domingo, 26 de enero de 2014

DOMINGO 3° DEL TIEMPO ORDINARIO


“Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios”

Hemos dejado atrás el tiempo de Navidad y, paso a paso, vamos caminando por lo que, en la liturgia, llamamos tiempo ordinario, no porque no sea importante, sino porque nos va llevando de la mano, despacio, a meditar serenamente, sin fiestas importantes, a profundizar en las enseñanzas de Jesús.

Las lecturas de este domingo nos conducen a Galilea, donde Jesús comienza su vida pública proclamando: “Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios” este es el centro del mensaje de Jesús al mundo “El Reino de Dios” Cuando los apóstoles piden a Jesús que les enseñe a orar, después de la primera invocación al Padre de todos, pide: “Venga a nosotros tu Reino”.

Jesús, luz que ilumina toda la Escritura, nos enseña de un modo nuevo la presencia de Dios en el mundo. Y cómo nosotros tenemos que ser testigos de esa luz.

“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz”. Es el mensaje de la lectura de Isaías.

Pablo, a su vez, nos recuerda que a quien tenemos que Proclamar es a Cristo cuidando de no querer ser nosotros los protagonistas del mensaje.

El Reino se hará presente, si dejamos que Cristo irradie con su luz al mundo entero.

El contenido de la Palabra de este domingo nos invita a:

-Dejarnos iluminar por Cristo
-Conversión personal
-Vivir unidos en la fe
-Escuchar su llamada para anunciar el Reino de Dios

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA   

Dios abrazará a todo el mundo, llenará con su luz a todas las naciones, sin distinción. Y bajo esa luz se acabará la opresión y el despojo. Hermosa profecía que celebramos con esperanza.

Lectura del libro de Isaías 8, 23b - 9, 3

En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Palabra de Dios.
Salmo 26, 1. 4. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos
los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.

II LECTURA   

“Un mismo pensar y un mismo sentir” no significa que todos tengan que tener la misma opinión. Al contrario, se trata de poner al servicio de la unidad las diferencias y las diversas potencialidades. Cada uno tiene una riqueza por entregar para la construcción de nuestra comunidad, ya sea en el ámbito civil o religioso.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 10-14. 16-17

Hermanos: En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.
Palabra de Dios.
EVANGELIO    

“El pasaje que se ha leído hoy nos cuenta las vocaciones de los primeros cuatro apóstoles: Pedro y Andrés, hermanos; Juan y Santiago, hermanos. Junto al lago pescando, Cristo los llama: ‘¡Vengan, déjenlo todo, los necesito! ¡Quiero hacer de ustedes más bien pescadores de hombres!’. Y lo siguieron... Y en pos de esas cuatro primeras vocaciones, otras, y otras, y otras más. Ha sido el llamamiento de Cristo a todos los hombres. Dios ha dado la vida a cada persona para una vocación; no todos a la vocación ministerial, sagrada, la que yo tengo el honor de tener. Pero la vocación que ustedes tienen, laicos: vocación del matrimonio, vocación de la profesión, vocación de la situación económica, política, social; el cargo político también es un lugar desde donde se puede servir a Dios” (Mons. Romero).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 12-23

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló

Esta cita está tomada del llamado libro del Emmanuel.

Nos situamos en el contexto histórico en el que Isaías pronuncia esta Palabra de Dios.

Desde la división del reino de Israel en dos, los que pertenecían al reino del norte, (reino de Israel o Efraín), se habían ido alejando de la Alianza por culpa de sus reyes que, para evitar que acudiesen al templo de Jerusalén, construyeron templos en los altos, en ellos ejercían el culto sacerdotes ilegítimos, que no eran de la tribu de Leví, de este modo profanaron el culto al Dios de Israel.

Aunque el profeta Isaías pertenece al reino de Judá, lanza su oráculo al reino de Israel.

Israel se había unido al rey de Siria y juntos pretenden atacar al rey de Judá para apoderarse de él y poner en su trono al hijo de Romelías, con lo cual quedaba destruida la dinastía de David, sobre la que descansaban las promesas de Dios.

En el capítulo anterior, el profeta ya había anunciado al rey Ajaz que no les tuviera miedo, efectivamente, los Sirio-efrainitas, fueron derrotados por el rey de Asiria, desapareciendo para siempre el reino de Efraín. Si la voz de los profetas se había alzado para anunciar esta destrucción por su mala conducta, ahora, Isaías, anuncia buenas nuevas, porque Dios nunca abandona a su pueblo.

La palabra de Dios es siempre palabra de salvación, el profeta llama a esas ciudades del Norte “Galilea de los gentiles”, aunque alejados de Jahweh, son amados por Él, y les anuncia: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz”, a las tinieblas de muerte, llega la luz de la vida, haciendo alusión a la luz con la que Gedeón venció a los enemigos de Israel (cf Jc 7). Algo grande va a suceder en esa región, Dios, va a llenar de alegría a todos sus habitantes. En medio del caos nacerá la luz, saldrán de la miseria y de la guerra, volviendo con gozo, como el segador que recoge la cosecha, esto sucederá por la presencia de un niño que quebrantará la mano del opresor y será llamado “Príncipe de la paz”. Vendrá la paz para Israel.

Las tinieblas, símbolo de la nada, del vacío, de la esclavitud, se transformarán en luz, alegría, liberación que Dios otorgará a Israel.

El salmo 26 es la respuesta gozosa a esta liberación: “El Señor es mi luz y mi salvación ¿A quién temeré?”

Si nuestra fe es firme, si confiamos en Dios, nada podrán nuestros enemigos, Él es nuestra salvación.

“En nombre de nuestro Señor Jesucristo os ruego: poneos de acuerdo y no estéis divididos”

Es el grito de Pablo ante la división de los cristianos que defienden más al portavoz del Evangelio que el mensaje de seguir a Cristo.

La Iglesia es Santa, porque Cristo, su fundador es Santo, pero es pecadora porque cuantos la formamos somos pecadores; por eso, a lo largo de la historia de la Iglesia se suceden rupturas y divisiones, no precisamente por seguir a Cristo, sino, porque muchas veces queremos imponer nuestros criterios sobre los de los demás, por soberbia y orgullo. Esto es lo que reprocha Pablo a la primitiva comunidad de Corinto, lo importante es seguir a Cristo que es quien ha dado la vida por todos y Cristo no está dividido. Jesús pidió al Padre: “Que sean uno como Tu y Yo somos uno, para que el mundo crea que Tú me has enviado”.

Pablo se encuentra con un problema en el que él mismo está involucrado; los Corintios defienden cada uno a aquellos de quienes han recibido la Buena Noticia de Jesús, Pablo recuerda: la fe es adhesión a una persona, Cristo, no a sus portavoces, por eso Pablo clama: ¿Acaso ha muerto Pablo por vosotros?, ¿Está dividido Cristo?; ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pedro?

No cabe duda que el defender distintas posturas para lograr acercarnos cada vez más a la Verdad es bueno, pero lo importante es que todos converjan en el mismo centro “Cristo” único que ha dado su vida por todos y nos ha salvado.

El mensaje debemos llevarlo con sencillez, como Pablo que afirma haber anunciado el Evangelio, no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la Cruz de Cristo. Así debe ser nuestro anuncio como lo hacía Pablo no con sabiduría humana sus palabras fueron “Una demostración del Espíritu”. Para que nuestra fe se fundamente no en la sabiduría del hombre, sino en el poder de Dios” (cf.1 Cor 2,10ss.).

“Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”.

Recordemos que el Evangelio de Mateo tiene una intencionalidad clara, demostrar a los judíos que Jesús es el Mesías prometido en las Escrituras.

En esta oportunidad, nos dice cómo, Jesús, comienza su predicación llamando a la conversión porque: “Esta cerca el Reino de los cielos”, situando a Jesús en Cafarnaúm, precisamente la zona donde, desde la repartición de la tierra en tiempos de Josué, habitaban las tribus de Zabulón y Neftalí, una zona marginal, la “Galilea de los gentiles” como nos ha dicho Isaías. En esa Galilea de los gentiles está Nazaret, “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” dice Natanael en el Evangelio de Juan, y es ahí donde brota la luz de Cristo para iluminar a todos los pueblos.

Su mensaje es claro: “Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”. Recordemos que el reino de los cielos, es el reino de Dios, los judíos lo nombran así, para cumplir mejor el segundo Mandamiento de la Ley, que ordena: “no tomarás el nombre de Dios en vano”. Así nombran al que habita en el cielo.

Jesús comienza su predicación en las zonas marginales, anunciando que el Reino de Dios está cerca.

Para abrirle el camino, para que llegue en plenitud, necesitamos una sincera conversión.

El contenido central del Evangelio es que el reino de Dios está cerca.

Benedicto XVI en su libro de Jesús, (II tomo), afirma que esta expresión: Reino de Dios, aparece 122 veces en el Nuevo Testamento, de ellas 99 se encuentran en los evangelios sinópticos y 90 están en labios de Jesús. A pesar de ello, Jesús nunca ha dado una definición de lo que es el Reino de Dios, generalmente habla de él en parábolas (“El Reino de los cielos se parece a ”: El sembrador, el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, la perla perdida, la red barredera, la levadura en la masa, el tesoro escondido etc.) y, sobre todo, en su primer discurso evangélico: “Las Bienaventuranzas” que son el Sermón del Reino. A lo largo de la historia de la Iglesia siempre ha surgido la pregunta ¿Qué es en realidad el Reino de los cielos?: El Reino no está en un lugar concreto, “Mi reino no es de este mundo” pero lo invade todo. Dios que, en el Antiguo Testamento ha estado siempre con su pueblo, en el Nuevo Testamento sigue estando, lo hace de una forma nueva actuando en la historia, con una nueva presencia más cercana: Dios se hace hombre y habita entre nosotros, es el Dios con nosotros.

La Iglesia, ha reflexionado y sigue reflexionando sobre que es, o en qué consiste el Reinado de Dios. Ya Orígenes, describe a Jesús como “autobasilea”, es decir, el reino en persona, es Jesús en persona. El mismo Orígenes, insinúa que el reino de Dios está dentro de nosotros. Entendemos pues que en el A.T. el reino de Dios era la presencia de Dios en la historia del pueblo de Israel en el N.T. es la presencia de Dios hecho hombre en la historia de la humanidad, el Reino es una manera nueva de la presencia de Dios en nuestra historia. Jesús, Dios y hombre.

El Papa Francisco en su exhortación apostólica “Evangelium gaudium”, afirma: “la propuesta del Evangelio es el Reino de Dios” se trata de amar a Dios que reina en el mundo en la medida que Él logre reinar entre nosotros; la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos.

El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a a sus discípulos:”Proclamad que está cerca el Reino de los cielos” (Mt 10,7); (E.G.Nº 180). Y los llama : “Venid y os haré pescadores de hombres”, ellos le siguieron y anunciaron el Reino.

Hoy sigue llamándonos a nosotros, todo cristiano tiene que ser mensajero del Reino de Dios.

Hagámoslo como lo haría Pablo, con lenguaje sencillo, para que verdaderamente sea “una demostración de su Espíritu”.

Si el Reino de Dios es Dios mismo y Dios es Amor, la proclamación del reino la debemos hacer en una triple dimensión:

- Hacia Dios: Alabándolo, Bendiciéndolo proclamándolo, como lo hicieron los profetas y dando gracias porque vivimos la realidad plena de la salvación.

- Hacia los hermanos, imitando a Cristo, que tomó nuestra naturaleza para elevarnos a la categoría de Dios; que pasó por el mundo haciendo el bien y nos envía a anunciar la Buena Noticia de la salvación a todo el mundo, acercándonos y ayudando a los pobres, enfermos, endemoniados, curando a todos. Para hacer presente su reino, como lo hizo Él que anunció el reino cuidando toda dolencia.

- Hacia la naturaleza, profundizando en el conocimiento y cuidado de la obra de Dios, que ha creado la naturaleza para bien de todos.

Seamos testigos del Reino ayudando a cuantos nos necesitan, pero a la vez proclamando el Evangelio, de lo contrario, como dice el Papa Francisco, seremos solamente una ONG piadosa.

De esta manera, unidos a Cristo, único salvador llegará el momento de la plenitud del Reino, cuando se cumpla esta esperanza “Toda la creación, espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios” (Rom 8,19).

La verdadera esperanza cristiana, se verá colmada en la plenitud del Reino, en la escatología, que tendrá lugar en la parusía, cuando Cristo entregue al Padre toda la creación., y sea proclamado Señor del universo .Mientras tanto, nos toca ir construyendo este Reino anunciando el amor con la Palabra y con la vida cristiana en servicio y entrega a Dios y a los hermanos.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (8,23-9,3): Poema de la paz

I.1. Esta lectura, forma parte de uno de los poemas más sobresalientes del libro del gran maestro del s. VIII. En realidad, se trata solamente de la introducción de un poema a la paz (8,23-9,6), como lo ha descrito brillantemente un gran especialista español. Diríamos que la lectura no es completa porque falta la descripción de por qué llega la luz a Galilea, al territorio antes desolado y en tinieblas; es decir, aquello de “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...”. Es un poema que muchos estudiosos atribuyen a la escuela de Isaías, no al maestro directamente, y que vendría a descifrar un momento determinante de la historia de Judá, concretamente un siglo después, cuando el gran rey Josías (640-609 a. C.), un muchacho todavía, sube al trono, a causa del asesinato de su padre Amón, con el propósito de liberar el norte, la Galilea de los gentiles, de la opresión de los asirios.

I.2. Así vivieron durante mucho tiempo, caminando en tinieblas y habitando tierra de sombras, todo el tiempo de su bisabuelo Manasés (cf 2 Re, 21-3-9), unos cincuenta años, que estuvo en manos de la política y las influencias religiosas de Asiria. De repente, se produce el cambio prodigioso e inesperado: brilla una luz que lo inunda todo de alegría, semejante a lo que se experimenta cuando llega la siega o se reparte el botín, en razón del final de la opresión o del final de la guerra. En este contexto histórico, pues, se explica mejor este poema de la paz, que la tradición cristiana lo entendía como mesiánico y lo aplicó a Jesús, como vemos, en el evangelio del día de hoy en Mateo.

I.3. Pero como sucede casi siempre con los oráculos proféticos, no todo se explica por el acierto del momento en que se pronuncian (aunque es importante), sino por el futuro que llevan esos oráculos en sus entrañas. Los profetas, a veces, ni siquiera pueden controlar sus imágenes, sus símbolos o su eficacia. En realidad este oráculo no puede extinguirse en un presente que pronto terminó… sino que encienden en las palabras del profeta los dones divinos que son el futuro de la humanidad. El Dios de la paz, de la justicia se ha de hacer presente en la historia de una forma eficaz y concreta. Y esto lo percibieron los cristianos al identificar a Jesús con el Mesías.

IIª Lectura: Iª Corintios (1,10-17): Exhortación a la comunión de la comunidad

II.1. La segunda lectura viene a ser una exhortación a la unidad de la comunidad de Corinto. Las gentes de Cloe, una familia, o una comunidad, se han llegado hasta Éfeso, donde estaba Pablo, y le han informado que la comunidad estaba dividida en “partidos”, en grupos, que se atenían a personajes influyentes: Pedro, Pablo, Apolo; se discute si “yo de Cristo” revela un grupo más, o es una expresión de Pablo para dejar claro que todos los cristianos, al único a quien deben seguir, es a Jesucristo. Pablo, además, protesta porque no se ha dedicado a bautizar a muchos en la comunidad, lo han hecho otros. Pero él no quiere ser el maestro de un grupo específico; él ha engendrado a esta comunidad para que viva en el Señor un misterio de comunión, y como él, todos aquellos que hayan recibido el evangelio de uno u otro predicador. La comunión en la Iglesia es más importante que depender de un maestro de doctrina o espiritual.

II.2. Una palabra clave que se ha discutido mucho de esta exhortación es “divisiones” (schísmata) y que muchos identifican con los “partidos” de la Iglesia de Corinto. Se trataría de tendencias ideológicas, claro, no en sentido social propiamente hablando. Existen diversidad de opiniones al respecto, incluso que el grupo de Pablo fuera el de aquellos que se sienten, como el apóstol, libres del yugo de la ley y de las tradiciones judías; como matiz para diferenciarlo de los de Pedro. Aunque, en realidad, el grupo más delicado de enmarcar sería el de Apolo (¿algo así como un grupo de carismáticos de tendencia helenista con tintes de sabiduría? ¡no está claro!). La diversidad de opiniones teológicas no están condenadas en estas pocas palabras de Pablo, pero no se podría decir los mismo cuando esa diversidad teológica rompe la comunión de la ekklesía. ¿Cómo lo soluciona Pablo? Mediante su hermosa y decisiva “theologia crucis” que seguirá a partir del v. 18.

Evangelio: Mateo (4,12-23): El Reino y el Evangelio de Dios

III.1. El evangelio de Mateo está centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que históricos, ya que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan y Jesús actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia, para los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de muerte. Si el texto de Is 8,23ss se refería a una época muy concreta que precedió al rey Josías, en la tradición cristiana primitiva se entendió esto como consecuencia del oscurantismo del judaísmo que había hecho callar durante mucho tiempo la profecía, la verdadera palabra de Dios, que interpretaba la historia con criterios liberadores.

III.2. Y hay más; esta luz no viene de Jerusalén, sino que aparece en Galilea, en los territorios de las tribus de Zabulón y Neftalí, que siempre habían tenido fama de ser una región abierta al paganismo. Más concretamente, Jesús, dejando Nazaret, se establece en una ciudad del lago de Galilea, en Cafarnaún. Es aquí donde comienza a oírse la novedad de la predicación del Reino de Dios, de los cielos, como le gusta decir al evangelio de Mateo. La otra parte del texto evangélico de hoy, la llamada de los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, -que puede omitirse-, es una consecuencia de la predicación del evangelio, que siempre, donde se predique, tendrá seguidores. En realidad está siguiendo el texto de Marcos 1,14ss.

III.3. Mateo, pues, ha leído el texto de Marcos sobre el programa de Jesús: el tiempo que se acerca es el tiempo del evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad (¡convertirse!) y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos elementos fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos por todos: el reinado de Dios (el reino de los cielos le llama Mateo) y la buena noticia que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para la historia. El evangelista, al apoyar este programa en el texto de Is. 8,23ss, está poniendo de manifiesto que esto es el “cumplimiento” de una promesa de Dios por medio de sus profetas antiguos, en este caso Isaías. La “escuela de Mateo” es muy reflexiva al respecto, dando a entender lo que sucede con la actuación de Jesús, desde el principio: llevar adelante el “proyecto de Dios”.

III.4. Sabemos que ese reino, (malkut, en hebreo) no debe entenderse en sentido político directamente. Pero tampoco es algo abstracto como pudiera parecer en primera instancia. Si bien es verdad que no se trata de un concepto espacial ni estático, sino dinámico, entonces debemos deducir que lo que Jesús quiere anunciar con este tiempo nuevo que se acerca es la soberanía de la voluntad salvífica y amorosa de Dios con su pueblo y con todos los hombres. Por eso basileia (griego) o malkut (hebreo) no debería traducirse directamente por “reino”, sino por “reinado”: es algo nuevo que acontece precisamente porque alguien está dispuesto a que sea así. Este es Jesús mismo, el profeta de Nazaret de Galilea, que se siente inspirado y fortalecido para poner a servicio de la soberanía o la voluntad de Dios, todo su ser y todo su vida.

III.5. Si Jesús anuncia que Dios va a reinar (lo cual no es desconocido en la mentalidad judía) es que está proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón, sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Esa es la novedad y por eso lo que acontece ahora, unido al concepto “reino de Dios” o “de los cielos”, es el evangelio. Con razón se ha dicho que estamos ante el verdadero “programa” de Jesús, el profeta de Nazaret: anunciar el reinado de Dios como buena noticia para la gente.

III.6. El acierto de la escuela cristiana de Mateo fue precisamente leer las Escrituras, Is. 8,23ss precisamente, a la luz de la vida de Jesús. Ahora se están cumpliendo esas palabras de Isaías, cuando el profeta de Galilea anuncia el evangelio del Reino. Siendo esto así, no se podría entender que el cristianismo no sea siempre una religión que aporte al mundo “buenas noticias” de salvación. Siendo esto así, la Iglesia no puede cerrarse en un mensaje contra-evangélico, porque sería repetir, por agotamiento, la experiencia caduca del judaísmo oficial del tiempo de Jesús. Este es el gran reto, pues, para todos los cristianos. Porque Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la transformación más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque es la negación y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social establecido. Este sistema, como sabemos bien, se asienta en la competitividad, la lucha del más fuerte contra el más débil y la dominación del poderoso sobre el que no tiene poder. Y esto no se reduce simplemente a una visión social, sino que es también, y más si cabe, religiosa, porque Jesús proclama que Dios es padre de todos por igual. Y si es padre, eso quiere decir obviamente que todos somos hermanos. Y si hermanos, por consiguiente iguales y solidarios los unos de los otros. Además, en toda familia bien nacida, si a alguien se privilegia, es precisamente al menos favorecido, al despreciado y al indefenso. He ahí el ideal de lo que representa el reinado de Dios en la predicación de Jesús; estas son las buenas noticias que le dan identidad al cristianismo.



domingo, 19 de enero de 2014

DOMINGO 2° DEL TIEMPO ORDINARIO A


Te hago luz de las naciones

La liturgia de este domingo nos cuestiona el concepto de misión. Nos alerta acerca de una concepción raquítica y limitada de lo que significa ser cristianos, siervos y seguidores. Tratando de desentrañar y comprender esta invitación a “ser más y a ser luz” compartimos con ustedes la alegría de intentarlo.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA   

Esta palabra de Dios puede estar dirigida al pueblo o bien al mismo profeta. Pero, al ser Palabra de Dios, está dirigida también a nosotros, que fuimos llamados “desde el vientre de nuestra madre” y somos enviados a iluminar a todos los hombres.

Lectura del libro de Isaías 49, 3-6

El Señor me dijo: “Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra de Dios.

Salmo 39, 2. 4. 7-10

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R.

Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: “Aquí estoy”. R.

“En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón”. R.

Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R.

II LECTURA   
  
Pablo entrega a sus comunidades lo más importante y fundamental: la paz y la gracia de Dios y de Jesucristo. Siempre inicia así sus cartas, y por lo tanto, el resto de lo que escribe se desprende de este saludo y deseo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 1-3

Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

EVANGELIO   

No se trata sólo de ver a Jesús sino de ir más allá, de dejarse interpelar por él y conocerlo. Se trata de entrar en su misterio y que él mismo nos diga quién es. Juan no sólo lo vio, sino que además lo conoció y lo anunció.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Ser más. Ser luz.

“Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones.” Es poco que seas mi siervo… dice directo y claro el lenguaje del texto de Isaías. Es algo así como si se nos preguntara ¿qué raquítica idea tenéis de lo que significa seguirme o trabajar por mi proyecto?... ¿creéis que se trata solo de poner un poco de orden en lo que llamáis vuestra Iglesia, en las comunidades a las que pertenecéis, en las catequesis que impartís, en lo que habláis y escribís, en las rutinas familiares o cristianos circuitos? ¿Pensáis de verdad que se trata de convertir a los “alejados/as”, de ganar adeptos, de crear afición, de ser Iglesia relevante socialmente y políticamente, de tener buena prensa…? ¿Estáis seguros de que luchar por hacer presente el Reino es hacerse siervos que luchan por preservar los contornos y nociones eclesiales?... Es posible, no lo sabemos, sin embargo, en nuestra comunidad de nos da la impresión que el texto tiene vocación más extensa.

Querer seguir a Jesús, creer en el Reino, en la Esperanza, no dejarse apabullar -asunto este cada vez más difícil con la realidad socio-económico-política que nos toca vivir-, luchar por neutralizar la opresión silenciosa que sufre la gente, por desenmascarar la mentira, la estafa, el retroceso, y tratar de abrir paso, aunque sea a empujones, a la justicia, a la verdad, a la convicción de que es posible el cambio, liberar a la alegría, en definitiva: empeñarse en “ser luz de las naciones” (y el término va en plural, no luz de una sola, de la nuestra, sino de todas) parece una dimensión más acorde con la idea de ser verdaderos seres cristianos que subyace en el texto de Isaías.

Bien podría tratarse de convertirse en personas que más bien se toman en serio la libertad y sinceridad, que comprenden que la oportunidad de seguir a Jesús es más que una actitud de un servicio comunitario (que también lo es claro, pero no solo), que es algo así como una manera nueva ser hombre y mujer, de ser creación y sociedad. Es una opción integral e integradora, de actuación local, pero de proyección mundial. Es una inmensa tarea que trasciende incluso los límites de nuestra propia religión y que entiende que ese “ser luz” es trabajar por hacer de este mundo un lugar más justo y solidario, menos violento y destructor, más libre y fraterno. Más humano. Más divino, pero no “de la muerte”, sino de la vida. Una tarea que es siempre más y no menos. Una forma de ser que habita permanentemente en diálogo colectivo huyendo de los raquíticos apartados, por bien intencionados que sean. Es formar parte de un colectivo de personas que no hacen distinción, que no instauran clasificaciones, que no jerarquizan, que no priorizan… bueno, o que priorizan, pero lo hacen al revés; empezando por abajo. Es apuntarse a una marea de seres que se consideran entre iguales, no entre elegidos. Una generación de seres humanos abiertos y flexibles, que no están permanentemente a la defensiva.

Despegados del poder, del tipo que sea, no solo el económico. Naturales, alegres, presentes, responsables. Verdaderos. Auténticos.

Podemos ser cristianos y cristianas que, como Juan, según nos cuenta el evangelio, han comprendido su misión y su sentido. Podemos mirar a la vida con esa paz de conocer nuestra esencia, con la Paz de Cristo a la que hacía mención Pablo en la solemne carta a Corintios. La paz que no imprime pasividad y somnolencia de letanía. Si no la paz que es fuente de sabiduría, de fuerza y de determinación. Inteligencia cristiano/humana que genera posicionamiento que no es ni impulsivo ni postizo. Distinto del que nace del oportunismo y la necesidad de reconocimiento. Podemos ser personas cuya actitud sea fruto del mirar y evaluar con sinceridad lo que ocurre, lo que le pasa a la gente. Podemos adherirnos al objetivo de despertar, de levantar, de despegar, de poner en camino; de libertar.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (49,3-6): Misión del Siervo: luz de salvación para la humanidad

I.1. La primera lectura, del nuevo del Deutero-Isaías, es del 2º cántico del Siervo de Yahvé. En este capítulo, la figura del Siervo está más ceñida a la dimensión profética de este personaje que canta el autor de los mismos. Sión, el pueblo entero, debe repensar su vida a la luz de este personaje Siervo de Yahvé. Sabemos que estos cantos (Is 42,1-9: 49,1-7; 50,4-9) representan una de las cumbres teológicas del Antiguo Testamento. Son poemas que han dado mucho que hablar, ya que en un momento determinando descubrirán el valor redentor del sufrimiento, aunque no en el texto de hoy. El papel del Siervo es reunir a Jacob e Israel, dos nombres, epónimos, para hablar de la totalidad del pueblo. Reunir, pacificar, consolar... siempre la humanidad ha tenido necesidad de estos valores. Y hoy, como nunca, necesitamos a alguien como el Siervo que traiga esa luz a este mundo dividido, en guerra, hambriento y desorientado.

I.2. Como este es un canto que describe la vocación del “Siervo”, no hay nada comparable a la misión que el Señor le encomienda: te haré luz de las naciones; ¿para qué?, para que “mi salvación alcance hasta los confines de la tierra”. Pero aunque el texto de hoy, en la lectura, ha eliminado el v. 4, no deberíamos dejarlo de lado. El descubrimiento de la misión del siervo para ser luz de los pueblos le llega después de una crisis, y es por la misión por lo que la vocación de este misterioso personaje sale fortalecida; la crisis de identidad se cura anunciando salvación. Eso es lo propio de un verdadero profeta de Dios. Estas palabras son las que justifican verdaderamente la elección de nuestro texto (del canto 2º) para el día de hoy, porque esa misión para el “siervo desconocido”, la vieron los primeros cristianos realizada en la misión de Jesús de Nazaret: luz de salvación para todos los pueblos, para la humanidad.

 IIª Lectura: Iª Corintios (1,1-3): Saludo, en Cristo y con Cristo, a la comunidad

II.1. La Primera Carta a los Corintios inaugura hoy las lecturas de los siguientes domingos. Tendremos ocasión de volver sobre ella, porque serán hilo conductor hasta los domingos de Cuaresma. Esta carta de San Pablo a la comunidad de Corinto, en Grecia, en Acaya concretamente, una de las ciudades más importantes donde el Apóstol predica el cristianismo, es una de las más importantes de Pablo. Estamos ante un escrito lleno de contrastes, de urgencias, de consultas, de decisiones apostólicas. Merece la pena leerlo detenidamente, prepararse con esmero para su comprensión, porque aparecerán temas muy decisivos.

II.2. En el encabezamiento de hoy, señalemos la teología de la santificación del pueblo de Dios por medio de Jesucristo. Es El, Cristo, quien lleva la iniciativa y por eso Pablo sabe que su misión es tan importante en medio de la comunidad que él ha engendrado en su Señor. Una comunidad que le dará mucho que hacer, pero a la que no niega el título de salvación y santificación. Pablo era un hombre de personalidad fuerte, incluso muy enamorado de su apostolado: pero nada es sin Cristo su Señor y esto se debe poner de manifiesto desde el principio para todo lo que nos trasmitirá.

Evangelio: Juan (1,29-34): El don del bautismo en el Espíritu

III.1. Este es un domingo de transición que, de alguna manera, se recrea un poco en el mensaje del domingo pasado, quizás para señalar con más fuerza la importancia de lo que significan los comienzos de la vida pública de Jesús. Es verdad que históricamente nos hubiera gustado saber día a día lo que Jesús pudo hacer y sentir desde su nacimiento. Pero esta es una batalla de curiosidad perdida; también el silencio y el misterio, desde Nazaret hasta que se decide a salir de su pueblo, debe maravillarnos como una posibilidad del proyecto de Dios en el que no ocurre nada extraordinario, porque lo extraordinario es que Dios aprende a ser hombre.

III.2. Tampoco el evangelio de Juan nos va a ofrecer demasiados datos; por el contrario, pone sobre la boca de Juan el Bautista unas afirmaciones que llaman la atención: “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. ¿Es posible que un cordero (gr. amnos) se atreva con el pecador del mundo? ¿Por qué lo saluda así Juan el Bautista? De todas formas no debemos pasar por alto que dice “cordero de Dios” (amnos tou theou). La opinión más extendida es que ya aquí se está apuntando a la Pascua, al cordero Pascual que se sacrificaba en el templo para rememorar la liberación de Egipto. Un cordero frente al poder del mundo es demasiado, pero esa es la lucha que en la teología joánica se ha de poner de manifiesto: vida-muerte, amor-odio, luz-tinieblas son los contrastes con las cuales se expresa la misión de Jesús.

III.3. Este de hoy es uno de los textos de densidad cristológica inigualable. Su lectura se puede dividir en dos : vv. 29-31 y vv. 32-34. Sabemos que el evangelio de Juan no se anda por las ramas en lo que respecta a las afirmaciones cristológicas, de títulos, sobre Jesús. Por eso se ha dicho, con razón, que las afirmaciones del evangelio de Juan responden a una época bien tardía del Nuevo Testamento. Eso no significa que se haya desfigurado la base histórica del cristianismo primitivo; simplemente que se dan pasos muy avanzados. Efectivamente, sabemos que el evangelio de Juan tampoco es el resultado de una mano sola en su redacción o confección, sino de varias manos, de varias épocas, a la vez que se perciben polémicas y otras cosas semejantes. El texto de hoy es típico en este sentido.

III.4. El contraste entre Juan y Jesús es tan patente como si se describiera el amanecer y el mediodía, entre las sombras y la luz; entre el agua y el Espíritu. En el texto queda patente que Juan actuaba por medio del bautismo de agua para la conversión; de Jesús se quiere afirmar que trae el bautismo nuevo, radical, en el Espíritu, para la misma conversión y para la vida. Uno es algo ritual y externo; otro es interior y profundo: sin el Espíritu todo puede seguir igual, incluso la religión más acendrada. Esto es lo que el testo joánico de nuestro evangelista quiere subrayar. Y el hecho de que lo presente, al principio, como un “cordero” indica que su fuerza estará en la debilidad e incluso en la mansedumbre de un cordero (signo bíblico de la dulzura) dispuesto a ser “degollado”. En definitiva, el pecado absoluto del mundo, será vencido por el poder del Espíritu que trae Jesús. El bautismo de agua puede y tiene sentido, pero para significar el bautismo, el sumergirse, en el Espíritu de Dios que trae Jesús.

III.5. Probablemente se quiera combatir a algunos discípulos de Juan el Bautista que pertenecían a la comunidad joánica y necesitaban un testimonio de esta envergadura, porque todavía no habían comprendido verdaderamente el papel del Bautista como anunciador del verdadero Mesías. Juan, frente a Jesús, no tiene sino agua para purificar, pero eso es muy poca cosa para purificar corazones; así lo reconoce. Solamente el Espíritu que ha recibido y trae Jesús es capaz de lograr ese cambio de lo más íntimo de nuestro ser y de nuestra voluntad. Se quiere poner de manifiesto, pues, que Juan el Bautista pide a sus discípulos que desde ahora lo dejen a él y sigan al que se atreve a llamar (propio de la alta teología joánica) Hijo de Dios. Su papel está cumplido: saber ser amigo del esposo, como se dirá en otra ocasión.



domingo, 12 de enero de 2014

EL BAUTISMO DEL SEÑOR


"Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."

El evangelio de hoy da testimonio de la intensa experiencia espiritual de Juan Bautista, porque lo muestra completamente extasiado ante la figura de Jesús. Toda su existencia tiene sólo un sentido: anunciar al Mesías, dar lugar al Salvador, señalarlo para que las miradas se dirijan al único Señor. Y Juan presenta a Jesús como el Cordero que quita el pecado del mundo, el que existía desde antes, el que tiene el Espíritu Santo y lo comunica. Los judíos podían entender qué significaba eso de ser el “Cordero”, ya que ellos ofrecían corderos en sacrificio para implorar el perdón de Dios por sus pecados. Jesús, el Cordero, venía a entregarse a sí mismo por nosotros, para que ya no fuera necesario ofrecer animales en sacrificio, sino simplemente recibir el perdón que él trae generosamente; porque se entregó a sí mismo por nosotros, él fue el cordero que se inmoló en el altar de la cruz por los pecados de todos. Y su sacrificio tiene valor infinito, porque él no es un cualquiera. Si bien Juan el Bautista fue engendrado antes que Jesús, sin embargo Juan dice que Jesús existía antes que él (v.30); Juan da testimonio de que “él es el Hijo de Dios” (v. 34). Al mismo tiempo, se muestra que, a diferencia del bautismo de Juan, el bautismo de Jesús no derrama sólo Santo. El bautismo de Juan es sólo signo y preparación, pero el de Jesús es fuente de vida eterna.

Jesús es el que bautiza con el Espíritu Santo, nos sumerge en la vida nueva, en la luz, en el poder del Espíritu Santo para que entremos en otra dimensión y nuestra vida llegue a transformarse completamente.


CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA   

La elección no es un privilegio, sino un servicio prestado a la humanidad. La misión del servidor consiste en atender en forma preferencial a los más necesitados, a los ciegos y a los cautivos. Porque en ese servidor, Dios sigue revelando su voluntad de transformar las situaciones de muerte en vida plena.

Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7

Así habla el Señor: Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 28, 1a. 2-3ac. 4. 3b. 9c-10

R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡Aclamen al Señor, hijos de Dios! ¡Aclamen la gloria del nombre del Señor adórenlo al manifestarse su santidad! El Señor bendice a su pueblo con la paz. R.

¡La voz del Señor sobre las aguas! El Señor está sobre las aguas torrenciales. ¡La voz del Señor es potente, la voz del Señor es majestuosa! R.

El Dios de la gloria hace oír su trueno. En su Templo, todos dicen: “¡Gloria!”. El Señor tiene su trono sobre las aguas celestiales, el Señor se sienta en su trono de Rey eterno. R.

SEGUNDA LECTURA

Estas palabras que pronuncia Pedro recuerdan el orden de los acontecimientos en la vida de Jesús. Fue después de hacerse bautizar por Juan que comenzó con su ministerio público. Ese bautismo marca el momento en el cual el Espíritu Santo empuja a Jesús a manifestarse al mundo, lleno del poder de Dios, que es servicio y amor.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

Pedro, tomando la palabra, dijo: Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a él. Él envió su Palabra al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena Noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Juan Bautista predica un cambio de vida. Esto mismo es lo que hace Jesús: deja su vida cotidiana en Nazaret, el pueblo de la provincia de Galilea donde creció, para comenzar su ministerio público. Para confirmar y señalar esta misión, la voz del cielo señala la verdadera identidad de Jesús. Este es el hijo muy querido, es el que tiene el favor y la predilección de Dios. En él se cumplirá lo que el profeta Isaías ha anunciado acerca del siervo: esta predilección de Dios tiene como fin el servicio de salvación de toda la humanidad.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 3, 13-17

Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!”. Pero Jesús le respondió: “Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo”. Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Año tras año, después de repasar y evaluar lo que nos han deparado los últimos 365 días, nos afanamos en escribir la lista de los nuevos y buenos propósitos.

Ordenar las carpetas, hacer deporte, ser puntual, comer sano... Cada uno tendrá su particular lista donde aparecerán propósitos para el trabajo, para sus momentos de ocio, propósitos personales… Pero... ¿tenemos en esa lista propósitos sociales, espirituales y de justicia?

Son tiempos de carencias, de desarraigos, de pérdida de derechos, de injusticias sociales, de incoherencias políticas, de usos desmedidos del poder, de primas de riesgo y locuras económicas… El mundo está falto de justicia y quienes tenemos la sensibilidad de captar esa falta no debemos olvidar ponerla en nuestra lista. Como primer punto estaría bien.

Al igual que en las aguas del Jordán, las promesas bautismales nos pueden servir de ayuda para organizar esos propósitos de vida y fe.

En nuestra bienvenida a la comunidad cristiana a todos y cada uno se nos proclamó como profeta, sacerdote y rey.

"Profetas", para hablar a los hombres de Dios. Es nuestra labor evangelizadora, de anuncio y denuncia, de predicación con los hechos, con los gestos, con el amor.

"Sacerdotes", para hablar a Dios de los hombres. La Oración es nuestra manera de conectar, de ser punto de unión con nuestro Padre-Madre Dios. Oración activa, oración aglutinadora, oración inclusiva… “hay que ser sacerdote antes de ser Profeta, hay que hablar a Dios de los hombres, antes que hablar a los hombres de Dios”.

"Reyes", para vivir con el amor y la humildad de Jesús, ofrecer protección a nuestros hermanos y canalizar y administrar la justicia de nuestro tiempo.

Tiempo en el que también tiene cabida la esperanza, la empatía, el compromiso, la coherencia, el valorar lo sencillo y autentico, lo natural y todo aquello que nos une.

Será más fácil con la renuncia a todo lo que nos aleja de estos propósitos y creyendo y defendiendo lo que nos acerca a Dios, aunque a veces cueste y suponga un esfuerzo por nuestra parte.

La primera lectura ya nos deja la reseña; "Promoverá fielmente el derecho". Despacito, sin pausa, pero con firmeza. Nuestra denuncia, nuestra aportación, tendrá sus frutos. Sin necesidad de reconocimiento, sin grandes ruidos. Pero con la certeza de que quietos no podemos ni debemos quedarnos.



ESTUDIO BÍBLICO

Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación.

Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones

I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40) -cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías)-, es el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia. Este mensaje, después, se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42,1-7); nos presenta a ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C., como el mediador de una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que inspiró este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana primitiva, por su parte, ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva alianza de Dios con los hombres y ser luz de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.

IIª Lectura: Hechos (10,34-38): Bautizado en el Espíritu

II.1. La segunda lectura es un testimonio de la tradición apostólica, de la que nace el evangelio de Jesucristo, poniendo de manifiesto lo que han vivido con Jesús aquellos que han sido testigos desde el momento del Bautismo. Es el punto de partida de la vida pública y profética de Jesús de Nazaret; el momento en que se rompe el silencio de Nazaret para iluminar a los hombres. Pedro, que predica el evangelio por primera vez a una familia pagana en Cesarea, rompiendo con los miedos a salir y dejar el judaísmo que le ataban hasta ahora, proclama su experiencia más personal con Jesús. El discurso, pues, de Hch 10 tiene una importancia muy particular para el autor de esta obra, Lucas. Se ha dicho que este es un ejemplo fehaciente del kerygma, de aquello que era la proclamación más esencial de los apóstoles. Pero aquí viene acotado por el apunte de cómo los testigos de la palabra han sido también testigos de la vida de Jesús, desde el bautismo hasta su muerte, y después, las experiencias de la resurrección.

II.2. El texto es un resumen muy particular, de un valor muy significativo. Lo que sucedió en Judea, la muerte y resurrección de Cristo, “comenzó en Galilea” por medio de la unción, en el bautismo de Jesús, del Espíritu. Precisamente en este texto lucano no se menciona, ni a Juan el Bautista ni el mismo hecho del bautismo de agua; de alguna manera como en el relato evangélico de Lucas (3,21-22) que apenas se detiene en el bautismo para subrayar cómo, en oración, Jesús es realmente “bautizado” por el Espíritu que ha de acompañarle siempre como el profeta; y un profeta no puede vivir sin el Espíritu.

Evangelio: Mateo (3,13-17): Solidario con el pueblo

III.1. El evangelio de Mateo describe la escena del bautismo, como es legítimo, en las perspectivas y con los perfiles propios de la teología de este evangelista, donde “cumplir toda justicia” es sintomático. ¿Fue Jesús un seguidor de Juan el Bautista antes de comenzar su misión? Esto no está descartado en la interpretación más histórica de los evangelios. Es verdad que Jesús consideró el movimiento del Bautista como una llamada del tiempo nuevo que se acercaba, pero en su conciencia más personal él debía comenzar algo más nuevo y original. El Bautismo de Jesús, por Juan, sin que carezca de valor histórico, nos es presentado como un símbolo que permite hacer una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el tiempo de preparación y el tiempo del cumplimiento de las promesas. Por eso Jesús recibe el Espíritu que le garantiza su misión profética más personal. Ya aquí se perfilan en su verdadera dimensión las palabras de libro de Isaías que leemos hoy. Nadie, como Jesús, puede traer al mundo unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres.

III.2. El texto de Mateo sobre el bautismo no se limita solamente a plasmar la escena, -con un fuerte sentido cristológico-, que le ha suministrado Mc 1,9-11; quiere ir más allá. Por eso es original la negación de Juan a bautizar a Jesús y la respuesta de éste cuando señala: “conviene que cumplamos así toda justicia”. Mucho se ha discutido esta expresión, especialmente “toda justicia”, y no podemos olvidar las intenciones particulares de la teología mateana sobre este concepto de justicia (dikaiosynê). ¿Se quería decir que Jesús, a diferencia de los que venían al bautismo de Juan, no lo necesitaba? Esa es la tesis más común en la interpretación, pero no debemos exagerar este aspecto. Por lo tanto, la intención en este caso es que Jesús quiere ser solidario con el pueblo y ve en las palabras del Bautista el anuncio de un tiempo nuevo que exige “metánoia”, cambio de mentalidad, conversión, para dejar que el tiempo nuevo de Dios transforme la historia y la misma vida religiosa del pueblo. Jesús, pues, acepta ser bautizado porque quiere participar con el pueblo en este nuevo momento, del que él personalmente, por la fuerza del Espíritu, ha de ser protagonista.

III.3. Ese cambio, pues, de mentalidad o nuevo horizonte no estará limitado a un acto penitencial con agua en el Jordán, por mucho simbolismo que ello entrañe. Es el Espíritu que ha de recibir Jesús el que traerá esa nueva mentalidad y esa nueva época. Si bien el relato lleva un sello cristológico indiscutible (“mi hijo amado en quien me complazco), tampoco es exagerado, es decir, en el texto no se respira esa alta cristología con que posteriormente se ha interpretado en la tradición, hasta el punto de ver más un acontecimiento “trinitario” que cualquier acontecimiento religioso en el que se quiere mostrar la diferencia entre lo que pedía Juan y lo que ha de pedir Jesús en su proclamación del Reino. Como se ha puesto de manifiesto en las distintas lecturas de los relatos evangélicos, de los tres, pero especialmente de Mateo y Lucas, el bautismo pasa a segundo término y todo tiene el sentido de la “unción profética por medio del Espíritu”. Eso no quiere decir que Jesús no fuera bautizado por Juan, ¡desde luego que sí! Pero lo que vale es mostrar que no ha de llegar el momento nuevo por bautismos penitenciales (el judaísmo lo practicaba frecuentemente); lo nuevo es la era del Espíritu, que viene sobre Jesús y ha de comunicar y trasmitir a todo el pueblo. El Bautismo de Jesús, pues, se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que Él no es un pecador más que viene a hacer penitencia. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el Señor de nuestra vida.