fin. Cierto que le preceden determinados signos, pero se subraya la respuesta y el compromiso en el presente que el creyente debe explotar escrupulosamente. Ni el pasado ni el futuro están en sus manos. Debe aprovechar celosamente el «hoy» de la salvación. El creyente debe vivir en la plena confianza en el Padre. Él sabe cómo organizar la historia de cada uno y de la comunidad cristiana. Esto conlleva el fiarse totalmente de su fidelidad y, a la vez, una «evangélica despreocupación» por el tiempo. El Padre quiere que sus hijos desgasten todas sus energías en vivir intensamente en su voluntad; en comprometerse seriamente con el reino en el tiempo en espera de la posesión plena del mismo en el futuro. No deben perder su tiempo en otras consideraciones que no les conciernen. La ignorancia sobre el tiempo facilita la intensidad en la vida dirigida por la esperanza. Esta enseñanza de Jesús desmiente los esfuerzos de ciertas sectas que se entretienen en calcular fechas y tiempos de la vuelta del Señor. Una grave tentación que asalta a los hombres de todos los tiempos consiste en querer adueñarse del tiempo: queremos poseer el tiempo en su globalidad. ¡Y eso no es posible! Sólo puede hacerlo el Señor de la eternidad que lo abarca todo. No os «preocupéis» anticipadamente: ¡Vivid como las aves del cielo que no hilan ni siembran y vuestro Padre celestial las viste y las alimenta! Pero imitadlas en su laboriosidad del alba a la tarde.

2) ¡Estén alerta!


Mirad, vigilad. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad! La clave del discurso escatológico está en esta exhortación a la vigilancia. Dios actúa definitivamente en la historia a través de signos y palabras. Es necesario estar atentos para ver y entender. Es el sentido fundamental de todo el discurso escatológico y de las parábolas que con él se integran o con él se relacionan: las diez doncellas, los talentos, la higuera que no produce fruto y otras más como el ladrón que llega a cualquier hora. La urgencia del momento exige la máxima atención. Dios sorprende con su generosidad en la oferta, pero exige la máxima atención y dedicación. Volverá con toda seguridad. Lucas reinterpreta el discurso escatológico y añade: volverá con toda seguridad, aunque más tarde. Es necesario equiparse con la paciencia, la vigilancia, la longanimidad, la constancia y el aguante. La seguridad de la vuelta del Señor urge un compromiso permanente en el tiempo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).




domingo, 23 de noviembre de 2014

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


“Vengan, benditos de mi Padre; 
hereden el reino preparado para ustedes”

En el último domingo del año litúrgico se celebra la solemnidad de Cristo Rey del Universo ¿Qué significa la realeza de Cristo? Lo primero que hemos de advertir es que se trata de una imagen sobre Jesús que puede traer confusiones, ya que la realeza de este mundo no tiene nada que ver con la realeza de Jesús. Las lecturas que la liturgia nos propone para esta solemnidad nos ayudan a ver el significado profundo de lo que celebramos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA    

 “El rol del profeta fue en general confrontar con los abusos del poder político, con las atribuciones excesivas, con la manipulación. Los profetas han sido casi siempre personajes poco aceptados por las cortes reales, porque eran los denunciantes de las conductas no éticas de quienes estaban a cargo de la nación”.

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-12. 15-17

Así habla el Señor: "¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar –oráculo del Señor–. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia. En cuanto a ustedes, ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y chivos".
Palabra de Dios.

Salmo 22, 1-3. 5-6

R. El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor,  nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas. Me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

II LECTURA

Jesús, el Rey, dio su vida por toda la humanidad. El reinado de Jesús no exige a los hombres sumisión, sino que él se da a sí mismo para que todos alcancemos la vida eterna.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 20-26. 28

Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte. Y cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mc 11, 9. 10

Aleluya. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluya.

EVANGELIO

Este texto tiene que ser comprendido a la luz de una doble dimensión. La universalidad de la esperanza que nos abre la cruz de Jesús de Nazaret, como el signo de una comunión incondicional y escandalosa y a la luz del espíritu de las bienaventuranzas. «Vengan, benditos y benditas de mi Padre, y reciban en herencia el Reino». Las bienaventuranzas no son promesas para un futuro lejano sino que son afirmaciones de aquello que, bajo el reinado de Dios, sabemos con certeza que ocurre.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 31-46

Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de la izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

La realeza de Dios se expresa con la imagen del Pastor.

La imagen que el profeta Ezequiel nos presenta de Dios es la de un pastor que busca una por una, personalmente, a las ovejas siguiendo su rastro. La acción del Pastor es la de seguir el rastro de sus ovejas. 
Una pauta interesante para preparar la homilía es el movimiento de búsqueda de Dios hacia cada uno de nosotros, de manera personal e individual. Dios busca personalmente a cada uno de nosotros. Dios quiere ponerse en comunicación personal con cada uno de nosotros. ¿Cómo abrirnos a percibir esta búsqueda? ¿Cómo dejarnos modelar por esta búsqueda de Dios? No es tanto un movimiento nuestro hacia Dios por medio del esfuerzo y la exigencia, sino un movimiento de Dios hacia nosotros. Esta primera lectura, por tanto, nos invita a abrirnos a percibir este movimiento de búsqueda de Dios que nos transciende. Dichos con una simple pregunta: ¿Qué puedo decir personalmente de Dios? ¿Qué vivencia personal e interior tengo de Dios?

La realeza de Jesús se expresa en la libertad y en el juicio.

Hay un regla para interpretar los textos bíblicos que siempre funciona: la regla del estribillo, es decir, cuando en un pasaje bíblico se perciben repeticiones a modo de estribillo, entonces ese estribillo o repetición es lo más importante de ese texto. En el texto de Mt de este domingo encontramos un estribillo que se repite 4 en forma de afirmación y/o en forma de pregunta: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” Estas 6 obras de amor son repetidas 4 veces en el Evangelio de hoy. Por tanto, es bien claro el mensaje de esta solemnidad: busca por medio de tus opciones a Dios. O con otras palabras: por medio de la libertad puesta al servicio del bien y de amor, accedemos a percibir el movimiento de búsqueda de Dios por cada uno de nosotros.

Un segundo mensaje del texto evangélico de hoy: la persona de Jesús, la persona que es Dios se identifica con la persona que viene ayudada. Cualquier cosa que sea hecha a un necesitado, crea amor. Y este amor nos une a Cristo. Cuando nos encontremos cara a cara con Dios, sólo una posesión contará y será importante: el amor. No las casas, ni el dinero, ni el poder, ni las posesiones… sólo el amor. Pero también en el texto evangélico hay un juicio. Para entender el juicio que aparece en este texto evangélico hay que hacer referencia a la imagen de los corderos y de las cabras. Los corderos son blancos, luminosos, espléndidos; las cabras tienen, sin embargo, un pelaje oscuro y hacen referencia a la oscuridad y a las tinieblas de cada uno, al pecado, a la no presencia de Dios. ¿Quiénes son estos corderos y estas cabras? Somos cada uno de nosotros: a veces somos luz y a veces somos oscuridad. Cada uno de nosotros es cabra y oveja, es blanco y negro, es bondad y maldad, somos luz y somos oscuridad. Por tanto, la segunda Buena Noticia que nos viene proclamada en esta solemnidad es clara: la vida se juega en la medida en que nos asemejamos al Cordero de Dios, en la medida en que nos comportamos como cordero a semejanza del Cordero de Dios. Por eso, el castigo, el fuego del juicio es aquel que quemará todo aquello oscuro de nuestra vida y que nos permitirá ser como el Cordero de Dios.

El sello de la realeza de Dios es la Resurrección de Cristo, es decir, la victoria de la Vida sobre la muerte.

La segunda lectura de la primera carta a los Corintios se nos habla de Cristo como primicia de todos los que han muerto y como aniquilador del poder de la muerte. Es decir, la fe en Cristo, la fe-confianza en su Evangelio, en su palabra… es el fuego que nos ilumina en la vida y es, al mismo tiempo, el fuego amoroso que quema la parte oscura, de pecado, de no-presencia de Dios en nuestra vida. Cristo es la medida, la luz que ilumina y el fuego que purifica. Y esa Luz que es Cristo y es dada por Cristo, la hemos recibido gratuitamente en el Bautismo: el sello de los cristianos.

En definitiva, proclamar que Cristo es Rey del Universo es proclamar que Cristo es el Señor de nuestra vida, que Cristo es el parámetro de nuestra libertad, que Cristo es la luz que nos da visión de toda nuestra vida pasada, presente y futura; es proclamar que Cristo es el fuego que quema aquello que nos separa de Dios.

ESTUDIO BÍBLICO

Nota introductoria: Es conveniente orientar esta fiesta desde la proclamación de la soberanía de Dios por Jesús. Sabemos que Jesús centró su predicación y la realización de sus signos en anunciar la inminencia de la soberanía de Dios. En la primera etapa, Jesús la proclama, sobre todo, a través de sus parábolas que, por este motivo, se las suele llamar parábolas del reino. Este reino se hace presente también a través de los signos (exorcismos, curaciones, intervenciones en la naturaleza) y que, por eso, se los llama, signos basileicos o del reino. Se realiza con poder singular en la kénosis de la cruz y en la exaltación de la resurrección. Se actualiza constantemente con la fuerza del Espíritu y se convierte en objeto de esperanza final para los creyentes en Jesús y para humanidad entera.

Pienso que esta perspectiva, aunque expuesta con suma brevedad, da un sentido auténtico a esta Solemnidad que hoy celebramos. El reinado o soberanía de Dios no se hace presente en la etapa actual por medio del poder de este mundo, sino en la continuidad en la Iglesia de la obra salvadora y liberadora de la cruz de Jesús garantizada por el poder de Dios manifestado en la resurrección. Esta soberanía comienza en el tiempo, incluso de manera visible en el compromiso por la comunión, la solidaridad y la fraternidad universal, y se consumará al final de la historia cuando Dios lo sea todo en todos.

Primera lectura: (Ezequiel 34,11-12. 15-17)

Marco: El fragmento que proclamamos hoy forma parte de un conjunto más amplio (33-39) que tiene como tema principal hacer presente un mensaje de esperanza. Los oráculos y comparaciones de estos capítulos intentan buscar una explicación al desastre de la destrucción de Jerusalén (34-35) y atisbar signos de esperanza (36-37). Los dos últimos capítulos (38-39) están coloreados por la esperanza apocalíptica o del final de los tiempos.

Reflexiones

1ª) ¡El Pastor reúne lo disperso!

Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro... La dispersión de las tribus de Israel, ocurrida en diversas etapas, es un acontecimiento histórico. Primero el reino del norte (721 a.C.) y después el reino del sur (587 a.C.). Estos acontecimientos son leídos por los profetas como signo y presagio de otros acontecimientos de mayores dimensiones. La dispersión es interpretada como una consecuencia de la infidelidad del pueblo a la alianza pactada por Dios en el Sinaí. Dios mantiene su palabra de hacer un gran pueblo, pero Israel no responde a este proyecto tan importante para la humanidad. En consecuencia, la promesa de una futura reunificación y reunión se convierte en fundamento de una gran esperanza (cf. Jr 32,36-41).

La futura reunión es interpretada como una poderosa acción salvadora del Dios de Israel que cumple su palabra en fidelidad. En última instancia la reunión de los hijos de Dios dispersos es una expresión y profecía de la reunión escatológica* de toda la humanidad por obra del Pastor al final de los tiempos. Este proceso que podemos leer en la historia de la salvación es un hilo conductor de la misma de primera importancia y una gran promesa para la humanidad. Un día, al final de los tiempos, toda la humanidad será de nuevo reunificada en el reino de la paz, de la vida, de la comunión y de la felicidad sin fin. Esta gran esperanza se apoya en la experiencia salvadora del pueblo de Dios y en la actitud de Dios que es fiel a su palabra y a su proyecto. El destino de la humanidad no es la disgregación sino la comunión en el amor y en la vida. Los creyentes deben enrolarse gustosos en todos los proyectos que tiendan a humanizar más la vida, a fomentar la comunión, a hacer posible la paz y la justa distribución de todos los bienes: culturales, materiales, morales, religiosos.

2ª) ¡El Pastor conduce a las ovejas a buenos pastos y las cuida a todas!

Yo mismo apacentaré mis ovejas... La figura del pastor ha pasado a ser en el oriente antiguo una imagen muy utilizada para expresar la tarea del rey. La imagen sugiere la idea de la solicitud y la preocupación del rey por los súbditos y, por tanto, ser rey no es un privilegio sino una misión y un compromiso siendo el guía que va por delante del pueblo para protegerlo y defenderlo como hacen los pastores con el rebaño. Ha de mirar primariamente por el bien común del pueblo que se le ha encomendado.

Cuando los profetas trasladan la imagen para describir la acción de Dios con su pueblo sugieren todos estos elementos. Dios mismo, Pastor ideal, se encarga de proteger, guiar, cuidar al pueblo y garantizar el bien común y el bienestar de todos en la seguridad y la paz. Para esta tarea quiso contar con pastores elegidos para servicio de su pueblo: los reyes y los gobernantes. Pero no cumplieron su tarea. Por eso Dios, en el momento central de la salvación, asumirá esta tarea y la llevará a cabo él mismo. Para expresarlo el profeta utiliza un lenguaje pastoril muy significativo.

Finalmente, el Pastor aparece como el Juez definitivo del rebaño. Esta es la perspectiva escatológica de las palabras del profeta. Al final de los tiempos el Pastor discernirá con justicia entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío. En la visión de Ezequiel esta tarea de Pastor y Juez la realiza Dios mismo. En el nuevo Testamento esta doble misión se le entrega al Hijo que será el Buen Pastor (Jn 10) y el Juez Universal (Mt 25).

Segunda lectura: (1Corintios15, 20-26a.28)

Marco: ¿Es verdad la afirmación de Pablo sobre la resurrección de Jesús y de toda la humanidad en él y por él?... Los apóstoles proclamaban en el kerigma fundamental que la verdad central de la fe era la resurrección de Jesús como fruto y manifestación del poder de Dios. El propio Pablo recuerda en esencia el kerigma cristiano en los primeros versículos de este mismo capítulo: muerte liberadora, sepultura, resurrección y manifestación o revelación del acontecimiento. La comunidad de Corinto ha nacido por la aceptación de esta proclamación y su incorporación a Cristo por los sacramentos que actualizan su muerte y resurrección. Pero han de vivir esa fe en medio de las gentes que les rodean para quienes la resurrección no tiene valor ni sentido alguno. Los corintios zozobran en su fe y piden a Pablo una clarificación.

Reflexiones

1ª) ¡En la resurrección de Jesús todos somos llamados a la vida definitiva!

Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto... La lógica utilizada por Pablo es, en realidad, una analógica o lógica superior y nueva. Los griegos utilizan su lógica: los muertos no resucitan, por tanto la afirmación de que Cristo ha resucitado es falsa, un engaño. Pablo responde a partir de un acontecimiento cierto y seguro: Cristo ha resucitado realmente, por tanto los muertos resucitarán. De este modo un hecho portentoso se convierte en la base de todas sus afirmaciones. Pablo sigue enseñando en esta carta cómo pasar de la experiencia universal de la muerte a la experiencia universal de la vida.

El proyecto original de Dios era la vida y no la muerte (Gn 2). Pablo entiende que todos los hombres proceden de Adán, por tanto, la humanidad tiene su principio unificador en que proceden de un mismo y único origen. Pablo compara aquella obra con la de Cristo, para concluir que en Cristo –nuevo Adán– toda la humanidad reencuentra su verdadero sentido y destino.

Estas afirmaciones siguen vigentes como mensaje de salvación incluso contando con las nuevas investigaciones sobre el origen de los hombres, porque Cristo sigue siendo la respuesta positiva al proyecto del Dios de la vida. En la resurrección trascendente, total y definitiva (escatológica) de ese hombre real, llamado Jesús, todos los hombres son llamados a la vida real, definitiva, trascendente y total. ¡Si algo necesita urgentemente nuestro mundo es la proclamación y visualización en el testimonio cristiano de esta realidad!.

2ª) ¡En la resurrección se ha seguido un proceso y un orden!

Primero Cristo como primicia... La presencia de Jesús en la historia de los hombres tiene como finalidad mostrar que el proyecto del Dios de la vida sigue vigente. Todos somos invitados a vivir en la esperanza firme de un final definitivamente feliz para todos. Y la realización de este magno proyecto tiene un proceso y un orden: el primero en experimentar la fuerza de este poder vivificador fue Jesús mismo. Él es la primicia y, a través de él, alcanzará a toda la humanidad. Después de Jesús resucitarán también todos los cristianos, pero cuando él vuelva. Lo que ahora se participa simbólica y sacramentalmente será una realidad total y acabada cuando vuelva el Señor Jesús glorioso.

Y, finalmente, resucitarán todos los hombres incluso aquellos que no participan ahora de la resurrección por medio de la fe y de los signos sacramentales. Esto quiere decir que el proyecto de vida es universal y sin excepción alguna (cf. Jn 5,28-29). El último enemigo aniquilado será la muerte. El gran enigma que atenaza a los hombres ha sido absorbido y resuelto en Jesús hombre real resucitado. La vida es más fuerte que la muerte. El proyecto del Dios de la vida se realiza infaliblemente.

A lo largo de la historia de la salvación se canta insistentemente el poder, la misericordia, la santidad y la fidelidad de Dios (que recoge el Magnificat). Ese Dios ha actuado de modo definitivo en su Hijo a favor de la humanidad cumpliendo su promesa y resucitando a Jesús de entre los muertos. Al final, el Dios de la vida lo será todo para todos. Al final, cuando todo le esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Evangelio: (Mateo 25,31-46)

Marco: Junto con el evangelio que proclamamos el domingo anterior forma parte del así llamado discurso escatológico. El fragmento que proclamamos hoy, bajo una forma narrativa muy viva y sugerente, revela lo que sucederá al final de los tiempos. La perspectiva escatológica y de futuro invade todo el relato. La dramatización literaria del fin se compone, por tanto, de tres elementos esenciales y consecutivos: resurrección, juicio, posesión de la gloria para siempre. Y para el encuentro con el Juez universal, se nos anticipan las preguntas de su interrogatorio. De una manera plástica se presenta ante el hombre qué debe hacer para ser colocado a la derecha del Juez, es decir, para poseer y disfrutar con él la gloria: se le invitó a ser capaz de encontrar al propilo Jesús escondido en todos aquellos necesitados del amor misericordioso de Dios, móvil principal de la salvación.

Reflexiones

1ª) ¡Se sentará como Juez de todas las naciones en el trono de su gloria!

Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria. Se trata de una escenificación apocalíptica* inspirada en Daniel y otros libros apocalípticos judíos. La dramatización literaria ilumina e ilustra el contenido real que se esconde en el ropaje literario. La visión de Dios rodeado de ángeles también corresponde a la comprensión apocalíptica del fin. En el relato evangélico aludió Jesús en alguna ocasión a esta realidad del trono para juzgar (Mt 19,28). El autor del Apocalipsis ha llevado esta imagen a su pleno desarrollo cuando intenta interpretar la realidad de la Jerusalén celeste y gloriosa (Ap 21 y 22).

Y serán reunidas ante él todas las naciones... Ya observamos en el comentario de la primera lectura que la reunión de los dispersos adquirió un sentido de perspectiva futura (escatológica). Es la escenificación del fin. La reunificación realiza el proyecto de comunión que Dios quiso para toda la humanidad y que Jesús ofreció en la cruz (Jn 12,31-32). La escuela joánica entiende que la elevación es un acto único que significa la elevación en la cruz y en la gloria. Cristo en la cruz y en la gloria es el centro de comunión y de unidad para todos (Jn 17,21). El juicio es universal.

La derecha y la izquierda tienen un sentido simbólico en la Escritura: la derecha es siempre signo de bendición, de poder protector para el bien; la izquierda significa lo negativo, la maldición o la acción contra los enemigos. Cuando se afirma en el Salmo que Dios tiene su mano derecha escondida en el pecho y su izquierda no actúa, el orante dice a Dios que no actúa a favor de su pueblo para defenderlo (derecha) y que no actúa en contra de sus enemigos como protección de Israel (izquierda).

2ª) ¡Venid benditos de mi Padre, heredad el Reino!

Venid vosotros, benditos de mi Padre... La relación de todos aquellos en los que se esconde Jesús, con los que se identifica Jesús, es un modelo que no excluye otras posibilidades. El lenguaje es heredado de la predicación profética. Significa que la palabra profética como el evangelio alcanzan la realidad de la vida humana (Is 1,15-18). Significa que el reino futuro debe hacerse presente saliendo al encuentro de todos los hombres que carecen de los bienes que les permitirían ser personas humanas dignas e hijos de Dios.

En estas preguntas del examen final, por el que han de pasar todos los hombres para que puedan ser contados entre los benditos de su Padre, se refleja el realismo del Evangelio y la seriedad con que Dios asume la situación de tantos millones de hombres vejados en su dignidad humana. Para entrar en el reino, dice Jesús, hay que pasar por la vida de sus hermanos: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. No es adecuado ni correcto preguntar por la procedencia social, religiosa o étnica de los hombres. Con cualquiera, porque en cualquiera que sufre es necesario manifestar realmente el amor misericordioso del Padre con signos creíbles. Como lo hizo Jesús que rompió todas las barreras para ofrecer al hombre otra posibilidad humanizadora y liberadora: el amor misericordioso de Dios.

Jesús se esconde en cada ser humano necesitado de este amor del Padre. Servir a Jesús escondido en todos ellos sin preguntas previas. Con Jesús es llevada a plenitud la predicación profética que advertía de los excesos contra los pobres. Pienso que es preferible presentar el aspecto positivo del juicio universal: ¡Venid benditos de mi Padre! Es necesario elegir, durante el trayecto de la historia que tiene una inexorable consecuencia final, el servicio y el compromiso con todos aquellos en los que está oculto, pero presente, el propio Jesús. La urgencia y la fuerza de este Evangelio es más necesaria hoy que nunca.


Hoy debemos hacer visible entre los hombres esta admirable escenificación del final. Se nos invita a estar un día a la derecha de Jesús. Hagamos visible el programa del examen final cuando Dios lo será todo para todos y en todos. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O.P.)



domingo, 16 de noviembre de 2014

DOMINGO 33° DEL TIEMPO ORDINARIO


“a uno le dio tres talentos, a otro dos... 
a cada cual según su capacidad.”

Hoy, penúltimo domingo del Año Litúrgico, la Palabra de Dios nos invita a una actitud activa en la vivencia de nuestra fe. Jesús, con su palabra y testimonio, nos interpela a desarrollar los talentos que el Padre nos ha dado, las capacidades humanas que nos permiten crecer como personas y hacer productiva nuestra vida siendo solidarios con los demás.

El creyente no mira con indiferencia este mundo. Al contrario, lo contempla como en lugar en el que Dios nos invita a colaborar con Él para la extensión del Reino, su proyecto salvador para toda la humanidad, por el que vivió y murió Jesús. Un Reino de justicia, igualdad y paz. Un Reino que, si bien no es de este mundo, busca transformarlo y encuentra su plenitud en la otra vida.

La participación en la Eucaristía nos permite renovarnos interiormente para superar las actitudes que nos paralizan en el compromiso de nuestra fe. A su vez, encontramos la fuerza necesaria para no desfallecer en el empeño por hacer de nuestra sociedad el hogar de todos, sin excluidos ni explotados.

Ojalá que al final de nuestra vida, Dios nos pueda decir: “Muy bien, empleado fiel y cumplidor, pasa a la fiesta de tu Señor”.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Vivimos tiempos en los cuales, a menudo las mujeres son tratadas como mercancía u objetos de deseo, o son víctimas de los más increíbles abusos. Este texto nos hace pensar en el respeto, el cuidado y la ternura que los varones deben a las mujeres.

Lectura del libro de los Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31

Una buena ama de casa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. El corazón de su marido confía en ella y no le faltará compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal, todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso. Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser alabada. Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 127, 1-5

R. ¡Feliz quien ama al Señor!

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.

Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.

¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén! R.

II LECTURA

¿Dónde ponemos nuestras seguridades y esperanzas? Debemos saber que un día todo llegará a su fin y que sólo nos quedará lo que hemos vivido con amor. San Pablo nos orienta sobre esto para que no nos escudemos en la ignorancia.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 5, 1-6

Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.
Palabra de Dios.
ALELUYA        Jn 15, 4. 5

Aleluya.“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. El que permanece en mí da mucho fruto”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

El problema del último empleado fue que tuvo miedo. Se dejó ganar por este sentimiento y no se arriesgó. Se escudó en seguridades, detrás de una parálisis de sus potencias y cualidades. Y el Señor le recrimina su imposibilidad de arriesgar y de no dejarse sorprender por la Vida.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 14-30

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'. Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

El Año Litúrgico está llegando a su fin. Invita a pensar que todo tiene un final. También la vida de cada uno de nosotros. Los creyentes no vivimos en la oscuridad. La fe nos ilumina para transitar la vida con sentido. El Señor hoy nos hace caer en la cuenta que no solamente hay sentido en “el más allá”, en la otra vida, sino también “en el más acá”, en esta vida, siempre que hagamos producir nuestros talentos. Los pongamos al servicio del Reino y cuando llegue el final de nuestra vida, quizás no nos pillará con la sensación de haberla malgastado inútilmente, con la amargura de haberla perdida sin mayor provecho ¡Nunca es tarde para empezar!

Los cristianos creemos que hemos sido salvados ya por Jesucristo, pero aguardamos su manifestación gloriosa en la plenitud de los tiempos. El Señor se ausenta pero nos entrega su Espíritu para caminar y enfrentar los desafíos de esta vida. También distribuye, entra cada uno de sus seguidores, talentos para hacer productivo su Reino. Hubo una época en la que muchos cristianos nos esforzábamos por hacer “méritos”, por desplegar todas nuestras cualidades o talentos para ganarnos el Cielo. Creíamos que el Reino no tenía mucho que ver con las cosas de este mundo. Con todo, aportamos buenas obras, colaboramos en mejorarlo. Pero no pudimos evitar que la fe nos generara un serio conflicto interior, por si no alcanzábamos en dar la medida exigida. Hoy, entendemos que el Cielo es un don que Dios nos concede por los méritos de Cristo, y que nosotros lo acogemos como acto de nuestra libertad. A muchos nos ha tranquilizado, pero también nos puede haber quitado motivaciones para seguir realizando buenas obras.

Jesús vive y muere por un proyecto que incluye la transformación de este mundo según el querer del Padre y que él llama Reino. Si bien, Dios hace posible que éste crezca y se desarrolle misteriosamente, sin que sepamos cómo lo hace, no nos exime de aportar el fruto de los intereses de nuestra inversión en la causa del Reino. Nadie está exento. Porque incluso el que recibió un talento, recibió una fortuna. Tampoco a nadie se le pedirá más de lo que recibió. Pero, en cambio se beneficiará del que no aportó. El Reino sigue siendo gracia.

En la construcción del Reino todos hemos sido convocados a colaborar. Forma parte de la responsabilidad que conlleva la fe en Jesús. Dios nos incluye en su proyecto que tiene que ver con la historia humana. Apela a nuestra libertad adulta para convertirla en historia de salvación. Por eso nos ha dado los talentos para que nos sumemos productivamente en su misión de hacer un mundo más igualitario y justo. Y nos advierte que quien no se compromete con el Reino, tampoco merece compartir la felicidad de su Señor.

Dios no nos pide algo que no nos haya dado antes. De ahí el deber de rendirle cuentas. La cuestión no es si hemos hecho suficientes méritos para ir al cielo, más bien, deberíamos preguntarnos si nos hemos comprometido suficientemente en la causa del Reino. Es conveniente que revisemos la calidad de nuestro compromiso terrenal como creyentes. Ortodoxia y ortopraxis son inseparables. Fácilmente podemos caer en la crítica fácil – aunque legítima, por otra parte – ante la corrupción de políticos, banqueros, empresarios… pero sin asumir el mínimo compromiso social o político por cambiar la realidad del país en el que vivimos, como si el Reino no incluyera un proyecto de Dios a construir en este mundo. En tal caso, nos mereceríamos el calificativo de “servidor inútil y perezoso”.

No valen excusas ante la falta de compromiso de nuestra fe. Detrás del exceso de precauciones, de los reparos o de los miedos, no pocas veces escondemos actitudes cómodas, de pereza o de insensibilidad, ante la realidad que nos envuelve de exclusión social o poder financiero y económico reinantes. Enfermos, ancianos, emigrantes, pobres, marginados… esperan que les mostremos con gestos concretos el rostro solidario del Dios en quien creemos los cristianos. Todo ser humano que sufre interroga nuestra fe y nos ha de comprometer en lograr una sociedad más justa.

Puede, incluso, que los talentos que Dios nos dio los pongamos al servicio exclusivo de la propia auto-realización, como si fuera lo único importante en esta vida. Cuando vivimos “auto-referenciados” y lo mío está por delante y por encima de las necesidades de los demás, las lágrimas del prójimo pasan inadvertidas. Incluidas las de nuestra pareja, hijos, padres, o hermano de comunidad, compañero de trabajo, vecino de nuestra escalera… porque todo el interés lo acapara nuestro “ego”. La vida tiene sentido sólo si la compartimos con otros, si desarrollamos las cualidades que tenemos incluyendo a los demás, si nos hacemos solidarios del dolor ajeno, a ejemplo de Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien.

No faltan testimonios de fe comprometida. El libro de los Proverbios nos invita, en concreto, a tomar como modelo a la mujer que despliega sus talentos con creatividad y generosidad por el bien de cuantos la rodean. El protagonismo que hoy van tomando las mujeres en el mundo lo podemos considerar un “signo de los tiempos”. Forma parte de las conquistas del Reino. Varones y mujeres deberíamos sumarnos activamente, en coherencia con nuestra fe, en la lucha por los derechos de las mujeres. Discriminadas todavía en muchos ámbitos, tanto sociales y económicos, como familiares o eclesiales. En el Reino no caben las diferencias de ningún tipo. Menos aún, aceptar la violencia o el comercio de personas del que son víctimas tantas mujeres. Actitudes contrarias al querer de Dios.



ESTUDIO BÍBLICO

Este “penúltimo” domingo del año litúrgico nos mete de lleno en la esfera religiosa escatológica; nos instruye y nos motiva a pensar en las últimas cosas de la vida, esas sobre las que no queremos hablar casi nunca, porque nos parece que no forman parte de nosotros mismos; como si fueran de otro mundo. Sin embargo, la liturgia nos recuerda que son del nuestro, de nuestra intimidad más profunda a la que debemos asomarnos con fe y esperanza. Existen las últimas cosas, que llegan cuando nuestra vida, aquí, ya se ha agotado. Por ello, nos permitimos una reflexión de más alcance sobre el concepto bíblico de “parusía” que impregna el sentido de las lecturas de este día:

1) La palabra griega que sustenta este concepto no es directamente bíblica, sino que está tomada del helenismo donde significaba la «visita» o la «presencia» del rey en una ciudad. Si un rey o un gran mandatario visitaba una ciudad, se hacían grandes obras para el momento, se preparaban fiestas con alabanzas y sacrificios en los templos; a esto se le llamaba «parusía». E incluso viene a simbolizar una nueva era para la ciudad o para la provincia o territorio. De ahí la tomaron los cristianos, sin duda, ya que aparece muy poco en el AT (cuatro veces en la Biblia griega de los LXX). Su sentido técnico es manifiesto, pero mucho más su sentido religioso. De esa manera se aplicó a la venida de Cristo, a su vuelta al final de los tiempos, para llevar a cabo el triunfo sobre este mundo y manifestar la grandeza y el poderío del reinado de Dios. Esta vuelta, tal como creían los primeros cristianos, no estaba lejos (así en 1Tes 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; 2Tes 2,9; 1Cor 15,23). Sin embargo, un cambio de actitud se va imponiendo poco a poco hasta ir desapareciendo paulatinamente de la visión escatológica y de las ideas del cristianismo. En los evangelios, ni el mismo Hijo del hombre conoce la fecha (Mc 13,32; Mt 24,36); y en la 2Tes se intenta justificar el retraso de la parusía por algo que escapa a los cristianos. En realidad era una forma de curar cierta fiebre apocalíptica ante dificultades y persecuciones. Ello fue beneficioso para valorar mucho más la transformación que el Reino de Dios debía tener en la historia actual, según el mensaje del mismo Jesús.

2) Sin embargo, hay que decir que el cristianismo no bebe exclusivamente en el helenismo su visión de lo que conocemos técnicamente como «parusía», sino que en el fondo es más fuerte un concepto bíblico de carácter profético que se conoce como el «día de Yahvé», el «día del Señor» y así lo usa también San Pablo (1Tes 4,18). Eso supone que los cristianos han reinterpretado un antiguo concepto bíblico de carácter escatológico y apocalíptico.

3) ¿Qué es el día del Señor? Como en casi todas las culturas religiosas, el día del Señor tiene dos aspectos: uno positivo, de salvación, de liberación, de triunfo de Dios sobre el mal y sobre los enemigos; por otra, desde la perspectiva de la predicación profética monoteísta, es el día del juicio, por ejemplo, contra todo orgullo humano (Is 2,6-22). Numerosos textos proféticos y apocalípticos apoyarían este doble sentido (cf Am 5,18-20; Jl 4,12ss; Sof 1,7-14 de donde se toman la expresión «dies irae, dies illa»; Ez 7,7-27).

4) ¿Qué sentido, pues, tiene la parusía? Reinterpretando todo lo que el AT y el NT nos sugieren, debemos tratar de entender que el día del Señor, el día de la parusía, no es un tiempo cronológico de un momento, o una fecha del calendario. Es una nueva situación que hay que aceptar por la fe y la esperanza en Dios. Es un concepto de excelencia en el que la salvación de Dios anunciada por los profetas y manifestada en la vida de Jesucristo es una realidad sin vuelta atrás. Por eso no es cuestión de ajustar el día de la parusía, o el día del Señor, o el día de la salvación, a un momento, a una hora, a un día, a un año. Se trata de reconocer la acción de Dios por los hombres. E incluso podemos afirmar que, desde la fe cristiana, supone reconocer la acción por la que Dios transformará la historia. De ahí que debamos entender y aceptar que la parusía ha comenzado en la Resurrección de Jesús y no terminará hasta que todos los hombres que existen y existirán serán resucitados como Jesús (así lo ve ya Pablo en 1Tes 4,13 y en 1Cor 15). Y eso será el signo definitivo, el día por excelencia, en el que la historia, es decir, la creación de Dios habrá llegado a su plenitud.

Iª Lectura: Proverbios (31,10…31): La sabiduría de las grandes decisiones

I.1. El ejemplo del libro de los Proverbios (31, 10...31) nos presenta precisamente a una mujer, la “mujer fuerte”, hija, hermana o madre en la que se puede confiar. Como la Biblia no es antifeminista, aunque su cultura esté impregnada por una mentalidad patriarcal, sí acierta en ver a la mujer como más abierta a lo escatológico, a lo espiritual, al amor por los pobres. Por eso, esta lectura, justamente, propone desde dónde se deben afrontar las últimas cosas de la vida. No conviene, de ninguna manera, hacer una lectura “contracultural”. La mujer no está reducida al hogar, a la casa, a los hijos… Lo importante en esta lectura es la gran capacidad de “decisión”.

I.2. La mujer judía, encargada de mantener el fuego en el hogar, y de encender las luces del shabat, experimentó desde muy pronto lo que significó su llamado al Reino. Ella encarnaba en Israel la sofía de Dios y, por lo tanto, debe enseñarla, iniciar a sus hijos en su camino. En el hebreo bíblico espíritu (ruah) y sabiduría, (hokma), son términos femeninos. Sofía, como una niña que danza ante Dios, (Prov 8,22ss), es el rostro humano del pensamiento divino y por lo tanto es a la madre a quien corresponde la iniciación de sus hijos en la prudencia. Israel valoró a la mujer como a una perla, desde su escondimiento e invisibilidad, pero también la apreció como profetisa, guerrera y reina. A pesar del patriarcalismo de la Biblia, sus autores no callaron totalmente nombres como el de Myriam, Débora, Judith, Ester, Ana... Ellas y muchas otras mujeres encarnaron el ideal de Israel, quien llegó a identificarse como nación con la "amada" del Cantar. La amada de Yahvé a quien profetas y sabios dieron nombres y destinos femeninos, al reprender en sus desvíos la respuesta del pueblo a un amor de Alianza. Israel fue la elegida, la virgen, la esposa, la ramera... Oseas, Jeremías y Ezequiel vituperaron las infidelidades de Israel con nombres femeninos.

I.3. La mujer es más religiosa que el hombre; siempre lo ha sido. Y el elogio de la mujer en el capítulo último de los Proverbios es toda una analogía (y subrayo “analogía) para que demos importancia a lo que no queremos darle, como si eso fuera cosa de mujeres. Las cosas que merecen la pena, y especialmente las cosas de Dios, deben tener en nosotros la gran oportunidad que “la mujer”, la madre, la hija, la hermana, da a los suyos. Y todos, varones o mujeres, tenemos que tomar grandes decisiones. En realidad aquí se habla de la mujer como si se tratara de la “sabiduría”. Esa sabiduría bíblica, que es una sabiduría práctica, es la que se propone aquí en la imagen de la mujer.

II Lectura: Tesalonicenses (5,1-6): Esperar en la luz, sin miedo

II.1. La segunda lectura, en continuación con la del domingo pasado, nos muestra al Pablo primitivo al que la comunidad de Tesalónica le plantea grandes cuestiones y, concretamente, en lo que se refiere a la venida del Señor. Los primeros cristianos estuvieron obsesionados con ello. Esta es la segunda instrucción del apóstol sobre dicho acontecimiento. Para su enseñanza se vale del lenguaje profético veterotestamentario, de la literatura apocalíptica (mucho de ello lo encontramos en los textos de Qumrán): vendrá como cuando una mujer da a luz, que casi siempre es un momento inoportuno, entre la luz y las tinieblas, entre el velar y el dormir.

II.2. Pero el objetivo de Pablo es liberar la tensión que pesa sobre el momento y la hora de la venida e incidir en la actitud que hay que tener, como lo más importante: ese debe ser un instante de luz porque es evento de salvación, para lo cual se debe estar preparado. Por eso, el falso problema de cuándo, con su angustia e incerteza, se cambia por el cómo: desde la luz, desde la praxis del amor, la justicia, la solidaridad y el perdón. Así viviremos con Cristo.

Evangelio: Mateo (25,14-30): No «enterrar» el futuro

III.1. El evangelio de Mateo (25,14-30) nos muestra, tal como lo ha entendido el evangelista, una parábola de "parusía" sobre la venida del Señor. Es la continuación inmediata del evangelio que se leía el domingo pasado y debemos entenderlo en el mismo contexto sobre las cosas que forman parte de la escatología cristiana. La parábola es un tanto conflictiva en los personajes y en la reacciones. Los dos primeros están contentos porque “han ganado”; el último, que es el que debe interesar (por eso de las narraciones de tres), ¿qué ha hecho? :“enterrar”.

III.2. Los hombres que han recibido los talentos deben prepararse para esa venida. Dos los han invertido y han recibido recompensa, pero el tercero los ha cegado y la reacción del señor es casi sanguinaria. El siervo último había recibido menos que los otros y obró así por miedo, según su propia justificación. ¿Cómo entendieron estas palabras los oyentes de Jesús? ¿Pensaron en los dirigentes judíos, en los saduceos, en los fariseos que no respondieron al proyecto que Dios les había confiado? ¿Qué sentido tiene esta parábola hoy para nosotros? Es claro que el señor de esta parábola no quiere que lo entierren, ni a él, ni lo que ha dado a los siervos. El siervo que “entierra” los talentos, pues, es el que interesa.

III.3. Parece que la recompensa divina, tal como la Iglesia primitiva pudo entender esta parábola, es injusta: al que tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará. Pero se le quitará si no ha dado de sí lo que tiene. Y es que no vale pensar que en el planteamiento de la salvación, que es el fondo de la cuestión, se tiene más o menos; se es rico o pobre; sino que la respuesta a la gracia es algo personal que no permite excusas. La diferencia de talentos no es una diferencia de oportunidades. Cada uno, desde lo que es, debe esperar la salvación como la mujer fuerte de los Proverbios que se ha leído en primer lugar. Tampoco el señor de la parábola es una imagen de Dios, ni de Cristo, porque Dios no es así con sus hijos y Cristo es el salvador de todos. Es una parábola, pues, sobre la espera y la esperanza de nuestra propia salvación. No basta asegurarse que Dios nos va a salvar; o aunque fuera suficiente: ¿es que no tiene sentido estar comprometido con ese proyecto? La salvación llega de verdad si la esperamos y si estamos abiertos a ella. (Fray Miguel de Burgos Núñez O.P.)