domingo, 29 de junio de 2014

29 DE JUNIO SAN PEDRO Y SAN PABLO


“Tú eres Pedro 
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”

¿Por qué Cristo ha elegido a Pedro para ser el primero de los apóstoles y el fundamento visible de su Iglesia? San Pedro, en el que se manifiesta la fuerza de la elección divina y el poder del Espíritu Santo, recuerda de modo especial la profesión de fe en Jesucristo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Y esta profesión ofrece dos características fundamentales: la identidad divina de Jesús y su misión salvadora en el mundo. La actitud de Pedro es siempre directa: “¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna”. (Jn 6, 68). Y la misión de San Pedro es confirmar a sus hermanos en la fe: “Pero yo he rezado por ti para que tu fe no se apague. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 31-32).

En la elección de San Pablo resplandece la providencia divina, haciendo del perseguidor de los cristianos el evangelizador de los paganos. En la vida de San Pablo, enamorado de Jesucristo y por ello apóstol de los gentiles, resplandece el “te basta mi gracia, pues la fuerza se manifiesta en la debilidad” (2 Cor 12, 9), mediante el poder de la palabra hablada y escrita.

Hoy es la fiesta del Papa, en el que brilla el poder del Espíritu Santo y la fuerza de su misión en la Iglesia y en el mundo. Recemos con fe y esperanza por el Papa Francisco para que sea luz en la confusión, que nos rodea, y nos confirme en la verdadera fe, pues ésta es la misión principal del Papa y esto es lo que los católicos hoy necesitamos. Que el Papa, en medio de la Iglesia, se sienta siempre arropado y amado por todos sus hijos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Los seguidores de Jesús sufren también la oposición, el rechazo y la cárcel. Pedro está preso, y toda la Iglesia está orando por él. Es toda la comunidad la que comparte sus alegrías y sufrimientos. La liberación de la prisión es una experiencia de Pascua, es paso de la muerte a la vida y un signo de la presencia de Jesucristo resucitado en su Iglesia.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 12, 1-11

El rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de “los panes ázimos”. Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión. De pronto, apareció el Ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: “¡Levántate rápido!”. Entonces las cadenas se le cayeron de las manos. El Ángel le dijo: “Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias”, y Pedro lo hizo. Después le dijo: “Cúbrete con el manto y sígueme”. Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Ángel, sino que creía tener una visión. Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Ángel se alejó de él. Pedro, volviendo en sí, dijo: “Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío”.
Palabra de Dios.

Salmo 33, 2-9

R. El Señor me libró de todos mis temores.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian! R.

II LECTURA

San Pablo encarga a sus colaboradores la tarea de mantener la fe. Esta “conservación” no se trata de algo cerrado, enfrascado, sino de mantener vivo ese tesoro que en la tradición se va pasando entre las generaciones de creyentes. La transmisión y el contagio a otros son la única manera de conservar la fe.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18

Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.

EVANGELIO              

Cuando Jesús llamó a Simón y a su hermano Andrés para ser pescadores de hombres, agregó a Simón el sobrenombre “Petros”, es decir, “piedra”. En el diálogo que hoy leemos, Jesús le presenta a Pedro su misión, no como un privilegio, sino como una función que debe cumplir por el bien de toda la Iglesia. Esa función se relaciona con el acto de fe. Es con Pedro, que juntos profesamos nuestra fe en Jesucristo diciendo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 13-19

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes –les preguntó–, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

La misión territorial en Chile

Celebrar hoy la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo invita a hacerse una pregunta por la salud actual de la fe católica en nuestro país. Los otros están realizando bien su oficio de secularizar la cultura. Y nosotros ¿nos hemos equivocado? Siendo conscientes que somos un pueblo debilitado en su fe, ¿qué tiene que hacer la Iglesia en Chile? ¿Nos conformaremos con ser un grupo cada vez más pequeño o nos lanzaremos otra vez con el poder de la palabra y la unción del Espíritu Santo a la evangelización? Sigamos los ejemplos de los evangelizadores de la primera hora.

Ésta es hoy la palabra de vida: la misión de la Iglesia es evangelizar, hacer discípulos y perdonar los pecados, para que el encuentro con Cristo sea el encuentro con la vida eterna. Pero no se evangeliza con muchos proyectos pastorales, sino sobre todo con la fuerza de la palabra, pues el que se conforma con jugar con los problemas o sentimientos de las personas podrá ser admirado, pero nunca imitado. Es tiempo, pues, de oración para no sucumbir ante los problemas y poder dar la vida de Jesucristo. El cristiano vive siempre en la tierra mirando el cielo, pues el que no espera la vida del más allá siempre lucha por una buena vida acá. En fin, si estamos llamados a evangelizar y a celebrar, necesitamos rezar, porque la palabra, que transmite la vida eterna, nace siempre de la contemplación y del ejemplo de la propia vida.

Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

En la primera lectura, se proclaman Hechos de los Apóstoles, 12, 1-11, mostrando el poder de la Iglesia en oración incesante por Pedro encarcelado. “Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos” (Hech 12, 11). Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

La predicación es fruto de la contemplación

En la segunda lectura, Pablo, mirando lo que ha sido su vida, combatir manteniendo la fe, confiesa su confianza en que el Señor le hará justicia y le librará de todo mal, llevándole a la salvación de la vida eterna.

La vida cristiana es vida de amor

En el Evangelio se nos presenta la pregunta decisiva sobre quién es Jesús y la confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y entonces Cristo le declara: “bienaventurado eres tú, porque esto no te lo ha revelado la carne, sino mi Padre que está en los cielos”, y le promete que sobre él edificará su Iglesia, dándole las llaves para que lo que ate en la tierra quede atado en el cielo y lo que desate en la tierra quede desatado en el cielo.

ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: (Hechos 12,1-11)

Marco: El capítulo 12 de los Hechos forma parte de la sección que se podría titular «bajo el signo de la persecución.»

Reflexiones:

1ª) ¡Os perseguirán por mi nombre!

Herodes mandó detener a Pedro. En la Iglesia primitiva había diversas formas de comprender la nueva realidad cristiana en el marco de judaísmo. Los así llamados judeocristianos eran partidarios de seguir cumpliendo la ley de Moisés en lo que se refería a la circuncisión, templo y otras prácticas judías. Estos no fueron molestados hasta más tarde. Por otra parte, Pedro, Santiago y Bernabé pertenecían al grupo que consideraba la novedad del cristianismo con fuerza y no se sentían tan ligados a las antiguas prácticas. Representaban una línea más abierta en la comunidad (cf. Hch 10 y 11). Finalmente, el grupo dirigido por los helenistas, cuyo portavoz era Esteban, que estaban más dispuestos a distanciarse de esas costumbres y obligaciones porque ya no las consideraban necesarias para la salvación (Hch 7: el discurso de Esteban). Cristo es el único y último Salvador de todos. Esto explica que Herodes mandara decapitar a Santiago y encarcelase a Pedro con la misma finalidad. Con estos dos acontecimientos, la palabra anunciada por Jesús comienza a cumplirse (Mt 10,16ss). A la luz del Nuevo Testamento, una de las características esenciales de la Iglesia es ser, como su Maestro y Cabeza, martirial. Hoy como ayer es necesario vivir esta realidad de la Iglesia y estar preparados para el martirio cruento.

Segunda lectura: (2Timoteo 4,6-8.17-18)

Marco: El autor de la carta pone en boca del apóstol un testamento valioso por su contenido y por algunos pensamientos de especial significación.

Reflexiones

1ª) ¡Ha combatido bien su combate, ha corrido hasta la meta!

Ahora me espera la corona merecida... Es frecuente en la Escritura y en la literatura entre los dos Testamentos presentar en forma literaria de testamento o discurso de despedida y mensaje final los sentimientos de los grandes personajes de la historia de Israel: Jacob (Gn 49); Moisés (Deuteronomio); Samuel; Jesús (Jn 13-17); Pablo (Hechos 20,17-38); Testamento de los Doce Patriarcas; etc. Evocación de la fidelidad de Pablo hasta el final de su vida con expresiones como combate, lucha, victoria y coronación. Este itinerario es elegido por el autor con la intención y finalidad de presentar su vida como modelo a imitar (que es una de las características esenciales de los discursos de despedida) (cf. Hch 20,17-35: Testamento pastoral de Pablo). Los sucesores han de llevar, por el mismo camino y con el mismo talante, la obra hasta el final. La misión permanece abierta al futuro que está garantizado si todos trabajan en comunión y movidos por un mismo Señor y un mismo ideal. La referencia a la gran esperanza que movía al apóstol es un acicate y una exhortación para los misioneros del presente que han de trabajar con la misma generosidad y entrega que el maestro y modelo (Flp 1,27-30).

Evangelio: (Mateo 16,13-19)

Marco: El contexto amplio de este fragmento que ahora proclamamos lo constituye una serie de relatos que Mateo ha organizado en este conjunto narrativo que precede al discurso comunitario. El tema podría titularse: la Iglesia, primicia del reino de los cielos. Este episodio es entendido como central en la vida y ministerio de Jesús por todos los evangelistas. Supone un punto de llegada importante en el reconocimiento de su misión por los discípulos y, a la vez, un punto de partida ascendente en su camino hacia la cruz y la gloria.

Reflexiones

1ª) ¡Jesús pregunta sobre la opinión que la gente tiene de él!

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Llamativa y sorprendente actitud de Jesús. ¿Quién tiene interés en estas preguntas? ¿Fue Jesús realmente el que planteó estas preguntas a los discípulos? O, dicho de otra manera, ¿tenía Jesús algún interés en saber lo que las gentes opinaban de él? ¿Para qué? ¿Fue acaso la comunidad posterior a la Pascua la que se encuentra con estas preguntas y respuestas? En todo caso, la figura de Jesús ha suscitado siempre inquietantes preguntas. El relato evangélico está sembrado de estas preguntas sobre Jesús. De tal manera que bien podríamos decir que tanto el evangelio de Marcos como el de Juan penden y se estructuran sobre esta pregunta fundamental: ¿Quién es Jesús? ¿Quién es este hombre que dice ser Hijo de Dios? En todo caso es curioso observar que todas las respuestas corresponden a las esperanzas de Israel. Las respuestas revelan las esperanzas que las gentes abrigaban.

2ª) ¡Pregunta directa de Jesús a sus discípulos!

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús quiere saber dónde se encuentran sus discípulos en la comprensión de su persona y de su misión. Es delicado leer una página de los relatos evangélicos que hoy tenemos entre manos porque se entrecruzan tres planos armónicamente expresados en el texto, pero que suscitan no pocas dificultades para su comprensión. Mateo escribe para una comunidad que cree ya en la realidad mesiánica y divina de Jesús. El propio Mateo comparte esta convicción. Pero esto ha supuesto un proceso lento que arranca especialmente de la Pascua y del don del Espíritu. ¿Qué confesó Pedro en el momento en que Jesús le pregunta en Cesarea de Felipe? Una respuesta que desborda sus esperanzas mesiánicas. Israel espera la llegada de un Mesías con determinadas características. En ese Mesías cree Pedro quien, además, pudo pertenecer a algún movimiento de liberación por medios más o menos violentos. El Mesías procedía de la dinastía real davídica. El rey en Israel era considerado como hijo adoptivo de Dios de modo singular por ser el encargado de dirigir los destinos del pueblo de Dios. Pero la respuesta de Pedro alcanza más lejos, al menos en el modo como lo expresa Mateo. Esta realidad que desborda la comprensión judía del Mesías es el reconocimiento de que es realmente el Hijo de Dios de un modo único, singular e irrepetible. Así lo cree Mateo. La respuesta de Pedro que hoy leemos alcanza a la misión y a la naturaleza misma de Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Hoy somos invitados, en medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que, partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. Los discípulos de Jesús, mediante la palabra y el testimonio coherente, podemos ofrecer al mundo la clave para interpretar los avatares de su historia y encontrarles el verdadero sentido.

3ª) ¡La confesión de Pedro es objeto de una bienaventuranza!

Jesús le respondió: Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. El narrador recoge una escena de un valor histórico y teológico importante. Se encuentran unidas e inseparables en la intimidad de Pedro dos apreciaciones y concepciones muy distintas por no decir antagónicas. Pedro espera un Mesías político-nacional que libere a Israel de las manos de los romanos sentándose en su trono Jerusalén desde donde dominar sobre todas las naciones de la tierra. Para ello se esperaba un Mesías invencible militarmente. Y Pedro ha compartido esta esperanza de modo singular en su patria galilea donde los movimientos revolucionaros con ansias de esa liberación emergían de cuando en cuando con singular virulencia. Al reconocer en Jesús otra perspectiva nueva, es señal inequívoca de que en Pedro se ha producido una presencia especial del Espíritu. Y eso es lo que declara Jesús como una bienaventuranza: que el Padre (que es quien da el Espíritu) ha iluminado a Pedro para descubrir en la humildad visible del profeta de Nazaret al enviado especial y definitivo de Dios. A partir de esta confesión, la Iglesia seguirá ahondando en la figura de Jesús hasta llegar a la convicción que recoge en el texto actual Mateo. Pedro es proclamado dichoso porque supo superar el escándalo de la encarnación en la humillación para elevarse a los planes más altos de Dios en la historia de la salvación. Hoy como ayer es necesario superar los obstáculos y dificultades para alcanzar el verdadero proyecto de Dios sobre los hombres. Es necesario que la Iglesia y cada uno de los creyentes asumamos la confesión de fe de Pedro y la actualicemos constantemente. Sólo así mereceremos también la congratulación de Jesús y, en consecuencia, los hombres y mujeres de nuestro tiempo podrán entrar más fácilmente en el Evangelio de la salvación proclamado por Jesús.

4ª) ¡La gran promesa de Jesús a la Iglesia a través de Pedro!


Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... Jesús quiere edificar la Iglesia sobre la roca-piedra que es Pedro. El sentido sería el siguiente: sobre la confesión de Pedro se edifica la Iglesia. Pedro ha confesado que Jesús es el verdadero y definitivo enviado del Padre para la salvación del mundo (Mesías) y es el verdadero y real Hijo de Dios. Esta es la roca sobre la que se edifica la Iglesia. Pedro ha sido el portavoz, el que hace de instrumento del Padre. Y esta roca firme –Jesús y la fe en Jesús– es el cimiento de la Iglesia que desecharon los arquitectos. Esta Iglesia permanecerá para siempre. Una Iglesia que comienza su andadura en la tierra y se prolonga eternamente en el cielo en la ciudad celeste habitada por gentes procedentes de todo el mundo (Ap 7,9s). Te daré las llaves del reino. Las llaves simbolizaban el control del palacio del rey. Ahora es Jesús quien habla de llaves a Pedro. Siguiendo la costumbre egipcia, y el texto de Isaías, entendemos que Jesús nombra y declara solemnemente que Pedro es el visir del Reino de los cielos, el plenipotenciario elegido por Jesús. Esta misión es ampliada, según el propio relato mateano, a todo el grupo apostólico (Mt 18,18). Siguiendo el pensamiento rabínico, en el que se utiliza la misma imagen para describir y definir la autoridad universal del sanedrín, quiere decir que la autoridad de Pedro no tiene fronteras. Los rabinos decían que el sanedrín gozaba del privilegio de atar y desatar en materias jurídicas y religiosas en todo el mundo. Pedro recibe una autoridad que se extiende por todo el mundo y es válida para toda la Iglesia. Hoy encuentra esta realidad graves dificultades. No es fácil a los hombres y mujeres de nuestro tiempo aceptar la autoridad universal de la Iglesia en las materias que le corresponden. Confiesan que les es más fácil creer en Dios e incluso en Jesús, que en la Iglesia. Ciertamente la credibilidad de la Iglesia que, en los planes de Jesús, es la continuadora de su misión en el mundo, no es fuerte hoy.

domingo, 22 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI 2014


"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna"

En el día en que celebramos el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, la Iglesia nos recuerda que la Eucaristía ha de ser origen y alimento de todo intento de construir en nuestro mundo “espacios de esperanza”.

En esa dirección, la Eucaristía nos remite a la memoria de Jesús Nazareno y de su vida entregada y ofrecida en favor de los seres humanos. Una memoria que se hace profecía en la medida en que estemos dispuestos a recrear en nuestras vidas esa misma voluntad de entrega y servicio.

Una comunidad cristiana celebra propiamente la eucaristía cuándo se pregunta por los ausentes y, sintiendo en ella la presencia viva y resucitada del Señor, se siente urgida a recomponer la historia, según la voluntad liberadora de Dios, y desde el dolor por el sufrimiento de los últimos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

El maná fue el alimento del pueblo en medio del desierto. Allí donde no había nada, la providencia de Dios se manifestó con el sustento necesario para el camino. Este maná se convirtió en figura y símbolo de todo lo bueno que proviene de Dios.

Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a

Moisés habló al pueblo diciendo: Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. No olvides al Señor, tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres.
Palabra de Dios.

Salmo 147, 12-15. 19-20

R. ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!

¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! Él reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.

Él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente. R.

Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. R.

II LECTURA

Comer de un solo pan nos hace uno. Esta unidad se tiene que reflejar en nuestras misas y en nuestras reuniones comunitarias. No somos meros individuos que reciben cada uno su porción. Somos una comunidad que comparte la misma mesa.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 16-17

Hermanos: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

El alimento es indispensable para la vida. El Señor no quiere vernos desnutridos. Él mismo se hace pan, alimento nutritivo, sustento restaurador, y con eso nos da ya hoy vida eterna. Comer el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos anticipa hoy, en esta existencia terrenal, la comunión íntima, de puro amor, que gozaremos eternamente con la Santísima Trinidad.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-58

Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

Un acercamiento sincero a nuestra realidad parece permitir afirmar que nos encontramos en momentos difíciles para la eucarística. En poco tiempo hemos sido testigos de un indudable descenso de la participación de los fieles y de una cierta desafección (de los de fuera y de los de dentro) hacia la celebración litúrgica de la misa. Y esto, cuando seguimos afirmando que en la eucaristía se expresa y realiza todo lo que somos como comunidad cristiana, que es su centro y su cumbre.

Las preguntas se suscitan por sí mismas. ¿Son todo lo que celebramos “verdaderas” eucaristías? ¿Hemos sabido educar a las comunidades cristianas en el sentido y actualidad de la Cena del Señor?...

Memoria y Profecía

Celebrar la Cena del Señor es sin duda un acto de la memoria. Los creyentes nos incorporamos a aquel gesto en el que Jesús resume sus signos y su mensaje acerca del Reino de Dios, asociándonos a su vida y destino. “Hacemos aquello en memoria suya” porque nos sentimos herederos de su promesa y continuadores de su misma tarea.

Sin embargo, entender la mesa del Señor únicamente desde los parámetros del recuerdo –aún cuando sea un recuerdo agradecido- resulta reductivo y excluye gran parte de su potencialidad.

En clave creyente, la eucaristía ha de proyectarse hacia el futuro, convertirse en profecía, no sólo porque anticipa la muerte del Señor, sino más bien porque la explica y llena de contenido. Más allá de un acto cultual, el creyente acepta vivir bajo el signo de la cruz y la esperanza de la resurrección. Se descubre el sentido de la vida (la de Jesús y la nuestra) en la entrega por amor a los demás. (cf. Gustavo Gutiérrez).

La pregunta por los ausentes

De la celebración de la Eucaristía nace la construcción de la comunidad humana y de la comunidad de la Iglesia. La comida común reconstruye la unidad y la solidaridad perdidas y dirige en la perspectiva del Reino a todos los seres humanos.

Reunidos en torno a la mesa del Señor se hace posible la comunicación, compartir una misma suerte y una misma esperanza y salir al encuentro de aquellos que todavía no han encontrado un sitio entre nosotros.

La Eucaristía, signo de la presencia del Señor, promueve la fraternidad de quienes nos reunimos en su nombre, pero ha de llevarnos necesariamente a preguntarnos también por quienes aún están ausentes.

Construyendo espacios de Esperanza

En la fiesta del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor, Día de la Caridad, Cáritas nos recuerda que en estos tiempos en los que de tantos modos los más débiles son despojados de su dignidad, de su “apariencia humana”, la Iglesia ha de aparecer ante el mundo como un espacio capaz de reconstruir aquello que mejor nos construye como personas: la esperanza. En palabras del Papa Francisco, nuestro mundo “está necesitado de respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.” (EG, 114)
De aquí nace el imperativo evangélico de la Caridad, que deviene solidaridad comprometida. Celebrar la entrega desinteresada de Jesús de Nazaret -su cuerpo entregado, su sangre derramada- nos hace volver la mirada hacia tantas víctimas de un modelo social y económico radicalmente injusto que sigue condenando a millones arrastrar la cruz de la miseria y el desprecio.

En el día de la Caridad se nos invita a ser “cirineos”, a poner nuestros esfuerzos al servicio de la causa del Reino para aliviar el sufrimiento de tantos.

En clave de Resurrección

Es el Señor resucitado quien se hace vivo y presente en la Eucaristía, ofreciéndose como pan compartido para la vida eterna. Celebrar la eucaristía en esa clave de resurrección es sentirse urgido a alzar la voz en favor de la vida allí donde no hay más que muerte y desesperación. Es hacer realidad la voluntad del Dios que resucita a su Hijo para mostrarnos la victoria de la justicia de Dios sobre la injusticia humana.



ESTUDIO BÍBLICO

Esta festividad del Corpus Christi, ya no en jueves sino en el domingo siguiente, fue instituida por Urbano IV en 1264, quien le encomendó a Santo Tomás de Aquino un oficio completo, algunos de cuyos himnos y antífonas han pasado a la historia de la liturgia como la expresión teológica más alta de este misterio inefable de la Eucaristía.

Descubrir las raíces últimas, culturales y religiosas de este sacramento de la Iglesia, que se retrae a la última cena de Jesús con sus discípulos, es un reto para una comunidad y para cada uno de nosotros personalmente, ya que como dice el Vaticano II, este sacramento es como la «culminación de toda la vida cristiana» (LG 11) y también en cuanto en él «vive, se edifica y crece sin cesar la Iglesia de Dios» (LG 26).

Pero la Eucaristía no es un sacramento cosificado, como algo sagrado, sino que siempre se renueva y se crea de nuevo desde el compromiso de Jesús con su comunidad, con la Iglesia entera. En cada Eucaristía acontece siempre algo nuevo para nosotros, porque siempre tenemos necesidades nuevas a las que el Señor resucitado de la eucaristía acude en cada una de ellas. Por ello, los textos de la liturgia de hoy están transidos de ese carácter inefable que debemos buscar en este sacramento.

Iª Lectura (Dt 8,2-3.14-16): El maná para atravesar el desierto

I.1. La Iª Lectura de Deuteronomio 8,2-3.14-16 nos habla del maná, que ha sido en la Biblia el símbolo de un “alimento divino en el desierto”. Ya se han dado varias explicaciones de cómo podían los israelitas fabricar el maná con plantas características de la región. Pero podemos imaginarnos que ellos veían en esto la mano de Dios y la fuerza divina para caminar hacia la tierra prometida. Por eso no podemos menos de imaginar que el “maná” haya sido mitificado, porque fue durante ese tiempo el pan del desierto, es decir, la vida. La simbología bíblica del maná, pues, tiene un peso especial, unido a la libertad, a la comunión en lo único y más básico para subsistir y no morir de hambre: eran como el pan de todos.

I.2. Es determinante este aspecto de la travesía del desierto, después de salir de Egipto, en la pobreza y la miseria de un lugar sin agua y sin nada, ya que ello indica que Dios no solamente da la libertad primera, sino que constantemente mantiene su fidelidad. En las tradiciones bíblicas de la Sabiduría, de las reflexiones rabínicas, y en el mismo evangelio de Juan, nos encontraremos con el maná como la prefiguración de los dones divinos. El texto del Deuteronomio invita a recordar el maná, “un alimento que tú no conocías, ni tampoco conocieron tus antepasados” (Dt 8,3). Era lógico, ya que era un alimento para el desierto y del desierto, aunque la leyenda espiritual lo haya presentado como alimento venido del cielo.

I.3. El maná era solamente para el día (Ex 16,18), sin estar preocupados por el día siguiente y por los otros días. Y era inútil, por las situación de calor del desierto, guardarlo, ya que llegaba a pudrirse (Ex 16,19-20; cf. Lc 12,13-21.29-31). También de esto la leyenda espiritual sacó su teología: a Israel se le enseñaba así a tener verdadera confianza en la providencia misericordiosa de Dios. En el desierto, el israelita era llamado a la fe–confianza.

I.4. El Deuteronomio hace una llamada a la “memoria” del pueblo, para “que no se olvide del Señor, su Dios” (Dt 8,14). El recordar la liberación de la esclavitud de Egipto por medio de la mano potente del Señor (Dt 8,14), como también el recuerdo de la experiencia humillante pero necesaria del desierto (v. 16), tienen la función esencial de colocar como fundamento de la existencia la presencia amorosa del Señor en la historia. Todo esto se hace memoria” (zikaron, en hebreo), que ha de tener tanta importancia para el sentido de la eucaristía e incluso para que este texto del Deuteronomio haya sido escogido en la liturgia del “Corpus”.

IIª Lectura (1Cor 10,16-17): La koinonía de la Eucaristía

II.1. Los textos neotestamentarios de la eucaristía que poseemos son fruto de un proceso histórico, por etapas, que parten de la última cena de Jesús con sus discípulos, y que en casi la totalidad de los mismos tenían un marco pascual. Por consiguiente, trasmitir las palabras de Jesús sobre el pan y sobre la copa es hacer memoria (zikaron) de su entrega a los hombres como acción pascual para la Iglesia. Nuestro texto de hoy, de todas formas, no es el de las palabras de la última cena sobre el pan y sobre la copa (cf 1Cor 11,23-26), sino una interpretación de Pablo del doble rito de la eucaristía: sobre el cáliz de bendición y sobre al pan.

II.2. Es un texto extremadamente corto, pero sustancial. Expresa uno de los aspectos inefables de la Eucaristía con el que Pablo quiere corregir divisiones en la comunidad de Corinto. La participación en la copa eucarística (el cáliz de bendición)es una participación en la vida que tiene el Señor; la participación en el pan que se bendice es una participación en el cuerpo, en la vida, en la historia de nuestro Señor.

II.3. De estos dos ritos eucarísticos, Pablo desentraña su dimensión de koinonía, de comunión. Participar en la sangre y en el cuerpo de Cristo es entrar en comunión sacramental (pero muy real) con Cristo resucitado. ¿Cómo es posible, pues, que haya divisiones en la comunidad? Este atentado a la comunión de la comunidad, de la Iglesia, es un “contra-dios”, porque dice en 1Cor 12,27 “vosotros sois el cuerpo de Cristo”. Sabemos que esta es una afirmación de advertencia a los “fuertes” de la comunidad que rompen la comunión con los débiles.

II.4. ¿Cómo es posible que la comunidad se divida? Esto es un atentado, justamente, a lo más fundamental de la Eucaristía: que hace la Iglesia, que la configura como misterio de hermandad y fraternidad. Podemos adorar el sacramento y las divisiones quedarán ahí; pero cuando se llega al centro del mismo, a la participación, entonces las divisiones de la comunidad entre ricos y pobres, entre sabios e ignorantes, entre hombres y mujeres, no pueden mantenerse de ninguna manera.

III. Evangelio (Jn 6,51-58): El pan de una vida nueva, resucitada

III.1. El texto de Juan es una elaboración teológica y catequética del simbolismo del maná, el alimento divino de la tradición bíblica, que viene al final del discurso sobre el pan de vida. Algunos autores han llegado a defender que todo el discurso del c. 6 de Jn es más sapiencial (se entiende que habla de la Sabiduría) que eucarístico. Pero se ha impuesto en la tradición cristiana el sentido eucarístico, ya que Juan no nos ha trasmitido la institución de la eucaristía en la última cena del Señor.

III.2. Este discurso de la sinagoga de Cafarnaún es muy fuerte en todos los sentidos, como es muy fuerte y de muy altos vuelos toda la teología joánica sobre Jesús como Logos, como Hijo, como luz, como agua, como resurrección. Se trata de fórmulas de revelación que no podemos imaginar dichas por el Jesús histórico, pero que son muy acertada del Jesús que tiene una vida nueva. Desde esta cristología es como ha sido escrito y redactado el evangelio joánico.

III.3. El evangelio de Juan, con un atrevimiento que va más allá de lo que se puede permitir antropológicamente, habla de la carne y de la sangre. Ya sabemos que los hombres ni en la Eucaristía, ni en ningún momento, tomamos carne y sangre; son conceptos radicales para hablar de vida y de resurrección. Y esto acontece en la Eucaristía, en la que se da la misma persona que se entregó por nosotros en la cruz. Sabemos que su cuerpo y su sangre deben significar una realidad distinta, porque El es ya, por la resurrección, una persona nueva, que no está determinada por el cuerpo y por la sangre que nosotros todavía tenemos. Y es muy importe ese binomio que el evangelio de Juan expresa: la eucaristía-resurrección es de capital importancia para repensar lo que celebramos y lo que debemos vivir en este sacramento.

III.4. El evangelista entiende que comer la carne y beber la sangre (los dos elementos eucarísticos tradicionales) lleva a la vida eterna. Es lo que se puso de manifiesto en la tradición patrística sobre la “medicina de inmortalidad”, y lo que recoge Sto. Tomás en su antífona del “O sacrum convivium” como “prenda de la gloria futura”. Y es que la eucaristía debe ser para la comunidad y para los individuos un verdadero alimento de resurrección. Ahora se nos adelanta en el sacramento la vida del Señor resucitado, y se nos adentra a nosotros, peregrinos, en el misterio de nuestra vida después de la muerte.

III.5. Esta dimensión se realiza mediante el proceso espiritual de participar en el misterio del “verbo encarnado” que en el evangelio de Juan es de una trascendencia irrenunciable. No debe hacerse ni concebirse desde lo mágico, sino desde la verdadera fe, pues de lo contrario no tendría sentido. Por tanto, según el cuarto evangelio, el sacramento de la eucaristía pone al creyente en relación vital y personal con el verbo encarnado, que nos lleva a la vida eterna.



domingo, 15 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él

La Iglesia después de la cincuentena pascual nos regala la oportunidad de sumergirnos en la inmensidad del Misterio de Dios con la Solemnidad de la Santísima Trinidad.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Moisés se encuentra con Dios. Ese momento, tan sagrado y tan misterioso revela la misericordia del Señor. Y Moisés, fiel a su misión, no se queda gozando para sí mismo de este encuentro, sino que lo usa para interceder por su pueblo.

Lectura del libro del Éxodo 34, 4b-6. 8-9

En aquellos días: Moisés subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos. El Señor descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el nombre del Señor. El Señor pasó delante de él y exclamó: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad”. Moisés cayó de rodillas y se postró, diciendo: “Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que éste es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia”.
Palabra de Dios.
[Salmo]

Dn 3, 52-56

R. A ti, eternamente, gloria y honor.

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y exaltado eternamente. Bendito sea tu santo y glorioso nombre, alabado y exaltado eternamente. R.

Bendito seas en el Templo de tu santa gloria, aclamado y glorificado eternamente por encima de todo. Bendito seas en el trono de tu Reino, aclamado por encima de todo y exaltado eternamente. R.

Bendito seas tú, que sondeas los abismos y te sientas sobre los querubines, alabado y exaltado eternamente por encima de todo. Bendito seas en el firmamento del cielo, aclamado y glorificado eternamente. R.

II LECTURA

Este saludo trinitario de Pablo está presente en varias de sus cartas. Gracias a estas expresiones, las comunidades iban recibiendo la revelación de la intimidad de Dios.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 13, 11-13

Hermanos: Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.
Palabra de Dios.
EVANGELIO              

“El hecho de que el Hijo ha sido enviado al mundo es lo que pone a todos los que oyen el mensaje en una situación de decisión de la que no pueden evadirse: tienen que optar entre la aceptación en la fe de la oferta de la salvación, o su rechazo”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 16-18

Dijo Jesús: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA.

 “Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros”

Nos encontramos en el Antiguo Testamento con la certeza y realidad de un Dios peregrino, preocupado por el devenir de su pueblo.

Su Presencia entre ellos es permanente y por ello no deja de manifestarles cuál es su Voluntad, cual la alianza amorosa que les ofrece para que caminen sin tropezar a lo largo de los siglos.

Pero el hombre ante esta cercanía de Dios, no puede menos que manifestarle adoración, como vemos a Moisés postrarse, así también nuestro corazón lo hace cuando es Dios quien se manifiesta en nuestra vida.

“Si he obtenido tu favor”, reza la lectura, pero no es Moisés o el pueblo el que suplica, sino que es Dios mismo el que se ofrece y así hace nacer en sus hijos esta suplica.

Tened un mismo sentir y vivid en paz

Con las tres primeras palabras que Pablo dirige en esta Carta a los Corintos, ya podemos ver con claridad cuál es papel de cada una de las personas de la Santísima Trinidad, solemnidad que con alegría hoy celebramos.

“Alegraos, enmendaos, animaos”. Los que quieren vivir en y para Dios, deben tener estas tres cosas presentes para no perder el camino.

“Alegraos”, la alegría que nos da el Santo Espíritu, que nos alienta haciendo ser esa profunda paz y entusiasmo por muy difícil que se nos ponga a veces la vida.

“Enmendaos”, función de la paternidad de Dios, corregir a sus hijos para llevarlos siempre a la plenitud en el amor.

“Animaos”, eso es justamente lo que nos trae entre otras cosas la vida terrena de Jesús. Es decir, el hombre necesita verse reflejado en alguien como nosotros para aprender a vivir, para saber amar, para ser fiel… Y entre nosotros tenemos a Jesús, el Hombre- Dios que pasó sed y hambre, que recorrió caminos, que supo lo que era amar, lo que era vivir en libertad de espíritu…

Y de estas afirmaciones se hace necesario para creyente, para comunidad cristiana, trabajar para tener un mismo sentir y así vivir en paz. Naciendo así el testimonio para los hermanos alejados y necesitados de la Presencia de Dios entre ellos.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Contemplar en este día este Evangelio hace crecer en nosotros un profundo sentimiento de adoración y gratitud a Dios Padre, a su Hijo Jesús y al Santo Espíritu que enseña y guía. Es entrar en la inmensidad de lo que significa amar y lo que es el amor. Pura entrega y servicio del Dios Creador hacia su criatura.

Tanto amo Dios al mundo… todo lo hizo para tengan, tengamos vida. Vida abundante que nos es dada por manos de Jesús, el Hijo amado, engendrado para que la humanidad pudiera conocer el rostro bondadoso y real del Padre.

Se nos habla de Salvación, pero no solo con miras a una vida futura, después de la terrena, sino que esa salvación se nos entrega ya ahora en la medida en que respondemos afirmativamente a la llamada de Dios a vivir como sus hijos. Hijos libres, lejos de la idolatría. Por eso a la Santísima Trinidad se la sirve y adora en espíritu y verdad.

Debemos de orar para que nos sea concedido diariamente el don de la Fe y el espíritu de adoración, para no desfallecer con los avatares de la vida, alejándonos del manantial de Agua Viva, que es Dios mismo, para toda la humanidad y por toda la eternidad.



ESTUDIO BÍBLICO

El misterio de la Trinidad, cuya solemnidad celebramos hoy, es como la aparente negación de aquello que los teólogos medievales afirmaban acerca de la simplicidad de Dios: si Dios es lo primero de todo, antes que toda la creación, antes que todo ser, antes que toda vida, antes que todo movimiento, entonces es imposible que sea “compuesto”. Entonces ¿cómo puede ser o tener tres personas? Pero la esencia de Dios no es sino su ser; aunque su ser o esencia de “ser” Padre, Hijo y Espíritu. Confesamos que Dios es uno, pero su esencia es de Padre (este concepto abarca todo lo que es un padre y una madre, aunque superados); pero también es Hijo, la esencia de ser un hijo como misterio de generación eterna; y también es por encima de cualquier cosa amor, se expresa a sí mismo, se dice a sí mismo, como amor, como Espíritu. Todo ello en Dios es esencial: no puede ser Padre solo; no puede ser Hijo solo; no puede ser Espíritu solo. La Trinidad, pues, es un diálogo eterno de relaciones de amor, porque el Hijo procede del Padre y el Espíritu del Padre y el Hijo. ¡Qué misterio tan insondable! En la solemnidad de hoy, pues, alabamos este misterio formulado en la tradición teológica con palabras y símbolos. Pero de esa manera Dios no es un misterio neutral; hablar de que es Padre, Hijo y Espíritu significa que siente como un padre y una madre; siente la experiencia de ser Hijo con lo que ello significa en relación a unos padres y se expresa como Dios amando, y no de otra manera. Esto es lo más importante de la Trinidad. Las lecturas de la liturgia de hoy acompañan con un tono cálido a esta solemnidad.

Iª Lectura: (Éxodo 34,4.-6.8-9): Una teofanía humana de Dios

I.1. Moisés en una experiencia de tonos místicos,en un amanecer en el monte Sinaí, el monte de Dios, hace una alabanza de Yahvé, después de que el mismo Dios revelara quién era, cómo era, como sentía y cómo actuaba. Dios se revela en el amanecer como un Dios tierno, lento a la cólera y rico en piedad. Es un texto sorprendente, porque quiere dar a entender que es Dios mismo quien habla, quien revela lo que significa su nombre. A saber: decir Dios, decir Yahvé, es decir misericordia, clemencia, fidelidad eterna, que aprueba el bien y castiga el mal del mundo. Entonces cayó Moisés y pidió para él y para el pueblo lo que se había revelado en el mismo nombre de Dios.

I.2. El texto tiene mucha carga psicológica, porque no podíamos esperarnos (¿quizás del Elohista?) una manera tan determinada y determinante. Se pretende que Moisés sepa con quién habla e incluso lo que debe sentir. Antes que nada, esta teofanía montada por los autores sagrados tiene muchas connotaciones de leyenda mística, pero también de psicología profunda. Dios, en la nube -no podía ser de otra manera en las apariciones del AT-, “se quedó” allí con Moisés. Un Dios que “se queda”, que acompaña, a pesar de su grandeza, es un Dios que “siente” cariño e interés por el personaje. No simplemente va de paso, sino que viene a “visitar”. Se presenta revelándose él mismo con una invocación que, sin duda, se había repetido mucho como confesión de fe en Yahvé.

I.3. El Dios de “misericordia y lento a la ira” es el que todo creyente, el que todo ser humano, quiere encontrarse en su vida y con el que gusta entablar un diálogo. Las palabras de Dios son una “captatio benevolentiae” para que el orante no sienta pánico, ni lejanía de Dios. Este acercamiento, pues, es el que crea la invocación de Moisés por su parte: acompáñanos, condúcenos por la vida, aunque seamos de dura cerviz. Esta teofanía “humana” en el monte es de muchos quilates teológico para aquella teología tan poco evolucionada del AT. No es como la manifestación de Dios, como Padre, que nos entregará Jesús… pero es el mismo Dios. Ya es mucho decir que una “teofanía” del AT pueda ser verdaderamente humana. Pero si rastreamos la Escritura, podemos entender por qué Jesús nos puedo revelar a Dios como Padre.

IIª Lectura: (2Cor 13,11-13): Doxología al Dios del amor y de la paz

Esta lectura es, en realidad,la conclusión de esta carta de Pablo a la comunidad de Corinto. Es una doxología en la que se pone de manifiesto la actuación dinámica del mismo misterio trinitario de Dios. Como todo lo que se dice de una persona divina se aplica a las otras, entonces, la alabanza o doxología desea para la comunidad la gracia, el amor y la comunión que subsisten en Dios mismo.

Comienza con una exhortación a la alegría (chairete), lo cual es digno de mención en un texto litúrgico como este. ¿Por qué? Quizás la razón la encontremos en la definición sustancial de Dios: “el Dios del amor y de la paz” nos dice Pablo usando, sin duda, una fórmula que se cantaba en la liturgia de las comunidades. Y si se canta al Dios del amor y de la paz, entonces Dios debe ser así, tiene que ser así, no puede ser alabado de otra manera. Es verdad que este texto de la doxología está al final de los cc. 10-13, quizás de los más duros que ha escrito Pablo en reproche a ciertas actitudes de la comunidad cristiana de Corinto. Aunque es posible que esta doxología sea de otro momento, ya que 2Cor 10-13 pueden ser de la famosa “carta de las lágrimas” de Pablo.

Evangelio: (Juan 3,16-18): De la noche a la luz: Dios da vida en Jesús

III.1. El evangelio de esta fiesta se toma de Juan y nos propone uno de los elementos más altos de la teología joánica. En el diálogo que Jesús mantiene con Nicodemo, el rabino judío que vino de noche para hablar y dialogar a fondo con Jesús, se muestra, con rasgos insospechados, la razón de la encarnación, el que el “Verbo se hiciera carne” que resuena desde el aria del prólogo. Es lógico pensar que Jesús de Nazaret y Nicodemo no hablaran en estos mismos términos, sino en otros más simples y sencillos. Por tanto, es el evangelio de Juan (sus redactores) quien remonta el vuelo de la teología y lo expresa con fórmulas de fe inauditas.

III.2. La encarnación del Hijo se explica por el amor que Dios siempre ha tenido al mundo. Es la consecuencia de esa fidelidad de generación en generación con que se había expresado la revelación de Dios a Moisés en el Sinaí. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo; quien cree en él experimenta la verdadera salvación. Podemos discutir mucho el origen de este texto en la redacción de la teología joánica, pero no podemos negar su verdadera inspiración teológica. Esta es una de las cumbres de la “revelación” de Dios en el NT. Dios no ha venido al mundo para condenar, o para juzgar, sino para “salvar”. Todo lo que no sea asumir eso como chispazo, es una distorsión teológica de los que no se fían de Dios o de los que le tienen un miedo desalmado.

III.3. La teología, pues, debe ser una verdadera terapia espiritual y psicológica para todas las personas que buscan a Dios… pero que huyen de él si Dios no se acerca, si no “se queda” a nuestro lado, si no es compasivo y misericordioso. Está en juego la misma libertad del ser humano –don de Dios, decimos-, para ser o no ser religiosos. Si aceptamos, pues, la teología del NT, en su diversidad, como fundamento de nuestra fe, esta lección del evangelio de Juan debe ser de verdadera “iluminación”. El diálogo entre Jesús y Nicodemo es propicio para inaugurar una búsqueda nueva en el judaísmo y en cualquier religión que merezca la pena. Incluso desde el cristianismo debemos repensar lo que este diálogo nos proporciona en la relación del hombre con Dios.


III.4. “Tener vida” es uno de los conceptos claves de la teología joánica. Sabemos que se refiere a la vida espiritual, lo más interior y profundo de ser humano. Es verdad que no se trata de una vida biológica, ni del quedarse en este mundo, aunque sea arrastrándonos. Y no sería “religioso” entenderlo de otra manera, ni de confiar en un ídolo poderoso que nos garantice nuestros caprichos de vida. Pero también la vida biológica-psicológica está contemplada en esta propuesta de la encarnación, en el Cur Deus homo? Sencillamente porque la “Trinidad”, más que un conglomerado sustancial y metafísico de esencia, personas o naturalezas, es un misterio insondable de dar vida, de amar sin medida, de liberar de angustias y “pesos” muertos… El Dios de la Biblia, el Dios trinitario -el Padre, el Hijo y el Espíritu-,nos ha dado la vida, para vivir con Él la vida verdadera, que nos ha revelado en Jesús y que nos ofrece por su Espíritu.