domingo, 28 de septiembre de 2014

DOMINGO 26° DEL TIEMPO ORDINARIO


“se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor…
Por eso, Dios lo exaltó.”

Vivimos en un mundo violento. Y nos cuesta admitir que "los malos" campen libremente e incluso prevalezcan sobre "los buenos". Por eso, muchos piensan, como ya denunciaba el profeta Ezequiel, que "no es justo el proceder del Señor", porque no los fulmina; pretenden que su juicio es más recto que el juicio de Dios (1ª lect.: Ez 18, 25-28).

Sin embargo, la convicción predominante en la Escritura es que el proceder divino se muestra, desde siempre, favorable a todo ser humano: "Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas" (Sal 24).

No obstante, ese proceder de Dios no es indiferente a nuestra respuesta: sus designios de misericordia sólo se harán realidad si, por nuestra parte, nos abrimos a la fe en Aquel que él nos ha enviado (Ev.: Mt 21, 28-32).

Precisamente, al enviarnos a su Hijo en nuestra condición humana (2ª lect.: Flp 2, 1-11), nos dio el máximo ejemplo de una vida conforme a su voluntad, para que también nosotros podamos alcanzar, imitándolo, su propia gloria.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA    
El profeta se queja de que el pueblo le echa la culpa a Dios de sus desgracias y fracasos. Espera que Dios, para demostrar que es justo, tenga que responder a los caprichos de un pueblo. Y Dios responde. Y los ubica: es el pueblo el injusto, y debe hacerse cargo de sus propios pecados.

Lectura de la profecía de Ezequiel 18, 24-28

Esto dice el Señor: Si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá. Ustedes dirán: “El proceder del Señor no es correcto”. Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 24, 4-9

R. Acuérdate, Señor, de tu compasión.

Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador, y yo espero en ti todo el día. R.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las rebeldías mi juventud: por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad. R.

El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. R.

II LECTURA  
  
Los sentimientos de Jesús nos inspiran a vivir en fraternidad, y a ser servidores de los hermanos. Jesús entregó su vida como un servicio de amor; nosotros no podemos vivir de otra manera.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 1-11

Hermanos: Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por interés ni por vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús. * Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.

ALELUYA

Aleluya.
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. (Jn 10, 27). Aleluya.

EVANGELIO    

Muchos somos los que vemos y criticamos a quienes en primera instancia, se plantan en un “NO”. Hay muchos tipos de negaciones. Pero quien ha dicho “NO”, no ha cerrado definitivamente sus opciones. Siempre estará a tiempo de gritar un “SI”, o de balbucear una vida positiva. Por eso, estemos preparados a recibir en nuestro corazón a quienes alguna vez se nos presentaron negativamente.


Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 28-32

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’. Él respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”. “El primero”, le respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

El corazón paciente de Dios

A diferencia de la tradición predominante en el AT, el profeta Ezequiel acentúa en varios de sus textos (Ez 14; 18; 33) la responsabilidad individual de nuestros actos. Asimismo afirma que nadie puede juzgar nuestro destino basándose sólo en alguna etapa de nuestra vida. Podemos cambiar a lo largo de ella, para bien o para mal.

Nosotros tendemos fácilmente a juzgar a los demás sin tener en cuenta esa posible evolución e incluso sin creer en ella, o sin admitir que pueda ir a mejor; sobre todo cuando pensamos en quienes tienen una conducta deplorable que suscita la repulsa general. "Los malos no tienen remedio y no merecen ninguna consideración".

No es esa la actitud de Dios. Él sabe esperar. Pero no espera con los brazos cruzados. Lo suyo es ayudar de mil maneras: sosteniendo, corrigiendo, orientando, perdonando, ofreciendo nuevas oportunidades. Y su juicio definitivo siempre será misericordioso. "Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo,... ciertamente vivirá y no morirá" (Ez 18, 28).

Hacer el bien

¿Cómo comportarnos de tal manera que acertemos a adoptar la conducta idónea? Jesús propone una sencilla parábola: la de los dos hijos (Mt 21, 28-32). Lo que importa no son las apariencias de respeto a la ley o de obediencia a lo que se nos pide con autoridad; lo decisivo es hacer lo que Dios quiere de nosotros.

No son las convenciones sociales -o religiosas- las que avalan la bondad de las personas, sino la conformidad con el bien. En el caso de los creyentes, la aceptación de la voluntad de Dios. Una voluntad que se nos ha hecho patente en la persona y en la vida de Jesús de Nazaret.

Aceptarlo a él, acogiendo su palabra, es el camino que nos hace gratos a los ojos de Dios, sea cual sea nuestro pasado (aunque hayamos sido "publicanos" o "prostitutas"). Por el contrario, cerrarnos a esa palabra nos aleja de Dios, haya sido la que haya sido también nuestra vida anterior.

El ejemplo supremo para todo creyente

Pablo exhorta a portarse como auténticos cristianos en el seno de la comunidad creyente. Se sentiría feliz si lo cumplieran: sería un hermoso testimonio de verdadera fraternidad evangélica. Su labor de apóstol habría dado un espléndido fruto.

En esa exhortación ofrece una motivación muy poderosa. "Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús". Y ¿qué vida es esa? No es posible reproducirla al pie de la letra, pero su inigualable grandeza debe motivar una conducta semejante, aunque sea muy de lejos.

Sabemos lo que él hizo: "A pesar de su condición divina,... tomó la condición de esclavo... y se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz". Y lo que, a partir de ahí, hizo Dios con él no fue menos grande: "Por eso Dios lo levantó sobre todo..., de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble".

Tales son los "sentimientos" que el Apóstol invita a asumir, con la certeza de que el itinerario de quien los asuma seguirá una trayectoria semejante a la de su prototipo: primero, tocar fondo, ocupar de buena gana un humilde lugar entre los hermanos, "pasando por uno de tantos", y luego -ya en la patria definitiva- compartir la gloria que él, Jesucristo el Señor, recibe de Dios Padre.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Ezequiel (18,25-28): Solidaridad, pero también responsabilidad personal

I.1. La Iª Lectura se enmarca en un conjunto de profeta Ezequiel, que expresa uno de los puntos álgidos de su teología después de la catástrofe del destierro de Babilonia (587 a. C.). Se ha dicho, con razón, que en el pensamiento de este profeta hay un antes y un después de esa fecha fatídica para Israel. En lo que respecta al después, cuando el pueblo estaba destruido y todos pensaban que esa situación era la consecuencia de cómo el pueblo había actuado frente a Dios, el profeta entiende que en el futuro no se podrá hablar exclusivamente de responsabilidad colectiva donde casi nadie se siente culpable. Por ello, aquí estamos ante la teología de la responsabilidad personal, donde cada uno da cuenta a Dios de sus obras.

I.2. Todo el c. 18, como 33,12-20, está en esa línea, que es un progreso con respecto a la moral anterior, según aquello de que no pueden "pagar justos por pecadores". Es verdad que siempre existe una responsabilidad colectiva y solidaria, y también hay que contar con una «situación» social de injusticia y maldad que a unos afecta más que a otros. Pero la responsabilidad personal muestra que Dios nos ha hecho libres para decidir moralmente. Es verdad que la situación de la catástrofe del destierro de Babilonia fue responsabilidad de los antepasados, de los que no quisieron escuchar la palabra de Dios por medio de los profetas. Hay que asumir esa historia pasada con todas sus consecuencias de solidaridad. Pero mirando al presente, también cada uno de los que escuchan a Ezequiel tiene que meterse la mano en el corazón: ahora se agudiza la responsabilidad personal. El futuro se construye desde esa opción personal para abrirse a Dios.

II.ª Lectura: Filipenses (2,1-11): El abajamiento "humaniza" al Señor

II.1. Después de una exhortación a la intimidad, Pablo, propone a la comunidad de Filipos el ejemplo del Señor, de Cristo, quien ha renunciado a su categoría para hacerse como uno de nosotros, llegando hasta la misma muerte. Con toda probabilidad, este «himno» a los Filipenses (vv. 5-11), Pablo lo ha tomado de una liturgia primitiva que podría cantarse en Éfeso, desde donde escribe la carta. Ésta es la impresión que produce, entre otras cosas, por su estructura, por su ritmo, aunque él mismo le ha puesto un sello personal con el que se evoca la muerte en la cruz de Cristo, ya que en la cruz es donde se revela de verdad el Señor de los cristiano: porque sabe dar su vida por nosotros. Eso no lo hace ningún señor, ningún dios de este mundo. En ese Señor es donde debe mirarse la comunidad como en un espejo.

II.2. Haría falta todo el espacio del que se dispone y mucho más para poder entrar de lleno en el "himno" de Filipenses. Porque la IIª Lectura de hoy es una de las joyas del Nuevo Testamento. Solamente podemos asomarnos brevemente al contraste que quieren trazar estas dos estrofas fundamentales de que se compone esta pieza literaria y teológica: abajamiento y exaltación. La primera nos muestra cómo el Señor inicia un itinerario que muchos viven en su humanidad, en su indignidad, en su nada. Él ha emprendido ese destino también, como una opción irrenunciable, ¿por qué? Nunca se explicará suficientemente por el texto mismo, aunque usemos la palabra más adecuada: su solidaridad con la humanidad sufriente; por eso se despojada de sus derechos.

II.3. El camino contrario, el que muchos quieren recorrer sin haber vivido y experimentado el primero, es en el himno un misterio de gratuidad y de donación. Dios no puede querer la indignidad y la nada de su suyos. Y hablando en términos de alta cristología, no puede querer que su Hijo (y sus hijos) sea presa de lo más inhumano que existe en la historia. "Por eso" se le dio un nombre, una dignidad que está por encima de toda dignidad terrena. No como la de los "hombres divinizados", que sin solidaridad y sin padecer ni sufrir quieren ser adorados como dioses. Esos están llenos de una auto estima patológica que los aleja de los hombres. Son insolidarios y no tienen corazón.

II.4. El himno, pues, pone de manifiesto la fuerza de la fe con que los primeros cristianos se expresaban en la liturgia y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del proceso de Dios, de Cristo, el Hijo: El que quiso compartir con nosotros la vida; es más, el que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo. La Pasión de Mateo debe servir de referencia de cómo el Hijo llegó hasta el final: la muerte en la cruz.

II.5. El himno propiamente dicho (vv.6-11), tiene dos partes. La primera subraya la auto humillación de Cristo que, siendo de condición divina, se convierte en esclavo. La segunda se refiere a la exaltación de Jesús por parte de Dios a la categoría de Señor. Establece, además, una relación de causa a efecto entre humillación y exaltación: «Precisamente por eso» (Flp 2, 9). Y aquí radica la gran paradoja: que quien no destacó en vida por gesta heroica alguna, quien no fue soberano ni tuvo el título de Señor, quien termina sus días crucificado por vil y subversivo a los ojos del Imperio y de su propia religión, es considerado «Señor» y Mesías. Y, paradoja todavía mayor: el anuncio del Mesías crucificado se convierte en el núcleo de la predicación de Pablo y en el centro de la fe cristiana. Esto no podía por menos que chocar a la mentalidad helenista que, en sus cultos, aclamaba a los «señores» que habían tenido una existencia gloriosa. Tenía que sorprender igualmente al mundo judío, para quien el Mesías debía tener una existencia gloriosa, que ciertamente Jesús no tuvo. Por eso, dirá Pablo que el anuncio de un Mesías crucificado es «escándalo para los judíos, locura para los griegos» (1Cor 1, 23).

Evangelio: Mateo (21,28-32): Para Dios, lo que cuenta es "volver"

III.1. El evangelio de Mateo (21,28-32), con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su padre y va a trabajar.

III.2. Lo que cuenta, podríamos decir, son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor, Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas, ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido. Sabemos, no obstante, que los dos hijos corresponden a dos categorías de personas: las que siempre están hablando de lo religioso, de Dios, de la fe y en el fondo su corazón no cambia, no se inmutan, no se abren a la gracia. Probablemente tienen religión, pero no auténtica fe. Por eso, por ley de contrastes, la parábola está contada con toda intencionalidad y va dirigida, muy especialmente, contra los primeros.

III.3. El acento está, justamente, en aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre. Los verdaderos creyentes y religiosos, aunque sean publicanos y prostitutas, son los que tienen la iniciativa en el Reino de la salvación, porque están más abiertos a la gracia. El evangelio ha escogido dos oficios denigrados y denigrantes (recaudadores de impuestos y prostitutas); pero no olvidemos que el marco de los oyentes también es explícito: los sacerdotes y ancianos, que dirigían al pueblo. Pero para Dios no cuentan los oficios, ni lo que los otros piensen; lo que cuenta es que son capaces de volver, de convertirse.






DÍA DE ORACIÓN POR CHILE 2014






lunes, 22 de septiembre de 2014

HOMILÍA DEL OBISPO DE MAGALLANES EN TE DEUM DE FIESTAS PATRIAS 2014

LA PATRIA... ¡HERENCIA Y TAREA!

La escucha de la Palabra de Dios y la oración por las autoridades y por todos los estamentos de la nación manifestó, un año más, el compromiso del pueblo católico con el desarrollo de Chile, acogiendo la enseñanza siempre actual de los grandes pastores del país: “Somos constructores de la obra más bella: la Patria. Esa Patria no comienza hoy, con nosotros; pero no puede crecer y fructificar sin nosotros”. Citando esas palabras del Cardenal Silva Henríquez, Mons. Bastres agregó: “Por eso hemos venido nuevamente, como cada año, a orar por Chile y a dar gracias a Dios por todos sus beneficios”.

En su homilía, el Pastor diocesano subrayó los muchos motivos que la historia nacional ofrece para inspirar la gratitud al Padre Celestial. Reconociendo los recientes logros y mirando a las tareas pendientes en el mediano plazo invitó a la escucha y al diálogo para concordar los principios y fines que han de guiarnos como pueblo en la formulación de una nueva institucionalidad que sea fiel expresión del “alma de Chile”.


El Amigo de la Familia del domingo 21 de septiembre publicó un extracto de la homilía del obispo magallánico, pero aquí la ofrecemos completa para que todos puedan leerla con atención, analizarla y dialogar sobre ella en las comunidades; formando conciencia y opinión fundada en sólidos principios humanistas y cristianos sobre asuntos que nos conciernen a todos los chilenos.

Homilía Obispo Bastres Te Deum 18 Septiembre 2014 by Santuario Jesus Nazareno





domingo, 21 de septiembre de 2014

DOMINGO 25° DEL TIEMPO ORDINARIO


“Nuestros caminos… y sus caminos…”

Las lecturas de hoy nos cuestionan el concepto de camino, de tránsito de vida. Nos alertan acerca de una concepción raquítica y limitada de lo que significa definirnos y presentar nuestras opciones. Tratando de desentrañar y comprender esta invitación a identificar nuestros caminos y a desear que los últimos sean los primeros, compartimos hoy con ustedes este domingo.

DIOS NOS HABLA. COMPARTIMOS SU PALABRA.

I LECTURA

No alcanza con creer, o con saber dónde está Dios. Es necesario dejarse tocar por él, y cambiar de vida. Porque cuando en verdad nos encontramos con él, reconocemos nuestra pequeñez y su grandeza. Y ante esto, nos deberíamos sentir unos tontos por habernos creído tan grandes o más importantes que el mismo Dios.

Lectura del libro de Isaías 55, 6-9

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión; a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 144, 2-3. 8-9. 17-18

R. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan.

Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.

II LECTURA

San Pablo no espera la muerte, ni la desea como un “escape” de los problemas de la vida. Simplemente reconoce que el destino humano es estar eternamente junto al Padre. Y lo desea, porque está enamorado de Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 20b-26

Hermanos: Estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe. De este modo, mi regreso y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Es muy importante que atendamos a lo que exigen estos primeros contratos. Porque, a simple vista, su pedido es justo: cobrar proporcionalmente las horas trabajadas. Pero el Reino tiene otros criterios. Ya sea que se esté poco o mucho, la recompensa siempre es Dios, porque nuestra ganancia no está en la proporción del trabajo, sino en el trabajo mismo, sin importar cuánto esfuerzo material entreguemos en esta empresa.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19, 30-20, 16

Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.

Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

Como entre el cielo y la tierra, así es la distancia de nuestras aspiraciones raquíticas con la mente de Dios. ¿Quién podrá salvar este abismo del egoísmo humano hasta la bondad divina? Pero Dios es pronto al perdón y la compasión habita su corazón. Él pasa por su corazón nuestra debilidad, se pone en nuestro lugar, siente por nosotros y salva ese abismo en cuanto nos volvemos a sus ojos.

Una mirada de arrepentimiento por nuestra parte y su misericordia -que está ahí siempre ofrecida- salta en un abrazo. Isaías el profeta lo ve claro. De esta confianza vive el Pueblo de Dios de ayer y de hoy, de la esperanza en la bondad infinita de Dios. ¿Cómo nos vamos a cansar de repetirlo, si decir bondad y compasión es decir Dios mismo?

San Pablo ha gustado tan hondamente de esa experiencia de la bondad de Dios en Jesucristo, que se debate en un sinvivir entre la prisa por estar ya con Cristo en la gloria -sin temor alguno por la muerte, al contrario, sintiéndola la puerta de la mayor dicha para el creyente- y el gozo comparable de anunciar a Jesucristo entre quienes lo están haciendo ya carne de su propia carne. ¿Cuál no ha de ser la fe del apóstol que morir lo siente un gozo, y cuál no será su celo apostólico, que vivir solo lo entiende por causa del anuncio del Evangelio? Una fe al borde de la locura la de Pablo; una fe que cuestiona en qué sentido este creer tan calmoso nuestro, ha perdido la pasión por evangelizar que nos reclama.

Y ¿cómo recuperar ese sueño paulino por gustar ya de la gloria, sin perder el sentido de la realidad o queriendo llegar al cielo sin pasar la tierra? Tenemos que hacer la historia justa de cada día con el empeño de algo que va a durar, por más que el cielo nos atraiga,
y con la paciencia de los ciudadanos del mundo. La historia justa para todos, de eso se trata cada día.

El evangelio de Mateo recupera la santidad de Dios en la forma otra vez de bondad interpelante. Al ser una bondad la suya incondicional, envía a los obreros a su viña a distintas horas de la jornada -según se va dando la vida- y a todos les abona un salario justo. Pero es el mismo salario. Dios en su bondad incondicional y gratuita, a todos hace justicia, y a todos trata con bondad según su particular necesidad. Dios lleva la justicia hasta el terreno del don, a partir de los últimos de la vida. Nos cuesta aceptar este proceder, y los obreros de las primeras horas nos rebelamos. ¿Por qué? Hemos trabajado interesadamente para nosotros, no para Dios; hemos pensado su relación como en un contrato; no somos buenos, somos tratantes de derechos y deberes; tú me das, yo te doy; aquello del amor y el perdón al enemigo, o el dar al necesitado más de lo que te pide o en “derecho” le corresponde, o el reconciliarnos con alguien antes de presentar la ofrenda en el altar…, casi está olvidado. Pienso en el Padrenuestro, y donde decía “perdónanos nuestras deudas”, ahora hay que decir, “nuestras ofensas”… Hemos suavizado nuestro orar; lo hemos desmaterializado. Con buenas razones, pero ahí está. No decaigamos. Dios se pone en nuestro lugar, pasa por su corazón nuestro sufrimiento y debilidad -misericordia- y nos hace dar lo mejor de nosotros mismos. Cuando tocamos esta experiencia de compasión –sin duda, en algún caído del camino que nos pide ayuda- todo cambia y entendemos a Dios de otro modo. Por eso decimos que “los pobres nos evangelizan”; por ellos accedemos con sinceridad inigualable al Evangelio de Jesús. Nunca más te reprocharemos que seas bueno, Señor. Gracias. (Fidel Aizpurúa Donázar).



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías 55,6-9: A Dios siempre se le puede encontrar

I.1. Esta lectura pertenece al «Deuteroisaías», un profeta anónimo del destierro que interpreta con mucho acierto la acción de Dios en la historia del pueblo y de los hombres. Probablemente el texto de la liturgia de hoy sea uno de los más bellos, asombrosos y conocidos, por aquello de «mis caminos no son vuestros caminos...». Es, en cierta manera, el resumen final de los cc. 40-55 en que se recogen los oráculos y exhortaciones de ese profeta anónimo del destierro que tiene que levantar el ánimo del pueblo.

I.2. Estamos ante una llamada verdaderamente materna para buscar a Dios en nuestra vida, porque Él no es como lo imaginamos; actúa ciertamente con misericordia. Es verdad que no siempre se ha presentado así a Dios en la teología del Antiguo Testamento, sino más bien, negativamente. Pero este texto profético debe poner en evidencia ese tipo de teología. En este caso, el profeta quiere ser escandaloso para sus contemporáneos que piensan que Dios es terrible, alejado y justiciero. Los caminos del Señor, es verdad, no son los de los hombres; ni sus planes son como los nuestros. De ahí que el profeta exhorte a buscar al Señor para salir de la situación de opresión en el destierro. Un nuevo "éxodo" está por llegar, es decir, un nuevo camino de liberación.

I.3. El Deuteroisaías es el que mejor ha formulado este carácter específico del Dios de la Alianza, del que nos hablará Jesús en su evangelio y en la parábola de hoy. Se trata, pues, de poner de manifiesto el proyecto salvífico de Dios por el que nunca se han fascinado verdaderamente los hombres. Es como si desearan, algunos, que Dios siguiera siendo duro e imposible de comprender. Pero el profeta expresa todo lo contrario y todos estamos llamados a buscarlo y a convertirnos a Él, porque está cercano y, sin duda, se deja encontrar. Dios no huye, ni se esconde, ni "pasa" de su pueblo o de cada uno de nosotros. Porque usa la raham, la compasión. Por eso merece la pena buscar al Señor.

IIª Lectura: Filipenses (1,20-27): «Vivir en Cristo», o la victoria sobre la muerte

II.1. La IIª Lectura del día es un pasaje de una gran densidad paulina. Pablo, muy probablemente, está prisionero en Éfeso y se confidencia con su comunidad de Filipos a donde piensa ir. Lo ha pasado muy mal; ha podido estar a las puertas de la muerte, en la cárcel o a causa de una persecución y les habla de lo que significa para él «vivir en Cristo», estar con él, orar con él. Ha sentido su presencia salvífica hasta lo más profundo y no le teme ya a la muerte. Es uno de los puntos álgidos de la "escatología" paulina porque, ante la muerte, todo adquiere una dimensión más personal e inevitable.

II.2. Incluso Pablo ya no espera una «parusía» o venida del fin del mundo, como en otros momentos de sus cartas primeras. Sabe que la muerte está ahí al lado, en cualquier momento. Es como si quisiera afirmar, en realidad lo expresa rotundamente, que no le teme a la muerte porque tiene la confianza de Cristo, su Señor. Ha tenido y tiene la experiencia de lo que es "vivir en Cristo", y la muerte le abre una puerta a la vida que nadie le podrá arrebatar.

II.3. Solamente desearía quedarse en este mundo, entre los suyos, por servir a las comunidades a las que ha predicado el evangelio. Es uno de los pasajes de Pablo que más importancia tienen para la teología de la muerte y la resurrección. Y especialmente de lo que es Cristo Jesús para Pablo y de lo que significa para la vida y la muerte de todos nosotros. Podríamos, incluso, ilustrar esta opción cristológica paulina con unos versos de Miguel de Unamuno, en su "Cristo de Velázquez", que expresan mejor que nada la hondura y profundidad logradas por Pablo en esta expresión del "vivir en Cristo". Porque en Cristo y con Cristo ya no somos víctimas de un destino fatal, al contrario, como expresa maravillosamente Unamuno: "Sin ti Jesús, nacemos solamente para morir; contigo morimos para nacer, y así nos engendraste". Esto es todo un mundo de poesía, pero más aún, un kerygma unamuniano que bien podía ser ciertamente paulino.

Evangelio: Mateo (20,1-16): La salvación misterio “contracultural” del amor

III.1. El evangelio de Mateo nos ofrece la parábola de los obreros de la viña, una de las más significativas en el ámbito de la exposición que Jesús hacía para exponer el misterio del Reino de Dios, cómo debía hacerse presente, cómo participaba Dios mismo en este acontecimiento que afecta a la historia y a cada una de las personas que acogen su mensaje. Es una parábola que recuerda, en su resultado final, algunos aspectos a la conocida en Lc 15 como la del hijo pródigo. En realidad, se quiere hablar de la misma persona, de Dios, bien como un padre que espera a su hijo y le ofrece misericordia, bien como patrón de una viña que busca obreros durante todo el día. Los elementos intermedios, las horas, no deben distraernos del momento culminante en el que se quiere poner de manifiesto que, precisamente en el Reino de Dios, lo decisivo, como es la salvación de los hombres, no funciona con los criterios de este mundo. La narración comienza con un gár (pues, en griego), que sin duda pretende enlazar con el dicho de Jesús de Mt 19,30: “muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”. Es un dicho de gran alcance y la parábola de nuestra narración viene a ilustrar eso que es tan desproporcionado o tan “contracultural” como hoy gusta decir en círculos exegéticos sobre cómo era y como pensaba Jesús de Nazaret.

III.2. Habría que tener en cuenta las palabras de Is 55 «mis caminos no son vuestros caminos...». No sería lógico que contrastáramos la justicia estricta que usa con los llamados a la primera hora y la misericordia o la generosidad que aplica con los últimos, pero es ahí donde está el centro del escándalo, de lo contracultural: así no se pensaba en tiempos de Jesús, ni ahora tampoco. Se piensa que es una parábola que se pronuncia a causa de las críticas de los fariseos, religiosos de toda la vida, que al final reciben lo mismo que los otros. Podría pensarse que un gran agricultor, en tiempos de cosecha, tenía necesidad de jornaleros hasta última hora para dar salida a la uva y paga bien. Pero no es eso lo que cuenta; lo que se impone es que el dueño de la viña también es generoso con los últimos que ha podido contratar. En realidad no parece que la narración exija contratar hasta última hora; es un plus que se permite el dueño de la viña, y ahí es donde se cargan las tintas. Así funciona el Reino, no el mundo, y así se hace justicia de una forma absolutamente distinta a la de cualquier otra institución. Por ello, cuando echamos mano de esta parábola para iluminar teológicamente la justicia social y la productividad, no cometemos un error, pero tampoco es lo más acertado en la lectura e interpretación de la misma.

III.3. Para entender mejor la parábola, hay que tener en cuenta que el trabajo “de sol a sol” eran doce horas, que se dividían habitualmente de tres en tres. Supongamos que de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Los primeros jornaleros fueron contratados a las 6 de la mañana, y los últimos, a las 5 de la tarde, la undécima hora. Por eso a ellos les dice el dueño de la viña: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”. Podemos imaginarnos el contexto histórico de esta parábola de Jesús en su actitud de recibir y acoger a los pecadores contra la mentalidad legalista y puritana de los controladores de las leyes de pureza y santidad. Y de la misma manera podemos suponer un contexto eclesial de la comunidad de Mateo, quien quiere explicar a algunos judeo-cristianos, que la llamada de los paganos y su respuesta generosa les ha situado en el mismo plano de la salvación que a ellos. Todo en la parábola es desconcertante y a la vez original. El gran maestro en la interpretación de las parábolas, J. Jeremías, pone de manifiesto el contraste que existe entre ésta de Jesús y una que se nos trasmite en el Talmud de Jerusalén sobre Rabí Bun bar Hiyya, quien murió joven, y el que hizo su elogio fúnebre, lo alabó porque en pocos años había hecho lo que otros en 100 años. Pero no es este el caso de la parábola de los obreros de la viña que son llamados a última hora: de éstos no se dice nada de su eficacia y dedicación.

III.4. La parábola quiere enseñar una única cosa, decisiva: «Así es Dios con respecto a la salvación». Todo lo demás no sobra, sino que viene a servir a esta idea que es verdaderamente escandalosa. Este es el Dios de Jesús; este es el mensaje radical del evangelio del reino de los cielos. En la parábola rabínica que se conoce del Talmud, el obrero es uno sólo, que llega a última hora, ha trabajado tanto como los otros que han estado más tiempo empeñados en su quehacer; en la parábola evangélica, los obreros, en plural, que han llegado a última hora, no tienen mérito alguno, pero se les ha dado lo que sin duda necesitaban para su familia y para sus vidas. Es muy posible que no merecieran ese jornal, desde el punto de vista de la justicia simple o productiva, pero desde la bondad de Dios han recibido "gratuitamente" lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es el Dios de la salvación, así es el Dios de «mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos». Todos los jornaleros pudieron llevar a sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del perdón, de la misericordia, de la solidaridad. He aquí lo contracultural del Dios de Jesús.






domingo, 14 de septiembre de 2014

DOMINGO 24° DEL TIEMPO ORDINARIO



“No te digo que le perdones hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete”

La celebración eucarística de este domingo nos sitúa ante la experiencia, tan cristiana, del perdón. Es la propuesta evangélica ante la realidad frecuente del fracaso de los demás y nuestros propios fracasos. La propuesta de la compasión que acepta la fragilidad de la condición humana y otorga nuevas oportunidades a los demás, y a uno mismo.

Esta reacción religiosa, y profundamente humana, ya era conocida en parte de la tradición veterotestamentaria. Había en ella indicios para la superación de la ley del talión. El modelo de este comportamiento es el propio Dios, compasivo ante la debilidad y el error de sus criaturas. El Eclesiástico, libro al que pertenece la primera lectura, es sólo una muestra entre otras de un Dios compasivo y misericordioso.

El recuerdo del modo de proceder de Dios no es sólo motivo de alabanza y agradecimiento. Inspira un modo de comportamiento práctico: “perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas”.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico 27, 33-28, 9

Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee.
Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. 
¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?
No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? 
Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados?
Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo;
en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos.
Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; 
la alianza del Señor, y perdona el error.
Palabra de Dios
SALMO

Salmo 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12

R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; 
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R. 

No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; 
no nos trata como merecen nuestros pecados 
ni nos paga según nuestras culpas. R. 

Como se levanta el cielo sobre la tierra, 
se levanta su bondad sobre sus fieles; 
como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9

Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para si mismo
y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor;
si morimos, morimos para el Señor;
en la vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo:
para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios

EVANGELIO

Ì Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: 
- «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
- «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
"Págame lo que me debes."
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: 
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdone porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Palabra del Señor

MEDITAMOS LA PALABRA

¿Cuántas veces tengo que perdonar?

No es una pregunta teórica, ni el inicio de un debate entre expertos, ni la introducción retórica a un discurso. Se trata, más bien, de una cuestión que arranca de la experiencia universal de las relaciones humanas y su complejidad.

La presencia de los otros en nuestra vida es motivo de grandes satisfacciones, pero también de inevitables roces y heridas. Roces y heridas ante los que reaccionamos. Hay una reacción, aparentemente muy natural, que es la de la venganza. Incluso hemos teorizado sobre ella. Es la llamada ley del talión. Las personas, y los pueblos, reclamamos el derecho de responder a nuestros agresores, dándoles una respuesta contundente, reparadora y disuasoria a su acción. ¿Quiénes de nuestra generación no recuerdan aquella operación que quiso llamarse “justicia infinita”?

Aparentemente muy natural, y muy asentada en nuestra cultura, como en tantas otras, pero ¿es la mejor respuesta a una herida? Jesús plantea otro modo de actuar: presenta la otra mejilla, dale además de la túnica el manto, y camina dos millas con quien te obligue a andar una (Mt 5,38-42). Él reconoció ese modo de actuar en algunos humanos: “bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5, 7) y fue su propio modo de actuar cuando pidió al Padre desde la cruz que perdonara a quienes le maltrataban (Lc 23,34).

Para Jesús, acierta en la vida, quien es capaz de perdonar. No sólo de olvidar, remedando el dicho, no sólo mirar para otra parte o no darse por enterado del daño en cuestión. El perdón es algo más: es aceptar al otro como es, comprenderle en su fragilidad y amarle sin condiciones. Es entender también que la violencia engendra nuevas violencias. Perdonar una y otra vez, no sólo hasta siete veces (número alegórico de multitud) sino hasta setenta veces siete: siempre.

Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo…

Toda herida en nuestras relaciones personales tiene sus costos. La ley del talión obliga a que el agresor pague las consecuencias del daño que ha causado. Algo de esto sobrevive en la práctica del derecho cuando tasa lo que debe satisfacer el culpable.

Jesús va más allá: no busca rebajas en las penas, sino perdón efectivo de la culpa. Quizá la categoría de amnistía refleja muy bien la propuesta del Señor. La amnistía requiere grandeza de ánimo por parte de quien la otorga. Grandeza de ánimo, paciencia con el otro que renuncia a la inmediatez de hacer justicia. Paciencia que dignifica a quien la practica y, a la vez, libera al ofensor.

La amnistía renueva la relación entre las personas y da oportunidades nuevas a quien fracasó y con su fracaso nos hizo sufrir. Es una llamada a la conversión. Como recuerda la conversación de Jesús con la adúltera perdonada: “¿Nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más” (Jn 8,10-11).

¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?

La conversión que se pide al pecador perdonado no se resuelve sólo en el interior de la propia conciencia, sino en el comportamiento ordinario que se inspira en la compasión recibida. No es una condición para el perdón, sino una consecuencia de la misericordia experimentada.

Movernos en la vida con compasión: la que necesitamos cada uno, pues todos somos pecadores y herimos a los demás, y la que necesitan los otros para rehacer sus vidas. De esto es de lo que en el fondo se trata.

No es una propuesta fácil hoy: el furor, la cólera, la venganza y la indiferencia, ejercidos a veces de manera brutal y otras veces con formas más sinuosas, están excesivamente presentes entre las personas y los pueblos. Restaurar el orden, restablecer el derecho, reivindicar la justicia… son discursos que muchas veces encubren un rencor enquistado. El perdón no es una huida retórica, sino una respuesta compasiva ante los conflictos. Es lo que nos permite entrever un futuro sin víctimas ni verdugos que, de alguna forma, todos somos ambas cosas. Un futuro en el que la justicia nos humanice a todos, porque esté arraigada en la compasión y en el perdón.

Mientras tanto, las palabras de Jesús siguen resonando en nuestras asambleas litúrgicas y en nuestras conciencias: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Porque con la medida con que midan se les medirá a ustedes” (Lc 6,36-38).



ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: (Eclesiástico 27,33. 28,9)

Marco: El contexto es una serie de colecciones de sentencias agrupadas por los temas más variados. Se podría titular esta pequeña colección que abarca el fragmento de hoy “reflexiones sobre la compasión y el rencor”, como dos fuerzas antagónicas en el corazón del hombre.

Reflexiones

1ª) ¡El furor y la cólera no son de la estructura del hombre!

El furor y la cólera son odiosos... En las antiguas culturas la venganza era algo habitual. Cuando en la legislación judía se introduce la regla del ojo por ojo y diente por diente, supone una mitigación muy considerable y relevante en medio de aquellas culturas. Israel irá avanzando pedagógicamente en la mitigación de la venganza, hasta que desaparezca con la predicación de Jesús, como nos muestra el sermón de la montaña: se os dijo, pero yo os digo.

El proceso de humanización de las relaciones sociales, que se manifiesta de modo singular en el Deuteronomio, fue una considerable contribución a la comprensión más objetiva del hombre y de sus relaciones sociales. Un modelo ejemplar en este aspecto es la institución de las ciudades refugio de que nos habla la Escritura. Con esta institución se evitaba la muerte, en muchas ocasiones, de verdaderos inocentes, pero que se veían expuestos a la muerte por la costumbre (hecha ley en aquellas culturas) de la venganza. La cólera y el furor no son propios de la estructura humana, sino que proceden del pecado. Un paso previo a la venganza es esta doble actitud de cólera y furor.

La Escritura nos alecciona que la venganza del hombre atrae la venganza de Dios. Esta es una descripción realista de la situación de los hombres en sus relaciones cotidianas a todos los planos. Esta tendencia a eliminar la venganza y sus consecuencias sigue siendo un mensaje con vigor actualmente. Parece que nuestra cultura está muy lejos de aquellas costumbres primitivas, pero la realidad permanece latente en el corazón de los hombres modernos. Sólo desde la desaparición real de la venganza tanto en el corazón humano como en las relaciones internacionales, será posible construir una sociedad en justicia, paz y respeto sincero por todas las personas

2ª) ¡El perdón concedido es garantía del perdón suplicado!

Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonará los pecados cuando lo pidas... El autor de este libro manifiesta y expone una actitud permanente humanitaria frente a los demás. Ha reflexionado sobre el Dios de Israel y sobre la historia de la salvación y sabe que dos de los atributos más frecuentes del Dios de Israel son la misericordia y la fidelidad. Y sabe también que el Dios misericordioso manifiesta esta actitud en dos direcciones: perdonando el pecado y las flaquezas de los hombres (janún) y acogiendo con tiernísimo afecto al desgraciado en todos los terrenos (rajum). Dios posee entrañas de misericordia y benignidad.

Más allá de las amenazas a su pueblo, para hacerle despertar de su situación religiosa, sabe que la última palabra de Dios es de misericordia y perdón para restablecer a su pueblo. Es el reverso de la medalla: contra la venganza, el perdón y la acogida sin condiciones del otro porque Dios me acoge a mí sin condiciones. También nuestros hombres y mujeres necesitan que se proclame lo que suplicamos a Dios en una plegaria pública de la Iglesia y en la que le manifestamos y reconocemos que manifiesta su poder en el perdón y la misericordia. Y, en consecuencia, pedimos lo mismo para nuestras relaciones humanas. Son las dos manifestaciones de Dios para con los hombres.

Segunda lectura: (Romanos 14,7-9)

Marco: El contexto es la caridad con los “débiles” que han de ser acogidos sin discutir opiniones. Esto revela la ternura y comprensión de Pablo y el sentido práctico que poseía. Las personas son lo importante y para favorecer la tranquilidad de sus conciencias es necesario poner todo empeño y estar dispuestos a renunciar a muchas, mientras no afecten a lo esencial.

Reflexiones

1ª) ¡Todos juntos formamos una comunidad con un solo destino!

Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. San Pablo lleva hasta las últimas consecuencias la realidad del cuerpo de Cristo. Poco antes, Pablo ha dedicado una reflexión a esta realidad para interpretar las distintas funciones en la Iglesia (Rm 12,5; un desarrollo más pormenorizado puede leerse en 1Cor 12). Todos dependemos de todos, en la Iglesia nadie debe vivir aisladamente, el bien de los unos repercute en el bien de los otros. La paz y la armonía en la comunidad, como ocurre en el cuerpo, sólo se alcanza con la generosidad de los que más pueden dar y con la aceptación gozosa de los que se sienten más limitados por la causa que sea.

Esta visión de Pablo, necesaria para sus lectores que eran cristianos provenientes del judaísmo y de la gentilidad, tiene una vigencia universal y perenne. Podríamos traducirlo en una frase diciendo que se trata de mantener vivo siempre el diálogo de las vidas iluminado por el diálogo de las mentes y de los corazones. La realidad de la Iglesia de Roma exigía esta exhortación de Pablo llena de sabiduría, ponderación y realismo.

También hoy sigue teniendo vigencia esta línea de comportamiento. Es necesario recuperar un diálogo sincero entre los discípulos de Jesús y, a la vez, entre estos y el mundo ambiente que los rodea. La comprensión sincera que sabe mantener lo esencial y sabe ceder y aceptar lo circunstancial sigue siendo una exigencia necesaria para el buen entendimiento entre los hombres y mujeres.

2ª) ¡Jesús es el centro y el lugar para el encuentro de todos!

Si vivimos, vivimos para el Señor... La realidad que mueve a Pablo a dirigirles esta exhortación es el asunto de la licitud de comer o no comer la carne sacrificada a los ídolos y que luego se vendía en los mercados. Este mismo problema vuelve a aparecer en las cartas a los Corintios. Algunos miembros de la comunidad entendían que los ídolos no son nada y que, por tanto, las carnes sacrificadas y vendidas eran como las demás que se vendían en el mercado. Pero otros miembros de la comunidad entendían que al ser sacrificadas quedaban contaminadas por los ídolos y por tanto no era lícito comerlas.

Se trata de un problema real y puntual de especial incidencia en la convivencia diaria de los hermanos. Aquí de nuevo Pablo remite a la primera parte para entender su pensamiento. En ella expuso la realidad bautismal (c. 6) mediante la cual el creyente se incorpora realmente a Cristo. Y Éste pasa a ser el Señor de su vida. La participación en el Cristo muerto y resucitado posibilita la incardinación real, personal y verdadera (aunque sacramentalmente todavía) en su cuerpo. Pues bien, Pablo ha desarrollado con especial fuerza y vigor la realidad de la soberanía de Cristo. Esta soberanía nos hace a todos iguales en él.

Ahora traduce estas convicciones doctrinales en unas consecuencias prácticas: en la comunidad no hay señores y esclavos, porque el único Señor y lugar de encuentro para todos es Cristo Jesús, el verdadero y único Señor. Nadie puede pretender el control y menos dominio de la conciencia de nadie. En este momento, en esta exhortación a los romanos, Pablo les recuerda con toda claridad que el único Señor de las personas y de las conciencias es Cristo Jesús. Y en este Cristo Jesús, en su muerte y resurrección, nos ha conseguido la libertad para todos.

Esta libertad ha de ser salvaguardada con especial atención cuando se trata de los débiles y cuando se trata del bien de los débiles en sus conciencias: libertad sincera y conciencia delicada y fraterna; libertad y respeto por el hermano. Muchas gentes se rigen por estos criterios: lo importante es lo que me parece mejor, lo que me conviene más, lo que me procura algún gramo personal de bienestar. Pablo sigue diciendo lo contrario: lo importante es que el otro posea muchos gramos de bienestar, que lo que al otro le conviene y le construye es lo mejor.

Evangelio: (Mateo 18,21-35)

Marco: El contexto sigue siendo el discurso comunitario. La lectura recoge una parábola que invita a perdonar siempre y de corazón.

Reflexiones

1ª) ¡El perdón hay que concederlo siempre y de corazón!

¿Hasta siete veces?... El narrador juega con el valor simbólico de los números*: el siete ya significa un grado de perfección en aquello de que se habla. La respuesta de Jesús intenta, utilizando el múltiplo de siete, indicar que el perdón no admite matemáticas ningunas. Que se trata de otra cosa que ha de ser entendida con otras claves interpretativas. El perdón siempre, en toda circunstancia y sin condiciones, encaja mal en nuestra mentalidad moderna.

Por esta causa y por otras, muchos de nuestros contemporáneos tienen la impresión, y la expresan, de que el Evangelio de Jesús fue útil para aquel tiempo, pero hoy ya no tiene valor en muchos de sus aspectos. Es cierto que el Evangelio necesita siempre de una viva actualización seria, pero no creo que la solución sea cambiar el Evangelio de Jesús por otro Evangelio. Y todavía menos porque el Evangelio de Jesús molesta al modo de entender la vida, las personas y las múltiples y complicadas relaciones humanas. El Evangelio fue y es la expresión de lo que el hombre necesita de verdad para ser solidario, feliz y realizado.

2ª) ¡Desconcertante paradoja!

En el plano narrativo se quiere poner frente a frente dos situaciones desconcertantes e inexplicables. Las cantidades y las reacciones de las personas merecen una atención especial: las del rey, las de los diversos deudores y las de los sirvientes. Todo tiene la función de invitar y urgir al oyente de la parábola* y, ahora al lector del texto, a adoptar una postura frente al relato. Y, a través del relato, frente a la realidad del reino. Los detalles del relato están al servicio del mensaje central. ¿Cómo es posible que el rey perdone toda la ingente deuda del siervo porque se lo pidió y éste no sea capaz de perdonar la ridícula deuda que tiene contraída con él un hermano suyo? Jesús y el narrador quieren colocar al oyente en una situación extrema frente al perdón.

Esperan que reaccione y tome postura. ¡Es necesario parecerse al rey que condona toda la deuda sin pedir compensaciones! O, de otro modo, que el perdón que concede el rey es gratuito y el perdón y condonación del siervo con su compañero ha de ser también total, gratuito y sin condiciones. Pero no todos los personajes del relato se comportan así. No se ha cumplido la condición necesaria. La interpretación en el orden religioso o la traslación del relato a la vida real sólo tiene un mensaje: Dios perdona siempre, a todos (aunque sea ingente la deuda) y gratuitamente.

Los hijos del reino deben hacer otro tanto cuando se trata de sus hermanos. El perdón y la remisión ha de ser total, gratuita y universal. ¿Esta actitud evangélica fundamental encajaría en nuestra mentalidad moderna crematística y pragmática? ¿No estaría condenado el Evangelio del perdón y de la reconciliación al fracaso y al ridículo por irreal y alejado de los grandes intereses de nuestros hombres y mujeres? Quizá. Pero Jesús quiere que se siga proclamando a través de la palabra y del testimonio de los creyentes en medio de este mundo porque lo necesita y, además, de manera urgente y profunda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano. La condición para el perdón es que ha de ser de corazón*. El Padre celestial, en su misericordia, perdona al hombre en su interioridad. En coherencia con la actitud del Padre celestial, el hombre ha de perdonar desde su corazón. Allí donde alcanzó el perdón del Padre (corazón) es desde donde ha de partir el perdón para el hermano.

Tiene por tanto el perdón dos condiciones imprescindibles: que proceda de la intimidad alcanzada por Dios y que se extienda a todas las ofensas y para siempre. Dios no concede el perdón con condiciones y quiere que sus hijos se perdonen mutuamente sin condiciones. Dios cuando perdona olvida. Y lo mismo han de hacer los discípulos de Jesús, su Hijo.